Por Bertha Díaz Martínez (1950)
Primitivos adoradores del sol y del fuego.- Los ritos paganos y la recolección de las cosechas.- Cristianismo Vs. Paganismo.- Institución del “Día de los Difuntos”.-El clásico “Don Juan Tenorio”. -”Huesos de Santo”, “”Velitas” y “Planets”. -Plumas de gallo que transportan a Africa.-Faroles funerarios.-Origen británico del Halloween”.- Superticiones del “Halloween”. -Descubrimientos arqueológicos, fuentes de cultura.-La moneda para entrar en el Paraíso.-Función del “Desviador de almas”.-”Día de Difuntos” en la Isla de Janitzio.-Coatlicue”, personificación de la “Madre Tierra”.-El alma victoriosa de la muerte.
Entre la alegre y bulliciosa fiesta de Hallowen con sus brujas, duendes y fantasma que nuestros vecinos del Norte celebran el 31 de octubre y la severa y piadosa comemoración del Día de los “Fieles Difuntos” que cada 2 de noviembre se lleva a cabo en Cuba no parece existir punto alguno de contacto. Sin embargo son dos tradiciones hermanas que nacieron de un ansia común a todos los hombres primitivos, su miedo al hambre y al fenómeno inexplicable de la muerte. Tanto como a un deseo natural por alimentarlo, conservación de la vida y supervivencia del ser aún después de haber ocurrido esa muerte que les llenaba de terror.
Ante esos temores y deseos, colocados en un mundo duro y hostil, los pueblos que originalmente poblaron la tierra, buscando un apoyo espiritual a su desvalidez, comenzaron a adorar cosas que en principio lo sorprendían y admiraban, la luna, las estrellas y el sol.
Y cuando un elemento hallado al azar el fuego, entró en sus vidas, viendo que alumbraba, quemaba y lucía tan maravilloso como el mismo sol; tenía la virtud de alejar las fieras y, por extensión , de ahuyentar a los espíritus de los que habían muerto, también se postraron ante él y lo adoraron.
Fue así que nacieron los ritos paganos y la creencia de que los espíritus de los muertos de vez en cuando volvían a la tierra. Sobre todo en la recolección de las cosechas y ante ese primitivo temor porque el “pan” cotidiano peligrara, se dieron a pensar que los espíritus malévolos o burlones podrían malograrlas. De ahí que en esas recolecciones o al inicio de ellas les acompañarán celebraciones tendientes a halagar a los espíritus- más tarde elevados a la categoría de dioses- o de alejar sus pretensiones perversas intenciones.
Los druidas, -sacerdotes-magos galos y británicos- por ejemplo, tenían señalado un día para que Samín o Samen, Señor de la muerte, conjurara a los malos espíritus. Las hogueras-representativas de su adoración al sol y el ofrecimiento de frutos como la manzana y las nueces, eran características señaladas. El nombre “oidhche shamhna” -Vigilia de Samén-todavía se menciona en algunas partes de Irlanda para designar el 31 de octubre o de Halloween- que se deriva de la palabra “halwe” o sagrado.
Por su parte los romanos, el día primero de noviembre, antes de almacenar cosechas invernales, rendían a la diosa de los frutales, un festival con análogas particularidades.
Y, asi mismo, el 21 de abril llevaban a efecto las Palilias en honor de la diosa Pales, -protectora de pastores y ganados, -entre cuyos rituales se practican ceremonias de “despojo” y en el que el fuego purificador de las hogueras de paja y heno, sobre las que los pastores saltaban tres veces, volvía a ser eje central.
Los celtas de la antigüedad no se quedaban atrás. Celebrando a la llegada de las cosechas del verano, entre los meses de mayo y junio, fiestas llamadas “Fuegos de Beal” con la finalidad de halagar a Beal-identificado como el “rey-sol” de los druidas y con el Baal o Moloch terrible de los semitas- que se caracterizaban por la profusión de hogueras y por unas tortas que se repartían entre los asistentes, uno de los cuales le era sacrificado al dios siempre sediento de sangre.
En fin, para no hacer esta relación de los posibles orígenes del culto de los difuntos interminable, bástenos añadir que Roma dedicaba tres días de mayo, las Lemuris a alejar las malas influencias de los espíritus malévolos y del 13 al 22 de febrero se rendía tributo a los familiares de los fallecidos bajo la denominación de Parentalia. Tributo que también practicaban los persas en los días llamados Farvianes.
Cristianismo Vs. Paganismo
Cuando el Cristianismo comenzó a reinar con sus sabias doctrinas, tendientes a hacer desaparecer hasta la última huella de paganismo, los Padres de la Iglesia se enfrentaron con un grave problema.
Los pueblos, con sus espíritus sencillos preñados de supersticiones absurdas, se negaban a deshacerse de los ceremoniales que habían practicado durante centurias. Lo sabio y lo lógico era darles otro giro para que se fueran difuminando a través del tiempo y los Padres,- que resultaron tan buenos psicólogos -optaron por la solución más sencilla; en el futuro las celebraciones serían en honor de las almas de los queridos difuntos familiares y si acaso quedaban rastros de espíritus y de hogueras, serían inocentes fiestas para alegría de los pueblos.
Así vino a ser instituído el “Día de los Difuntos” gracias a un abad que logró que la conmemoración tuviera lugar en los monasterios de su congregación, extendiéndose después por todo occidente.
Con el culto a los difuntos y la representación del Tenorio cada año ponemos de manifiesto las calidades más finas de la religiosidad que nida en nuestro espíritu. Pero que alimenta al pagano que llevamos oculto en algún vericueto de nuestra ascendencia celta -y alimentarlo muy dulcemente por cierto – de España también nos vino la costumbre de comer “huesos de santo”, “velitas” y “paneletes”. En M´éxico hemos visto, inclusive, calaveras de dulce, remendado perfectamente a las humanas, con el nombre de la persona a quien se le va a obsequiar. ¿Verdad que es un regalo un poco macabro? ¿Y que resulta una irreverencia paladear con despreocupado deleite nada menos que …un “hueso sagrado”?.
Es la costumbre a la que se le sacrifican todos los escrúpulos. Pero no deja de ser una costumbre absurda que irá desapareciendo, lo mismo que ha ido esfumándose-sólo en práctica en algunos pueblos del exterior- la broma que se les da a los niños diciéndoles que deberán de guardarle golosinas a los finados la víspera del día a ellos consagrado si no quieren que por la noche le tiren de los pies.
Lo cual no es más que una “viveza” de los mayores para darse un buen atracón a costa del temor y la credulidad infantiles.
¿Dónde tiene su origen esta costumbre? ¿Nos vino de Europa o de Africa?
La realidad es que los alimentos y las bebidas constituyen la más antigua clase de presentes propiciatorios para un espíritu y siguen siendo en todas partes los elementos esenciales de una oblación a la divinidad.
Por eso lo mismo vemos en muchos pueblos de Europa como la víspera del “Día de los Difuntos” se estila limpiar la casa, poner las cosas en orden, guisar alimentos con esmero y, antes de retirarse a descansar, dejar los mismos sobre la mesa. Como observamos a muchos de los descendientes de africanos: ñáñigos, santeros, etc.. practicar en Cuba la misma costumbre que sus hermanos, los adoradores de la cuenca del Níger y de las selvas de Dahomey, consistente en ofrecer cazuelas con comida tanto a los “orishas” como a los espíritus de sus muertos.
Y, a propósito de ritos funerarios africanos vamos a repetirles la curiosa narración que sobre el entierro de un esclavo carabalí hace Don José Yarini:
El ritual correspondía al que se practicaba a aquellos esclavos recién importados que morían en tierras extrañas. Junto al cadáver iba una botella de aguardiente, una cachimba con tabaco, una hicana, un garrote con su cuero, -que perteneció al difunto mayoral- y muchas plumas de gallo esparcidas por la cara y el pecho. Todo lo cual no impedía que también llevara junto al corazón una cruz de guano bendito y varias láminas de la Virgen y los santos que habían pertenecido al occiso.
Cuando después de mucho preguntar, Yarini encontró un viejo esclavo que quisiera explicarle el simbolismo de los objetos, esta fue la respuesta:
El garrote serviría para ahuyentar los perros que pudieran estorbarle la marcha, el aguardiente y el tabaco para hacerle más grata la jornada y, las plumas para que llegara a su lejana tierra a la hora en que canta ese animal y así pudiera despertar a sus amigos y parientes que, de ese modo, lo reconocerían y admitirían.
¡Dulce anhelo del triste esclavo por retornar a su selva querida aún después de la muerte! Porque, como expresara el Apóstol en una delicadísima lírica:
“Morir, ¿no es volver a lo que se era al principio?”
“La muerte es azul, es blanca, es color de perla”,
“Es la vuelta al gozo perdido,
es un viaje, ¡Para eso lleva bastantes provisiones!”
Los falsos funerarios
En algunos lugares del interior de la República, -Caibarién por ejemplo- se acostumbra velar la víspera del “Día de los Difuntos” en el cementerio hasta las doce de la noche. Y durante todo el día siguiente.
Unos faroles, encendidos con una vela en su interior, decoran los sepulcros. Sentados en las tumbas así alumbradas, los familiares rinden piadoso tributo.
Lo que no basta para que, a fuera, los puestos ambulantes y las idas y venidas de los que ingieren alimentos o charlan con vivacidad, le den a la celebración aires de feria.
¿De dónde viene esta costumbre de los faroles funerarios?
Confesamos que no sabemos.
No es nada probable que tengan su origen en los ritos que practicaban lo indios cubanos y que los llevaba a enterrar a sus muertos con vasijas contentivas de frutas y viandas, guiros con agua y vino de maíz y utensilios de uso personal, -con la macana por ejemplo-tanto como polvo de “cobija” o tabaco, que en principio fue usado más que por el placer con una finalidad mística.
Menos probable aún resulta un origen africano, pues además de la comida y objetos de uso personal que ofrendan a sus muertos, estas razas suelen bailar danzas funerarias con máscaras representativas.
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