JOSÉ MANUEL MESTRE (1832—1886)

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21 de mayo de 2024

Por JORGE QUINTANA (1955)

Hace años, cuando estudiaba en el Instituto de La Habana que estaba situado en el antiguo Convento de Santo Domingo, donde antes había estado la Universidad, al final de la calle de Obispo, vi, por primera vez, un retrato de José Manuel Mestre. Después en la Biblioteca Nacional, que a la sazón comenzaba a dirigirla Francisco de Paula Coronado, volví a ver el retrato de Mestre. Me impresionó siempre una nobleza en el rostro, una honestidad que resumían aquellos ojos que debieron ser claros y un pelo ondeado que le daban prestancia y distinción. Cuando años más tarde conocí su obra, el hombre se me hizo aún más simpático. 

Porque Mestre amaba la justicia fue un hombre vertical, pleno de dignidad y de razones para sostener su causa. Para ser más justo estudió derecho y filosofía, la norma como es, que es el derecho y la norma ideal, como debiera ser, que es la filosofía del derecho. Así pudo pasar por la vida dejando detrás una estela imborrable de recuerdos gratos y el ejemplo magnífico de una vida paradigmática.

El 28 de junio de 1832 nació en La Habana José Manuel Mestre y Domínguez. Su padre era el comerciante catalán don José Mestre y Mestre y Roig, creador de una marca de chocolate y de una industria de sedería que le permitían un vivir desahogado, sin grandes riquezas. Su madre era la criolla doña Josefa Domínguez y Morales, natural de Santiago de las Vegas.

Los primeros estudios de aquel niño se realizaron en los colegios de Don José Purcia, donde aprendió las primeras letras, completándolos después en el de don Esteban Navea.

El 23 de agosto de 1843 murió su padre. Con apenas once años de edad queda huérfano. Es además el mayor de los hijos de aquel matrimonio. Le seguían sus hermanos Antonio, Francisco Xavier y Rosa, esta última sería, años más tarde, la madre del Dr. Juan Miguel Dihigo, profesor Emeritus de la Universidad de La Habana fallecido hace pocos años.

Vino en ayuda de la familia desamparada un tío político de José Manuel Mestre llamado José de la Cruz Torres, que tenía una excelente posición económica y que determinó la ayuda que prestaría al niño huérfano para que estudiase una carrera universitaria. El 11 de agosto de 1845 ingresa en la Universidad de La Habana, matriculándose en la Facultad de Filosofía, mediante un examen de admisión.

 Allí fue alumno de Felipe Poey, Antonio Bachiller y Morales, de los hermanos Manuel y José Zacarías González del Valle, José María de la Torre y otros. De todos ellos José Zacarías González del Valle en primer lugar y Antonio Bachiller y Morales en segundo lugar, ejercerían una notable influencia sobre el joven estudiante. De los labios de González del Valle aprendió las primeras lecciones de Historia de la Filosofía y más tarde las de Física Experimental José Ignacio Rodríguez, en su “Vida de Doctor José Manuel Mestre” ha dicho, refiriéndose a esta amistad: “Pocas veces en verdad podrán encontrarse otras dos personas tan verdaderamente finas por naturaleza, tan atildadas en sus inclinaciones, tan instintivamente opuestas a todo lo material y grosero, tan aspiradoras a lo ideal en todas las esferas de la existencia, como aquel maestro y aquel discípulo que tanto amaban reunirse”.

Al ingresar en la Universidad comenzó a explicar algunas clases en los colegios de don Esteban Sotolongo y don Esteban Navea, con lo que contribuía al mantenimiento de aquel hogar modesto y ejemplar que había dejado su padre al morir.

Por esta época se interesa vivamente en la organización de la Academia de Estudios en la que participa Nicolás Azcárate, Francisco Fesser y José Ignacio Rodríguez. El 4 de noviembre inaugura la Academia sus labores. Está instalada, provisionalmente, en los cuartos de estudio de Azcárate. Mestre explica un curso de filosofía. Formaron una buena biblioteca aportando cada uno lo que tenía y con las pequeñas cuotas se adquirieron nuevas obras y se tomaron suscripciones a revistas y periódicos extranjeros. Con Bachiller y Morales colabora Mestre ayudándole a arreglar, limpiar e inventariar una inmensa cantidad de libros, folletos y papeles procedentes de las Bibliotecas de los extinguidos conventos que estaban corriendo el trance de destruirse, incorporándolas a la Biblioteca de la Sociedad Económica de Amigos del País, ingresado, en el mes de septiembre de ese mismo año, en la Facultad de Jurisprudencia.

A mediados de 1850 conoce a José de la Luz y Caballero. El director del Colegio de El Salvador le llevó junto a él para explicar Gramática Castellana. Después pasó a encargarse de la de Retórica y Poética e Historia de las Literaturas Griegas, Latina y Española, por esta época se alistó como soldado en el Regimiento de Voluntarios de infantería organizado en La Habana, donde aprendió los rudimentos de los ejercicios militares. También, por esta época, organiza una suscripción para sostener en Europa a José Antonio Saco y comienza a explicar la cátedra de Geografía e Historia de la Universidad de La Habana. Mientras colabora en “El Faro Industrial” de La Habana, para donde tradujo la novela “Los Tres Hombres Fuertes” de Alejandro Dumas, hijo, y traducía, del francés, el “Curso de Física Experimental” de F. Marcet.

El 17 de junio de 1851 obtiene el grado de Licenciado en Filosofía, pasando a desempeñar la cátedra de Lógica, Metafísica y Moral en la propia Universidad de La Habana. En 1852 Luz y Caballero le facilita el primer ejemplar de “La Cabaña del Tío Tom” que había introducido en Cuba don Santiago Spencer. Ayudado por José Ignacio Rodríguez se empeña en la tarea de traducirlo al inglés, cambiándole el título por el muy criollo de “Taita Tomás”.

 Cuando tenían concluida la traducción la envían a los Estados Unidos, enterándose decepcionados que en aquel país se opinaba que la obra no debería ser traducida al español y divulgada en Cuba, por temerse una revuelta de esclavos. Aquello acentuó más sus convicciones abolicionistas. Vio más clara aun la injusticia de la institución esclavista y se declaró adversario irreconciliable de ella. Por esa razón jamás adquirió un esclavo y nunca quiso tenerlos en su casa ni de criados, pues los que utilizaba para esos fines les pagaba un sueldo. Otro de sus empeños de esta época es la adquisición del mensuario “El Artista” que había estado editando el Dr. Antonio Prudencio López. En febrero de 1852 obtenía el grado de doctor en Filosofía.

En 1854 publica el, “Manual de los aspirantes al grado de Bachiller en Filosofía” que no es otra cosa que el desarrollo del programa oficial de las materias concernientes a la Facultad. Ese mismo año comienza a trabajar como “pasante” en el bufete de don José Cintra. Prepara, al mismo tiempo, sus oposiciones para catedrático supernumerario de Historia de la Literatura Española. El 26 de Julio de 1855, como Vocal de la Junta Inspectora de la Real Cárcel elabora un Proyecto de Nueva Cárcel. El 4 de octubre de 1855 realiza los ejercicios para el grado de Licenciado en Jurisprudencia. El 18 de enero de 1856 sustituía a Manuel González del Valle como profesor de Lógica, Metafísica y Moral en la Universidad de La Habana.

El 1 de febrero de 1856 es agredido, en Holguín, el arzobispo D. Antonio Claret y Clara, prelado que se distinguiera notablemente por la persecución de que hizo objeto al clero cubano. Su agresor era el isleño Antonio Abad Torrea quien logró herirlo con una navaja en la cara y en la muñeca derecha. Juzgado el caso fue condenado a morir en garrote vil. Ya en apelación el licenciado Mestre se hizo cargo de la defensa y obtuvo un resonante triunfo, al    lograr que se anulara la sentencia de muerte y sólo se le condenara a diez años de presidio en África y prohibición de poder regresar a Cuba. 

Otro de sus triunfos jurídicos de la época fue la defensa que hizo de la jovencita María de los Ángeles Arencibia, que habiendo sido víctima de un atropello por parte del capitán del ejército don Antonio de Arenillas, esposo de la señora Manuela Victoria de Arenillas, enloqueció asesinando a la señora de Arenillas, de quien no había recibido más que favores y protección, tratando de suicidarse después.    Mestre alegó que la joven estaba loca. La Audiencia la condenó a diez años de reclusión en la Casa de Recogidas. Por esta época funda con Nicolás Azcárate, Francisco Fesser y José Ignacio Rodríguez “La Revista de Jurisprudencia” donde escribió todos los temas doctrinales y prácticos de la carrera. 

 El 7 de agosto de 1856 contrajo matrimonio con la joven Paulina Alfonso, en la Iglesia, del Espíritu Santo. Joven, agraciada y rica fue, hasta su muerte, una compañera ejemplar de Mestre. Por otra parte, éste había logrado un gran crédito como abogado y se había hecho de una clientela que le proporcionaba los medios de vivir y enriquecerse. A pesar de ello fue siempre modesto hasta en el vivir. Gustaba de la comodidad, pero no del lujo. El 15 de diciembre de 1856 ingresó como Socio de Mérito en la Real Sociedad Económica de Amigos del País. 

Al año siguiente, en unión de Francisco Fesser y Antonio María Núñez, rendía un informe a la Sociedad sobre si convenía o no la introducción de moneda de cobre en Cuba. El 31 de agosto de 1858 fue designado por la Audiencia de La Habana para sustituir, interinamente, al alcalde Mayor del Distrito de Belén. Allí conoció de la causa seguida contra el propietario cubano don Miguel Embil, perseguido por el general Concha, que le acusaba de desacato, como consecuencia de una protesta de Embil. Toda la presión del capitán general no fue suficiente para lograr que Mestre condenase injustamente al acusado. 

Al elevarse la causa a la Audiencia, el fiscal don Pedro Lemonauría, en un acto inicuo de servilismo, pidió se sometiera a Mestre a procedimiento judicial porque estimaba que era un desacato a su autoridad como fiscal la respuesta que el Alcalde Mayor del Distrito de Belén había dado a algunas de sus preguntas. José Ignacio Rodríguez asumió la defensa de Mestre. El fiscal, extremando su servilismo, incluyó al defensor en el proceso, acusándolo también de desacato. Tuvo que hacerse cargo de la misma Don Nicolás Azcárate, quien en el acto del juicio verbal sostuvo todo lo contrario de lo que denunciaba aquel funcionario, esto es que el desacatado era el Alcalde Mayor del Distrito de Belén y no el Fiscal. 

La Audiencia de La Habana fue injusta al dictar la sentencia, por la que suspendió a Mestre durante 

varios meses en el ejercicio de su profesión. Mestre se negó a apelar a España, pero los abogados de La Habana consideraron un honor llevar por él los pleitos que tenía. Sin embargo, a pesar de esta injusticia, la justicia realizada con Embil prosperó plenamente y el acusado y perseguido por el general Concha resultó absuelto.

En 1858 Luz y Caballero llevó a Mestre al cargo de segundo Director del Colegio El Salvador. El 22 de septiembre de 1861 pronuncia el discurso inaugural del Curso académico en la Universidad de La Habana, disertando sobre el tema “De la Filosofía en La Habana”. Ese mismo año de 1861 —el 21 de diciembre— pronunciaba, en la propia Universidad de La Habana, el “Elogio de José Zacarías González del Valle”. Otra actividad comenzada a desarrollar en este año de 1861 fue la edición del periódico “El Siglo” que bajo la dirección del conde de Pozos Dulces representó la opinión del reformismo, tan pictórico de ilusiones que la realidad española se encargaría de destruir. En la Junta Directiva de la empresa editora figura Mestre junto con Morales Lemuz, Ricardo del Monte y otros. El 13 de diciembre de 1863 es investido con el grado de Doctor en Derecho Civil y Canónico. El 9 de diciembre toma parte en el banquete que los liberales cubanos le ofrecieron al periodista español don Eduardo Asquerino. En aquella oportunidad Mestre solicitó cooperación para una colecta a fin de libertar al esclavo Ambrosio Echemendía que había ganado justa reputación como poeta.

El 27 de enero solicita permiso para trasladarse a Europa. No se siente cómodo en la cátedra que desempeña. Se ha atropellado a Manuel González del Valle y él no se quiere solidarizar más que con el agraviado. En los primeros días de febrero presenta la renuncia del cargo de profesor universitario. Se retira a su bufete y a sus actividades. Ha perdido la fe en el reformismo. “El Partido Reformista dejó de existir”, escribía el 15 de octubre de 1867 a Nicolás Azcárate, y agregaba: “Su existencia artificial ha desaparecido ante la convicción de todos sobre la imposibilidad de que de España pueda venirnos nada bueno”.

El 3 de noviembre de 1867 es elegido Regidor del Ayuntamiento de La Habana. Ese mismo año habría de publicarse, por indicación de Mestre, los dos volúmenes que contienen la “Información sobre reformas en Cuba y Puerto Rico”. El 1 de enero de 1868 tomó posesión de su cargo de Regidor. Desempeñaba éste cuando se produce la Revolución de septiembre de 1868 en España. La Reina Isabel II tuvo que salir al destierro y los jefes liberales se encargaron del gobierno, estableciendo una Regencia, mientras buscaban un nuevo príncipe para el trono vacío. Mestre concibe algunas ilusiones de aquella Revolución. Bien se ve que no vivía en España. 

Si le hubiera acontecido lo que a Hostos, que estaba bien cerca y pudo comprender claramente el verdadero sentido de aquel movimiento no hubiese concebido esas ilusiones. Sin embargo, no las conservó mucho tiempo. Los esclavistas cubanos se apresuraron a felicitar al nuevo Gobierno, mientras en Cuba el general Lersundi vacilaba entre aceptar la proposición de Virrey de Cuba que le hacía el pretendiente don Carlos o declararse por la causa de la Reina depuesta. La sublevación de Yara vino a perturbarle a Lersundi sus planes reaccionarios. 

Catorce días después de haberse levantado Carlos Manuel de Céspedes en La Demajagua, el general Lersundi accede a solicitud del regidor Apolinar del Rato, que le era muy adicto, a convocar en Palacio a una reunión de notables para discutir la situación. Mestre asiste invitado por Del Rato. Con él va también el coronel del ejército español Juan Modet que había sido Diputado en Madrid. Ante la enorme cantidad de personas que se consideraron notables y se presentaron en el Palacio de los Capitanes Generales, el general Lersundi manifestó su descontento. Del Rato habló como para excusarse, diciéndole que aquellas personas habían venido a declararle su adhesión. 

Fue entonces cuando Mestre saltó para aclarar que él no había ido allí a declarar ninguna adhesión, sino a discutir la situación de Cuba y que era preciso que el capitán general comprendiera que había que dar 

libertades, sobre todo de reunión y de imprenta, porque en aquel ambiente era imposible que el cubano pudiera seguir viviendo. 

El coronel Modet apoyó las palabras de Mestre. Aquello irritó, más aún a Lersundi que dando rienda suelta a su incomodidad y grosería, dio por terminada la reunión. Al coronel Modet lo trasladaron inmediatamente para España. Mestre salió de allí convencido que el abismo entre España y Cuba estaba abierto y que el único camino a seguir era el de la independencia. 

En La Habana hallábase entonces Francisco Xavier Cisneros organizando un movimiento en Occidente. Entre los que le ayudan con su entusiasmo y su dinero figura José Manuel Mestre. El 10 de noviembre fracasa aquel noble intento de sublevar también a la región Occidental de la Isla para que secundase el movimiento que se había iniciado en Oriente, con el respaldo de los camagüeyanos. 

La situación de Mestre va haciéndose insostenible. A Lersundi le ha sustituido el General Domingo Dulce, muy conocido en los círculos cubanos por su acendrado liberalismo. Pero Dulce llega demasiado tarde, cuando ya no es posible atajar la revolución. El 31 de diciembre de 1868 se lleva a cabo el entierro del patriota Camilo Cepeda. Mestre habla en el Cementerio y deja traslucir bien claramente su actitud. Siete días más tarde, otro patriota, Tirso Vázquez es enterrado en el mismo Cementerio. 

Mestre vuelve a hablar y subraya su actitud. El 30 de enero de 1869 se fuga de La Habana el abogado José Morales Lemus. La situación de Mestre empeora notablemente. El 13 de marzo es él mismo quien tiene que salir del puerto de La Habana escondido a bordo de un vapor que lo conduce a Nueva York. Allí se reúne con Morales Lemus. ingresando como miembro de la Junta Central Republicana de Cuba y Puerto Rico y comienza a trabajar en la representación diplomática de la Revolución que desempeña Morales Lemus. 

El 15 de abril de 1869 el Gobierno español le embarga todos sus bienes. El 2 de septiembre se le consigna a un Consejo de Guerra que deberá juzgarlo en ausencia. El 28 de junio de 1870 fallece Morales Lemus. Desde el 7 de ese mismo mes el Presidente Céspedes le había designado para que le sustituyera. Ante esa desgracia no rehuyó el cumplimiento de su deber y asumió el cargo.  De inmediato propuso a Céspedes que cambiara el carácter diplomático de la representación por el de Comisionado y que designara a José Antonio Echeverría para que conjuntamente con él, actuasen cerca de las autoridades norteamericanas. Céspedes acepta la proposición y nombra a Echeverría. El 7 de noviembre un Consejo de Guerra le juzga en ausencia condenándolo a la pena de muerte en garrote vil y la confiscación de todos sus bienes.

La presencia en los Estados Unidos del general Manuel de Quesada con unos poderes que le había dado el Presidente Céspedes provocaron una violenta escisión en la autoridad de la Junta Revolucionaria. Los quesadistas arremeten contra Aldama, Mestre, Aguilera y Echeverría. Por su parte los aldamistas contraatacan a los quesadistas. El tiempo que habría de emplearse en organizar la ayuda a los que luchaban en los campos de batalla, es empleado ahora por los cubanos de la emigración en combatirse como fieras. Aquello decepciona profundamente a Mestre que abandona el cargo y se dedica a sus actividades particulares. A fines de 1872, asociado a Enrique Piñeyro comienzan a editar “El Mundo Nuevo”. Tiene que librar su subsistencia porque la saña española ha llegado hasta el extremo de embargar también los bienes de su esposa, dejando a toda la familia en la más espantosa miseria. 

El 20 de abril de 1874 el Gobierno norteamericano le concedió carta de naturalización como ciudadano de los Estados Unidos, la que había solicitado desde 1869. En septiembre de aquel mismo año se fusiona “El Mundo Nuevo” con “La América Ilustrada” saliendo de la dirección de la misma Mestre, que había comenzado a preparar sus estudios para hacerse abogado en los Estados Unidos. El 17 de mayo de 1876 obtiene su título de abogado en la Universidad de Columbia. Por esa misma época obtenía el desembargo de los bienes de su esposa y se establecía en Nueva York, asociado al abogado norteamericano Mr. Emmet R. Olcott.

El 27 de noviembre de 1878, después de firmado el Pacto del Zanjón, Mestre regresa a Cuba con su esposa y su hija mayor. Venía a resolver los problemas de la participación de bienes de su suegro. El 21 de febrero de 1879 ya estaba de regreso en Nueva York. Como herencia ha recibido el ingenio “Santa Isabel” y el potrero “El Mogote” en la jurisdicción de Sagua la Grande, con su correspondiente dotación de esclavos. Mestre y su esposa convinieron en contratar a los esclavos como trabajadores, pagándoles un jornal. El 29 de enero de 1880 realiza su segundo viaje a Cuba. Los problemas de administración del ingenio le obligan a venir. El 8 de marzo, ya de regreso a Nueva York, fallece Paulina Alfonso, la buena esposa de José Manuel Mestre. Fue enterrada en el Cementerio de Woodlawn. En noviembre de aquel año volvió a La Habana. 

El 17 de junio de 1882, en la Iglesia San León, de Nueva York, José Manuel Mestre contraía segundas nupcias con la señora Isidora Galarraga viuda de Villa-Urrutia. De este segundo matrimonio tendría una hija más: Margarita. 

En noviembre de 1882 se trasladó con toda la familia para La Habana instalándose definitivamente en la ciudad donde había nacido. 

Continúa sus actividades culturales ingresando en la Sociedad Antropológica. El 13 de diciembre de 1885 sufrió una hemorragia cerebral estando solo en su cuarto. A consecuencia de ella le queda una hemiplejía derecha, que lo mantuvo por unas cuantas semanas sentado en un sillón sin poderse mover ni hablar. El 29 de mayo de 1886 un segundo ataque le arrebató la vida. Tenía 53 años de edad. Con él se perdió un cubano útil, un cubano capaz, un cubano patriota.

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