LA CRISIS DEL GLOBO CHINO

Written by Adalberto Sardiñas

14 de febrero de 2023

La incursión del globo chino en el espacio aéreo americano es la última chispa que engolfa la tensa relación entre las dos grandes potencias, económica, política y militar, que conoce el mundo del momento. El globo de marras, de una magnitud nada pequeña, y que, con toda seguridad, realizaba operaciones de espionaje, fue derribado en el Atlántico, donde se rescataron los escombros que el FBI examina para saber, con exactitud, qué clase de equipos portaba y qué tipo de información pudo haber colectado y transmitido a su centro de operaciones en Beijing.

  Lo que, a simple vista, y en simples términos, lucía un globo inocente, para, según el gobierno chino, realizar investigaciones sobre asuntos climáticos o meteorológicos, resultó ser, además de un vehículo de espionaje, una prueba provocativa para el presidente Biden. 

  Los chinos querían probar hasta dónde podrían llegar con su provocación. Esa es la interpretación lógica. El Partido Comunista chino está convencido de que esta nación ha entrado en una fase de declive, y sus vuelos amenazantes sobre Taiwán, y esta última provocación, penetrando el espacio aéreo americano, son pruebas de su intención ambiciosa de lograr, en tiempo no muy lejano, la completa hegemonía, no tan sólo en Asia, sino a nivel global, imponiendo un nuevo orden bajo la égida china.

  La aparición de este artefacto bajo el cielo de nuestro territorio despierta sospechas, y unas preguntas interesantes.

  ¿Por qué, el gobierno chino envió el globo, unos días antes de la planeada visita del secretario de Estado, Antony Blinken, para suavizar las tensiones entre los dos países? Si el politburó, y el presidente Xi Jinping, autorizaron la operación, queda reforzada las sospechas de que la jerarquía china quería probar a Joe Biden como líder de la primera potencia mundial.

  Por otra parte, existe la confusa actuación de Biden en cuanto a la dilación en responder a la aparición del globo. El gigantesco artefacto, tres veces del tamaño de un autobús normal, entró en el espacio de Alaska días antes, flotó hasta Canadá, imperturbable, hasta llegar a Montana, y, supuestamente, en su vuelo, obtuvo cuantiosa información cuya importancia aún no conocemos. No era un proyecto civil de investigación meteorológica. Era un instrumento enorme, enviado con intenciones de espionaje al servicio del militarismo chino. Esto es lo que hasta este momento presumimos, pero pudiera haber más.

  Y he aquí, otra pregunta: ¿cuándo el Pentágono descubre su presencia? Porque habían pasado cinco días desde que el globo incurriera en el espacio aéreo de Alaska. ¿O es que la administración esperaba, tranquilamente, que el aparato entrara en el Atlántico sin ser notado, y de esta forma, no interferir con el viaje de Blinken?

  Existen reportes de que la Casa Blanca sabía de la existencia del globo, y lo mantuvo en secreto hasta que unos civiles, con binoculares, desde la tierra, en Nuevo México, lo detectaron. Entonces, la administración no tuvo otra opción que reconocer su existencia.

  Porque no hay dudas de que la administración de Biden estaba ansiosa por la visita de Blinken a Beijing. Pero ¿estaba el gobierno chino igualmente deseoso por esta reunión? 

  Este incidente, al margen de las implicaciones políticas que seguramente provocará, tiene en sí, la advertencia de un potencial peligro para la seguridad de Estados Unidos.

   Resulta inexplicable, al entendimiento común, que la potencia militar más formidable que jamás conocieran los siglos haya sido incapaz de detectar un artefacto de tal dimensión como el que, al final, fue derribado en las aguas de Carolina del Sur.

  Este globo pudo haber tenido objetivos de espionaje. Empero, de la misma forma, algo similar, con propósitos muy diferentes, pudo haber incursionado nuestro espacio aéreo cargando explosivos nucleares, sin ser detectado, causando enorme daño al sistema eléctrico del país. 

  El público, la gente toda de esta nación, justificadamente, se siente desconcertada con este incidente ante la percepción de un fallo en nuestras defensas. Y necesita saber por qué se produjo el fallo. Además, necesita conocer, también, qué clase de material o equipo contenía el globo. Existen muchas preguntas pendientes en cuanto a la aparición, y prolongada estancia del artefacto, que la Casa Blanca, hasta este momento, no ha podido, o querido, responder con debida claridad. En efecto, ha estado evadiendo responsabilidad, alegando que, en otras ocasiones, bajo la pasada administración, otros globos penetraron nuestro espacio aéreo sin ser detectados.

  Esta alegación, de ser cierta, aumenta la confianza ciudadana en los medios de defensa para su protección.

  El Pentágono por su parte, con el noble propósito de tranquilizarnos, nos dice que el globo no pudo haber obtenido más información que la ya poseída por los chinos. Pero, entonces, ¿quiere decir el Pentágono que los chinos, en su estupidez, querían confirmar lo que ya sabían enviando ese aparato enorme con el riesgo de interrumpir una reunión diplomática importante? No lo vemos así. El gobierno chino es taimado, inescrupuloso, y pérfido, pero no es imbécil.

  Esperemos que en breves días el FBI haya colectado todo lo contenido en el zeppelín, o globo misterioso, y nos informe, con creíble honestidad, el grado de peligro, si lo hubo, en esta atrevida incursión.

   En el último análisis, tenemos que concluir que, en un mundo tan crecientemente crispado y tumultuoso, episodios de esta naturaleza conllevan el riesgo del mal cálculo y la escalación con resultados impredecibles.

BALCÓN AL MUNDO

El presidente Joe Biden usó el espacio y el tiempo prodigioso que le ofreció el State of the Union el pasado martes, para decirle al pueblo americano, todos sus logros, legislativos y económicos, durante el pasado año. Sin embargo, hay una profunda desconexión entre el cuadro que pintó el presidente en su discurso sobre el Estado de la Unión, y el sentimiento de la población. 

 Si las cosas andan tan bien, si su gestión en la presidencia es tan eficiente, por qué la mayoría de las encuestas lo muestran con un nivel de aprobación tan bajo. El promedio entre las tres más importantes encuestadoras es de 41%. Y, esos números, no son indicadores positivos para un presidente que aspira a la reelección.

  El presidente habló de muchas cosas mezcladas entre verdades y falsedades, exagerando en los éxitos, y omitiendo cosas importantes, como el episodio del globo espía, que ocupaba la atención nacional.

  Pero hay algo que dejó veladamente claro en su discurso:  su decisión de aspirar a un segundo término en la presidencia. Su oratoria fue, en términos prácticos, una retórica de campaña para el 2024.

   Por supuesto que ésta es su decisión y su deseo. Mas el mensaje que le está enviando el votante, a través de los polls, incluido un elevado porcentaje de demócratas, es que no lo quieren como aspirante para el 2024. La edad es el primer punto de rechazo.

El entorno político va cambiando. La nación necesita una hornada de aspirantes jóvenes, con nuevas ideas que energicen la dinámica político-social económica del país. 

Es tiempo de que los veteranos en los 70s y 80s se hagan a un lado.

La luz roja se ha encendido. Luz verde se debe abrir a las nuevas generaciones inteligentes y sensatas.

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El temblor que estremeció a Turquía, y que se sintió brutalmente en Siria, y con menos intensidad en Líbano e Israel, ha sido una terrible calamidad humana.

Las muertes pasan, en el momento de redactar esta nota, de 30,000 y las viviendas y edificios destruidos se cuentan en miles. 

Una verdadera tragedia muy lamentable.

Todo muy lamentable. Pero el dolor lo sienten hoy, más que otros pobladores, en todos los sitios afectados, los sirios que fueron residentes de Alepo, cuya destrucción ha sido devastadora. Primero, la guerra que ya lleva l2 años, y ahora la Naturaleza se ensaña con ellos. 

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Rusia entra en el 2023 con un déficit de 25 billones de dólares debido a las sanciones occidentales, el costo de la guerra en Ucrania, y el tope puesto al precio de su petróleo, que no puede exceder los $65.00 por barril. De continuar la guerra por todo este año, el efecto en la economía rusa sería simplemente devastador. Y terminaría, militarmente, como un poder de tercera categoría, solamente temido por su arsenal nuclear.

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