A la venerable edad de 100 años, Henry Kissinger, el más prominente y discutido estadista de la última mitad del siglo XX, y lo que va del XXI, emprendió un viaje sorpresivamente curioso a Beijing que le tomó l6 horas y 30 minutos. No deja de ser extraordinario.
¿Qué fue Kissinger a buscar, o entregar, a Beijing? ¿Un mensaje secreto de Biden, como el que le entregó al entonces primer ministro Zhou Enlai como emisario de Nixon en julio de 1971, y que dio inicio al restablecimiento de lazos diplomáticos entre los dos países, que culminó con el eventual enriquecimiento de China?
¿O, quizá, en el ocaso de su vida, ha sentido la necesidad, por un impulso nostálgico, como una añoranza quemante, de revivir su prominencia en la esfera mundial con una gestión conciliadora entre los dos mismos países tan enemigos ayer, como lo son hoy, para encontrar ese punto convergente, tan elusivo, donde se encuentra escondida una suerte de convivencia tolerante? Y estirando un tanto la imaginación, ¿no estaría Biden, en su ansiedad por mejorar las relaciones con Xi, envuelto en este largo viaje del ilustre mensajero para aliviar las tensiones que agobian las relaciones chino-USA? Todo es posible. En el mutismo diplomático, los pormenores surgen lentamente.
“Nada de eso”, respondió el vocero del Departamento de Estado, Matthew Miller. Mr. Kissinger, agregó, fue a Beijing por su propia iniciativa, como un ciudadano privado, y no actuando a nombre del gobierno de Estados Unidos. Es posible, pero esta puede ser la superficie, y lo interesante, lo verdaderamente importante, puede estar muy profundo bajo el grueso protocolo diplomático.
No obstante, el pretendido distanciamiento del Departamento de Estado resulta más contradictorio y disparatado, desde el punto de vista racional, aceptar la visita de Kissinger como un viaje de placer turístico, que como una misión semi oficial secreta, destinada a mitigar el caldeado ambiente de hostilidad existente entre las dos grandes potencias militar y económicas del planeta.
Kissinger, dueño de un impresionante talento, y unas condiciones analíticas excepcionales, ha tenido, y sigue teniendo, un “soft spot”, o punto débil, en sus fibras sensibles, por China y su historia. De la docena de libros que ha escrito, hay uno: “On China”, particularmente único, porque trata sólo de una nación: China, desde principio a fin, en todas sus 530 páginas. Esto, incuestionablemente, cae muy bien ante los chinos, en el gobierno, y en la calle. Y Kissinger, tan adepto y amante a la prominencia, y la relevancia, lo sabe, lo aprecia, y lo explota en todo su esplendor.
Esto queda claramente evidenciado ante el hecho de que, estando en Beijing, al mismo tiempo, Kissinger y el Enviado Especial para asuntos climáticos, John Kerry, el presidente Xi Jinping recibió, con palabras halagadoras, al viejo estadista, y rehusó recibir a Kerry, representante del gobierno de Biden.
En la casa de visitantes Diaoyutal, donde se sentó en 1971 junto a Zhou Enlai como secretario de estado de Nixon, se instaló de nuevo esta vez al lado de Xi. Hablaron. Intercambiaron gentilezas. Xi le dijo que las relaciones China-USA estaban en una peligrosa encrucijada. Kissinger enfatizó la importancia de unas relaciones más abiertas entre las dos naciones para evitar peligrosos mal entendidos. Eso lo sabemos. Lo divulgaron las agencias noticiosas. Pero, ¿qué más? ¿De cuánto más hablaron? ¿De Rusia? ¿De Ucrania? Eso quedó entre ellos. Y no lo sabremos, hasta que lo sepamos, cuando ellos lo estimen conveniente.
Es una realidad, abiertamente generalizada, de que, desde comienzo de este año 2023, la administración de Biden está tratando, afanosamente, de restablecer contacto, al más alto nivel, con sus homólogos chinos, después del derribo de los globos espías volando sobre el territorio americano, sin reacción positiva por parte de Beijing. Este tono de urgencia lo confirman las visitas a China, en muy corto plazo, de los secretarios de Estado, Defensa y Tesoro para suavizar la posición china, regresando éstos a casa sin buenos resultados. Es cierto que la respuesta china a estas visitas ha sido cortés, pero, ni alentadoras, ni calurosas. Han sido, más bien, de la apropiada frialdad diplomática.
Resulta notablemente curioso que de los altos funcionarios que viajaron a Beijing, antes que Kissinger, Xi recibió sólo a Blinken, empero, el liderazgo chino desenrolló la alfombra roja, a todo lo largo, para honrar al ex secretario de Estado, ya ausente de cualquier cargo oficial por medio siglo. Pero esto no fue todo, sino que el ilustre visitante se entrevistó con el máximo diplomático chino, Wang Yi, y con el ministro de defensa, Li Shangfu, quien declinó recibir al secretario de defensa americano, Lloyd Austin. Son suficientes interesantes detalles como para ignorar, o desechar, la posibilidad de que, Henry Kissinger, tan apreciado en China, pudiera actuar, entre bambalinas, como un negociador entre USA y China, para enfriar las tensiones.
En definitiva, el tiempo, en breve lapso, esclarecerá la intención y el propósito del viaje de Kissinger a Beijing, a pesar del peso de una centuria sobre sus hombros, y 16 horas de un vuelo fatigoso.
Ya veremos…
BALCÓN DEL MUNDO
Las elecciones nacionales de España no han dejado, prácticamente, un claro ganador. Ni una evidente mayoría en la votación de todos los contendientes, que comande suficientes asientos en el Parlamento para formar gobierno. Ahora comenzarán las negociaciones, que tomarán largas semanas, para formar alianzas que produzcan los votos requeridos (176) que finalmente permitan conformar gobierno.
El Partido Popular que obtuvo 136 votos, y un contundente triunfo con 115 senadores, no pudo traducir estos números en una victoria, pues no alcanzó los 176 escaños.
Ambos bandos, conservadores y socialistas, tratarán de pactar con los partidos independientes y regionales, para alcanzar la mayoría absoluta de 176 escaños, y, de no lograrse, España tendría que ir nuevamente a elecciones generales posiblemente en noviembre o diciembre. Esto es remoto, pero enteramente posible.
El potencial peligro consiste en las maniobras al alcance del presidente socialista, Pedro Sánchez, que está dispuesto a cualquier tipo de alianza, con los comunistas, y los separatistas catalanes, con tal de mantenerse en el poder.
Lo que demuestran las elecciones del 23 de julio, es que España, como Estados Unidos, está fraccionada, dividida, en el mero centro, sin una fuerza política determinante. Pero, a pesar de todo, funciona como un sistema democrático, con sus virtudes y defectos.
La proyección más probable de estos comicios es la permanencia de Pedro Sánchez en la presidencia por los próximos cuatro años, mediante compromisos con independientes y regionales.
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Las encuestas siguen mostrando una constante reflexión popular contra las candidaturas de Biden y Trump.
El 55% del probable votante demócrata prefiere como candidato presidencial a otra persona, no a Joe Biden. Y el 53% de los republicanos siente lo mismo en cuanto a Donald Trump.
No ha habido cambio en los resultados de los pasados 12 meses.
En otro capítulo, las encuestas encuentran que Biden es el segundo presidente más impopular que ha tenido Estados Unidos. El primero es, como es bien sabido: Jimmy Carter. Aunque éste tiene la ventaja de no haber sido un presidente mentiroso.
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Por el espacio de seis semanas ha desaparecido de la luz pública el ministro del Exterior, de China, Qin Gang, nombrado hace 7 meses por el presidente Xi Jinping. Ahora, sin más explicación, se anuncia, por la alta jerarquía china, que Qin ha sido remplazado por Wang Yi, a quien él sucedió cuando fue nombrado. Todo luce muy confuso, incluso para un régimen tan notorio por su secretismo, como el chino.
Pero el anuncio del reemplazo aún no ha parado la pregunta que suena dentro y fuera de “La Grand Muralla”: ¿cómo, y dónde está Qin Gang?
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