El lugar era tan mágico, que cuando el Príncipe Alejo de Rusia, hace más de un siglo, contempló desde la Ermita el Valle de Yumurí, exclamó: “¡Solo faltan Adán y Eva para que esto sea el paraíso!”.
Un Reportaje Especial y Exclusivo para LIBRE de Roberto Cazorla
Nuestro corresponsal en España
Cuando llegué a Matanzas (capital) procedente de mi pueblo, Ceiba Mocha (¡Cuánto me alegraría poder disfrutar el milagro de volver a aquel pueblo en el que tanto sufrí, lloré y reí!) era poco más que un adolescente. Mi madre, mi hermana y yo, a través de un señor llamado Dámaso Canché, logramos desprendernos del manto de pobreza que nos envolvía en dicho pueblo, y nos convertimos en humildes dueños de un “tren de cantina” (comida a domicilio). Mi madre cocinaba y yo la repartía por toda la ciudad, andando, soportando los calores más“impiadosos”. Un día, cuando le entregué la cantina a una señora que vivía al final de la calle Domingo Mujica, intrigado, le pregunté: “Señora, esta calle que sigue, ¿hasta dónde llega?”. “Mi hijo, por aquí se sube a la Ermita de Monserrat, que es el mirador del Valle de Yumurí, ¿no lo conoces? Le respondí que no.
Pero no tardé en conocerlo, pues una tarde, tras haber repartido 32 cantinas, y de haberme duchado y almorzado, le dije a mi madre a donde iba, y salí rumbo al entonces “prodigioso” lugar. Tras haber subido la cuesta empapado en sudor, faltándome el aire, llegué a la entrada de aquel mirador (estilo parque) que se extendía a ambos lados de mi naturaleza. Alfombrado con un espeso césped más verde que el que me habían dicho que tenía la esperanza. Un número de bancos de mármol, se extendía de una punta a la otra.
A la entrada, a la izquierda, había un restaurante (no recuerdo su nombre) en el que se ofrecían bailes todos los fines de semana, a los cuales, sin haber pasado mucho tiempo, asistí varias veces invitado por la que fue mi tutora literaria (se lo agradeceré mientras Dios me conceda vida), entonces la mejor poetisa de Latinoamérica, Carilda Oliver Labra. (Fue muy triste, cuando a final de su vida, lanzó los discursos más terroríficos en contra de los cubanos que odiábamos el comunismo, confesando ser fiel “servidora” del mayor asesino de lesa humanidad, Fidel Castro. El que me lea, tiene que entender que me refiero a aquella señora que conocí a los pocos meses de irrumpir en la capital matancera).
VARIEDAD DE VERDES
A la izquierda se alzaba la diminuta, pero inmensa y “agradecida” Ermita de Monserrat. Hasta ahí todo me pareció un espectáculo que bien podría haberlo comparado con el día de reyes de unos niños ricos, el panorama me provocó la apertura de los poros, que le agradecieron a Dios poder inhalar aquel aroma misterioso que subía por el acantilado en el que se apoyaba dicho mirador, y que no era más que el perfume del inmenso jardín que decoraba el fondo de aquel valle millonario en tonalidades. Y es que, el famoso e incomparable Valle de Yumurí, lo cultivaban chinos, dedicándose a la siembra de todo tipo de hortalizas y flores. Ello provocaba que, desde el balcón de la Ermita, pudiéramos deleitarnos con uno de los espectáculos más impactantes de la región. Una variedad de verdes que producía los tonos diferentes de las hortalizas, así como los espacios dedicados a todo tipo de flores. Había rosas desde azules hasta amarillas. Gladiolos, claveles, tulipanes, girasoles, etc., que los chinos vendían por toda la ciudad. Entonces era un negocio productivo y celebrado por muchas razones, una de ellas, por mantener casi todo el año un panoramaexclusivo de colores, que le hubiese provocado envidia a la paleta del genial Vicent van Gogh.
Existe un trabajo relacionado con la Ermita de Monserrat, de la periodista Yirma Torres, que recomiendo a todo cubano, especialmente a los matanceros. Es bien conocido que dicha Ermita fue una de las primeras construcciones de la entonces joven San Carlos y San Severino de Matanzas. En 1930 en las Alturas de Simpson (Matanzas) recibió la visita del poeta comunista español Federico García Lorca, que emocionado por el panorama que desde ella se contemplaba, decidió fotografiarse con un grupo de niños y jóvenes que visitaban dicho mirador.
El lugar era tan mágico y “absorbente”, que cuando el Príncipe Alejo de Rusia, hace más de un siglo, contempló desde la Ermita el Valle de Yumurí, exclamó: “¡Solo falta Adán y Eva para que esto sea el paraíso!”.
LENIN Y STALIN
La Ermita comenzó a construirse el 8 de septiembre de 1871, terminando su obra en diciembre de 1875. Su origen fue el de una diminuta iglesia, pero su diseño está basado en el monasterio de Cataluña (España). La construyeron los catalanes residentes en la Atenas de Cuba (Matanzas).
Once años después de su inauguración, los catalanes llevaron de España las estatuas talladas en piedra que había frente a ella (por su entrada principal). Dichas estatuas representaban las cuatro provincias catalanas. La imagen central en el altar mayor era una reinterpretación de la Virgen de Monserrat. Alrededor de la ermita se celebraban verbenas. Los matanceros, subían en esas ocasiones festivas para compartir momentos inolvidables. La alegría era contagiosa; cantaban, bailaban y las familias llevaban sus canastas llenas de deliciosos platos. Allí se celebraba todos los años la fiesta de la Colla.
Pero a Cuba la invadió el virus tan cruel como el que inventaron recientemente los chinos para cargarse a Occidente: ¡El comunismo! De la Ermita y de todo lo que le daba vida a aquel panorama, fueron desprendiéndose pedazos de su historia y su materia. Una de las primeras canalladas de los comunistas fue aplastar la fe cristiana. Prohibieron los actos religiosos, las fiestas patronales y, dejaron que las iglesias se derrumbaran sin piedad. Los comunistas necesitaban que las nuevas generaciones crecieran sin conocer el catolicismo. Y, como vivos que son, al cabo de más de medio siglo, volvieron a levantar algunas de las iglesias, pero era tarde, pues por lo menos 4 generaciones no sabían que demonio (nunca mejor dicho) era una misa, un bautizo o una fiesta patronal. Desde entonces, las pocas iglesias que existen las visitan personas octogenarias, pero a esa edad, no causan daño y menos tienen capacidad para lavarles el celebro a los jóvenes.
Según me cuentan, actualmente, le están dando los últimos toques a la reconstrucción que ha tenido lugar mediante un interesante proyecto del gobierno matancero que financia la Corporación CIMEX. Después de haberla destruido a propósito, han convertido el mirador en un complejo recreativo, cultural y turístico del que formará parte la antigua Ermita, joya de la arquitectura colonial que tanto significa para la identidad yumurina. Han colocado las cuatro estatuas de la entrada, que tuvieron que ser rehechas y se discute sobre el traslado de la imagen de la Virgen de Monserrat, que estaba colocada en el altar mayor, y que se encuentra hoy en la sede de la Asociación Cubana de Artesanos Artistas.
Los matanceros tienen la mosca detrás de la oreja, pues no saben qué proyectan los comunistas, que pretenden explotarla como parte del turismo cultural de Matanzas. Los matanceros sospechan que les van a llenar el parque mirador de estatuas de los que consideran “mártires de la revolución”, encabezados por estatuas de Lenin y Stalin.
¡Y que viva la Pepa!
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