JEREMIADAS, INQUIETUD E HIPOCRESÍA EN LA HABANA

20 de octubre de 2021

Los cubanos dignos que arriesgando todo y más han convocado para el próximo lunes 15 la marcha nacional que de producirse pedirá al espurio gobierno cubano respeto a los derechos humanos y libertad para quienes están presos desde julio, la van a tener muy difícil. La reacción será sin dudas brutal y enriquecerá el historial represivo de la dictadura.

Detrás de la transparente figura de Díaz Canel la segunda generación de dirigentes del Partido Comunista de Cuba esta aferrada a un poder del cual no quieren ceder la más mínima parcela por una razón simple: no tienen para donde ir. Añádase a ello el hecho de que para la acumulación de los crímenes que han sido perpetrados por el castrismo de 1959 a la fecha no habrá jamás ni perdón ni prescripción posibles. El fanatismo y el celo que la cúpula partidista pone en escena no es fingida ya que no se les oculta que en la intransigencia les va la vida y seguir usufructuando los privilegios que los aislan de la miseria material en la que han sumido a los cubanos. En los últimos meses los precios han subido brutalmente y renglones como el de los medicamentos más corrientes es objeto de especulación y bolsa negra.

Si a estas alturas puede de alguna manera decirse que los comunistas cubanos tienen una referencia que les sirve de patrón hay que pensar en China Comunista. En términos de represión también esta Rusia en el prontuario cotidiano, pero en el orden teórico Pekín, que acaba de conmemorar en julio el centenario de su partido, tiene a su favor haber conseguido mantenerse hegemónicamente como institución a pesar de la profunda transformación sociopolítica realizada y a una historia caótica que comenzó con la llegada de Mao las funciones supremas en 1949.

Y han sido justamente los llamados «rojos de última generación» quienes con más sagacidad han enjuiciado en China el pasado, el presente y el posible futuro del régimen. Lo han estado haciendo sin perjuicio de la existencia de pretendidos expertos occidentales en la materia. Los estudios de aquellos que se han tornado hacia la «construcción y mantenimiento del partido» son una ciencia híbrida que mezcla historia con formulación de proposiciones para desarrollar el país. Al hacerlo los académicos chinos poseen un margen de maniobra que se ve limitado por la naturaleza misma del sistema que analizan. Solo que esa estructura para ser disecada debe ser considerada como cualquier otro objeto de estudios.

Igual que los cubanos, los chinos son abrevados con una «historia oficial» mentirosa desde la raíz. Su solo objetivo es enmascarar toda falta cometida y desconocer los crímenes que han tenido lugar desde que son gobierno. Esa gestión oficial e inapelable, comienza maquillando las personalidades que ocupan los puestos más encumbrados. Desde la cuna. Todo es posible en ese orden de cosas y lo mismo en China que en Cuba  los ejemplos sobran. En China la gran hambruna que diezmó a la población durante el período 1958-1961 con saldo de 40 millones de muertos ha sido ocultada para siempre. No teniendo el más mínimo respeto por la verdad que les concierne el rigor de los investigadores desaparece y toda posibilidad de sacar conclusiones aplicables a las políticas presentes y futuras deviene inexistente.

Los comunistas, y esto nada tiene que ver con el marxismo teórico, sino con las directivas de los monstruosos Lenin, Trotsky, Stalin y Mao,  parteros mayores del fenómeno, mantienen una actitud criminal cuyo hilo conductor es el portunismo utilitarista aplicado a todo el entramado del Estado. La mentira, establecida como naturaleza intrínseca, es practicada con la naturalidad de quien no le concede otra alternativa posible. A partir de ella se construyen todos los discursos triunfalistas cuya único objetivo es suscitar adhesión interna y diabolización del enemigo externo el cual encarna la oposición doméstica, su corolario. En el plano legal, y ahora se están viendo en La Habana, las contorsiones dialécticas más ignominiosas hacen de la más mínima refutación del dogma establecido delito, acto de oposición política penalizado por un poder judicial que es elemento constitutivo de la represión.

Hay en los sistemas comunistas un regreso al feudalismo que a veces escapa a nuestros análisis. Cuba tanto como China Comunista es víctima de una casta que desprecia a su pueblo. Su único afán es armar los brazos de sus verdugos. La prepotencia, la vanidad y el revanchismo del castrismo no va a aliviar el rigor con el que atenazan a sus siervos. Mucho menos en un contexto internacional que con la crisis económica y el vacío de poder que ilustra la administración Biden en Estados Unidos les favorece por defecto.

En medio de la mediocridad de la que Díaz Canel – estrafalario monigote sin prestigio cuyo nombramiento es ilustrativo del desprecio que profesa Raúl Castro por Cuba – es paradigma, el buró político partidista se encamina en La Habana a dar una estocada mortal a la sociedad cubana teniendo como instinto conservador asfixiar el hálito de libertad que mira hacia el 15 de noviembre próximo con ilusión y con esperanza. Las ilusiones de muchos están en pleno vuelo: aterrizaje anunciado para ese día va a ser caótico porque es previsible que una vez más la perfidia se imponga del lado de los represores.

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