La crisis de los balseros en el 94. Cuando Fidel dijo:  váyanse…¡inmediatamente nos lanzamos al mar abierto!

Written by Germán Acero

15 de agosto de 2023

R GERMÁN ACERO E.  

Exclusiva para LIBRE

“Cuando Fidel dijo: Váyanse. Yo estaba viendo la televisión e inmediatamente, llamé a ocho de mis amigos y concebimos el viaje por mar hacia Miami. Esa era la gran oportunidad de mi vida que había estado esperando tanto tiempo.

“Lo que más había ansiado era irme de Cuba. No lo pensamos dos veces y los ochos amigos nos reunimos en Guanabacoa para planear el arriesgado viaje”, dijo Iván Picón.

“No nos importaba nada ni nadie. Yo vivía con un hermano y mi madre. Con el corazón partido tuve que dejarlos a ellos. Pero la esperanza era que cuando llegara a Miami, entonces, los podría ayudar desde allí”, replicó Iván.

“En ese momento la decisión ya había sido tomada. Y, como autómatas, comenzamos a ensamblar la balsa con llantas de un tractor, para que flotara, además de que la forramos con un nylon, lógico, no tendría motor”, afirmó.

“Y tomamos rápidamente esa decisión. La suerte ya estaba echada. No había de otra”, agregó.

“Calculamos que por lo menos, cinco días después de que termináramos la balsa, nos tendríamos que ir de Cuba. Como nosotros había miles de cubanos que querían también tomar esa decisión de salir de la isla”, reiteró Iván.

Recuerdo que el 5 de agosto de 1994, Fidel cinco días después de su intervención en la Plaza de la Revolución, había dicho que las fronteras de Cuba estaban abiertas para todo el que se quisiera ir, replicó Iván.

“Yo en aquel entonces estaba escondido porque había participado en El Maleconazo. Yo era defensor de los derechos humanos. La advertencia de Castro la había escuchado por la televisión oficial”, recordó.

“Esa era mi oportunidad. Tenía 23 años. Mi hermano Lázaro, al final, no quiso viajar conmigo. Decidió quedarse para cuidar a mi mamá. Yo vivía en Guanabacoa”, afirmó.

“Nos conseguimos un tanque grande de 45 galones. Esa fue la corteza principal de la balsa. Porque éramos ocho muchachos. Dos días nos llevó la construcción de esa embarcación. Luego nos fuimos para Cojímar”, sostuvo.

“Desde allí íbamos a salir hacia mar adentro. Un amigo subió la balsa en su carro y nos acompañó. Solo faltaba para salir un primo que llegó un poco tarde. Porque había preparado una pierna de jamón para comer en el viaje”, añadió.

“Yo llevaba una brújula, y todo el mundo armado con cantimploras de agua. Muchos muchachos imploraban que los lleváramos en la balsa. Pero no cabían. Era imposible”, recalcó Iván.

 “Cojímar es una playa. Allí bajamos la balsa y nos metimos todos. Había mucha ilusión. Y poco miedo.  Era una ilusión tremenda porque íbamos a salir de Cuba sin ningún impedimento”, expresó.

“Porque vivíamos en un país donde no había ninguna esperanza. Sabíamos que estábamos atados al comunismo. A lo que dijeran los hermanos Castro. No había ninguna otra salida”, insistió.

“Todos remábamos como fieras llenas de fuerza y pujanza. Parecía como ir por la carretera del Palmetto. Llena de barcos y balsas por todos los lados. Eran los miles de cubanos que habían decidido huir de Cuba”, sostuvo.

“Nos fuimos 50.000 y creo que murieron más de 14.000 personas. Hubo muchos peligros. Podíamos haber naufragado porque las olas eran muy altas y el mar estaba muy picado”, agregó.

“En los cinco días que estuvimos navegando pensábamos mucho y 

hacíamos planes. Yo me había echado al bolsillo una piedra como una mara de la suerte”, insistió.

“Llovía mucho. Cuando, al parecer ya habíamos navegado mucho tiempo, se aparecieron los guardacostas norteamericanos y nos interceptaron. Y nos obligaron a ir a Guantánamo”, relató.

“El presidente Clinton, en ese entonces, advirtió que EE.UU. no iba a recibir a balseros cubanos. Había catalogado esto como una gran crisis de balseros”, agregó Iván.

“Ya en la base militar de Guantánamo llegamos a pensar que nunca llegaríamos a los Estados Unidos. Después de cinco días alguien dio la orden de que nos tenían que sacar para Panamá”, recordó.

“En Panamá las familias se portaron muy bien. Nos metieron en unos campamentos. Y nos llevaban comida y ropa. Como no nos definían nuestra situación, entonces, decidimos hacer una revuelta”, añadió.

“Tres meses después, increíblemente, llegamos a los Estados Unidos. Era el año 1995. Yo me vinculé al Partido Republicano, pero de Cuba ya estando en Miami. Los periodistas Agustín Tamargo y Pérez Roura me ayudaron mucho”, sintetizó. 

“Lo más grande que me pudo ocurrir en mi vida fue haber llegado a este país de libertad. Aquí rehíce mi vida. Aquí he vuelto a soñar con entusiasmo y dedicación. Y con ganas de salir adelante siempre”, concluyó.

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