HUMBOLDT, EL REDESCUBRIDOR DE AMÉRICA

Written by Libre Online

12 de septiembre de 2023

Por ANGEL MIOLAN (1950)

“. . . reveló a la humanidad un tesoro de observaciones acerca del Nuevo Mundo, directas, objetivas, científicas y penetrantes como hasta entonces no habían sido presentadas” Fernando Ortiz.

Para América, el nombre de Federico Enrique Alejandro, Barón de Humboldt, tiene una gran significación. Por los estudios que realizó sobre el Nuevo Mundo, y la divulgación que hizo de ellos en sus obras científicas se le considera el “redescubridor” de nuestro Continente. 

A pesar de que Colón, desde 1492, había visitado varias veces la América, -y miles de europeos más- lo cierto es que hasta que Humboldt no publicó su obra “Voyage aux regions equinoxiales de nouveau continent, fait in 1799-1804”, después de su visita a seis países nuestros no se pudo tener una noción completa de lo que era el mundo con que había tropezado el Almirante en su viaje para encontrar un nuevo camino a las Indias Orientales.

Unos apuntes 

geográficos

Antes de considerar la obra humboldiana en relación a América, -con especial referencia a los estudios que hizo en Cuba- veamos algunos datos referentes a la vida del eximio hombre de ciencias. 

Nació en Berlín, en 1769, el catorce de septiembre. Murió en la misma capital alemana, a los 89 años. Era hijo de refugiados calvinistas. Tuvo al alcance de su mano, no obstante, recursos suficientes para cultivarse. Su hermano Carlos Guillermo, perteneció también a la categoría de los grandes, como filólogo, crítico, poeta y político. 

En su juventud, Alejandro a secas-, como solía llamarse a sí mismo Federico Enrique Alejandro-, no dio señales de inquietud por las ciencias naturales. 

Llegó hasta a decir que se dedicaría a la carrera de las armas. Nadie que lo hubiera conocido en sus primeros años, hubiera sospechado que había en él un hombre de ciencia de tan extraordinarias condiciones.

El sabio despierta

Por complacer a su madre -a la que idolatraba al extremo de que mientras ella vivió no emprendió ninguno de sus viajes importantes-, comenzó a estudiar Ciencias Comerciales. Un tiempo  malgastó en estos estudios, en los cuales estaban cifradas las esperanzas materiales. Pero de pronto comenzó a despertar su verdadera vocación. 

Le nombran Asesor del Departamento de Minas en 1792. Entra en contacto con Leopoldo von Buch, con Friesieben y Andrés del Rio. Los peligros de los mineros le preocupaban e inventa una lámpara inextinguible para ellos. También una máquina respiratoria. Sin darse cuenta cada vez la naturaleza, de las ciencias exactas. “Eran los tiempos- dice uno de sus biógrafos, de una geología batalladora, en que el mismo Goethe bajaba a la arena a probar su fuerza”.

La personalidad de Humboldt

Cuando el gran naturalista alemán se decidió a realizar su viaje a las Américas, -contaba treinta años de edad, – ya era respetado en el Viejo Mundo como una indiscutible autoridad científica. Puesto ya sobre el camino de sus predilecciones escaló las más altas cumbres de la ciencia en plena mocedad. Schiller, Goethe, Loder, todos los grandes de su época fueron sus amigos y compañeros. También le admiraron. Y con razón. “Humboldt, -afirma un critico- fue el padre de la Geografía Climatológica y Plástica, de la Física Marítima y de la Filogeografia. 

Conoció la disposición seriada de los volcanes y la diversa intensidad local de la fuerza magnética, y la Geología, la Astronomía, la Zoología, la Botánica y la Mineralogía se enriquecieron por su medio como apenas las enriqueció explorador alguno”. Su objetivo fue “comprender los fenómenos de los seres corpóreos en su dependencia general, y la naturaleza como un todo movido y animado por fuerzas intrínsecas”.

Hacia la América

El cinco de junio de 1799, embarcó Humboldt en La Coruña en la Fragata “Pizarro”, hacia el Nuevo Mundo. Le acompañaba el botánico Bonpland. Muchas fueron las dificultades para la realización del viaje, pero él las venció. Inclusive, hasta una tormenta hubo que aprovechar para burlar la vigilancia británica que tenía bloqueados los puertos españoles. 

Humboldt era de los hombres para los cuales no hay imposibles. Cuando se vio a bordo, estaba tan feliz, que no pudo menos que exclamar: “La cabeza me da vueltas de alegría”. Y así, alegre cual niño en fiestas, se dirige a nuestras tierras, no como el turista que todo lo ve y nada observa, sino como el sabio que tiene ojos y sabe llegar con ellos hasta las entrañas de las cosas.

En Venezuela

El 16 de julio llegó Humboldt a Cumaná. “Bonpland, -escribe- asegura que perderá la cabeza si no cesan las maravillas, tomadas independientemente, es la impresión que produce el conjunto de esta naturaleza vegetal poderosa, exuberante, y sin embargo tan dulce, tan fácil, tan serena”. 

Casi dos mil kilómetros recorren de la patria de Bolívar. Ni las serpientes venenosas que tanto abundan en las selvas sudamericanas, ni los mosquitos, ni los cocodrilos o las hambres, pudieron detener a Humboldt y Bonpland. Alimentándose con hormigas, con carne de moro, con tubérculos, arrastrando todos los peligro, no se detuvieron hasta lograr su objetivo: la confirmación de la bifurcación del Orinoco, “fundamentándola en determinaciones astronómicas”.

A Cuba

Después, se dirigió Humboldt a Cuba. Era el 1800. Su estancia en esta tierra no pudo ser más fructífera. Veamos como opina don Fernando Ortiz “Alejandro de Humboldt -dice- está íntimamente enlazado a la historia de la cultura cubana y de la conciencia nacional, pues fue uno de los que, a comienzos del siglo XIX, estudiaron los caracteres culminantes de la Sociedad que aquí vivía y sus factores geográficos, físicos, y económicos, abriendo trocha en la fronda por donde después penetraron José A. Saco, La Sagra, Poey, Rodríguez Ferrer y tantos otros”. 

Por su parte Vidal Morales, opina que fue importante la visita a Cuba, del hombre de ciencia que nos ocupa “…por haber producido una obra que dio a conocer al mundo civilizado cuanto valía esta preciosa colonia española, a la sazón casi despoblada, vírgenes sus campos y en gran parte desconocida de sus mismos poseedores”. 

Para Pezuela, “uno de los mayores méritos del “Ensayo Político Sobre la Isla de Cuba” de Humboldt, fue el de fijar la situación astronómica de los pueblos de Cuba, y de la mayor parte de sus puertos y puntos geográficos más importantes”.

Con su obra sobre este país, el sabio alemán logró prestar en efecto-, enorme servicio a la patria de Martí. Además, otros aspectos tuvo su gestión en favor de Cuba. En los alrededores de Regla y Batabanó, herborizando, 156 especies cubana-, muchas de ellas nuevas para los botánicos, -aportaron Humboldt y Bonpland. 

Sobre la caña de azúcar, respecto a cultivo y fabricación de azúcar, mucho dijo el visitante, aportando datos de gran mérito. Hasta en materia de Estadística hizo obra Humboldt en Cuba, siendo quizás el primero en ofrecer datos concretos sobre la economía insular.

Escalando volcanes

De la misma manera que Humboldt escaló las altas cumbres del saber humano en las ciencias de su predilección, obtuvo la pasión de escalar los más altos picos de la tierra. No puede resistir la tentación en Tenerife, y baja del barco que lo trae a América, para escalar al pico. 

El Chimborazo le seduce y hacia el sur pone proa, ascendiendo el 23 de junio de 1802, la enorme altura de 5,810 m., “no alcanzada hasta por pie humano”. En todas direcciones recorre Ecuador. Escala montañas y cumbres andinas. Explora las selvas y remonta los ríos. Es infatigable en mil excursiones que se suceden sin tregua, cual si fueran una misma.

Cartagena de Indias y Perú

Colombia y Perú no le son indiferentes al gran naturalista que de seguro hubiera querido recorrer pulgada a pulgada toda la geografía americana. 

De Cuba partió hacia las mesetas de Bogotá que pisaron sus plantas. Los contornos del antiguo Imperio de los Incas le cautivaron. Por eso en sus obras escudriña los orígenes y presenta las características de los descendientes de los Hijos del Sol y de Tupac Amarú, y esto hacía con ellos y con los hombres de cuantas tierras pisaba, porque Alejandro de Humboldt no era de los raros especímenes que practican la excentricidad científica, emocionandose más ante los resplandores de una piedra o los colores de una mariposa, que ante el dolor y las angustias de los hombres. 

Junto a la naturaleza muerta Humboldt estudiaba la vida, y muchas fueron las campañas que libró por aliviar el dolor del género humano.

A México

Por el mar Pacífico remontó el sabio hasta México. Visitó Acapulco, “célebre por la belleza de su rada, que parece abierta en las rocas graníticas a causa de la violencia de los terremotos; Célebre por la miseria de sus habitantes, que presencian el embarque de millones de pesos para las Filipinas y el imperio chino, y … célebre también por su clima, tan ardiente …”, como lo describe el ilustre viajero. Permanece en la tierra de Juárez un año. “Asciende el Popocatépetl, dice un biógrafo-, visita las pirámides de Cholula, escala el Cofre de Perote, y no pasa de largo sin sentarse a la sombra de los liquidambares, en los bosques de Jalapa, la tierra de los poetas y de las mujeres hermosas, en donde se oye todavía el dulce son de la zampoña clásica”,

Norteamérica

Humboldt y Bonpland tenían en Cuba lo más importante de sus colecciones y aquí estuvieron de nuevo, rumbo al Norte. Luego pasaron a Filadelfia y Washington. En esa ocasión, Jefferson colma a Humboldt de “testimonios de honor”, según él mismo afirma. 

El nueve de julio de 1804, desde la desembocadura del Delaware regresan a Europa. Llevaba Humboldt consigo no un cargamento de oro como el que habían acumulado casi todos los europeos que le habían antecedido en la visita a las Américas, sino algo mucho más preciado aún: las más valiosas colecciones y el más precioso acopio de datos para ofrecerle a la humanidad el verdadero conocimiento del Nuevo Mundo.

Humboldt, el Inquieto

El tres de agosto, arribó Humboldt a Burdeos. Enseguida, sin darse tregua casi, inicia nuevos trabajos. Con Gay-Lussac, hace investigaciones en Física, analizando el gas. Viaja a Italia con el mencionado amigo y También con Leopoldo von Buch. 

Trabaja también organizando estaciones de observación magnética, que han sido consideradas “precursoras de los actuales observatorios meteorológicos”. Por último, acomete como él lo había planeado, la edición de sus obras sobre América.

En París

Fue en la capital de Francia, en la “Ciudad Luz¨como se le llamó mucho tiempo, donde Federico Enrique Alejandro, Barón de Humboldt, editó sus obras. Allí se fue acompañando al Principe Guillermo para realizar tan importante trabajo. En la capital cultural del mundo de entonces no se da tregua un minuto. No hay sociedad científica que no visite, publicación en que escriba, tribuna que no escale, en su tarea de dar a conocer científicamente los fundamentales aspectos del continente nuevo. Por eso se dijo de él entonces que “tenía siempre las prensas de Europa en actividad, ocupadas en difundir por todo el mundo sus recuerdos y sus estudios de la vida americana”.

La Obra Sobre América

Teniendo en cuenta los tiempos en que la hizo, hay que pensar cuántas no serían las dificultades y cuál no es el mérito de la obra realizada por Humboldt para editar su obra “Voyage aux régions équinoxiales de nouveau continent, fait in 1799-1804”. 

Tal y como cuenta la Historia, el gran naturalista realizó una verdadera movilización de técnicos para llevarla a cabo, encargando de cada una de las secciones en que la dividió a un especialista. La edición principal contó con treinta volúmenes, llenos de atlas y grabados en cobre. Los mejores grabadores de la época fueron reunidos por él para que hicieran las ilustraciones de una obra que aún hoy, con todos los adelantos y facilidades de las artes gráficas, resultaría difícil, laboriosa y de un alto costo.

 Durante veinte años trabajó Humboldt en la preparación e impresión de sus obras. Para ello contó con la cooperación de los especialistas más capaces entre los cuales figuraban Oltmauns, Kunth, Cuvier, Latrell, Valenciennes, Gay Lussac, Thénard, Vaquelin, etc

Humboldt y la Literatura Popular

Antes de cerrar este breve estudio sobre la personalidad del sabio alemán, con relación a sus trabajos sobre América, hemos de destacar un nuevo mérito suyo. No fue él uno de estos científicos que poseídos tal vez de un complejo de superioridad ostensible, escriben únicamente para mentes cultivadas y hasta especializadas en las disciplinas que tratan. No. Humboldt escribió siempre para el común de los lectores, para los pueblos. Por eso se le considera el creador de la literatura científica popular. Y si a esto se agrega su preocupación en favor de la difusión de la cultura, su ayuda personal a muchos jóvenes que bajo su protección pudieron cultivarse, fácil es comprender la gratitud sincera que para él nace del corazón de todos los pueblos de la tierra, especialmente aquellos que visitó, en los cuales adquirió derecho de ciudadanía.

Humboldt y América

Humboldt se enamoró de América: la visitó. Intrigaron su curiosidad científica los secretos de su naturaleza: los estudió. Quiso dar a conocer a la humanidad el resultado de sus investigaciones en todo un mundo nuevo: lo hizo en forma completa y admirable. 

Y, después de todo esto, tanto se había encariñado que le vemos soñar nuevamente, ya vecino a la senectud, con la tierra y el alma americana, donde su juventud gloriosa de explorador insigne, había vibrado tantas veces de emoción profunda. Por eso dice: “Quiero salir de Europa y vivir bajo los trópicos, en la América española, en un lugar donde he dejado algún recuerdo y en donde las instituciones se armonizan con mis anhelos”. Pero, no le fue posible. No pudo volver a recrear los ojos y el espíritu con la esplendidez de la naturaleza americana, ni a estrechar la diestra de los amigos que dejó por estas tierras tan queridas. 

Su último viaje fue hacia el Oriente. Bajo otros cielos y para otras gentes. Su corazón que tanto quiso a América no pudo volver a sentirla de cerca. Y América no tuvo la suerte de agradecer a Humboldt, abrazándolo de nuevo, todo lo que hizo por ella.

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