LA DECEPCIÓN

Written by Rev. Martin Añorga

9 de junio de 2021

Decepción es el pesar causado por un desengaño, un sentimiento de frustración al no recibirse lo que esperábamos y una desagradable sorpresa ante la infidelidad de la persona en la que habíamos confiado. En La Biblia, en el Libro de los Salmos hay un versículo que nos ilustra: “es mejor refugiarse en el Señor que confiar en el hombre. Es mejor refugiarse en el Señor que fiarse en los poderosos”.

En una revista leí en cierta ocasión estas palabras: “terminarás realmente decepcionado si piensas que las personas harán por ti lo mismo que tú por ellos. No todos tienen el mismo corazón”.

Es muy interesante que el tema de la decepción haya sido usado en numerosos incidentes geográficos y en historietas, reales e imaginadas. Por ejemplo, al sur de la península argentina, en la Antártida, existe una pequeña e interesante isla famosa por los misterios que encierra, que se llama la Isla Decepción. Se trata de una bahía en la que se destaca un lago semi congelado que es el cráter de un volcán que en el pasado produjo serias erupciones. Hoy día se mantiene silencioso; pero no carente de posibles amenazas. En tiempo atrás era un sitio visitado por cazadores de focas y animales exóticos. Hoy día, gracias a su belleza natural es visitada por un millar de turistas al año. Se halla rodeada de bases militares y exploradores del espacio cósmico. Ha sido objeto de guerras internacionales que reclaman su posesión. ¿Por qué se llama Decepción? Probablemente por el tremendo volcán que esconde y por los súbitos cambios atmosféricos que experimenta. ¿No se trata quizás de un reflejo de nuestras propias experiencias terrestres? La decepción es nuestro encuentro con cambios inesperados y perversos enemigos que viven agazapados. Para experimentar Decepciones no es necesario, sin embargo, vivir en la romántica isla que nos queda a miles de millas de distancia.

En Madrid, España, hay una histórica calle que ha sufrido diversas alteraciones urbanas que se llama la Calle del Desengaño, situada entre las calles Valverde y Concepción Arena, a un costado de la Gran Vía. Nos dijo alguien que la famosa calle la llaman hoy de Los Basilios; pero su legendario nombre permanece intocable. Tuvo esta calle un apéndice en la travesía del Desengaño que en los planos de Texeira y Espinosa (1769), aparece con el nombre de la calle de La Flor. La tradición popular atribuye el nombre de la calle a una de las grandes leyendas que rodean la vida y milagros del Caballero de Gracia. Se hallaba este aventurero tratando de conquistar amorosamente a una vecina del lugar cuando se enfrentó con su rival, el príncipe Vespasiano Gonzaga. Ambos se dedicaron a seguir a la dama, de figura estética y vestida con una brillante capa azul claro. Cuando la alcanzaron, listos para exigirle su decisión se encontraron con una mujer momificada de extraña belleza. Los frustrados pretendientes se detuvieron estupefactos y exclamaron “¡qué desengaño!”  Por supuesto, de esta historia hay varias versiones, pero en todas se expone la noticia de que en el desempeño de nuestros pasos hemos de encontramos inevitablemente con decepciones y frustraciones. Para estos individuos se demostró que “el amor es como una guerra, fácil de iniciar, difícil de terminar, imposible de olvidar”.  Lo que sintieron  fue un dramático asombro y una humillante desilusión: se llama decepción.

Algo que se menciona poco es el hecho de que el nombre de José Martí aparece con el número 19 en la fachada de una casa de huéspedes situada en la Calle del Desengaño. Allí residió Martí cuando fue deportado a España, y desde allí escribió El Presidio Político de Cuba y empleó su tiempo para estudiar Derecho en la Universidad Central. A veces me pregunto si haber vivido en la Calle del Desengaño fue una premonición de lo que sería su futuro, con el trágico y anticipado desenlace de su muerte prematura.

Si nos pusiéramos a ofrecer las leyendas que abundan en la historia popular de Cuba no nos alcanzaría el espacio de que disponemos. Son variadas las leyendas relacionadas con traiciones conyugales y las visiones de fantasmas y espectros de las que hablan nuestros mayores. Las apariciones de personas muertas son experiencias comunes para individuos fanáticos o comprometidos con cultos paganos o primitivos. En cierta ocasión leí en un artículo estas palabras, “la decepción no mata, nos enseña”, y queremos ahora separarnos de los novedosos temas de la antigüedad que se dedican a viejas fantasías para venir a la actualidad y hablar de nuestras cotidianas decepciones. Lo primero es dar este valioso consejo: “no permitas que las tentaciones de hoy pongan una sombra en tus sueños de mañana”.

Vamos a clasificar las decepciones en tres categorías. Primero las que nos creamos nosotros mismos. La susceptibilidad es una debilidad del carácter. No todos los que nos dicen cosas que no nos gustan o nos tratan de una manera que no esperábamos, nos odian o quieren dañarnos. Hay que aprender a manejar nuestras reacciones. Me gusta lo que le dijo un enamorado a su novia: “quiero reñir contigo solo para hacer las paces”. Para personas inseguras de sí mismas una mirada, un gesto y hasta una sonrisa suelen ser señales que nos despistan. ¡Cuidado con lo que pensamos!

Hay casos familiares que son de lamentar: hermanos que se pelean, cónyuges que se disgustan, padres que se enojan con sus hijos. En el campo pastoral y en la consejería profesional hay ayudas disponibles para superar estos inconvenientes. Las decepciones, sin embargo, no están destinadas a destruirte; están destinadas a fortalecerte. Una reconciliación es una grata y positiva experiencia, y hacia esa experiencia hay que dirigirse. A veces se trata de algo casual y sin seria importancia, algún asunto inesperado y un conflicto que nunca está distante de una solución. Restablecer la armonía familiar es responsabilidad de la persona más apacible y cordial de la familia. Esta reflexión me ayuda y puede ayudar a otros: “cada dolor te hace más fuerte, cada traición más inteligente, cada decepción más hábil y cada experiencia más sabio”.

 No debemos ignorar casos de riesgosa seriedad. El robo entre miembros de la familia, la violencia física, el adulterio, la traición, la ofensa y la degradación verbal son males que echan raíces. Para resolverlos están las autoridades, la presencia de abogados y la separación total entre todos los implicados; pero no debemos nunca olvidar la presencia de Dios y el instrumento de los que viven y proclaman una fe victoriosa.

Preocupémonos del riesgo de caernos en el cráter de la isla Antártida que conocemos como la Isla Decepción o de la posibilidad de internarnos en la calle española llamada la Calle del Desengaño. Hay mejores opciones en el mundo. Concluimos con estas sabias palabras del libro bíblico de Los Proverbios: “pierden el camino los que maquinan el mal, pero hallan amor y verdad los que hacen el bien”.

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