Juan Rivera, amaba la vida, pero murió al caer en un hueco añorando “el sueño americano”

Written by Germán Acero

16 de marzo de 2022

Bogotá. – “La frontera es una zona de pirañas que te esperan para devorarte y en la cual no vives si no tienes dinero. O también en algunos casos, mueres si lo tienes. Depende de cómo llegues y quién te traiga porque si las cosas se hacen bien, aquí todo es posible con billetes”.

Estas frases, repetidamente se las hacían a Juan Rivera, un joven, cuyo sueño era alcanzar el triunfo en los Estados Unidos, a cualquier precio, pero nunca imaginó que iría a morir en un hueco abandonado por los coyotes.

La noche del 23 de febrero del 2022, el colombiano Juan Carlos Rivera comenzó su largo camino por Mexicali: su destino era cruzar la frontera de Estados Unidos a como diera lugar. Estaba aún muy joven y lleno de vida.

Antes de arrancar su trajín por las arenas del desierto de esta zona fronteriza, le envió por WhatsApp un mensaje de voz a su hermano mayor, Jhon, quien recordó lo que él dijo: “Tengo desconfianza del hombre que me lleva, me ha hecho cambiar varias veces de carro”.

Acto seguido, les dijo a sus familiares que su celular estaba a punto de descargarse, que oraran y que sabrían de él una vez coronara el paso y estuviera a salvo, disfrutando del sueño americano. Nunca desconfió de la bondad de Dios.

Meses atrás Juan Carlos estaba desesperado por su presente y su futuro en Colombia. La economía de su hogar escaseaba por los embates de dos años de pandemia. El negocio en la carnicería de su padre, con quien trabajaba, no levantaba y a él no le quedaba sino explorar otras oportunidades.

Para que la crisis no lo tumbara. Decidió, de la noche a la mañana, lanzarse a la aventura cruzando por la frontera hacia los Estados Unidos. Ya había visto en la televisión que muchos habían alcanzado el sueño americano de esta forma.

Primero, se endeudó con préstamos que le permitieron comprar un carro, con el cual pretendía trabajar de sol a sol en plataformas de movilidad. Así lo intentó buena parte del 2021, pero las cuentas seguían sin cuadrar.

Fue ahí, a comienzos de febrero, que ellos (la familia) empezaron a explorar la posibilidad de que Juan Carlos, el segundo de cuatro hermanos, cruzara hacia Estados Unidos como muchos otros latinoamericanos y africanos lo hacen: por el hueco.

Y esa frontera entre México y Estados Unidos, que se ha convertido en un sueño de muchos migrantes ilegales cruzar, también puede ser una tumba. Según los datos de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza, solo en el 2021 se registraron 557 muertes de personas que buscaban pasar de forma ilegal a territorio estadounidense.

Era tal su punto de desesperación que para sacar adelante a sus hijos y esposa, a quienes amaba y adoraba, que se aventuró.

Juan Carlos era un hombre que vivía para sus hijos, de 10, 6 y 3 años. Con Karen, su esposa, antes de que estallara la pandemia del covid-19 intentaban viajar por Colombia, pero la economía de la pareja se fue debilitando progresivamente.

Gladys, amiga cercana de la pareja, comentó que tenían proyectado casarse a final de este año. Una meta que habría sido una de las cumbres de su felicidad.

“Trataba de darles todo a ellos. A final de año tenían planeado casarse”. Sin embargo, la felicidad que proyectaba casi siempre se la estaba tragando la angustia por las deudas y el no poder cumplir con las necesidades de su familia.

“Era un hombre nervioso, por eso se me hizo raro que tomara la decisión de irse por el hueco a Estados Unidos. Él siempre procuraba estar con algún amigo o un apoyo físico. Era tal su punto de desesperación para sacar adelante a sus hijos y esposa, a quienes amaba y adoraba, que se aventuró. No había queja de él, era una grandiosa persona”, dijo Xiomara.

Juan Carlos, de 37 años, ideó su plan para viajar a México. Con su hermano Jhon, vieron videos, preguntaron a conocidos que hicieron ese recorrido para que los asesoraran, hasta que dieron con el traficante de personas, a quien se le conoce en estos mundos como el ‘coyote’; el hombre encargado de ser el transporte ilegal por la frontera entre ambos países.

El precio que le tasó para cruzarlo a Estados Unidos fue de 800 dólares (3 millones de pesos colombianos aproximadamente). Juan Carlos vendió el carro, con ese dinero compró boletos a México y guardó la plata para el coyote.

El plan no salió del núcleo familiar por lo enrevesado y peligroso que podría ser el tema para otras personas. Aún más cuando, solo 4 meses atrás, la colombiana Claudia Marcela Pineda y su hija de 11 años sucumbieron por las altas temperaturas cuando atravesaban el desierto de Sonora. El recorrido que estas compatriotas habían tomado también fue por Mexicali.

Tras dejar su casa en el barrio Villa del Río, en el sur de Bogotá, despedirse de sus hijos, esposa, hermanos y padres, este bogotano partió el 21 de febrero con destino a Cancún.

Dos días después tomó un vuelo hacia Mexicali, ciudad que colinda con Estados Unidos y es rodeada por el desierto de Sonora, cuya área es inmensa: cubre 260.000 kilómetros cuadrados, por eso muchas personas -como el caso de Claudia- pueden perder el rumbo y morir de sed y hambre si el coyote las abandona en un terreno desolado.

Fue el 23 de febrero que Juan Carlos se encontró con el coyote. Ese día alertó a Jhon: “En unas notas de voz, a las 8:20 de la noche, mi hermano me decía que la persona estaba muy rara. Yo trataba de calmarlo, le decía que era normal, porque podría llegar la policía mexicana”.

A los minutos, volvió a escribirle a Jhon, contándole que el coyote lo había dejado en un punto donde debía caminar 300 metros hasta encontrar un lugar donde hallaría a otros migrantes.

Durante esa caminata por el desierto, el hombre le comunicó a Karen que su celular estaba por apagarse al quedar sin batería.

Pasaron las horas. La familia daba por sentado que Juan Carlos había logrado cruzar el hueco, pese a que no se había comunicado.

A las 48 horas llegó la comunicación sobre el paradero de Juan Carlos. El consulado de Colombia en Los Angeles, Estados Unidos, le informaba a la familia, a través de un correo electrónico, que él estaba muerto.

Entonces, ¿qué había pasado en el desierto?

Jhon cuenta que lo primero que se pensó fue en que Juan Carlos habría sido asesinado. Les resultaba extraño. Mil cosas se le venían a la mente.

La familia, destrozada por la noticia, empezó a consultar con las autoridades de Estados Unidos sobre las posibles causas de la muerte de Juan Carlos.

El médico forense le explicó a la familia que el cuerpo del hombre fue encontrado en la mañana del jueves 24 de febrero por los guardias fronterizos de Arizona.

A él lo dejaron ahí toda la noche, solo. Su mente pudo haberle pasado una mala jugada, se asustó y se aventuró a pasar el muro.

Jhon planteó que, tras averiguar lo que había ocurrido, se pudo establecer que Juan Carlos llegó tarde al grupo que iba a cruzar la frontera esa noche. Él quedó solitario en el punto donde supuestamente llegarían más migrantes y tras esperar horas, sin saber qué hacer, tomó una decisión.

“Antes de él, al parecer, hubo un grupo de 14 personas que ya se habían llevado para cruzar la frontera. A él lo dejaron ahí toda la noche, solo. Su mente pudo haberle pasado una mala jugada, se asustó y se aventuró a pasar el muro”, contó Jhon.

El muro en la frontera entre México y Estados Unidos que intentaba cruzar Juan Carlos ha servido de cementerio de miles de inmigrantes que han muerto allí sin poder llegar al país del norte.

En ese punto fronterizo hay dos muros, los cuales miden hasta 9 metros de altura y están hechos en barras de acero. Juan Carlos, según su hermano Jhon, pudo atravesar el primer muro, pero cuando cruzaba el segundo, cayó y murió de manera instantánea.

No se conoce cuánto tiempo esperó el colombiano a que otros migrantes llegaran a la zona, tampoco las horas que estuvo su cuerpo tirado en el desierto.

“Es muy triste. Duele mucho por sus tres hijos pequeños”, dijo Jhon. La familia de Juan Carlos ahora intenta reunir los recursos para poder repatriar el cadáver del colombiano, cuyo cuerpo será entregado a un conocido.

Por ahora la familia está desesperada, porque los trámites cuestan aproximadamente 25 millones de pesos, dinero que la familia no tiene, pero que, dijeron, la solidaridad de los colombianos está ayudando a conseguir.

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