INICIO Y DESENVOLVIMIENTO DE LOS INGENIOS CUBANOS

Written by Libre Online

18 de julio de 2023

Por Luis Bay Sevilla (1948)

La vida cubana durante el primer siglo del descubrimiento fue muy pobre, porque en aquellos lejanos días no existían industrias, ni establecimientos comerciales de importancia que atendieran a mejorar la condición económica del país.

Este estado de cosas subsistió hasta el año 1596, en que don Juan de Maldonado asume la gobernación del país. Este funcionario, según los cronistas de la época, vino animado de los mejores empeños para dar el impulso debido al cultivo de la caña, que años antes había sido introducida entre nosotros, lográndose meses después la instalación del primer trapiche que nos iba a permitir la fabricación del azúcar.

No hemos podido determinar el lugar exacto donde se estableció ese primer trapiche, aunque sí podemos afirmar que en la calzada de Belascoaín, entre las calles de Zanja y San José, donde hoy existe un almacén de víveres, existió uno, posiblemente de los primeros que aquí se establecieron. Se menciona también la existencia de otro en la explanada existente frente a la parcela que ocupara la casa de Salud, conocida por la Quinta de García, que fue primitivamente la casa de vivienda de la finca La Maloja.

Estos primeros pasos para la fabricación del azúcar de caña tomaron gran impulso a consecuencia de haber decretado, con fecha 28 de febrero de 1789, la libre introducción de esclavos. Meses después llegaban a nuestros puertos distintos barcos negreros, trayendo más de quince mil africanos que, al dedicarse al cultivo de la caña, dieron gran impulso a esta clase de siembra y propiciaron la construcción de ingenios para fabricar azúcar.

El ingenio de moler caña era la finca más importante y la mayor de cuantas aquí se destinaban al cultivo. En el primer tercio del siglo XIX funcionaban en la isla algunos ingenios, aunque a pocos de ellos podría aplicárseles ese nombre, pues la gran mayoría de ellos por su pequeña capacidad, se les conocía con el nombre de “cachimbos”.

El ingenio, propiamente dicho, contaba generalmente con una buena casa de vivienda, que, en ocasiones, por su amplitud y confort, resultaba una gran residencia, contando también con locales que se destinaban a capilla u oratorio, donde se celebran misas los domingos; casas para el mayoral, para el maquinista; enfermería u hospital; cocina, casa de purga, casa de calderas y trapiche. Todos estos edificios, inmediatos entre sí, formaban una amplia plaza que se conoce todavía con el nombre de batey, y a cuyo lugar van a parar las principales guardarrayas o caminos, que en distintas direcciones dividen la finca, siendo la principal de todas, la que conduce a la tranquera o puerta de entrada, de la cerca exterior.

Un poco separados del batey, se encontraban los bohíos o habitaciones donde se alojaban los negros, formando calles que se cortaban en ángulos rectos como una pequeña aldea, muchos de los cuales, eran sustituidos por el 

barracón formado por un amplio paralelogramo, generalmente con paredes de mampostería, y dotado de tantas habitaciones como siervos, las que daban a un patio interior, permitiendo su especial 

construcción, que una vez cerrada la puerta, quedaran todos los esclavos en completa seguridad durante las horas del sueño, evitándose con ello que pudiesen escapar. Más adelante estaba el tejar, que era un edificio grande con hornos de alfarería, destinados a la fabricación de objetos de barro, y también las tasas de bagazo, el alambique, la herrería, carpintería, caballerizas, corrales para vacas, chiqueros y hornos de cal.

Los edificios mejores eran la casa de vivienda y la enfermería, y por sus dimensiones, el barracón que daba alojamiento a la dotación del ingenio. La casa de purga era de planta cuadrilonga y de dos pisos, teniendo en la alta una armazón de madera con multitud de huecos circulares (furos), en que se colocaban las hormas, formadas por una especie de vaso cónico de barro o de lata, para que escurriera la miel. Por una pared dotada de apropiada abertura, se sacaban y metían las gavetas, que eras grandes cajones sobre ruedas, donde ponían a secar el azúcar. Había casas de purga dotadas con más de veinte mil furos.

Lo más interesante del ingenio era y es el trapiche y la casa de calderas. El trapiche lo formaba entonces una amplia nave en cuyo centro se encontraba emplazado el trapiche propiamente dicho, que era la máquina de moler caña, movidas unas por fuerza animal y otras por el vapor. El guarapo o jugo que se extraía a la caña era llevado a las pailas por medio de una tubería galvanizada, calentándose hasta la ebullición y dándosele salida al vapor por la torre, que era prácticamente una chimenea que tenía la figura de una pirámide truncada,

El conjunto de calderas o pailas, por donde pasaba el guarapo para clasificarse, descacharse (defecarse) y adquirir el punto de meladura, se le llamaba tren y en algunas casas de calderas donde el trapiche era movido por vapor, existían varios trenes.

De las últimas pailas llamadas tachos, pasaba el guarapo a las resfriaderas, donde se batía hasta su cristalización. De estas resfriaderas se sacaba el almíbar, ya azucarada, para llenar las hormas, y estas se colocaban en los furos, que no se llenaban completamente de azúcar, pues era costumbre colocar sobre esa azúcar una capa de barro de color oscuro, para descolorarla. Los hormas permanecían sin ser tocadas por espacio de más de un mes, en cuyo tiempo la miel que no cristalizaba, escurría por un agujero situado en la parte más estrecha de la horma, llevándosele, por medio de un tubo, a un tanque de gran tamaño que era donde se depositaba la miel de purga. Pasado ese período, se extraía entonces de las hormas el pan de azúcar, que era de color casi blanco en la parte más en contacto con el barro, y obscuro por el extremo opuesto. A esta operación se le decía aventar.

Los panes pesaban sobre arroba y media cada uno y se partían en pedazos. Los enteramente decolorados constituían el azúcar blanco. Los medios decolorados producían la quebrada y los más oscuros, el azúcar de cucurucho. Los dos más blancos se depositaban en unas gavetas donde el sol o el calor artificial los secaban completamente envasándolos después.

Lo que conocemos con el nombre de raspadura es el almíbar que llena las refrigeradoras. La que al ser batida salpica las paredes cubriéndolas de una capa de miel endurecida.

El melado es el guarapo extraído de la paila. Los ingenios en que solo se fabricaban miel y raspadura se llamaban trapiches. Elaborándose en ellos la raspadura en unos moldes especiales. 

La descripción que hemos hecho anteriormente se refiere al método primitivo de fabricar el azúcar. En la actualidad el procedimiento es absolutamente diferente, empleándose una mejor técnica. 

El terreno donde estaba emplazado un ingenio no era en ningún caso menor de diez caballerías de tierra, pues para lograr la producción de mil cajas de azúcar que pesaban sobre dieciséis o dieciocho mil arrobas se necesitaban seis caballerías de caña, aunque un ingenio en esa producción necesitaba tener de veinticinco a treinta caballerías, pues la caña en las tierras cansadas tiene poco rendimiento y se produce solamente dos o tres años seguidos haciéndose entonces necesario dejarlas en barbecho o emprender cultivos alternos de otras plantaciones.

En algunos ingenios existían huertas, jardines y arboleda de frutales, y en casi todos platanales, que de ordinario se sembraban cerca del Batey para preservar el fruto de la golosina de la dotación. 

Los esclavos tenían además de su bohío o de su celda en el 

barracón, una parcelita de tierra donde podían sembrar viandas y criar gallinas y cerdos para su propio uso y utilidad. Muchos de ellos lograron su libertad con el producto que obtenían con la venta de estos pequeños plantíos y criaderos, a cuyo cuidado solo podían consagrar las horas de descanso.

El personal de un ingenio lo formaban un Mayoral que era el jefe único de la negrada y director de los trabajos agrícolas, un mayordomo encargado de la contabilidad que era a la vez el guardián de la casa de purga, departamento este donde estaba la producción necesitándose, además, un maquinista y un segundo maquinista en los ingenios que tenían el trapiche movido por medio del vapor. 

Si la negrada era muy numerosa, contaba entonces el ingenio con los servicios permanentes de un médico y si, por el contrario, era reducida, entonces solo se tenía un practicante encargado del botiquín, pagándose sueldo a un médico que visitaba diariamente el ingenio. En algunos existían un capellán y en todos eran necesarios dos maestros para fabricar azúcar, quienes determinaban el momento y la cantidad que precisaba echar de cal y agua en las pailas para facilitar la defecación, como a sí mismo, el punto del almíbar. 

En el año 1835, la industria azucarera cubana estaba bastante atrasada, tanto en la parte rural relativo al cultivo de la caña como en la fabricación o elaboración del azúcar. Generalmente las labores se hacían con el mal arado del país, la guataca y el machete y la fabricación con los destructores trenes Pacheco de fornallas separadas, exceptuando los ingenios que se habían apresurado a introducir trenes jamaicanos traídos a Cuba por indicación de los señores Ramón de Arozarena y Pedro Bauduy, comisionados por la Junta del Real Consulado de La Habana en el año 1828, para que dirigiéndose a la colonia inglesa de Jamaica, estudiarán allí los métodos entonces establecidos para la fabricación del azúcar, sistema éste que fue acogido por los cubanos con gran júbilo, acaso más del que debió ser, pues ya en 

aquella época se había logrado en Europa mejores adelantos mecánicos para la industria azucarera. 

En aquel entonces, la casa ingenio de los señores George y Bursell había ideado un aparato para convertir las mieles o el melado de caña en azúcar, es decir, para separar la azúcar cristalizada, que se encuentra en las mieles, consistiendo el método en trabajar las mieles, tratándolas y filtrándolas por el carbón y cosiéndolas luego a baja presión. El privilegio comprendía además un sistema de purga en grandes tanques por medio de la presión atmosférica, practicando el vacío bajo su fondo.

Al señor Villaurrutia, cuñado del Intendente don Alejandro Ramírez corresponde la gloria de haber introducido en Cuba el primer tren. En el año 1840, haciéndose los primeros ensayos en las zafras de los años 1841 al 1842, pero como el resultado no fue todo lo satisfactorio que se esperaba, el propio inventor de ese sistema vino a Cuba para dirigir los trabajos de instalación y fabricación, logrando al cabo triunfar. Esto motivó un gran incremento en la fabricación de azúcar entre nosotros, estableciéndose en distintos lugares de la isla gran número de ingenios y cachimbos.

La industria fue mejorando, de modo tal que el ingenio San Narciso, propiedad del conde de Peñalver, que en la zafra de 1846 solo había producido 8,200 cajas, elevó a diez mil su producción.

Varios ingenios aumentaron su producción entre ellos el ingenio “Álava” de don Julián de Zulueta produjo a razón de quinientas cajas por caballería habiendo rendido en esta zafra más de diez mil quinientas cajas.

“El Ponina” de don Fernando Diago, situado cerca de Cárdenas, con una dotación de 500 negros y una producción de 14000 cajas. “El Güinia” del doctor Justo Germán Cantero, ubicado en Trinidad, con una dotación de 450 negros y una producción de 9,000 cajas.

“El Tinguaro” de don Francisco Aldama, situado en Matanzas, con una dotación de 400 negros y una producción de 8,000 cajas. 

“El Santa Isabel” de don José Menéndez, también en Cárdenas, con una dotación de 400 esclavos y producía 7,000 cajas.

“El Agüica” del Conde de Fernandina, emplazado en Cárdenas con una dotación de 350 negros, produciendo 6,000 cajas de azúcar.

El ingenio “Dos Amigos”, ubicado en Campechuela y de la propiedad del doctor Carlos Manuel de la Cruz, posee todavía la misma maquinaria que se le instaló al ser fundado a mediados del siglo pasado.

Un ingenio que en aquellos días producían 1000 cajas, necesitaba de 90 a 100 esclavos de ambos sexos. Las labores a ellos encomendadas eran las de cocineros, guardiero o talanqueras, a quienes se confiaba el cuidado de la entrada de la finca fogoneros, carreteros. Finalmente, los contra-mayorales o directores de cuadrillas que eran los que ejecutaban los castigos que imponía el Mayoral a los esclavos delincuentes. Los dedicados al chapeo y siembra al corte de caña y demás faenas desempeñadas por cuadrillas numerosas llevaban el nombre colectivo de la gente.

El número de trapiches y de ingenios que existían en la isla en el año 1827 era de mil en el año 1846 ascendió a mil cuatrocientos cuarenta y dos y en el año 1850 pasaba de mil setecientos cincuenta.

La principal comarca azucarera de aquellos primeros tiempos era la jurisdicción de Cárdenas, que contaba con doscientos veintisiete ingenios, figurando entre ellos los más importantes del país, siguiéndole después Matanzas con ciento setenta ingenios, muchos de ellos de primero. Nueva ley. Las estadísticas de la época nos dicen que cada negro producía un promedio de 20 cajas, o sea, 350 arrobas de azúcar en los ingenios de primer orden.

Las estadísticas del año 1851 consignan que el número de esclavos negros dedicados a la elaboración del azúcar ascendió a ochenta y cuatro mil, pero su número cierto entre inútiles para el trabajo por enfermedad y edad se elevaba nada menos que a ciento veinte mil personas. 

En las zafras de los años 1846 al 50 se fabricaron 22 690 460 arrobas de azúcar que produjeron al país aproximadamente la cantidad de 19.306, 637.000, cantidad que, sumándole lo que produjeron la raspadura, el aguardiente, la miel de purga y el melao se elevó a más de 24 millones.

El único ingenio que en Cuba perteneció desde su fundación a la misma familia fue el “Nuestra Señora de los Dolores”, situado en la provincia de Matanzas, entre los pueblos de Jovellanos y Corral Falso, hoy Pedro Betancourt.

Esta finca azucarera la fomentó en el año 1823 el señor Miguel Gastón y Montalvo con un dinero que le facilitó su señora madre y desde entonces fue pasando a familiares de este apellido.

Los trapiches primitivos de esta finca azucarera eran movidos por bueyes envasándose, el azúcar en cajas de madera que se llevaban en carreteras a la ciudad de Matanzas, para desde allí embarcarlas con destino a sus compradores. En su época primitiva, esos trapiches eran verticales y los manipulaba un solo hombre que pasaba a mano la caña varias veces de un lado a otro de los cilindros recogiendo en un depósito el jugo de la caña. Años después se instalaron allí trapiches horizontales, que son los que actualmente están en uso en todos los ingenios. 

En el año 1852 se instaló en el “Dolores”, un trapiche movido a vapor que fue uno de los primeros de esta clase que existieron en Cuba. 

En el año 1883, un incendio de grandes proporciones iniciado en la colonia Pichardo redujo a cenizas la casa de calderas del Dolores, levantándose meses después otra de acero, que es la que posee actualmente. 

En el año 1906, los propietarios del “Dolores” compraron y agregaron a su propiedad los demolidos ingenios “Diana” de los Baró, famoso por sus jardines, y el “Pichardo” con sus magníficos campos de caña, elevando entonces su producción a 50,000 sacos, que fue la mayor que se había obtenido desde su fundación. 

En el año 1913 fueron agregados al Dolores los campos de caña del demolido ingenio María, elevando entonces su producción a 80,000 sacos.  En terrenos del ingenio concepción cercanos al Dolores, existe todavía un manantial de agua potable que emerge naturalmente a la superficie en una de las lomas cercanas al ingenio, agua que es conducida por gravedad hasta el batey del Dolores por medio de una tubería de hierro galvanizado para el uso de cuántos allí viven.

El ingenio “Concepción” lo fomentó don Juan Scott Jenckes y Fresborne, natural de Providencia, Rhode Island que estaba casado con doña Serafina Updike y Crawford, una de las más lindas mujeres de su época.

En este ingenio pasó unos días el ilustre viajero norteamericano Addit About dejando una hermosa descripción del mismo en el interesante libro que escribiera contando sus impresiones de viajero desde el puerto de Matanzas hasta lo que es hoy la provincia de Pinar del Río en una obra interesantísima y su autor, el señor About, no solo pertenecía a una de las familias más distinguidas de Boston sino que era graduado de la Universidad de Harvard y compañero de estudios del Presidente Jefferson de los Estados Unidos de Norteamérica. El ilustre literato Don Domingo Del Monte escribió un interesante ensayo sobre este libro de Abbott.

En el año 1883 a consecuencia de un descuido del maquinista, explotó una de las calderas del ingenio “Concepción”, reduciendo a escombros la casa de calderas y casi todo el batey. Meses después, esta finca azucarera pasó a ser de la propiedad del doctor Manuel Peralta y Melgares que la reconstruyó totalmente.

Cercano a los ingenios, “Dolores” y “Concepción”, se encontraba el “Carlota” del que era propietario don Juan Antonio de la Torriente y Cruz, Regidor del Ayuntamiento de La Habana, que estaba casado con doña Carlota Scott, hija del segundo matrimonio de Guillermo con doña María Victoria Ximeno y Estévez. 

En el terreno donde el señor de la Torriente fomentó el ingenio Carlota existía primitivamente un cafetal de la familia Mendiola. Próximo al Carlota, estaban los ingenios “Isabel”, propiedad de don Leandro de la Torriente, padre del doctor y coronel del Ejército Libertador Cosme y del coronel del Ejército Nacional Don Leandro, y el “Catalina” del doctor Julio de Cárdenas, que fue alcalde modelo de La Habana, padre del vicepresidente de la República, Raúl de Cárdenas y Echarte.

Cercano también a estos ingenios estaba el “Santa Filomena” que perteneció a la familia de Soler y Baró, quienes lo mantenían en excepcionales condiciones de confort y lujo. Conservándose todavía una doble avenida formada por cuatro árboles de sombra que arrancaba del batey y se extendía hasta el pueblo de Corral Falso. En la casa de calderas de este ingenio existían grandes ventanales de cristales, detalle este poco corriente y acaso único en las fincas azucareras de aquella época que causaba la admiración de los visitantes.

El Santa Filomena pasó después a ser de la propiedad del hacendado cubano don José Miguel Tarafa que le cambió el nombre por el de Cuba, convirtiéndolo en uno de los más grandes y mejores centrales azucareros de Cuba. 

Como todos estos ingenios, estaban emplazados en la zona de Jovellanos los domingos en horas de la mañana acostumbraban los familiares de los propietarios de estas fincas azucareras oír misa en la iglesia de ese pueblo que animaba grandemente por el crecido número de volantas y quitrines, que se agrupaban en los alrededores de la Iglesia.

Como el ingenio “Dolores” está situado cerca del poblado de San Miguel de los Baños, constituye uno de los paseos favoritos de los temporadistas de este balneario, hacer excursiones a caballo hasta ese ingenio, atravesando las lomas de los alrededores, donde se admiran muy bellos paisajes.

La falta de brazos negros para cultivar los campos de caña de azúcar movió a don Julián de Zulueta y al famoso don Joaquín Arrieta, traficantes que habían hecho una gran fortuna en la trata negrera a sustituir con chinos la falta de brazos africanos.

Realizados los preparativos necesarios en el año 1847, lograron traer al puerto de La Habana un cargamento de chinos procedentes de Firkien siendo estos los primeros que, contratados para trabajar en los cañaverales cubanos de la provincia de Matanzas, bajo cierta forma nominal de contrato que se asemejaba bastante en sus bases generales, a lo que entonces se hacían entre los hacendados y los negros emancipados.

Los chinos, cuando llegaban a La Habana, eran alojados en el edificio situado en la calzada del Cerro y Sarabia, edificio éste que en aquel tiempo se conocía con el nombre de El Consulado y allí se celebraban todos los domingos y días festivos de la Iglesia una misa que oían todos los allí alojados. 

La trata de chinos produjo a los habitantes menos utilidades que el tráfico de esclavos negros, entre otras causas porque los buques tenían más elevados gastos y porque eran mayores y más graves también los peligros de la navegación. El viaje a la isla duraba alrededor de 6 meses, viéndose los tratantes obligados a burlar no solo la vigilancia de los cruceros ingleses destinados a reprimir la trata de que ya había sido calificada por esa nación de piratería, sino también la de los piratas y merodeadores del mar que asaltaban los buques esclavistas y robaban su cargamento llevándose para el Brasil o para otras colonias los esclavos que apresaban.

Como los españoles sabían por la experiencia adquirida en las Islas Filipinas, que en los 

cañaverales cubanos los chinos no se habrían de someter a los crueles procedimientos que se aplicaban a los infelices negros, no organizaron en gran escala la trata de chinos, limitándose no más que a traer algunas partidas que fueron en total mucho más reducidas que las que aquí introducidas de hombres africanos. 

Este lo ha animado el deseo de hacer una ligera descripción del inicio y desenvolvimiento de lo que constituye para Cuba su primera industria.

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