e la misma manera que la Segunda Guerra fue una secuela de la primera, y la guerra fría una consecuencia de la Segunda, lo que se inicia ahora, primero con la invasión de Ucrania por Rusia, y más reciente el conflicto bélico que envuelve al Medio Oriente entre el grupo terrorista Hamás y el estado de Israel, con su indudable potencial expansivo, nos dirige a la pregunta inevitable: ¿Se inicia ya la III Guerra Mundial?
En esa área geográfica, siempre volátil, beligerante, y abundante en hostilidad fanatizada, se asienta el polvorín manipulado por Irán a través de sus proxis: Siria, Hamás y hezbolá, mantenidos con los petrodólares de algunos países árabes, y la ayuda directa de varios estados, como China y Rusia, empeñados en desplazar a Estados Unidos como el poder hegemónico global, e imponer un nuevo orden mundial moldeado a sus respectivos sistemas, alejados del concepto democrático. Ambos poderes, China y Rusia, están desplegando actividades cada vez más agresivas contra su vecindad inmediata, dando paso a agresiones abiertas como la de Ucrania, y hostigamientos, casi diarios, de China contra Taiwán.
Lo que ha pasado es que, desaparecidos la Unión Soviética y sus satélites, esa tralla, desmembrada y huérfana, deshecha y desmoralizada, ahora en manos de un gobernante demente, es aún capaz de atacar en convulsivos espasmos (Ucrania es un ejemplo) en persecución del sublime sueño imperial de la grandeza desaparecida, aun a costa del enorme precio de la gran guerra, que ya, en la práctica, ha comenzado, en opinión de muchos, incluyendo al que suscribe. Será rara e irregular. Tal vez muchos de los conflictos actuales no pasen de la categoría de escaramuzas; o quizás, podrán reñirse batallas espantosas con destrucciones devastadoras como las vistas en Ucrania. En fin, que estamos en guerra.
La permanente campaña atemorizante que se mantuvo durante la guerra fría nos hizo pensar, con pavor, y desmedido pánico, que esa tercera guerra sería la devastación nuclear entre las dos superpotencias, ahora tres, con la inclusión de China, otro actor con abundante poderío nuclear, cuando en realidad, pudiera reducirse a una contienda convencional, librada al mismo tiempo, en múltiples escenarios. El Medio Oriente, es, en el presente, el teatro donde coinciden las fuerzas militares que, a través de sus peones, están librando las batallas con un número de bajas fatales que ascienden a decenas de miles, sin contar con la probabilidad de una ampliación del conflicto con nuevos elementos apoyando a cualquiera de los bandos envueltos en la guerra.
Si la enunciada premisa de que la Tercera Guerra ha comenzado es válida, no es de extrañar que haya dado comienzo por el Oriente Medio, lógico volcán para este tipo de eventos trágicos.
Y es, a este camino erróneo, a donde pueden conducirnos los eventos, nada pacíficos, que se están desarrollando en el área inmediata y en sus alrededores. Tenemos, por ejemplo, que existe una guerra devastadora en Yemen, apoyada por Arabia Saudí e Irán, cada uno por el bando de su conveniencia, lo que indica que la Tercera Guerra Mundial, se nos presenta, como hemos mencionado, como una contienda de batallas convencionales, dispersas por diferentes países y regiones, todas al mismo tiempo, orquestadas y sustentadas por el eje Irán-China-Rusia, algo similar, distando las inevitables variantes, del existente en la Segunda Guerra Mundial. Los nombres han cambiado, pero el objetivo persiste: destruir la democracia y los valores que ella sustenta.
El escenario inmediato, a nivel mundial, no podría ser más complejo. En el Medio Oriente resuenan los bombardeos, el estruendo de los cañones y los tanques. Lo mismo que en Yemen y Ucrania. Sobre el cielo de los países bálticos, se cierne la amenaza rusa de invasión, en su intento de rehacer el fatídico bloque soviético del pasado siglo. La paz, en todas partes, está en acecho. Los tambores de guerra retumban, incluso, en Latinoamérica, con Venezuela amenazando a Guyana de invasión para anexarse el área del Esequibo, luego del masivo hallazgo de petróleo y gas en su territorio.
En el largo paréntesis que siguió a la Segunda Guerra, la humanidad, por más de medio siglo, vivió atormentada por una continua avalancha hiper aterradora ante la posibilidad de una tercera guerra, cuya visión más enfatizada era el holocausto final bajo la destrucción masiva del poder nuclear. Pero, para muchos estudiosos de los asuntos armamentistas, la proliferación nuclear, con toda su horrenda amenaza aniquiladora, contiene de hecho, paradójicamente, el antídoto de la destrucción masiva. La hipótesis más repetida es que por muy loco que sea un gobernante en posesión de un poder atómico, (¿Vladimir Putin?) no sería suficientemente loco, como para arriesgar el exterminio de una gran parte de su población, y, tal vez, a la tercera parte del planeta, a la obliteración final.
Si la guerra mundial es definida por la cantidad de naciones envueltas en distintas partes del planeta, a la vez, y pasamos lista a las que ya, en múltiples escenarios, combaten, y las que están prestas a hacerlo, tendríamos que admitir que sí, que las actuales condiciones globales acreditan la existencia de la Tercera Guerra Mundial, pero, sin llegar al temido Armagedón.
Quizás ha llegado el momento de revisar nuestra cosmovisión y aceptar que la próxima gran guerra, en la que vamos entrando, no tiene que ser, necesariamente, la total destrucción avanzada por Juan desde el desierto.
BALCÓN AL MUNDO
Mientras en el Congreso un número insignificante de radicales legisladores republicanos mantiene la ayuda a Ucrania en suspenso, la pequeña nación nórdica de Dinamarca ha donado 1,100 millones de dólares para que el agredido país pueda seguir combatiendo por su libertad, y también por la nuestra, contra la barbarie rusa y su santo patrón Vladimir Putin.
Es, más que una lástima, una vergüenza, que el Congreso de la nación más rica, poderosa e importante del mundo, se haya convertido en un circo deplorable secuestrado por escuálidos grupitos controlados por intereses ajenos al bienestar del país.
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La andanada que ha desatado Nicolás Maduro contra Guyana, reclamando el control sobre el Esequibo, rico en petróleo, gas, y minerales, no es más que una estratagema política demagoga, para consumo nacional, después del descollante triunfo de María Corina Machado en las pasadas elecciones primarias de hace tres semanas. Maduro apela ahora al populismo barato del purismo nacional, alegando que le quieren robar a Venezuela esa parte de Guyana que jamás ha estado en posesión de su país, y que todavía está en litigio para una futura ventilación por parte del Tribunal Internacional de Justicia.
La bravuconada de Maduro, de que va a tomar por la fuerza ese territorio, no deja de ser un alarido estúpido, ausente de sentido común, y de la realidad del momento. Allí está ExxonMobil con grandes inversiones que las va a proteger a capa y espada. Además, las fuerzas del Comando Sur están en el área para preservar la legitimidad y el orden en la región.
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Los números de Biden siguen bajando en las últimas encuestas nacionales del Wall Street Journal y Bloomberg. Los de Trump, se mantienen altos. Sin embargo, sigo creyendo, un tanto contra la corriente, que ninguno de los dos será el candidato final por su respectivo partido. Biden será el primero en salir de la contienda. Más tarde le seguirá el expresidente Trump.
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En el Mediterráneo, permanece inmóvil, una impresionante flotilla de portaviones y todo tipo de barcos de guerra de Estados Unidos, para impresionar a Irán. Pero éste no se impresiona. Y, al contrario, continúa, a través de sus proxis, lanzando drones y misiles contra las bases americanas en Siria e Irak. Sin embargo, la mayor y más potente fuerza militar que conoce el planeta permanece ecuánime, sin asestarle a Irán la respuesta merecida por sus constantes provocaciones y agresiones.
Para muchos, no es sorpresa: es, simplemente, la estrategia Biden para su política exterior.
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