LA DESTRUCCIÓN DE HAMAS Y HEZBOLLAH TRAERÁ LA PAZ A ISRAEL Y AL ORIENTE MEDIO

Written by Demetiro J Perez

24 de octubre de 2023

A dos semanas de la tragedia que conmovió al mundo por su crueldad barbárica, el angustiado pueblo israelí, y buena parte del mundo, en general, se preguntan cómo pudo haber pasado. ¿No se suponía, con acertada razón, que Israel poseía, además de una formidable fuerza militar, un servicio de inteligencia insuperable, quizás el mejor del mundo? Sí, todo eso es cierto.  No hay duda. Pero los hechos del 7 de octubre demostraron un enorme fallo en las preparaciones militares, de inteligencia y de seguridad. Y por estos fallos, y sus fatales consecuencias de 1,500 muertes, y casi 3 mil heridos, el pueblo israelí, desorientado, se vuelve a sus líderes en busca de respuestas.

Las respuestas, lógicamente, habrán de producirse. Empero, en el ínterin, los israelíes acostumbrados por las lecciones de su larga historia en la lucha constante por su sobrevivencia se van reponiendo, y se aprestan a una nueva guerra, cuyas implicaciones, al momento, son difíciles de predecir. Sin embargo, las fuerzas armadas israelíes ya empezaron a ajustar las cuentas con Hamas, la organización terrorista detrás de las criminales atrocidades cometidas contra la población judía.

Por las características volátiles de la región, siempre en candente erupción, es complicado entretener juicios acertados en cuanto a las posibles consecuencias de estos ataques, y no sabemos si la guerra en Gaza, a punto de producirse en el momento en que se escribe esta columna, escalará a través de todo el Medio Oriente, y, tal vez, más allá de la región.

El peligro de una proliferación bélica es demasiado cierto para ser ignorado. Irán, sin duda, detrás de las atrocidades perpetradas contra el Estado de Israel comenzando en octubre 7, ha públicamente expresado, en incontables ocasiones, su propósito de “borrar a Israel de la faz de la tierra”. En efecto, por sus propias declaraciones, Hamas existe para terminar la existencia de Israel. Este grupo islámico terrorista totalitario, al igual que Hezbollah, cobraron prominencia y ganaron seguidores, precisamente debido a su brutal dedicación a borrar a Israel del mapa. Si Irán decide tomar parte en la guerra de Gaza en apoyo de Hamas, el presidente Biden no tendrá otra opción que tomar acción contra el régimen teocrático despótico de los ayatolas.

En este artículo tratamos de enfocarnos en la crisis del momento, sin adentrarnos en el origen del viejo conflicto histórico Israel-Palestina, que data desde el día en que Israel plantó su bandera en un pequeño espacio del Medio Oriente en el año 1948. Desde entonces, por la obstinada renuencia de Palestina a reconocer la existencia del Estado judío, jamás hubo paz entre estos pueblos vecinos. La hostilidad y la guerra han sido siempre los factores determinantes en las relaciones entre ambos, y por extensión, casi siempre, envolviendo a otras naciones del área, simpatizantes con uno u otro, de acuerdo al color de sus ideologías y sus creencias religiosas. 

En fin, que siendo ésta una complejísima problemática, con un saldo sangriento que se extiende a 75 años, resulta ilusorio pensar que a través de consultas y negociaciones se pudiera llegar a una paz, que, basada en buenas intenciones, borre los odiosos resentimientos alimentados por tan largo tiempo. Así no funcionan las cosas, al menos, no en el Medio Oriente.

A la luz de los nuevos acontecimientos, surgidos por la sorpresiva y barbárica invasión de los terroristas de Hamas, no hay, no puede haber, espacio para una realista esperanza de paz a corto plazo.

Y, dadas estas condiciones, entonces, ¿cuál sería la alternativa? La peor de todas: la guerra. Pero en este caso, lamentablemente, inevitable, y necesaria. No hay tiempo ni espacio para el apaciguamiento con Hamas, Hezbollah y su patrocinador Irán, sin cuya aprobación, Hamas no hubiera lanzado su criminal ataque.  

Por los últimos 10 o 15 años, Israel ha mantenido, debatiblemente, esa política de contención con su implacable enemigo en la franja vecina, en vez de expulsar definitivamente a esa lacra terrorista cercana a su frontera. En respuesta, Hamas se ocupó de amasar arsenales de armamentos en mezquitas, vecindarios densamente poblados, escuelas y edificios en centros comerciales, construcción de túneles para almacenamiento de municiones, exponiendo y usando a sus ciudadanos como escudos humanos en casos de represalias por parte de Israel. Y la práctica ha demostrado que Hamas, en verdad, nunca ha representado, ni protegido, los intereses palestinos. Los ha usado para afianzar su control político en la región, y nada más.

Sin embargo, los eventos del 7 de octubre han cambiado la ecuación. El salvajismo feroz de la agresión ha despertado una profunda indignación mundial, al menos por el momento, y quizás por la naturaleza del ataque, esta vez la reacción de Israel sea diferente, más contundente y decisiva.

Lo que Israel necesita ahora es la auto confirmación, confianza y determinación de que es moralmente correcto buscar la destrucción de Hamas (lo de Hezbollah vendrá luego) sin importarle la probable critica, acompañada de las acostumbradas llamadas por restricción y limitación por parte de la ONU y hasta de Estados Unidos.

En la respuesta a esta injustificada agresión, Israel tiene todo el derecho moral a una retaliación que tenga por objetivo nada menos que la destrucción de sus enemigos: Hamas, en primer orden, y Hezbollah, a su debido tiempo, si ésta continúa sus ataques desde el Líbano.

Solamente así se logrará la paz en Israel, y, por ende, en todo el Medio Oriente. 

¡Muerto el perro, se acabó la rabia!

BALCÓN AL MUNDO

El circo de la Cámara Baja siguió su ridícula función en busca de un Speaker. El último aspirante, el extremista radical de Ohio, Jim Jordan, fracasó dos veces en su intento. La Cámara, por lo tanto, continúa acéfala en un momento en que serias cuestiones legislativas, y el asunto del presupuesto, se asoman a las puertas de una crisis que amenaza con el cierre del gobierno. 

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La destrucción del hospital Al-Ahli Arab, decimado el martes pasado en Gaza, causando la muerte a varios cientos de personas, entre ellos médicos y enfermeros, fue causado, según las investigaciones de expertos americanos y el centro de inteligencia en Tel Aviv, por un cohete lanzado por un grupo terrorista palestino asociado con Hamas, que, erróneamente, se desvió del curso proyectado, que sería Israel.  Sin embargo, los palestinos insisten en que Israel lanzó el proyectil y no ellos.  En el área, como siempre, cada cual cree lo que quiere creer, de acuerdo al bando a que pertenezca. Pero la verdad, siempre aflora.

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La legislatura rusa votó, por unanimidad, revocar el tratado internacional de prohibición nuclear, una acción que amenaza la seguridad mundial en los momentos en que prosigue la guerra en Ucrania y la crisis en el Medio Oriente se agudiza.

El concepto de la paz sigue siendo un objetivo muy elusivo en el planeta Tierra.

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Cuba tiene dificultades para adquirir petróleo. No es que haya escasez de ese precioso combustible. Al mundo le sobra. Pero Cuba carece de la moneda fuerte, necesaria, como el dólar, para obtenerla. La Isla sufre de una economía en quiebra total. No hay producción. Ni inversión para mantener la infraestructura, y todo se debe a la deficiencia del sistema, incapaz de resolver los más elementales problemas de la sociedad.

Pero aquí aparece, de pronto, el presidente de México, López Obrador, al estilo de su ídolo infantil el Chapulín Colorado. para salvar al gobierno de La Habana ofreciéndole petróleo gratis. Así, como suena, gratis.

Desde el primero de septiembre hasta el 10 de octubre, México, por órdenes específicas de su presidente, ha enviado petróleo a Cuba por un valor de 200 millones de dólares sin reclamo ni esperanza de pago. Es una contribución de López Obrador a Cuba, en nombre de la solidaridad socialista, ese embobecimiento romántico para embaucar incautos, o tontos útiles, que gozan de la misma equivalencia.

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