La humilde rosa blanca

Written by Libre Online

19 de enero de 2022

Desde muy temprano improvisas sus tarimas el florero. Llena sus cubos de agua, pone su silla cerca y ordena unos periódicos viejos. Los cubos que han colocado sobre las tarimas estuvieron pintados de verde; ahora se les ve el zinc. Las hojas de periódicos han sustituido al papel transparente con que se envolvían los ramos. “¡Es que deja tan poco el negocio!”

En una canasta redonda ha traído el florero las flores recién cortadas. Casi todos los campos de cultivo se extienden dentro del perímetro de la ciudad. Las flores para la venta al detalle llegan a los puestos “a pie y en canasta”. Las flores finas van para la florería en camiones.

Distribuye el florero su mercancía por especies y variedades, lo que equivale a decir, según sus precios. En un cubo se yerguen frescos ramos de rosas rojas, casi todas de las llamadas “Malmaison”: en otro se aprietan las Radiantes  rosadas todavía perladas de rocío, junto a las Radiantes de vivo color fresa. En el más profundo de los recipientes van los nardos y las azucenas, y en otro, no menos hondo, porque sus tallos son también largos, de entreabren las rosas té de centro alto y fino. En tabla aparte se alinean, profusamente, las flores de la estación: pompones, cajigales, girasoles chinos, moya y margaritas. El recipiente más pequeño es para las rosas blancas y el más escondido  para los girasoles y las flores “raras”. No interesa al florero que estas corolas  tienten al transeúnte con sus colores brillantes o sus formas caprichosas. Hay que solicitarlas, casi siempre, y esta demanda confidencial les fija precio razonable. El follaje de este vergel en lata lo acrecientan las albahaca, el espárrago espumoso y unos copiosos ramos de laurel.

El florero de la esquina vende al menudeo. Desde una sola rosa hasta un ramo, por docenas que él mismo forma poniendo una flor junto a otra y esquivando las espinas con las puntas de sus dedos que están, sin embargo, sembradas de puntitos negros. A cada ramo le corresponde “su poquito de verde”.

-Muy pocos clientes,- dice el florero- pero nadie coge su Malmaison, roja o blanca, sin su correspondiente gajito que va de contra. Solo los que piden Bocas de León, Pompones o Cajigales se llevan el ramo pelado. A los que comprar la rosa té hay que ponerles espárrago de todas maneras.

Hay puestos de flores como éste en muchos portales y esquinas de la Ciudad. Según el tráfico, así están surtidas sus tarimas. Hay floreros ambulantes que recorren los barrios extremos en las cercanías del cementerio, a partir de 12 y 23, se extiende un verdadero mercado de flores. A lo largo de las aceras resaltan contra los mármoles blancos los blancos macizos de nardos y azucenas. Y entre floes de todos colores, abren las rosas blancas sus humildes islitas de fragancia.

¡Se quemó la Bola!

El florero tiene sus marchantes fijos. Sabe en cuántas casas del barrio hay altares de la Caridad y cuáles son los santos “más socorridos”, “Carga la mano en el rojo” el día de Santa Bárbara y en el blanco por las Mercedes. Y tiene una sonrisa elocuente “porque está en el secreto”, para la muchacha que le compra una “Georgina Menocal” para prendérsela en el escote.

Una señora de humilde aspecto se ha acercado al florero.

-¿Qué le ponemos hoy: blancas o rojas?

– Blancas. ¡Pero esto es todo lo que tiene? ¡Qué murruñosas! Ya estos botoncitos se pasmaron.

-Vaya por Dios! ¿Qué quiere que le haga yo? ¿Acaso las fabrico?

La señora no responde. Pasa un momento escogiendo sus rosas.

– Deme esas tres, – dice al fin.

El florero les añade un gajito de albahaca.

– Tome. Treinta centavos, para usted.

La señora saca su portamonedas raído, paga y se aleja con sus tres rosas tan mezquinas y tristes que apenas resaltan entre el yerbajo oloroso.

– ¡Qué barbaridad! Ni un medio valía esto antes! – va mascullando la pobre mujer.

Si nuestro florero pudiera vender todas las rosas blancas que le piden, entonces ¡quién sabe si el negocio sería otra cosa!”.

 Hasta hace algunos años “regalaba” el florero la más popular de nuestras rosas blancas, la Bola de Nieve. Hoy solo consigue la Malmaisor blanca, también de origen francés.

LA ROSA BLANCA

NO ES LA FLOR NACIONAL

Pero la rosa blanca no es la flor nacional. No es una flor de la tierra. Este título corresponde a la Mariposa, flor de los caminos, de los bosques, de la manigua. En la medalla que el Ministerio de Agricultura otorga a los floricultores, es la nota simbólica. La mariposa es una planta que crece en las orillas de los ríos y de los arroyos. Es una yerba de humedad. Florece durante las lluvias. Aunque hay mariposas amarillas, moradas y rojas, la más conocida y abundante es la blanca. 

Cultivo una rosa blanca

Los escolares repiten el verso de Martí en un rumor cotidiano. Y es como una oración cuando la rezan en coro las normalistas de La Habana, deshojando palabra por palabra:

Cultivo una rosa blanca

En junio como en enero, 

para el amigo sincero

Que me da su mano franca.

Hay una asociación infantil, La Flor Martiana, que se dedica a propagar el cultivo de la rosa blanca y a mantener vivo el simbolismo del “verso sencillo” de Martí. No tiene nada que ver esta especia de hermandad con la de los caballeros y Ninfas de la Rosa del Tiempo de Luis Felipe en Francia. Esta era pagana. La nuestra tiene un alto contenido espiritual, casi religioso. Una periodista mexicana ha creado también hace poco, el Día del Homenaje de la Rosa Blanca a Martí. No es de dudar que muy pronto sea tan importante en Cuba la “Orden de la Rosa Blanca” como lo es en Finlandia donde se dedica a honrar a los grandes servidores de la Patria.

La rosa “Cuba”, que no se da en Cuba

Para los católicos el simbolismo de la rosa blanca sobrepasa al del poema de Martí. El color blanco es pureza, virginidad. Por  eso la coronita de Primera Comunión que llevan las niñas debe ser de rosas blancas. La rosa  es la reina de las flores. La blanca simboliza la pureza.

Un ramo de novias de rosas blancas es un ramo ideal. Nunca pasa de moda. Podrá ser más suntuoso el de orquídeas blancas (como el que lució en su boda la Princesa Elisabeth de Inglaterra).

EL MILAGRO DE LA ROSA BICOLOR

La suprema exaltación de la rosa en Cuba es el Día de las Madres. Las rosas simbolizan entonces al amor filial. Y es un símbolo sagrado para ateos y creyentes. Cuando Víctor Muñoz arraigó entre nosotros esta celebración era impresionante ver en La Habana a todos los transeúntes, a todos los conocidos, a todos los amigos con sus roas: rojas, lo que podían, aún besar a sus madres; blancas, los que las habían perdido. Una compañera mía de la infancia tuvo el inmenso dolor de perder, un segundo domingo de mayo, a su madre, que murió de repente. Ella había comprado la víspera una espléndida rosa.

Dicen que cuando un jardinero logró en suelo inglés una rosa que alternaba en su corola pétalos rojos y blancos, cesó de golpe el rencor que había sedimentado la Guerra de las Dos Rosas. Pero un floricultor cubano que regresó hace poco de Inglaterra, nos dice que no cree en el milagro de la rosa bicolor, porque “la gente de Lancaster sigue jurando por la rosa blanca”.

La rosa blanca es también la reina de los  ritos espiritistas. Toda flor se usa en ellos, y todo perfume. El perfume es un “despojo” que ahuyenta los malos espíritus y los pensamientos aviesos de los vivos. Y no hay perfume como el de la rosa.

La rosa blanca en el espiritismo es símbolo de limpieza. Es un pensamiento lanzado a lo alto; es claridad, es luz.

LA LÁMPARA ESPIRITUAL

Una lámpara que se prende con perfume. Se pone en el agua de un vaso o de una copa una sola flor – una rosa blanca- con botón y sin tallo. La flor se va abriendo lentamente, como una llamarada de perfume.

Tampoco sabe el florero en qué variedad podría simbolizar el pueblo su rosa blanca. (¿Cuál sería la rosa blanca de Martí?. En un tiempo hubo preferencia por la “Alabastro”, luego por la “Caledonia”. Más tarde vio la “Bola de Nieve”. Ahora hay que conformarse con la “Malmaison”. Para los pobres no hay otra. “La Perla de Cuba”, no es una flor popular. Pero piensa el florero (¿o lo pensamos nosotros?) que no importa cuál sea la variedad, lo que quiere el público es “una rosa blanca”. Una rosa que sea blanca.

Pero la rosa para el pueblo seguirá siendo la misma por mucho tiempo. El florero lo sabe. ¿No ve usted que a los puestos de flores de las esquinas no llegan las rosas de moda, las flores “inas”? Cuando pase el tiempo y empiecen las nuevas variedades a reproducirse por todos a dejar de ser “exclusivas”, llegarán a los floreros “de pie a pie” y en “canasta”. Y entonces la flor más popular será de “centro alto y fino” el de corola redonda, pero siempre, como está “Malmaison” de hoy, “una humilde rosa blanca”.

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