Por Álvaro J. Álvarez. Exclusivo para LIBRE
En el “Informe sobre la Situación de los Presos Políticos y sus Familiares en Cuba”, publicado en mayo de 1963, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA (Organización de Estados Americanos) examinó especialmente el problema de la mujer en el presidio político en ese país dejando constancia de que, conforme con las denuncias, las presas políticas en Cuba han experimentado un “trato extremadamente humillante, encaminado a destruir su resistencia moral y a degradar su dignidad de mujer”.
A partir de entonces la Comisión continuó recibiendo comunicaciones o reclamaciones en las cuales se hacía especial mención de la situación en que se encontraba la mujer en el presidio político en Cuba.
Del contenido de tales denuncias se llegó al conocimiento de que las presas políticas en Cuba continuarían siendo sometidas a tratos crueles, inhumanos y degradantes y estarían siendo víctimas de un régimen carcelario incompatible con su sexo, en el cual se las trata con extremado rigor sin tener en cuenta edad, estado de salud, estado civil ni condición pre o post maternal.
A continuación, se transcriben las partes pertinentes de las denuncias en las que se hizo referencia a esta situación:
1. Las tapiadas. Este nombre lo recibieron las presas políticas cubanas que, introducidas en unas celdas, donde eran recluidas por haber transgredido la férrea disciplina del penal. En esas celdas no había luz, ni casi había agua. Las presas permanecían desnudas en un espacio muy reducido. El alimento se les servía, a horas diferentes, para que no tuvieran noción del tiempo. No podían recibir visitas ni correspondencia. Allí permanecieron, en estado de promiscuidad, por semanas enteras.
2. El Relato de Dos Expresas.
a).- Domingo 14 de mayo de 1961, Día de las Madres, eran 100 mujeres presas en la prisión de Guanabacoa y querían trasladarlas para Guanajay, donde las condiciones eran insoportables. Trataron de resistirse, tomaron 20 de las mujeres llevándolas a una celda, de donde las sacaron unos 60 guardas y comenzaron a golpearlas. Toda la prisión estaba cercada por unos 600 hombres y mujeres armados. Al fin lograron llevarse en el camión-jaula a esas 20.
A los 80 restantes les pusieron mangueras de agua con una presión de 200 a 300 libras que las hacía rodar por el piso. Había una presa Raquel Romero, que tenía seis meses de embarazo y le apuntaban la manguera directamente al vientre para hacerla abortar. Muchas corrieron a protegerla y cubrirla con sus cuerpos. El agua a presión dejó una fuerte marca en sus pieles por unos meses. Después del agua, volvieron los hombres a golpearlas.
b). En la cárcel de Guanabacoa en enero, murió de parto Lydia Pérez León, de 21 años, por falta de asistencia médica. Su esposo, preso en otra cárcel, al saber de su muerte, se suicidó. Entre julio y septiembre de 1961 fueron sometidas a fuertes requisas (registros efectuados por los guardianes) y les quitaron todas sus pertenencias. Estas requisas siempre terminaban con golpizas y castigos. Una noche, una presa se puso muy enferma y vomitaba constantemente. Comenzaron a gritar pidiendo un médico, pero ignoraban sus gritos. Así continuaron hasta hacerse oír, y les contestaron, comenzando a disparar contra ellas. Las marcas de los tiros cubrían las paredes. Entonces entraron a las galeras y las golpearon inmisericordemente. Más de 50 quedaron heridas.
En diciembre de 1961, murió Julia González-Roquete, de 50 años. Tenía un fuerte dolor de muelas, pero no se le dio atención. Cuando se agravó la sacaron de la celda para que muriera afuera. Murió de septicemia. Su esposo estaba preso, la enterraron apenas 12 horas después de muerta.
c).- En julio de 1962, se implantó un nuevo sistema de disciplina férrea. El castigo sin razón era constante. Más de la mitad de las presas no tenían visitas. Al mediodía del 4 de julio llamaron a cuatro mujeres a la oficina y las metieron en un camión que decía “Muebles” completamente cerrado. Una logró escapar y salió al patio gritando avisos del traslado. Enseguida 4 ó 5 hombres la cogieron y comenzaron a golpearla. Mientras tanto, unos 150 hombres y mujeres armados entraron al patio, caminando adonde estaban las engaleradas (por este nombre se les denominaba a las que estaban encerradas en las celdas sin poder salir al patio) y llamaron a 25 por sus nombres, diciendo luego: “Traslado”.
El patio se convirtió en una arena de lucha. Gritos, insultos, amenazas, golpes, malas palabras, blasfemias, el ruido de los cráneos rotos, sangre. Dentro de los pabellones quedaban muchas engaleradas, nada podían hacer por ellas sino desesperarse y gritar. Una joven negra, Juana Drake, fue sacada de la celda y golpeada durante todo el camino mientras el miliciano le gritaba, “camina, negra de mierda”. Esta joven, después de cumplir una sentencia de 3 años, fue de nuevo encarcelada a otros 3 años con las presas criminales, por escribir en la pared en inglés, español y francés un letrero diciendo “Tenemos el derecho a ser libres”.
d).- El viernes 20 de julio de 1962, temprano en la mañana llamaron a 65 presas con orden de recoger sus pertenecías, las montaron en camiones totalmente cerrados sin ventilación y las llevaron al aeropuerto militar de Columbia, diciéndoles que iban para Rusia e insultándolas durante todo el camino. Las llevaban para Santiago de Cuba, otra vez las metieron en camiones-jaulas e iniciaron el viaje de todo un día y toda una noche sin darles agua ni comida en camino a la cárcel de Baracoa. Cuando pasaron por Guantánamo gritaban que eran presas políticas y el pueblo entero salió a la calle.
En ese traslado iba María Amalia Fernández del Cueto (1928-2012) con Amadita Simón Fernández, su bebita de 23 días de nacida en prisión, a quien tampoco dieron ni agua, y cuando lograron darle alguna era agua salobre, lo cual la puso tan grave que al salvarse le dieron el sobrenombre de “Milagritos”, pues sólo un milagro pudo evitar su muerte. En Baracoa, la prisión era del tiempo de La Colonia, inadecuada e insalubre, el castigo fue muy fuerte, hubo muchas agresiones físicas, empujones y puñetazos. Un guardia les tiró una botella que hirió a María Julia Martínez Pérez, haciéndola sangrar mucho, la Dra. Isabel Rodríguez García, presa también, tuvo que improvisar una cura, sin recurso sanitario alguno.
Fueron seis meses sin atención médica, sin agua apenas y comida infrahumana hasta el retorno el 13 de enero de 1963.
Las llevaron hasta el aeropuerto de Santiago y de allí hasta el de Columbia, luego hacinadas en el piso de un camión y cubiertas con una lona. Cuando llegaron a Guanajay, colocaron el camión bien pegado a la reja del pabellón y empezaron a bajarlas a pescozones. Les dieron golpes y gaznatones de todo tipo. La pobre Reina Peñate se cayó al bajarse y ya en el piso le dieron patadas.
¡Al llegar allí, trataron de desnudarlas a todas para hacer “un buen registro”, mujeres que durante seis meses no habían podido cambiarse de ropas!
Entonces, cuando se bajó Graciela Varela García, al pasarle por el lado a Manolo Martínez, el director de prisiones, le espantó una galleta en plena cara: ¡Toma, Manolo Martínez ¡PAF!, por los 6 meses que nos tuviste en Baracoa!
Y de nuevo, los golpes, nadie pisó el suelo, volaban por el aire a puro golpe, les dieron una pateadura tal que las mismas milicianas les decían: ¡No griten, no se rebelen, las van a matar, nos han dado orden de matarlas!
Igualmente trataron de hacerles lo mismo a las que habían permanecido “engaleradas”, que cuando se resistieron a dejarse desnudar, las golpearon salvajemente.
Una de ellas, Silvia Perdomo (luego de salir residía en Miami), fue halada por el pelo tan violentamente, que le arrancaron por completo su “cola de caballo”. Las golpearon en los senos y en vientre dándoles fuertes patadas. A otra le separaron las piernas entre dos, mientras un tercero la pateaba en sus genitales. Aquello duró hasta las cinco de la mañana y cuando las dejaron, quedaba un rastro de mujeres que durante días no pudieron comer, adoloridas, sangrantes y con mucho frío, porque había 5 grados (41 Fahrenheit) y sólo tenían puesta un pijama.
Las mantuvieron “engaleradas” por más de 6 meses, sin visitas ni jabas (bolsas) de comida.
e). En julio de 1963, seguían engaleradas cuando una noche las visitó el Jefe de Prisiones, Manolo Martínez. Ellas sabían venía a crear problemas, porque él era un caso mental. Desde que el castigo estaba casi finalizando (enero a julio), ellas habían acordado no hacer nada que pudiera provocar su ira. Se mantuvieron calladas para evitar problemas y al notar nuestro silencio se puso histérico y comenzó a mandar mujeres a las “tapiadas”. Éstas son celdas con planchas de acero sobre puertas y ventanas donde no entra claridad alguna, y como facilidad sanitaria sólo hay un hoyo en el piso. Llamó nombres al azar, indiscriminadamente, hasta contar 40. Las mantuvo tapiadas, sin ventilación y en total oscuridad, sin cama ni agua para lavarse, con el mismo uniforme durante 40 días. Sólo hacían una comida de harina hervida y dos pequeños vasitos de agua al día. Muchas fueron mordidas por arañas y ratas. Al salir, no podían abrir los ojos a la luz.
f). En febrero de 1964, enviaron a 64 presas a las tapiadas durante seis meses.
g). En noviembre de 1964, dos meses después de soltar el segundo grupo de “tapiadas”, el capitán San Luis, del Departamento de Prisiones, borracho habitual, entró al pabellón completamente ebrio, comenzó a insultarlas. Todas se asustaron y les pidieron que se fuera porque estaba borracho, entonces comenzó a disparar contra el techo. Vinieron unos milicianos y se lo llevaron, pero tomó venganza más tarde, llevándose otras 60 presas a las “tapiadas”, esta vez por cuatro meses.
Casi todas regresaron cubiertas de hongos y otras ulceraciones, otra cayó en coma hipoglicémico porque le negaron una cucharita de azúcar que necesitaba. Otras contrajeron enfermedades del hígado y la vesícula, así como úlceras.
El capitán San Luis se llamaba Eliseo Reyes Rodríguez fue uno de los 16 cubanos que invadieron Bolivia con Guevara en 1966, murió el 25 de abril de 1967 y entonces el Ché dijo: “murió mi mejor hombre”, ¡esta porquería humana, era su mejor hombre!
h). Llegó 1965 y cada 10 ó 16 meses las sacaban para interrogarlas. ¿qué pensaban de Dios, de la revolución, de Cuba, de los EE.UU, de los programas de rehabilitación, qué les gustaría hacer si fueran libres, etc.? Era una comprobación anual de sus mentes. En esa ocasión, 60 mujeres se negaron a someterse nuevamente a este tipo de tortura mental, pero fueron llevadas a la fuerza.
Durante estas golpizas, las “engaleradas” sólo podían gritarles “cobardes y asesinos” mientras les llegaba su turno para ser golpeadas. Una presa, resultó tan dañada que durante cinco días estuvo tirada en el suelo, incapaz de moverse o emitir palabra alguna. Las súplicas no lograron que le dieran asistencia médica. Durante meses sólo orinaba sangre.
i). En noviembre de 1966, se implementó el trabajo forzado, se resistieron, nuevas golpizas, nuevas “tapiadas”, nuevos confinamientos.
Para afectarlas trajeron mujeres del presidio criminal, mujeres enfermas mentalmente, degeneradas física y moralmente y las situaron sobre sus celdas. Durante 30 días y noches, sin descansar, efectuaron un “toque de lata”, golpeando los barrotes de las celdas con platos de lata. El ruido era infernal, los nervios a punto en que parece que las cabezas van a reventar, no podían descansar ni dormir. No contentos con eso, ponían amplificadores a todo volumen el himno comunista “La Internacional”.
A los 30 días de esto, habían llegado al máximo de resistencia, de pronto paró el ruido y durante días ellas seguían oyendo aquello en sus mentes. Ahora, el silencio tampoco las dejaba dormir, fue una experiencia demoledora de nervios. El ruido se les había incrustado en sus cerebros.
j). Les dieron un ultimátum: O iban al trabajo forzado o les traían a las presas “comunes” a vivir con ellas. Esto hubiera acabado con todas. Salían a trabajar de 7 a 11:30 y 1:30 a 5, cortando hierba en el campo con guatacas. Al regresar a los pabellones, las encerraban hasta el día siguiente. La comida seguía siendo infame. Durante cuatro meses sólo huevos hervidos y carne rusa. Al tercer mes, alguna que otra no podía comerse aquello.
Una que contrajo una hepatitis contaba que durante más de 15 días sólo ingirió pan, agua, azúcar y un pedazo de tomate y lechuga que logró robarse del campo.
Desde el 8 de noviembre de 1965 al 18 de abril de 1967 las mantuvieron “engaleradas”, fueron 17 meses.
El 18 de abril las sacaron de Guanajay porque necesitaban más espacio para los hombres que no cabían en otras prisiones y las retuvieron en la cárcel de Guanabacoa antes de llevarlas para el Campo de Concentración, irónicamente llamado “América Libre” que fue convertida en una granja avícola para trabajar las presas, anteriormente era la finca Hurra, que le fue robada a Sara del Toro Abril y su esposo Amador Odio Padrón cuando ambos fueron detenidos y encarcelados.
Eran unas 400 mujeres, aproximadamente 45 por celda, con apenas espacio para moverse y “engaleradas” durante un mes entero.
En ese Campo de Concentración se intensificó la disciplina, el trabajo y el castigo. Había dos largos pasillos que fueron convertidos en galeras. En uno (50 x 70 pies) mantenían 350 mujeres, en el otro (12 x 34 pies), los 50 restantes. Crearon una “Corte” para juicios, con un jurado formado por tres o cuatro milicianos que las castigaban por casi cualquier cosa, cancelando sus visitas, correspondencia y jabas o paquetes con comidas.
Cada lunes había “Corte”, siempre con un promedio de 25 condenadas. Alguna siempre era condenada a suspensión de las visitas, el correo y las jabas durante tres meses, por ejemplo, el coger un mango que se había caído del árbol y guardarlo entre los muslos, zona que adquirió el nombre de “la valija diplomática”.
Una muchacha, cuyos padres estaban próximos a salir del país y ella cuidaba mucho que no le fueran a cancelar la última visita, fue acusada de “mirar con odio a una miliciana” y fue castigada durante seis meses.
Otra fue castigada tres meses por no ir a trabajar bajo un fuerte ataque de asma que casi le impedía respirar.
No tenían ropa de abrigo alguna. Sólo dos uniformes de mezclilla y dos piezas de ropa interior y una sábana para taparse. Trataban de conseguir papel de periódicos para cortarlos en tiras y ponerlos entre las ropas y sus cuerpos y dentro de las medias. Después de dos meses de intenso invierno, les dieron una camiseta enguatada a las mujeres de más de 60 años.
Las comidas: el desayuno era a las 6 a.m., agua caliente con azúcar prieta. A las 12 del día fideos hervidos o un caldo claro de frijoles, a veces del tipo “Guanina” que es alimento para cerdos, y un pedazo de pan. A las 5:30 p.m., caldo de frijoles con picadillo de carne rusa o harina, huevos o arroz hervidos, con un pedazo de pan. Sabían que durante la noche tendrían hambre y no les dejaban llevarse el pan para la celda. Algunas veces lograban esconderlo bajo sus ropas porque no podían dormirse con el estómago tan vacío.
Una de las reclusas tenía hipercloremia (un nivel elevado de cloruro en la sangre) y su Vesícula Biliar apenas le funcionaba, todavía tenía la hepatitis y los nervios le producían fuerte taquicardia. De 140 bajó a 102 libras.
Las cosas empeoraron. Las nuevas reglas disponían una visita cada 30 días y permiso para recibir o escribir una carta cada 45 días. Hacían lo indecible para que ellas aceptaran el Plan de Rehabilitación.
En octubre de 1969, fue el cumpleaños de una presa y quisieron festejarla, cantando y bailando para ella. A los milicianos no les gustó y de pronto irrumpieron en la celda para hacer una inspección. Rompieron todo a su paso y las golpearon con cables eléctricos forrados, maderos y machetes. Cuatro hombres y tres mujeres lanzaron al suelo y golpeaban a una compañera presa, y cuando otra presa trató de ayudarla, le dieron tres planazos en la espalda con un machete, de uno de los cuales conserva aún la cicatriz.
Ese día dejó un balance de brazos rotos, una cabeza con 14 puntos, tres presas con costillas fracturadas y todas con lesiones de la golpiza. Una de las muchachas quedó tan gravemente lesionada que durante un mes se pensó que perdía un ojo.
Las mujeres que aún están presas en este Campo de Concentración América Libre, recientemente nombrado “Nuevo Amanecer”, siguen bajo las peores condiciones, sin comida, sin atención médica, casi sin visitas ni correspondencia, enfrentadas a la cruel realidad de que mientras tanto se habla de los prisioneros en otras partes del mundo, la situación de los prisioneros cubanos permanece ignorada.
Este relato está tomado del libro “Todo lo dieron por Cuba” de Mignon Pérez de Medrano, 1995. Doris Delgado Soulary (alias Japón) era nieta de chinos, tenía un tipo exótico cuando se unió a la lucha contra Batista en El Escambray. Era muy menudita, pesaba 92 libras y llevaba una melena negra cortica.
A principios de 1959, la revista Bohemia publicó una foto de Errol Flynn con ella. Un día, mientras preparaba arroz frito, el actor la llamó japonesa.
El 7 de octubre de 1960, salió para Miami por Varadero.
Doris se fue a vivir a New Jersey y allí se inscribió en el Ejército de Liberación.
En noviembre de 1960 trajo en un barco armas para El Escambray, luego ese mismo mes regresó y se infiltró en Cuba con el nombre de Gina y el 1 de enero conoció a Bernardo Corrales (1932-1961), un capitán que luchó contra Batista y que se alzó en El Brujo, Pinar del Río, y Gina con ellos, fueron cercados, rompieron el cerco y les echaron encima 32,000 milicianos. Luego Corrales fue capturado y fusilado en diciembre de 1961. Gina (Doris) pudo escaparse.
El 5 de agosto de 1961 cambiaron la moneda en Cuba y la cosa estaba muy mala, no había quien la escondiera. Fue a parar a casa de su hermana y en media hora, disfrazada y todo, la cogieron Tony Santiago y Eduardo González, pero nunca la asociaron con Gina, la alzada de Pinar del Río.
La acusaron por lo del transporte y por salida y entrada ilegal al país. En el juicio en La Cabaña, en la Causa 538 de 1961, la condenaron como La Japonesa a 30 años. Ese mismo día, en ausencia, en Pinar del Río la condenaron como Gina a 20 años.
En total la condenaron a 50 años de prisión.
La llevaron para Guanabacoa. Estando en Guanajay murió su mamá. Llevaba cinco años de cárcel y durante ese tiempo solo la pudo ver cuatro veces.
Un día, recién sacadas de un castigo, el jefe de prisiones, Manolo Martínez, les trajo unos bates y pelotas, para congraciarse con ellas. Doris le dijo que no aceptaba nada de ellos, que ellos les daban castigos, patadas, dolor. Se enfureció tanto que le iba a venir para arriba, pero el director vio la situación y lo paró. Si la llega a tocar, le hubiera partido el bate en la cabeza. Cuando estás en una tapiada es cuando entra Dios. No es que tú lo llames, entra él solo, viene a ampararte.
Un guardia le iba a dar un machetazo a Teresita Bastanzuri Barrios (causa 409/1962 y 30 años de condena) y Doris quiso parar el golpe y quitarle el machete, pero allí estaba Miguel Toledo, que le dio una patada tan fuerte en la cara que le rompió el músculo facial completo. Durante tres meses tuvo la cara irreconocible, la parálisis facial le duró un año. Le desbarató la cara, la herida se le infectó a pesar de los tratamientos. Perdió muchos dientes y los que le quedaron estaban flojos. Entre tantas tapiadas y golpizas, esa patada fue la que desgració su cara y su vida.
Por romper los ventanales de América Libre la llevaron castigada para El Caney en Santiago de Cuba. La metieron en una ‘gaveta’, de esas en que una tiene que entrar agachada porque hay gente arriba y gente abajo.
Tanto en Guanabacoa como en Guanajay, Doris fue enviada como medida disciplinaria a las Tapiadas. Cary Roque las describe así:
“Una Tapiada de Guanabacoa es como una bartolina, con una hermética plancha de hierro por puerta, tiene un muro como cama de piedra y en el piso un hueco con dos planchas de concreto, llamadas ‘patines’, para poner los pies, agacharte y hacer tus necesidades, cuando puedes y las ratas no te saltan desde el hueco para morderte. Del techo cuelga una cadena para soltar agua sobre ese hueco, cuando dan agua y ese es el mismo hueco donde cae el agua para bañarte”.
Las Tapiadas de Guanabacoa tienen una peculiaridad sobre las de otras cárceles son soterradas. están bajo tierra, exactamente bajo la galera #4, a mucha profundidad y sin ventilación, con una humedad indescriptible, por eso las llaman Los Pozos.
El 13 de marzo de 1979, casi a la medianoche, le entregaron el pasaporte ya con la foto que le habían tomado y le dijeron: “Mañana tiene que presentarse con estos papeles, váyase”. Doris protestó: “Pero son las doce de la noche, si no me van a llevar, déjenme llamar a mi hermana porque yo no tengo dinero”. La respuesta no se hizo esperar: “Ni puede llamar ni hay dinero para eso, ¡coja por ahí para abajo!”.
Bajó las cuatro leguas a monte cerrado, fue muy agradable. Ella se crio en el monte y estuvo alzada en el monte. Llegó al pueblo como a las dos de la madrugada, se sentó en el parque y se le acercó un mulatico preguntándole: “¿Qué le pasa?”. Le explicó que era una presa recién puesta en libertad, pero que ni tenía dinero para el transporte ni podía llegar caminando hasta Santiago de Cuba. Él le buscó un chofer que no solo la llevó hasta la casa de su hermana, sino que no aceptó pago alguno y dijo: ‘Écheme un poco de agua en el radiador y más nada, para mí ha sido un placer traerla”.
El 24 de abril le dieron sus papeles en la sección de intereses de EE.UU. y el mismo 24 llegó a Miami, donde murió el 14/feb/2001. “Yo creo que todo lo hecho valió la pena, porque se hizo de corazón”. Doris Delgado Soulary, cumplió 18 años de presidio político en Cuba.
Mary Martínez Ibarra describe una Tapiada de Guanajay:
“Tenía menos de 2 m. de largo x 1.5 de ancho. Nos tenían sin agua, vivíamos en la podredumbre con el mal olor de un retrete lleno de excrementos y orines para el que sólo nos daban agua cada 15 días. Nos bañábamos cada 15 días y lo peor era cuando teníamos la menstruación, sin higiene ni trapos con que contener la sangre. Recuerdo que como los custodios eran hombres y mujeres, una presa tuvo que pedirle a un hombre un poco de algodón y aquello fue una humillación para todas. A veces había que arrancar pedazos de la colchoneta para solucionar la necesidad tan grande que teníamos”.
Mercedes Roselló Blanco (Margot), quien fue arrestada junto a Cary Roque cuando estaba de parto en la Clínica El Sagrado Corazón, coincidiendo con el bombardeo de Columbia el 15 de abril de 1961, contó lo ocurrido: “Cuando llegué a Guanabacoa ya traía los puntos de mi cesárea casi podridos, con fetidez. Cary, Maribel y Emilia Tamarit trataban de curarme, hasta que lograron que me llevaran al Hospital Militar a que me quitaran los puntos. Después, ellas mismas me limpiaban con alcohol, lo cual era tremendo logro”.
Gloria Argudín Obregón, el 19 de septiembre de 1960, con 19 años, fue arrestada en una finca en la zona cercana a Mataguá (11 km. al norte de Manicaragua) y la llevaron para Topes de Collantes, donde fue torturada y simularon un fusilamiento con balas de salva. Argudín le pidieron 30 años, pero fue condenada a 15, fue trasladada a Guanabacoa, Guanajay y estuvo entre las 65 presas enviadas a Baracoa en 1962.
Vivian Fernández Rodríguez (Vivian de Castro) artista de televisión, dejó su vida tranquila en la ciudad para ir al Escambray a colaborar con las tropas alzadas en armas, y allí fue detenida y condenada a 15 años de cárcel en la causa 821/1960.
Caridad Roque Pérez (Cary Roque). A causa de una delación, contando 19 años, junto a otros activistas pro-libertad, resultó detenida el 17 de abril de 1961. En el G2 estuvo 4 meses bajo interrogatorios. Juzgada el 22 de septiembre, causa 238 de 1961, fue sancionada por “terrorista” a 20 años de prisión. Siete de su causa fueron fusilados.
Olga María Rodríguez Fariñas. Nació en Santa Clara el 22 de abril de 1936. Se casó con William Morgan y quedó viuda con dos hijas. Condenada a 30 años en la causa 1014/1961.
Estuvo entre las 65 presas que desde Guanajay fueron para Baracoa en 1962. Murió en 2024.
Manuela Calvo Barrera. Fundadora del Movimiento Demócrata Cristiano en 1959 y coordinadora nacional del Movimiento Femenino por la Democracia Cristiana. Mujer de aspecto gentil, pero de fuerte temple, concentró sus esfuerzos en escribir y repartir proclamas mimeografiadas, relacionadas con la ley de la patria potestad y encontrar casas para esconder a muchachos perseguidos, transportarlos, buscarles asilo en embajadas y sacarlos de Cuba. Juana nombre con el cual Manuela era conocida dentro de su movimiento, fue arrestada por primera vez como presunta complicidad en la fuga de varios exsoldados del comandante Huber Matos en la Sierra Maestra que estaban cumpliendo prisión en el Castillo del Morro. El padre Testé, párroco de la Iglesia de Nuestra Señora del Pilar, en El Cerro, pidió permiso para visitarlos y ofrecerles confesión, mientras se preparaba la fuga. Cuando ésta se produce, Manuela los escondió hasta que pudieron salir por el Punto Fundora.
En ese primer arresto, a Manuela no pudieron probarle algo. Una vez cumplida esa labor, se dedicó a recorrer la Isla junto con José “Pepín” Fernández Badué, alias Lucas (sin duda el único Jefe del MDC que más y mejor trabajó dentro de Cuba). Rasco lo organizó y se fue, luego Enrique Ros le siguió y se fue) para crear jefaturas y ampliar el movimiento. Después que Rasco salió al exilio, la Democracia Cristiana pasó a la clandestinidad.
Manuela seguía haciendo y distribuyendo proclamas en las iglesias, que una y otra vez eran copiadas, para un efecto multiplicador. En esas actividades estaba cuando el 7 de septiembre de 1960 la detuvieron en el aeropuerto de Santiago de Cuba. En ese viaje conoció a Jorge Mas Canosa, entonces tenía 17 años y se fue clandestino de Cuba, si lo cogen, lo hubieran fusilado. En ese viaje a Santiago, paró en el domicilio de la familia de Pepín Fernández Badué y cuando estaba sentada en el aeropuerto, acompañada por el abogado Dr. Ulises Calzado, quien también regresaba a La Habana, un militar le dijo: “Venga conmigo, tengo una orden de registro, no sabemos por qué usted está aquí”. La registraron y al no encontrar nada la dejaron ir porque dijo había venido al Cobre a cumplir una promesa a la Virgen.
Al pasar junto al Dr. Calzado entre dientes le dijo: “No te sientes junto a mí en el avión”. En el aeropuerto de La Habana la esperaba Pepín Fernández Badué, al verlo le dijo: “No me sigas, me voy por otro camino”, así trabajaban, para no comprometer a otros. Manuela estaba divorciada y vivía con su hija Natalia y su madre.
El 13 de octubre de 1960 entre 2 y 3 pm yo estuve en su apto. en Amenidad y Cruz del Padre, frente a la Canada Dry, la conocí como Juana, le entregué mi pasaporte, que ella llevaría al jefe del CIA en la embajada para le pusiera la Visa. No la volví a ver hasta 1979, en Miami.
Esa noche ya tarde, tocaron a la puerta de su casa, con ese toque especial, temido y esperado.
Se la llevaron para el Dpto. de Seguridad del Estado de Quinta y 14, Miramar y la tiraron como un fardo. No la llamaron en todo el día siguiente. En la noche comenzaban los interrogatorios, bajo luces y más luces, con un frío inaguantable, a punto de congelación. Venía uno y te preguntaba, venía otro y otro, todos acosándola de preguntas y ella negándolo todo. A los tres días escuchó unas pisadas que pasaban y tuvo una corazonada de que era ella, su hija.
Entonces vino un tipo llamado Casanova y le dijo que la tenían al lado y que había declarado que ella estaba conspirando, se enfrascó en una fuerte discusión.
Como esa era una antigua residencia, en los altos mantenían detenidas a las mujeres y en los bajos a los hombres. En ambos pisos se oían toda clase de gritos, angustiosos lamentos y golpes en las paredes, para desestabilizarlas.
Allí llevaron a Natalia, su hija y cuando se reunieron le dijo: “Mima, me han vuelto loca, pero yo no sabía nada de lo que me preguntaban”. ¡Ésa fue su tranquilidad, siempre la mantuvo al margen!
A los tres días la soltaron y le dijeron: “Váyase a cuidar a su abuela”.
Manuela llevaba 12 días en el G-2 cuando cogieron a Nancy Ibargollin, una joven que cumplió allí los 18 años y a quien no lograron sacarle una palabra, fue una tumba. Nancy cantaba muy bonito y para acallar su angustia, se ponía a cantar. Entonces Abelardo Colomé Ibarra “Furry” el jefe del G2 entonces le mandó a decir que, si seguía cantando, la iba a meter en el calabozo.
Como las persianas no cerraban bien pudo ver el desfile de hombres y mujeres, era algo constante, día y noche. Así vio cuando trajeron al comandante Jesús Carreras Zayas (1933-1961), el padre de la ingeniera Lourdes del Pino, del Club de Genealogía de Miami) y a William Morgan, ambos fusilados el 11 de marzo de 1961.
El juicio de Manuela duró un día entero, juzgaron a dos mujeres y a 13 hombres, los vejaron, los insultaron y les dijeron horrores. Los hombres los condenaron a 25 y 9 años, ellas dos mujeres a 6 años de prisión. A las dos mujeres las llevaron para Guanabacoa, era el 14 de mayo de 1961, Día de las Madres, el muy recordado día de las mangueras de agua y los golpes, todavía con las madres y los hijos de las presas de visita.
Luego las llamaron por una lista y las metieron en guaguas colegiales y las llevaron castigadas para Guanajay, allí iban junto con Manuela: Genoveva “Beba” Canaval Villanueva, Clarivel Hernández, Nancy Ibargollin, Zeida Cuesta, Miriam “Minín” Hernández, Hilda Pelegrín, Estrella de Oro Monteagudo, Berta Portillo, Violeta Blanco y la americana Geraldine Chapman, entre otras. Manuela fue otra de las 65 que trasladaron para Baracoa.
En Miami trabajaba desde tempranas horas de la mañana distribuyendo tabacos y cigarrillos en varios condados. Falleció el 25 de diciembre de 2015, sin haber dejado de luchar por Cuba.
José “Pepín” Fernández Badué, fue Ministro de la Eucaristía durante muchos años en la Iglesia Saint Kevin en Bird Road y la 127 Avenida en Miami. Me contó que cuando se fue a naturalizar ciudadano americano tuvo “La Agencia” que darle papel para probar que él había llegado a Los Cayos en un barco de la CIA desde Cuba.
Ana Luisa Alfonso. – La noche del 15 de enero de 1962 ella, su esposo y 27 personas más, trataban de escapar en el yate Pretexto de 31 pies de eslora por Barlovento (Jaimanitas) cuando fueron interceptados y ametrallados. Murieron 5 incluyendo 3 chinos de Bauta. Ana Luisa, herida en la mano derecha, perdió 3 dedos, condenada en la Causa 60/1962 a 20 años. Como demoraron más de una semana en darle atención médica, casi pierde la mano. Estuvo en Guanabacoa y Guanajay.
Ana Lázara Rodríguez, nació en 1938 estaba conspirando con el MRR cuando fue detenida en 1961 y condenada a 30 años. Se escapó de Guanajay, pero la capturaron, participó en varias huelgas de hambre. Fue una de las 65 de Baracoa y al prenderle fuego a un colchón causó un incendio que tuvieron que trasladarlas para Guanajay. Cumplió 19 años y llegó a Miami en 1980.
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