N i en los diabólicos planes de Vladimir Putin, ni en sus ilusorios obtusos pensamientos, lo concebía de esta manera. No podía ser. La invasión sería rápida, con el desmoronamiento del gobierno de Zelensky en una semana, y la instalación de un gobierno títere en su lugar. Pero a Putin todo le ha salido mal en su absurda e ilógica invasión a Ucrania, y la guerra, que ya finalizó su sexto mes, se empieza a sentir en territorio ruso, con la creciente probabilidad de que no la podrá ganar, y que eventualmente, en términos reales, al final, la pierda. En efecto, a estas alturas, ya la está perdiendo en muchos aspectos.
Los acontecimientos de las últimas semanas, en Crimea, y en Moscú, dan testimonio de ese giro, para aumentar la preocupación de Putin y sus generales, en cuanto a la situación de las hostilidades. La candela ya se ha extendido, y todo indica el inicio de una nueva estrategia ucraniana que comprende atentados de grupos contra blancos determinados, militares y personales, en la frontera, y dentro del territorio ruso.
El incidente más notable, de dimensión global, fue el atentado y muerte de Daria Dugina, a través de un carro bomba, en las afueras de Moscú.
¿Quién era Daria Dugina? No una mansa paloma precisamente. Era la hija de Alexander Dugin, un ideólogo de la derecha extremista, muy allegado a Putin, quien por años ha proclamado, con desbordado fervor, la anexión de Ucrania y ahora feroz defensor de la invasión a esa nación. Su hija Daria, seguía sus pasos a pie juntillas. Escribía artículos bajo el pseudónimo de Daria Platonova respaldando la decisión de Putin de ir contra Ucrania y aparecía en el programa televisivo semanal “El Tiempo Dirá” expresando, en su comparecencia final, la semana antes de su muerte, que “Rusia, en su invasión a Ucrania, estaba tratando de rescatar a los ucranianos de los grupos nazis que controlaban su gobierno”. El mismo “script” estereotipado por Putin y su maquinaria oficial.
Debido a las falsedades desinformativas que propalaba constantemente, en todos los vehículos propagandísticos del régimen, el gobierno del Reino Unido le impuso sanciones el pasado julio. La Sra. Dugina, que no tan sólo condonaba los asesinatos contra los ucranianos, sino que le pedía a Putin que arreciara los bombardeos, fue despachada a un lugar donde su petición y su voz, ya nunca más serán escuchadas.
¿Quién lo hizo? El gobierno ruso investiga, aún sin resultados concretos, pero con vagas alusiones sobre el caso mientras terminan la novela.
Se sabe que Daria y su padre, Alexander, habían acudido juntos a cierto evento cultural en las afueras de Moscú, y que, al partir, Alexander decidió viajar en otro carro y Daria conduciría de regreso sola. A pocos minutos de iniciar el viaje una bomba oculta dentro del vehículo, activada mediante un teléfono celular, explotó, destrozando el carro y a su conductor. Estos son los hechos. Ahora las preguntas.
¿Contra quién estaba destinado el atentado? ¿Contra Daria, contra su padre, o, contra ambos? Cualquiera que sea la conclusión, el episodio, en sí, ha causado una enorme conmoción en Rusia, especialmente en Moscú, dentro de los servicios de seguridad e inteligencia, y en las altas esferas gubernamentales. La guerra, en una de sus formas, nunca elegante, ha llegado a Rusia.
De últimas, el servicio de inteligencia ruso ha juntado retazos de “evidencias” señalando que “una mujer y su hija, menor de edad, penetraron en territorio ruso, desde Estonia, manejando un carro con licencia ucraniana, y ya en Moscú, reemplazaron la licencia con una rusa, y que, después del atentado, regresaron a Estonia”. Y, como era de esperarse, el Kremlin acusa al gobierno ucraniano del atentado.
El resultado de las actividades en el conflicto bélico, en las tres últimas semanas, han variado el contexto de la ecuación. Las tensiones en el lado ruso se han elevado por los ataques a sus infraestructuras militares en la Península de Crimea y en territorios próximos a la frontera con Ucrania, con considerables daños a sus equipos militares, la aviación, y su línea de suministros. Estos actos, más el atentado, han traído la guerra a casa para la preocupación del ciudadano común ruso.
El gobierno ucraniano, tomando ejemplo de la estrategia israelí, no han tomado responsabilidad por los ataques, dejando las cosas a la imaginación popular.
Esta cascada de incidentes no pudo llegar en peor momento para Rusia. Sus tropas permanecen semi paralizadas en su campaña militar para capturar terreno en el Este de Ucrania, sin avance después de la toma de Lysychansk y Severodonettsk a principios de julio. Los repetidos ataques a los almacenes de armas y municiones detrás de sus frentes, en Crimea, y otras localidades, han revelado el alto grado de vulnerabilidad que confronta Rusia para sus operaciones navales en el Mar Negro.
Debido a los recientes eventos, y a la crucial, y muy efectiva ayuda militar de Occidente, la dinámica de la guerra en Ucrania, ha cambiado de tono.
Como resultado de los ataques, Rusia está revisando sus planes estratégicos, y entre ellos existe la posibilidad de mover el resto de la flota que queda en el Mar Negro a otros lugares más seguros, lo que, incuestionablemente, creará serios trastornos logísticos para los generales al frente de la operación. Las explosiones, y el atentado, con todos los daños causados, desde la degradación de las habilidades rusas en el sentido de su seguridad, hasta el significante efecto sicológico sobre sus líderes, quizás, después de todo, no sean suficiente impulso como preludio de una contraofensiva en estos momentos, pero seguramente serán muy útiles como una política de erosión de la capacidad rusa.
Una lección clara le queda a Vladimir Putin de esta serie de violentos eventos en las recientes pasadas semanas. La guerra no será limitada a Ucrania. Ya se siente en Rusia, exactamente en su capital, Moscú, en una variante trágica, con un atentado cuya explosión ha reverberado a nivel mundial y ha estremecido al Kremlin.
Ya nada, ni nadie, estará seguro en Rusia. Las reglas del juego han cambiado.
Tal vez a través de esta conmoción, el pueblo ruso, a pesar de la ausencia de libertad de prensa en la que vive, perciba, en su justa dimensión, la realidad de Ucrania y sus probables consecuencias para Rusia, que no prometen ser buenas.
BALCÓN AL MUNDO
El déficit de la nación se ha reducido en 300 billones de dólares por la infalible combinación de comprar menos del exterior y venderles más a ellos. Así de simple. El capítulo más destacado de este intercambio comercial recae, en mayúscula proporción, en la enorme cantidad de gas que le estamos vendiendo a Europa a un precio altísimo. ¿Y saben por qué no le vendemos más? Por la carencia de buques tanques necesarios para transportar el LNG. Europa y el mundo están tan imperiosamente necesitados del producto, que podríamos venderles toda nuestra posible producción si contáramos con la transportación adecuada. Así son de indispensables el gas y el petróleo, aunque la burrada atrincherada en la Casa Blanca, en su ignorante miopía, no lo pueda ver.
EE.UU. está en una posición privilegiada por la abundancia de gas que posee, y la facilidad de su extracción, gracias al sistema de perforación conocido como “fracking and shale”, que colocó a esta nación a la cabeza de todas las naciones productoras de gas y petróleo y que, el actual presidente, Mr. Biden, quiere eliminar siguiéndole el juego a los sueños veraniegos de los ambientalistas.
Con intercambios como éste, se fortalece el enriquecimiento de la nación para beneficio de todos, en oposición a los que viven aterrados por el calentamiento del sol, el enfriamiento de la luna y el derretimiento del Polo Sur.
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El perdón de la deuda estudiantil, en efecto, un alivio parcial, aunque bienvenido, ya es realidad. Nos alegramos. Los que devengan una entrada de menos de $125,000 obtendrán un corte de $10,000. Los que reciben Pell Grants obtendrán un perdón de $20,000. Además, la congelación de pagos existentes será extendida hasta el final de este año.
Esta gestión de Joe Biden aligera un tanto el peso que cargan los graduados con la deuda por sus estudios. ¿Será éste el primer paso en el camino final para hacer la educación económicamente accesible a la juventud americana?
¡Ojalá!
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Las expectativas de vida más largas en la nación americana, comienzan con Hawaii, donde los habitantes esperan vivir un average de 80.7 años, siendo el único estado que sobrepasa los 80. Le siguen California y el estado de Washington, empatados con 79.2.
Vivir para contarlos, como un día dijo Gabriel García Márquez, quien bien los vivió.
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