KAMALA HARRIS EN LA ENCRUCIJADA MIGRATORIA

Written by Adalberto Sardiñas

23 de junio de 2021

En medio de la crisis migratoria, que no da señales de abatimiento, la vice presidenta, Kamala Harris, se lanzó, o la lanzaron, en un vuelo a ciegas por México y Guatemala, más que pidiendo, rogando, la cooperación de sus presidentes, Andrés Manuel López Obrador y Alejandro Giammattei, respectivamente. No le fue bien. No pudo hacer un buen trabajo porque no fue preparada para la tarea. No llevó un plan concreto para resolver el complejo dilema que confronta este país, y los de ellos también, limitándose, en su parte más conocida, a solicitar de los mandatarios, una ayuda para frenar el éxodo masivo y descontrolado que tiene su origen en el triángulo norte de Centro América.

Es difícil de entender, o racionalizar, este SOS de la presente administración en Washington. La vice presidenta fue a pedir algo que ya existía. Y que funcionaba. La administración anterior había logrado un acuerdo con esos dos países por el cual se comprometían a detener el flujo caravanero de miles de personas, buscando entrar a Estados Unidos, en sus territorios, mientras se tramitaban sus solicitudes de asilo. Por más de un año el plan trabajó y se logró un status quo sin grandes alteraciones. La frontera estaba en paz. La situación, caótica, al principio, había logrado un aceptable estado de estabilidad, aunque un tanto frágil.

Pero, el presidente Biden rompió esa tenue estabilidad y retornó a la frontera un caos mucho peor, exhortando, con sus palabras, al desenfreno migratorio creando en la percepción de esas multitudes, la idea de que llegaba a Washington un gobierno de fronteras abiertas. Las palabras tienen consecuencia, y, en boca de un presidente, se magnifican exponencialmente.

Con este eco a sus espaldas, Llega Kamala Harris a Latinoamérica, no sin cierta arrogancia, a pedir cooperación para la solución de un problema que su presidente exacerbó, irresponsablemente, y que ahora, ni él, ni su séquito de asesores, saben cómo ponerle fin. En medio de esta encrucijada la Sra. Harris se halla totalmente desconcertada. Se va a discutir el tema con dos países que no son el problema. Esos dos gobiernos hicieron lo que pudieron hacer en su momento, dos años atrás.

El epicentro del desequilibrio está en la frontera. Ahí es donde debió haber ido la vice presidenta a calibrar la magnitud del sismo político que confronta su gobierno. ¿Por qué no ha ido? Porque sabe que sería sometida a un barraje de preguntas para las cuales no tiene respuestas. No puede responderlas porque su jefe, el presidente Joe Biden, no ha podido estructurar un plan para abordar el conflicto. Entonces, ¿qué explicación lógica, aceptable, tiene Kamala Harris, para exponerla como solución en una visita a la frontera? No la tiene. No existe. La administración no ha podido formular una estrategia coherente para confrontar la crisis migratoria que cada día se agrava.

La patrulla fronteriza anunció, días atrás, que en el pasado mes de mayo interrumpieron el paso a 180,000 individuos, de ambos sexos, que pretendían cruzar, ilegalmente, la frontera México-USA.

Esta cifra es ocho veces mayor que la registrada en mayo del 2020 en que fueron impedidos de cruzar la frontera 23,000 personas.  ¿Por qué esta desproporcionada diferencia en el breve curso de un año?   Por las palabras del presidente Biden. Él los indujo a la aventura con la esperanza de que, de alguna forma, pensaron estos desafortunados, iban a poder entrar a territorio americano. El presidente, estaba con ellos. Los había alentado, o por lo menos, así lo entendían ellos.

 Sin embargo, en su visita a Guatemala, en un viraje a la redonda, Kamala fue categórica en ir contra la postura del presidente, y dijo que “todo el que piense que emprendiendo ese riesgoso viaje a la frontera México-USA va a ser recibido, se equivoca. El mensaje es no vengan. No vengan. Nosotros vamos a aplicar la ley y serán enviados a sus respectivos países” Es una definitiva contraposición a la del presidente. ¿Dónde está la coherencia en la política migratoria de la administración, si es que alguna existe? Por supuesto que no existe. En el ínterin, Kamala Harris, por haber sido escogida para bregar con la crisis, y no saber por dónde empezar, como el trompo loco de marras, está recibiendo críticas de la derecha y la izquierda del espectro político sin miramientos al origen de la compleja cuestión. Pero, en un análisis justo, cabe la pregunta: ausente una política establecida, ¿qué puede decir que tenga carácter de veracidad? No mucho, en realidad. La Sra. Harris se encuentra entre la espada y la pared. No puede ir contra las palabras del presidente, pero al mismo tiempo, tiene que desalentar a los aventureros migrantes advirtiéndoles que no serán admitidos en Estados Unidos sin una previa solicitud de asilo, como manda la ley.

La realidad es que la crisis en la frontera sur, es una chapucera fabricación de Joe Biden en su descontrolado desafuero por derogar todas las órdenes ejecutivas emitidas por Trump, sin analizar la prudencia, imprudencia, validez o inutilidad de las mismas. Algunas de las derogadas, aquellas sobre inmigración, fueron tomadas por los futuros inmigrantes, como una luz verde que les abría el camino a la tierra prometida: Estados Unidos.

Aquellos impensados actos de sus primeros días en la Oficina Oval, se han convertido, para su tormento, en el albatros que le recordará, a cada paso, los errores cometidos.

En el pecado, está la penitencia.

BALCÓN AL MUNDO

La travesía por Ginebra, y su reunión con el G -7, y su encuentro al final con el dictador ruso Vladimir Putin, le fueron bien al presidente Biden. Estuvo a la altura de las circunstancias. Los rigores del viaje y la estadía cargada de trabajo, lejos de los temores albergados sobre su presunta fragilidad, no le afectaron visiblemente. Al parecer, por los reportes de prensa, y sus propias declaraciones en la conferencia de prensa, le dijo a Putin algunas cosas que debieron haberse dicho para aclarar las cosas, en vistas a las futuras relaciones entre los dos países.

Este es el comienzo de un camino largo de cuatro años. Y, ciertamente, no esperamos mucho cambio en la conducta de Putin. Es difícil enseñar mañas nuevas a un perro viejo. La vida seguirá su agitado curso sin muchos cambios apreciables.

Pero algunas aclaraciones, para aligerar el ambiente, no están demás.

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La Reserva Federal mantuvo la tasa de intereses en su nivel actual, por ahora. Pero no se sienta muy complacido, porque la tendencia es ascendente. Si la inflación continúa su ritmo rumbo norte, vendrán aumentos del interés por parte del FED que repercutirán en todos los sectores de la economía, es decir, en todos los bolsillos, grandes y pequeños. Es el ciclo que inevitablemente se repite a los acordes de la fluctuación económica. Parte de la vida, diríamos.

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  Consumado el apretadísimo veredicto popular, ¿qué le espera a Perú bajo la presidencia comunista de Pedro Castillo? En el futuro mediato, incertidumbre. En el inmediato frustración y desencanto, y en el lejano, el choque con la realidad que ofrece un sistema caduco, fallido y portador de miseria dondequiera que se le ha experimentado. Eso es lo que le ofrece a Perú Pedro Castillo. Sus mentores, Fidel Castro, Hugo Chávez, Evo Morales y Daniel Ortega le han dado la receta.

  Pero, sin embargo, existe una esperanza. Perú, que tiene una vieja y bien acreditada historia de deponer presidentes, con, o sin excusas, pudiera tener muchas para desprenderse de este demagogo marxista antes de que el daño sea irreparable.

 ¡Ojalá que así sea!

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