(1871—1909)
Por Jorge Quintana (1954)
Treinta y siete años tenía el general José Luis Robau y López cuando murió. Había servido a su patria, con las armas en la mano, los tres años de la Guerra de Independencia; había alcanzado, combatiendo todos los días y a propuesta del mayor general Máximo Gómez, las estrellas del generalato mambí; había sido Delegado a la Asamblea Constituyente de 1901, Representante a la Cámara y acababa de tomar posesión del Gobierno Provincial de Las Villas. De no haberse muerto a tan temprana edad, hubiese sido, sin duda alguna, un presidenciable. En la guerra fue un soldado cumplidor de su deber; en la paz un ciudadano intachable. Era de la gran legión de los forjadores de la nación.
El 3 de octubre de 1871 nació José Luis Robau y López en la ciudad de Sagua La Grande. Su padre era el rico hacendado José Robau Corps. Al colegio “San Fernando” de su ciudad natal le enviaron para que cursara las primeras letras. Allí estudia toda la enseñanza primaria. Nueve años tiene cuando solicita, el 24 de septiembre de 1880, se le admite a examen de ingreso en el Instituto de La Habana.
El examen se verifica el 25, siendo aprobado. En el curso de 1880-1881 se matricula, como alumno del colegio habanero “La Gran Antilla”, en las asignaturas de Latín y Castellano primer curso y Geografía. El 31 de agosto de 1881 aprueba Geografía. El 14 de ese mismo año aprueba Latín y Castellano primer curso. Inmediatamente se matricula en Gramática Latina y Castellana segundo curso e Historia de España.
En septiembre de 1882 aprueba Historia de España, dejando las otras dos asignaturas como arrastre, matriculándolas, conjuntamente, con Historia Universal, en el curso 1882-1883. El 5 de junio de 1883 aprueba Gramática Latina y Castellana segundo curso y el 4 de septiembre examina y aprueba Historia Universal. Ese mismo curso de 1883 a 1884 matricula Aritmética y Algebra, Retórica y Poética e Inglés primer curso.
El 6 de junio de 1884 aprueba Retórica y Poética; el 3 de septiembre aprueba Inglés primer curso y el 6 Aritmética y Algebra. El curso de 1884 a 1885 lo perdió por completo. El último año que se matriculara será el curso de 1885 a 1886, en que estudia Inglés segundo curso que aprueba en examen verificado el 22 de junio de 1886. Después se dedicó a otras actividades, resultando incierta la afirmación que hace Juan Gualberto Gómez, de que concluyó el Bachillerato e ingresó en la Universidad de La Habana a estudiar la carrera de medicina.
Regresó a su pueblo natal. En 1894 lo encontramos residiendo en el ingenio “Santa Rita”’, propiedad de su padre, iniciado ya en los trabajos conspiratorios con los doctores Ricardo Pocorull y Nicolás Alberdi. Allí en el mismo ingenio, estableció una armería y un depósito de armas, con las que fue preparándose para salir al campo llegada la oportunidad ansiada.
El 24 de febrero los cubanos se sublevan nuevamente contra el despotismo bárbaro de la monarquía española. En Oriente son los generales Masó, Moncada y Rabí. En Las Villas es el médico Juan Bruno Zayas y el veterano Joaquín Castillo López. En Matanzas fracasan Juan Gualberto Gómez y Antonio López Coloma. Y en La Habana son arrestados Julio Sanguily y José María Aguirre al igual que Francisco Carrillo en Las Villas. En la jurisdicción de Sagua la Grande el joven José Luis Robau continúa preparándose. El 5 de junio de 1895 se dirige a la finca “Clavellinas”, propiedad de su familia y reuniendo a un grupo de hombres avanza sobre el poblado de Rodrigo, ocupándolo y declarándose en rebeldía.
A los pocos día-, en colaboración con Roberto Bermúdez atacan y saquean el pueblo de San Diego, de donde sacan un rico botín en armas y parque. El general Máximo Gómez le reconoce el grado de comandante. Unido al general Lacret avanza hacia la provincia de Matanzas, como vanguardia de la columna invasora.
El 6 de noviembre de 1895 combate a las órdenes del general Lacret en Cayo Espino o Rincón Hondo, en la finca La Sierra, jurisdicción de Cienfuegos. El 12 de diciembre, cumpliendo órdenes del general Lacret y en unión de éste, queman doce ingenios en la jurisdicción de Colón. Con ello se daba cumplimiento a lo que había dispuesto el general en jefe del Ejército Libertador de que estaba dispuesto a paralizar, por completo, todas las labores de la zafra.
El general Mariano Torres llega al cuartel general del general Gómez el 5 de febrero. El 6 es designado jefe de la Brigada de Sagua la Grande. Inmediatamente el viejo veterano del 68 parte a la zona de su mando. Con él va un joven y aguerrido guerrero. Es José Luis Robau que muy pronto es ascendido a teniente coronel, convirtiéndose en el segundo del general Torres.
El 23 de diciembre de 1896 el Consejo de Gobierno, presidido por don Salvador Cisneros Betancourt, se reúne en La Veracruz, Camagüey. Entre los acuerdos que adopta ese día figura el de aprobar la proposición de ascenso a coronel, con antigüedad de 5 de febrero de 1896. Cuando el general Torres es ascendido a general de división y trasladado al mando de la División de Holguín, en el Segundo Cuerpo de Ejército, el coronel Robau se queda al mando de la Brigada de Sagua, en el Cuarto Cuerpo. Su actividad es incansable. Ha participado o dirigido los combates de La Ramona, La Panchita, Yabuato, Cañada de la Perra, Sagua la Chica, Loma Bemba y otros.
El 6 de agosto de 1897 el mayor general Máximo Gómez propone al Consejo de Gobierno que ascienda al grado efectivo de general de brigada al coronel José Luis Robau, que mandaba, interinamente, la Tercera Brigada, de la Segunda División, del Cuarto Cuerpo. El 3 de octubre se reúne el Consejo de Gobierno presidido por Cisneros Betancourt, en Santa Lucía, aprobando la propuesta, con la antigüedad de la solicitud formulada por el general Gómez. Veintiséis años tiene este mambí y ya es general de brigada por méritos de guerra.
El año de 1898 se concluyó la campaña. En las inmediaciones de Sagua la Grande aguarda el mejor de sus hijos la oportunidad de entrar como un libertador. El 1º de enero de 1899 se le ofrece la oportunidad ansiada. Vive la emoción que muy pocos hombres pueden lograr, la de que su ciudad natal lo aclame como su libertador.
Al frente de las huestes mambisas que habían operado a sus órdenes en la Brigada de Sagua, el general José Luis Robau entra en su ciudad natal, ocupándola y haciéndose cargo del orden y la administración. Después licenciará a sus fuerzas y se retirará a la vida civil.
En los comicios de 1900 es electo Delegado a la Asamblea Constituyente por Las Villas. El 5 de noviembre de 1900 se inauguran los trabajos de la Convención. Una vez liquidados surgió el conflicto de la Enmienda Platt. Entre sus adversarios más decididos figura el general Robau.
El 12 de junio de 1901, por mayoría de un solo voto, es aprobada la enmienda que cercenaba toda nuestra soberanía de pueblo libre conquistada con el filo del machete en una de las contiendas más largas, más sangrientas y más dolorosas de toda la historia continental americana. Pero dejemos que sea su propio compañero de la Convención Constituyente, el insigne repúblico Juan Gualberto Gómez, quien nos relate la firmeza de la actitud de José Luis Robau en aquella hora crítica de nuestra existencia como nación.
“Al inicio de ese largo trabajo sobre la Enmienda Platt, escribió Juan Gualberto Gómez, en “El Fígaro” el 23 de enero de 1921, la actitud de Robau no tenía nada de singular: casi todos los Delegados a la Convención Constituyente, conviniendo en que mermaba la sobe-ranía de la patria, estaban de acuerdo en rechazarla. Sus compañeros de representación, los enviados de Las Villas eran de los más decididos en esa manera de sentir. Asegurábase que Las Villas iban tan lejos que manifestaban su disposición a levantarse en armas, antes que tolerar el más leve atentado a la independencia de Cuba.
Pero, cuando se acercó la hora decisiva, empezaron a flaquear los compañeros de Robau, que, al fin, votaron en favor de la Enmienda, asegurándole el triunfo, pues es sabido que sólo por un voto de mayoría fue aceptado por la Convención Constituyente el famoso apéndice que mutila nuestra soberanía y entorpece nuestro libre desenvolvimiento nacional, habituando a nuestro pueblo a no buscar en su propio esfuerzo y en su sentimiento de la responsabilidad propia, el remedio a los males que puedan aquejarle, como han aquejado, en el curso de la historia, a todos, absolutamente a todos los pueblos de la tierra.
En ese momento trágico para Cuba, fue cuando me agigantó a mi vista la figura viril y enérgica de José Luis Robau. Separándose de sus compañeros, los delegados villaclareños, votó que no aceptaba la Enmienda y pidió que se le permitiera explicar su voto. Levantóse para hacer por vez primera, uso de la palabra, en aquel largo y trascendental debate. La expectación fue grande, porque nadie creía que hablaría en aquella sesión, después de que Manuel Sanguily, Rafael Portuondo y yo, como Presidente, habíamos discutido largo y tendido. Pero puedo afirmar que las dos frases que pronunció, con acento grave y emoción contenida, constituyeron el discurso de aquella tarde triste y memorable.
— “Mis compañeros de Las Villas, —dijo— no me han mandado aquí pensando que yo sería un sabio legislador; no me dieron sus poderes, creyendo que podría dictar preceptos atinados para nuestra Constitución. Me escogieron únicamente porque sabían que yo había defendido la independencia de la patria, con las armas en la mano, y con peligro de la vida; eligieron al General de la Revolución, que estaban seguros que amaba sus principios; y partiendo de ese hecho, yo no puedo aceptar nada que atente contra la independencia y la soberanía de Cuba. Por eso he votado: ¡no!” Y se sentó.
La Asamblea se impresionó tanto que siempre me ha quedado la duda de que si Robau pronuncia esas frases antes de la votación, en vez de hacerlo como mera explicación después ¿el voto, quizás algunos de sus compañeros —sobre todo entre los que procedían del Ejército Libertador— hubiera votado de manera distinta a como lo hizo, y la Enmienda Platt no figuraría como Apéndice de nuestra Carta fundamental, por lo menos con el consentimiento de aquella Convención Constituyente, que debió disolverse antes de aceptarla.”
De regreso a Las Villas, después de concluidos los trabajos de la Constituyente, el general Robau discrepó del Partido Republicano Federal al que estaba afiliado. En los comicios del 31 de diciembre de 1901 se mostró partidario de apoyar la candidatura presidencial del general Masó, contra la decisión del general José Miguel Gómez de apoyar la del Delegado del Partido Revolucionario Cubano en los Estados Unidos don Tomás Estrada Palma. En 1905 apareció afiliado al Partido Moderado, donde ingresó al discrepar otra vez de la política que seguía el general José Miguel Gómez, que había decidido organizar el Partido Liberal. En estos comicios resultó electo Representante a la Cámara. Pero lo fue por breve tiempo.
En agosto de 1906 los liberales se levantaron en armas contra el gobierno reeleccionista de Estrada Palma y el gobierno norteamericano decretó la segunda intervención en nuestro país. Al organizarse el Partido Conservador se afilió al mismo, librando violenta campaña en la región villareña en los comicios celebrados el primero de agosto de 1908, en los que el general Gómez figuraba como candidato a la Presidencia de la República y los liberales en Las Villas enfrentaron a la candidatura conservadora para el Gobierno Provincial del general Robau, al general Gerardo Machado por el Partido Liberal Histórico y al coronel Eduardo Guzmán por el Partido Liberal Zayista.
El general Robau derrotó al general Machado, que quedó en segundo lugar, por 193 votos.
Apenas sí llevaba un año desempeñando el Gobierno Provincial de Las Villas cuando falleció, súbitamente, el 12 de diciembre de 1909, el general José Luis Robau, Grande de la Patria.
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