JOSE MARTÍ: CONCIENCIA MORAL DE CUBA

Written by Libre Online

24 de agosto de 2022

Por Luis Conte Agüero

Para el filósofo alemán Enmanuel Kant la razón es una conciencia moral. José Martí es la conciencia de Cuba; una conciencia moral que predica grandeza, virtud, deber, sacrificio y la patria como ara, no como pedestal.

La conciencia conlleva ciencia: con-ciencia. Con ciencia y con ilusión analiza y enfrenta Martí los problemas. Martí concilia el racionalismo sereno y metódico que obliga a la precisión cautelosa y la sensibilidad de ensueño que vuela y desafia.

Es natural su orgullo cuando proclama que trabaja para realidades y no para sueños; lo que explica el quehacer callado y cotidiano, el hormigueo de tareas, junto a la obra visonaria y vidente que abre espacios en los tiempos por venir. Sin asentamientos pesados y matemáticos no se levantan las altas catedrales culminadas en cruz alada que parece buscar la bendición del cielo.

Terminada la Guerra de los Diez Años en un Zanjón de abatimiento y cansancio, hecha mero símbolo la maceica Protesta de Baraguá. -valiente pero inúltilmente continuada en la rebeldía del general Leocadio Bonachea-, fracasada la Guerra Chiquita que fue insistencia del general Calixto García Iñiguez terminada con broche romántico del general Emilio Núñez, es en estas desoladas circunstancias, cuando poco invita a la esperanza, que Martí proyecta el nuevo desafío independentista en un planteamiento ideológico moderno y mediante la organización pragmática de una guerra que él propone breve.

Cuando los héroes rumian su glorioso y triste retiro en República Dominicana, en Honduras, Costa Rica y otras tierras, Martí se reconoce pino nuevo cuando ve en la Florida romper el sol por un claro del bosque. Este pino no sólo recibe el sol; también lo enciende, enciende el sol; enciende el sol de la epopeya nueva. De ahí mi frase: El sol sale cada vez que lo encendemos.

Sale el sol en Ibor City, en Tampa, en Cayo Hueso, en los lugares que visita; en el New York intenso y frío donde gana el pan y alienta el ala. Es el mismo sol de Cuba y trae la estrella y la paloma en el corazón desgarrado y bendecido. Es el mismo sol ante el cual quiere morir y donde muere, dándole la cara y sin disparar siquiera su revólver en la carga mortal e inmortalizadora de Dos Ríos.

Dicho en términos filosóficos, Martí no es hoy un ente; no es un ser; no es. Sin embargo, existe en el recuerdo nuestro, en la promesa de imitarlo y de honrarlo, en el acatamiento a su palabra como biblia de patria. Es un ente de razón que permanece y que importa Así derrota su finitud, su temporalidad, para trascender y comandarnos.

Vive Martí en sus seguidores vivos. Su siembra continúa germinando y floreciendo. Él lo es todo. Llamarlo el todo sería idolatría ciega. Ocurre que su fulgor es tanto que oculta a otras estrellas del cielo cubano.

 Además, priva la tendencia a la comodidad de ir a él, de recurrir a él por ser el pensador más completo y variado. Por eso, no siendo todo, él es parte básica que alienta poderosamente en el cuerpo doctrinal y ético de la nación cubana.

 Ante la geografía insular, el clima de subtrópico y genes étnicos que inclinan al bullicio del son, la prédica martiana; es uno de los elementos contribuyentes a la compensación y al equilibrio de nuestra patria festiva y dramática en la que viven y conviven prolongados el relajo y la tragedia, la guaracha y la salsa.

El Apóstol aporta seriedad profunda frente a lo frívolo y a lo superficial. Nos ayuda a vencer la moral de placer con la moralidad del deber. Y él no nos abandona, mientras nosotros no lo abandonemos.

Es una fuente inagotable e inamovible en la cual saciar la sed, sed de consejo orientación, de inspiración, de sabiduría. Esa fuente canta a la victoria de la libertad en todos los escenarios humanos. Es fuente que invita a la esperanza y que mueve al esfuerzo, especialmente cuando la sed es mayor y en la garganta gritan las angustias.

Cuando presiento futuros

reconquistando mi mundo

más allá de los oscuros

tormentos que en lo profundo martirizan nuestras horas:

es que en la nueva mañana toca Martí la campana que despierta las auroras.

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