La historia de los niños que han forjado el mundo

Written by Libre Online

2 de junio de 2021

Los niños, esos pequeños habitantes del planeta, portadores de sonrisas, maestros en abrazos gratuitos, a veces huraños y otras dulces, han sido protagonistas de todas las historias que los mayores hemos construido en el mundo de adultos, por ser el germen del futuro y el caudal de sorpresas que, en el transcurso del tiempo, han llenado los libros del conocimiento del ser humano.

Por Isabel Martínez Pita.

• El historiador José Luis Betrán Moya explica que la infancia es uno de los grupos sociales que ha tenido menor protagonismo y voz en la historia, pero en la sociedad actual, sin embargo, ha adquirido una mirada propia y una mayor presencia de la que ha tenido en siglos anteriores.

• Según el historiador, “no podemos establecer un modelo de patrón universal porque existen tantas formas de educar como padres y niños hay, pero quizás uno de los elementos que más resaltan es la soledad y ese grado de insatisfacción en la cual se crían muchos niños a pesar de la abundancia de cosas que tienen a su alrededor”.

•  “A veces, en la sociedad occidental actual, la soledad delante de un ordenador o cualquier tipo de medio electrónico les genera la construcción de unos mundos mucho más imaginarios, mucho más virtuales que luego chocan cuando ese niño ha de enfrentarse a la realidad”, añade Betrán Moya.

La historia de los niños es uno de los temas más apasionantes “para estudiar e investigar cuáles han sido las claves que han ido evolucionando sobre su concepto”, asegura José Luis Betrán Moya, doctor en Historia y divulgador de temas socioculturales.

Betrán Moya explica  que los niños han tenido un mínimo protagonismo y voz en la historia pero, “en la sociedad actual, sin embargo, ha adquirido una mirada propia y una mayor presencia de la que ha tenido en siglos anteriores”.

El interés por el estudio del mundo de la niñez tiene su punto de partida a partir de los años 60 del siglo XX, sobre todo a partir del estudio de la historia de la familia o de la cultura de las mentalidades que realizaron en la escuela de Cambridge, en el Reino Unido, y en la Escuela de los Annales, en Francia, donde comienzan a atraer la atención de este sujeto histórico que es el niño.

El investigador Philippe Ariès (Blois, 1914 –París, 1984) es uno de los más grandes historiadores europeos y conocido por su obra “El niño en la vida familiar del Antiguo Régimen”, con la que, en los años 60, puso el énfasis en el valor que se da al mundo de la infancia dentro del marco familiar desde el periodo medieval hasta nuestras sociedades contemporáneas.

“Ariès sostenía que, antiguamente, las familias medievales eran instituciones sociales preocupadas por subyugar al individuo a los intereses colectivos del mundo del linaje o del clan, por preservar los conceptos del patrimonio y de la autoridad paterna, pero carecían de lo que hoy en día llamaríamos espíritu familiar y, por tanto, de elementos como la afectividad”, señala Betrán.

FAMILIA CONTEMPORÁNEA CON ESPÍRITU

INDIVIDUALISTA

Fundamentalmente, Ariès considera que, a partir del Renacimiento, pero sobre todo con la llegada de la Ilustración y el paso al mundo contemporáneo aparecería “una nueva conceptualización de esa familia moderna contemporánea que tendría mucho que ver con el espíritu individualista que se desarrolla por parte de una clase social emergente, como es la burguesía, y que paulatinamente se difunde dentro del contexto social a todos los ámbitos”, dice el historiador.

De ahí procede el surgimiento de una familia mucho más reducida, con relaciones mucho más directas entre padres e hijos y con un interés fundamental por conseguir que la descendencia obtenga bienes materiales y espirituales superiores a los que hubieran obtenido sus progenitores.

Según Betrán, “a partir del inicio del Renacimiento aparece un elemento que cada vez es más importante y traspasa el entorno familiar y que entra a formar parte de los procesos de socialización más extensivos: la escolarización”.

“A partir del siglo XIX, con los avances científicos y el descubrimiento de las vacunas que permiten superar muchas de las enfermedades que causaban las muertes de esos niños, sus vidas se hacen mucho más presentes y valiosas dentro de la existencia cotidiana de las sociedades”, añade el especialista.

“En una sociedad rural tradicional, un niño podía ayudar en las tareas rurales a partir de los 10 años y, durante la Revolución Industrial, tenemos muchas imágenes en cuadros o narraciones literarias donde se reflejan niños, con sus pequeñas manos especialmente habilidosas, en las tareas de las fábricas textiles, o niños que eran utilizados en la minería, en las galerías que eran de acceso más complicadas”, afirma Betrán.

EL NIÑO EN EL MUNDO LABORAL

En la actualidad, hay muchas sociedades en las que todavía hay grados de realidad muy diferentes respecto a la infancia. Pero también es cierto que, “a medida que las sociedades se organizan políticamente, van incorporando una educación universal o preservación de la infancia”, añade el historiador.

Es en 1959 cuando se alcanza un hito sin precedentes, por parte de las Naciones Unidas, con la Declaración de Derechos del Niño y la creación de un organismo UNICEF (Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia). También se establece toda una serie de elementos para asegurar la protección a la educación con el objetivo de impedir la trata de niños y el trabajo de éstos a edades muy tempranas.

MÁS ELEMENTOS DE EGOISMO QUE

DE SOLIDARIDAD

“Soy un reivindicador de esa formación en humanidades en el más amplio sentido de la palabra, desde la literatura, la historia a la filosofía, elementos que deben estar muy presentes en la formación moral de los sujetos para hacerlos mejores, más justos de cara a una relación con los otros”, subraya el historiador.

“Y los padres tenemos un deber fundamental y es entender que los niños tienen su propia vida. Ellos tienen su existencia y nosotros, simplemente, más allá del hecho de haberlos engendrado, nuestra responsabilidad es caminar a su lado para ayudarles a que encuentren su propio camino y su propia felicidad”, concluye José Luis Betrán Moya.

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