La proyectada instalación de una base electrónica china en Cuba, en la población de Bejucal, a 40 millas al Sur de La Habana, con el propósito de escuchar, secretamente, trasmisiones, y todo tipo de comunicaciones de Estados Unidos con el mundo, es un nuevo reto geopolítico de Beijing a Washington, que pudiera engendrar, potencialmente, una nueva crisis al estilo de aquella que surgió en octubre del 62, cuando la Unión Soviética instaló proyectiles de carácter nuclear en la Isla, y que, brevemente más tarde, el 13 de octubre del 63, le costó el poder a Nikita Khrushchev, cuya imprudencia puso al mundo al borde de un holocausto atómico.
Xi Jinping, está siguiendo, con el mismo ímpetu de irresponsabilidad, los pasos de Khrushchev en su empeño de desplazar a esta nación de su posición preeminente en la escena mundial.
Esta base, de ser finalmente instalada, si es que ya no lo está, permitiría a los servicios de inteligencia chinos capturar comunicaciones electrónicas a través de todo el sureste del país, donde la nación mantiene varias bases militares que pudieran ser fácilmente monitoreadas, más el peligro adicional de estar aptos para espiar el tráfico de barcos militares sobre una extensa zona americana.
Pero Cuba, por lo que se sabe mediante informaciones fidedignas filtradas al Wall Street Journal, no ofrece su territorio por solidaridad ideológica con los chinos. Le vende el favor a buen precio. China, por virtud del acuerdo alcanzado con Cuba, le pagará a ésta varios miles de millones de dólares por permitirle construir la base espía a menos de cien millas del territorio americano.
Se trata de un país en ruina que, para salir un poco del negro precipicio en que se encuentra, estaría dispuesto a cambiar todo, incluso la dignidad nacional, por cualquier cantidad monetaria, y, más aún, si la cantidad es tan jugosa como la que le ofrecen los chinos. “Money talks” no sólo en los países capitalistas, sino entre los camaradas comunistas, sean chinos, rusos o cubanos.
Y si el gobierno de Biden está alarmado con este mal intencionado evento geopolítico, tan próximo a nuestras costas, más preocupada está la población americana, que, consciente de la debilidad que aqueja al presidente, literalmente, no se siente totalmente segura, ante esta abierta provocación de un enemigo mucho más formidable que lo que representó la Unión Soviética en la segunda mitad del pasado siglo, cuando puso a temblar al mundo con la crisis de los misiles.
La situación presente es de alta tensión para la Casa Blanca. Por un lado, Biden está ansioso, casi desesperado, por mejorar las relaciones con Xi Jinping, mientras que éste se niega a tomar sus llamadas, lo ignora, y adopta una abierta postura de beligerante provocación que comenzó con los globos espías, continuando con las amenazas por aire y mar contra Taiwán, para terminar con la proyectada instalación de la base espía en Cuba.
Pende en el aire un preocupante suspenso en espera de la reacción de Washington ante este desafío que pone en juego nuestra seguridad nacional.
Teniendo en cuenta sus reacciones pasadas, es de asumir que esta provocación tampoco alterará la conducta de Biden, cuya preocupación esencial es la de mejorar las relaciones con China, pasando por alto cualquier tipo de reto, o desafío, para no escalar las tensas relaciones con una nación que no alberga la menor intención de unas relaciones, digamos, “cordiales”. Xi Jinping está convencido de la debilidad de Biden y quiere probar hasta dónde puede llegar.
Al siguiente día de la publicación del artículo en el Wall Street Journal revelando la existencia de la base espía en Cuba, John Kirby, vocero de la Casa Blanca, restó importancia al asunto declarándolo “not accurate”. Para después aceptarlo diciendo que la revelación sería investigada. Es evidente que este reporte resultaba muy inconveniente para la administración de Joe Biden, que sigue un patrón bien establecido de echar a un lado cualquier impedimento, legítimo, o de otra naturaleza, que pudiera entorpecer sus empeños de acomodar su diplomacia en términos blandos, para no antagonizar a Xi Jinping.
Primero surgieron los globos espías volando sobre el territorio nacional a los que Biden ha llamado “globos tontos”, que no resultaron ser tan tontos a la hora de recopilar información secreta. Luego han aparecido otros incidentes “tontos” como los barcos de guerra chinos hostigando a Destroyer del Navy en el Estrecho de Taiwán, y, recientemente, el descubrimiento de la base espía en Cuba.
Si para el presidente Biden estos son asuntos “tontos”, y de escasa importancia, para la mayoría del pueblo americano son serios, y de extrema importancia, porque conllevan un innegable peligro a nuestra soberanía y seguridad nacional.
El secretario de Estado, Anthony Blinken, visitó Beijing el pasado fin de semana después de haber pospuesto esa visita por el incidente de “los globos tontos”. Se dice que fue a caldear los ánimos y reparar las deterioradas relaciones entre los dos países. Pero lo que es fácil deducir de esta visita, es la seguridad una queja china, un pro quo, por las actividades militares estadounidenses en los vuelos sobre el Mar Sur de China, la venta de armas a Taiwán, y, el establecimiento de pequeños grupos militares en la isla para entrenar a sus tropas.
En fin, los chinos quieren justificar sus provocaciones en esta parte de América con las actividades de Estados Unidos en sus proximidades. Con la instalación de una base espía en Cuba los chinos envían un mensaje claro: China, en reciprocidad, está preparada a hacer lo mismo en el traspatio de América.
La selección de Cuba como punto de represalia es un acto provocativo que cambia el horizonte geopolítico.
¿Cómo puede el presidente Biden aspirar a reparar unas relaciones dañadas, cuando China aumenta sus actos de provocaciones hostiles en respuesta a sus blandos sondeos de acercamiento?
Si su reacción es de apaciguamiento, en vez de la firmeza necesaria, la nación, ciertamente, lejos de estar en buenas manos, está en serio peligro.
BALCÓN AL MUNDO
El ex presidente Donald Trump, como estaba previsto, fue impuesto, por un juez federal, de los 37 cargos criminales que se le imputan por haber tomado, ilegalmente, documentos oficiales clasificados al terminar su presidencia. Se declaró no culpable y ahora comienza lo que, probablemente, será un largo proceso judicial. La tarea difícil empieza por encontrar 12 personas que desconozcan el caso de Trump, y los mencionados documentos, para formar el jurado. ¿Dónde están esos 12 ciudadanos? Todavía no hemos llegado a Marte.
Al margen de las cuestiones legales, hay que destacar que, aunque se trataba de un evento único en nuestra historia, el despliegue de fuerza pública, l2 perseguidoras de patrulla policíacas, una docena de motorizados, 4 suvs del FBI, y todo tipo de agentes civiles de la autoridad, fue, en efecto, una desagradable exageración. El ex presidente no era un peligro para nadie. No iría a ningún lugar, excepto al Versalles a tomarse un café. Entonces, ¿para qué tanta exhibición de fuerza innecesaria, más allá de lo que reclama el protocolo?
Al final, toda la fanfarria terminó en una inmensa propaganda para Donald Trump.
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Desde el comienzo de la invasión de Putin a Ucrania, Rusia ha perdido once generales en combate. La oposición interna rusa contra la guerra ha ido en incremento y existe gran descontento entre las fuerzas armadas y la oficialidad civil ante las enormes pérdidas sufridas por la Federación Rusa en lo militar y lo económico.
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La cerveza Modelo desplazó a Bud Light del primer lugar en ventas, después que se desató un boicot contra la misma cuando un transgender influencer, Dylan Mulvaney, posó mostrando una Bud Light personalizada que la firma le envió como regalo. Esto enfureció a una gran cantidad de sus consumidores que decidieron cambiar de licor.
Ahora Bud Light tiene que comprar de sus distribuidores, la mayoría independientes, los millares de cervezas que no se han vendido a la fecha de su expiración.
Me imagino que alguien está en aguas calientes en el mundo ejecutivo de Anheuser-Busch.
En la opinión de muchos de sus distribuidores, Bud Light ha sido permanentemente destronada del primer lugar.
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