No sucedió como se esperaba, o tal vez, aconteció como era lógico esperar que sucediera, dadas las características reales de la situación imperante en la Isla. La manifestación anunciada para el 15 de noviembre para reclamar libertad y derechos inalienables a toda persona, y negados, a todos los cubanos, no se llevó a cabo. La dictadura la impidió con el único método de sobrevivencia que le queda: la represión absoluta, arbitraria, y desmedida. Pero si la marcha no se produjo, el mensaje sí. La atención mundial está al lado de la disidencia. La condena es, en general, para la dictadura que oprime. Un régimen que, poco a poco, se derrumba por la combustión interna de su propia intolerancia, y la presión de una generación que reclama el cambio substancial de un sistema fallido que ha truncado las aspiraciones de todo un pueblo por más de medio siglo.
Los líderes del movimiento Archipiélago, y de otras organizaciones disidentes, fueron sometidos, desde tempranas horas del domingo, a un encarcelamiento domiciliario, raras veces visto, y que enfatiza la insensata brutalidad de un método que nace del temor de los gobernantes a los gobernados, y pone de manifiesto, además, la chabacanería de los perpetradores del castigo, que, en su torpe necedad, omitieron considerar la propaganda negativa, a nivel global, que conllevaba su represión.
La marcha fue abortada por la fuerza, pero el mensaje sobrevivió. Se expandió al mundo. Desde el Parlamento Español hasta la Casa Blanca la condena no se hizo esperar. El vecindario internacional, ya ha reaccionado. La dictadura comunista cubana está en la pupila mundial con un veredicto de repulsa general.
Resulta inconcebible, al escrutinio de la lógica, y del más elemental sentido común, aceptar que funcionarios de un gobierno, de cualquier país, o de cualquier sistema, comunista, autocrático, democrático, o de otra índole político-social, pueda ser tan incompetente, obtuso, descerebrado, como para tomar medidas tan detestables, que vayan directamente contra sus propios intereses. Los comunistas, que son, o han sido, maestros de la propaganda mentirosa, el 15 de noviembre perdieron el tino. El aire de la propaganda también ha cambiado. Ahora sopla del otro lado.
Con todo lo acontecido, o dejado de acontecer, el régimen cubano ha demostrado, más bien, ratificado, su naturaleza intransigente y su ineptitud en el manejo de la gobernación. Para ellos, el único sistema a la mano, es la opresión y el encarcelamiento. No entienden otras opciones. Le temen a una flexible apertura. Con la oposición, por más pacífica que sea, no se habla. Se le castiga. Por eso, de forma incivilizada para nuestro tiempo, encerraron a la disidencia en sus casas. Y también, precisamente por eso, la actitud de la oposición, justa y pacífica, se fortalecerá aún más, contando ahora con más empático apoyo de la comunidad de países libres del mundo.
Quizás, enfocándolo desde un punto de vista más mundano, se justifiquen las absurdas medidas del régimen cubano, como un acto de miedosa desesperación. Como reaccionan los gatos cuando se les acorralan. Les controla el miedo. El gobierno comunista de Cuba está desorientado. Aturdido. Nunca, en sus 62 años de poder absoluto, incuestionable, le había surgido una oposición seria, creciente, que los ha puesto a la defensiva.
El régimen se enfrenta a un reto nuevo. Desconocido. El levantamiento popular del 11 de julio que estremeció al mundo, sorprendió, y sacudió, a un gobierno que se sentía todopoderoso. Fue un tormentoso despertar. Las cosas ya no serían igual.
La generación cubana del momento, no tiene identificación con una revolución que no les dice nada. No hay mensaje para ella. Nada los une. Y nada le dice porque ya dejó de existir hace décadas. Si alguna vez existió, se valió de promesas nunca cumplidas. A ninguna generación, ni a ésta, ni a las pasadas, les aportó beneficios, prosperidad, ni felicidad, elementos ansiados por todo ser humano. El experimento comunista cubano, basado en los fracasos marxistas, no trajo a Cuba más que miseria y desolación, hasta alcanzar el hartazgo.
La juventud cubana, que es la columna de la oposición, no cree en el discurso gastado y pueril de la monserga rutinaria que le ofrece el dogma marxista. Cree y lucha por la libertad, y todos sus derechos inherentes. No hay nexos, ni lazos, ni afinidad, que los identifique con el régimen.
El gobierno comunista cubano, por 60 años, se ha anquilosado, fosilizado, en el empeño inútil de mantener, a sangre y fuego, el discurso de una arenga emotiva, ausente de un pensamiento práctico, conducente al mejoramiento que el pueblo necesitaba. Y la efervescencia, poco a poco, fue perdiendo su burbuja.
La rigidez excesiva, sin un mínimo de flexibilidad, tan necesaria entre gobernante y gobernado, nunca existió. Fue siempre de mandato y obediencia, hasta que surgió el despertar. Y el 11 de julio, el reloj marcó la hora. Había llegado el momento. Y desde entonces, y para el futuro, las cosas han cambiado de forma. Ya la dictadura ha perdido la calle, la tranquilidad, y el sueño. Nada será igual. Llegamos al punto de no regreso.
Quiero traer a colación, porque me parece apropiado en el presente, y, porque encuentro en ello una similitud estimulante, el episodio que, al final, desbarató el andamiaje de la Unión Soviética.
Allá por el 1985, sufría la Unión Soviética un agudo estancamiento económico y un creciente descontento popular. ¿Les suena familiar? Las cosas, iban de mal en peor, y el politburó no encontraba medios de aliviar la situación. Entonces, el presidente del Buró Político, el viejo estadista y diplomático, Andrey Gromyko, escogió a un hombre de 54 años, bien educado, y algo conocedor de occidente, llamado Michael Gorbachov. Su encomienda era la de reformar la URSS. ¿Y qué pasó?
Gorbachov, para sorpresa de todos, cumplió el cometido. ¡Y mucho más!
Primero, decretó el Glasnot, (apertura) alentando a la élite intelectual a publicar opiniones de toda índole en Izvestia, Pravda, y la televisión rusa. Esta expansión de la libertad de expresión y el levantamiento de censura a la radio occidental, permitió al ciudadano ruso criticar a su propio gobierno y conocer los movimientos nacionales pro libertad en los países satélites de Europa Oriental.
Después vino Perestroika (reforma). Este segundo paso, es en la pupila histórica, tal vez, el más importante. Michael Gorbachov, decidió abolir el Partido Comunista. Con esta medida se removía el principio organizacional central del sistema soviético. Había llegado la hora final de la Unión Soviética. Los satélites se liberaron, uno tras otro, y toda la armazón despótica y criminal montada por Stalin, se derrumbó, dejando a Europa libre, y a una Rusia solitaria y empobrecida. Estos son los rasgos principales de la historia, sin entrar en detalles.
¿Habrá espacio en Cuba para otro Glasnot y Perestroika, como aquel que iluminó a Europa con el brillo de la libertad? Es posible. Si sucedió en la URSS, ¿por qué no en Cuba?
Dentro de un contexto hipotético, remoto, pero no del todo imposible, se puede conjurar, o imaginar, un escenario en el que pudiera surgir, dentro de la alta jerarquía, militar o civil, de las filas gubernamentales cubanas, una figura que, en un reclamo de conciencia, dé un paso al frente en favor de un cambio. Independientemente de su sobrevivencia, esto alteraría el tono de la ecuación, y sería el catalítico para un cambio substancial.
Todavía vive, en algún lugar de Rusia, un hombre llamado Michael Gorbachov, que ayudó, con su Perestroika y Glasnot, a liberar a una parte de Europa.
¿Encontraremos otro Gorbachov a 90 millas de nuestras costas?
BALCÓN AL MUNDO
Joe Biden vive en una perenne ambivalencia vacilante. Por un lado, no quiere que se aumente la producción de petróleo en este país, que tiene en abundancia, y por el otro, le pide a la OPEC, que aumente la producción. ¿Cómo se explica esta ironía?
Simple: Biden, influenciado por John Kerry, quiere acabar con la industria energética. Especialmente petróleo y gas, para que la nación dependa de la energía verde. Para Biden y Kerry está bien que Arabia Saudí produzca más petróleo, que contamine el ambiente, y que enriquezca la polución ambiental; pero políticamente, tienen que quedar bien con sus benefactores del Sierra Club y toda la claque enloquecida por “el holocausto” del calentamiento global.
¿Es que acaso, no es el Medio Oriente parte de este planeta, y, por lo tanto, merecedor de un ambiente climático limpio y saludable?
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Se dice que el consumidor está comprando en cantidades superiores al año anterior. Se entiende. Los miles de millones lanzados a la calle en festivo frenesí, tienen que ir a parar a algún lugar, y cuál mejor que las contadoras de los comerciantes. Bien por ellos. Ya sufrieron suficiente durante la pandemia.
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Irán ha reanudado la producción de centrífugas para acelerar su proyecto nuclear en un sitio que los inspectores de energía atómica de la ONU no han podido acceder. La autocracia musulmana, persiste en convertirse en poder nuclear.
Sin embargo, Israel, a pesar del mutismo iraní, está monitoreando la situación con la firme decisión de que Irán, jamás, se convertirá en un peligro atómico para el estado judío.
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