GUILLERMO MONCADA (1841-1895)

Written by Libre Online

4 de abril de 2023

Por JORGE QUINTANA (1954)

Guillermo Moncada es una leyenda de heroísmo hecha carne. Nació en cuna humilde. Vivió en medio humilde. Creció y se desarrolló en la humildad. Fue a la guerra para regresar de ella convertido en un héroe. De la patria tuvo el concepto que no tuvieron muchos prohombres de su época. Del deber sólo Martí, Máximo Gómez, los Maceo, Flor Crombet, los grandes, pueden colocarse a su mismo nivel. Lo sacrificó todo. Lo dio todo. Vivió para un ideal y lo logró plenamente.

El 25 de junio de 1841 —hace ahora ciento ochenta y dos años— nació José Guillermo Moncada en la casa situada en la entonces calle de El Salvador número 67, hoy calle Guillermo Moncada. La madre es una mujer pobre. Carece de riqueza. Es negra cuando todavía su raza era el objeto de la explotación de los blancos que mantenían la odiosa institución de la esclavitud. Pero la pobreza de la madre contrasta con el ejemplo de dignidad, de entereza, de valor que enseña al hijo. A la escuela pública lo envía apenas está en edad escolar. 

Después aprende un oficio, el de carpintera Así fue creciendo, preparándose para una vida de trabajo intenso. Es fuerte de cuerpo y de alma. Entre sus amigos de la época figuran los hermanos Maceo y Felipe Regueyferos. En 1868 trabaja en los aserraderos de las playas manzanilleras de Yara. Allí se entera de la conspiración. Y no es de los que vacilan. Por el contrario, se incorpora inmediatamente. 

El levantamiento de Carlos Manuel de Céspedes, en La Demajagua, le sorprende en Santiago de Cuba. No espera a que le avisen. Sale de la ciudad dirigiéndose a Puerto Boniato, donde sienta plaza como soldado de la patria en las huestes que organiza el comandante Antonio Velázquez.

Unas semanas más tarde y ya está operando a las órdenes del comandante Velázquez en la zona de El Cobre, participando en el ataque cubano a esa villa, lo que le vale ganar el ascenso a sargento. Unos meses más y en abril de 1869 asciende a alférez. Lentamente se va preparando el soldado para toda clase de empresa guerrera. El 4 de julio de 1870, unos días después de la muerte de Donato Mármol, el general Máximo Gómez se hace cargo de la jefatura del Departamento Oriental.

 Las fuerzas mambisas son reorganizadas. Moncada, ascendido a capitán, operaba a las órdenes de Policarpo Pineda, célebre en aquella contienda por su valor sin límites. En la revista dispuesta por el general Gómez, el coronel Pineda presenta al capitán Guillermo Moncada como «su primer capitán, porque es bueno y se puede confiar en él». 

El general Gómez asiente y no olvida aquella recomendación. En ese momento le encarga del mando del Quinto Batallón. A su frente se encuentra cuando el viejo guerrillero dominicano le ordena que marche a vanguardia en la campaña invasora de la región guantanamera.

Por aquella zona opera, como jefe de guerrillas el comandante Miguel Pérez. Ha ganado notoriedad por su valor y por la forma implacable en que lleva a cabo la campaña contra sus propios compatriotas. Apenas si se entera de que Guillermo Moncada manda las tropas que avanzan, cuando le deja este cartel de desafío: «A Guillermo Moncada, donde se encuentre. Mambí: No está lejos el día que pueda, sobre el campo de la lucha, bañado con su sangre, izar la bandera española sobre las trizas de la cubana. Miguel Pérez y Céspedes». 

Moncada el leerlo respondió con dignidad: «A Miguel Pérez y Céspedes, donde se hallare. Enemigo: Por dicha mía se aproxima la hora en que mediremos nuestras armas. No me jacto de nada; pero te prometo que mi brazo y mi corazón de cubano tienen fe en la victoria. Y siento que un hermano extraviado me brinde la oportunidad de quitarle filo a mi machete. Más porque Cuba sea libre, hasta el mismo mal es bien. Guillermo».

En marzo de 1871 Miguel Pérez y Guillermo Moncada se encuentran. Después de cinco horas de rudo combate, el cubano ha logrado encerrar en un círculo al guerrillero. Miguel Pérez aprovecha la llegada de la noche para intentar escapar, tratando de ganar el monte cercano. Los hombres de Moncada lo descubren y es el propio jefe quien se adelanta y lucha a brazo partido con el insolente guerrillero que le había retado y ahora trataba de huir. En Peladeros quedó tendido Miguel Pérez. 

De sus hombros desprende Moncada las insignias de oficial del ejército español y de su cintura le arranca la espada para enviárselos, como trofeo, al general Máximo Gómez, con una nota que decía: «Cumplidas sus órdenes, macheteada la guerrilla y Miguel Pérez muerto”. El general Gómez le contesta enviándole un ascenso a teniente coronel. Unos meses antes, en noviembre de 1870, lo habían ascendido a comandante.

En julio de 1871 participa, combatiendo bajo las órdenes del general Gómez en el combate de La Galleta con los Cazadores de San Quintín. De 172 soldados españoles que iniciaron el combate, 118 quedaron fuera de combate y de ellos 38 muertos, entre éstos últimos el jefe de la fuerza. 

Seis días después combate en La Estacada con el general Palanca, que manda fuerzas de infantería caballería y artillería. Unidos Antonio Maceo, Guillermo Moncada y Camilo Sánchez, logran rechazar aquel ataque. A fines de ese mismo mes de julio y cumpliendo órdenes del general Gómez, marcha en campaña de operaciones a la región de Santiago de Cuba, en la jurisdicción de las Yaguas. 

En agosto los invasores de Guantánamo asaltan a Monte Rouss, llegando hasta el cafetal de «La Indiana”, que estaba defendido por una casa convertida en fuerte, que hacen tenaz resistencia. Antonio Maceo con veinte hombres, entre los que se encontraba Guillermo Moncada, reciben la misión de tomar la planta baja de la casa. En el avance doce cubanos caen muertos o heridos, entre estos últimos el capitán José Maceo. Sólo ocho llegan, logrando incendiar el edificio. 

De los sitiados sólo uno logra escapar con vida. Unos días más tarde los invasores se enfrentan al brigadier Arsenio Martínez Campos que ha recibido órdenes de expulsarlos. En el cafetal «Dos Amigos” se libra el combate. Durante tres días los españoles atacan con todas las armas. Al final se retiran sin haber logrado que los cubanos abandonasen una sola de las posiciones que defendían.

La campaña prosigue impetuosa. Los cubanos avanzan por toda la comarca, expulsando a los españoles. Con el general Palanca vuelven a combatir en el Oasis. Allí Moncada lucha con denuedo y valentía rayana en el heroísmo. Es herido en una pierna que le fractura el fémur.  Por procedimiento un tanto primitivo se reduce la fractura. Después se interna en los bosques logrando restablecerse.

En junio de 1872 el general Gómez es destituido del mando de aquel Departamento. Un incidente baladí con el Gobierno es la causa. Le sustituyen con el general Calixto García a cuyas órdenes pasa a operar ahora Guillermo Moncada, después de haberse repuesto de sus heridas. El 29 de junio participa en la acción del Rejondón de Baguano… Unos días más tarde, el 6 de julio, ataca el pueblo de Samá, causándole al enemigo más de ochenta muertos. Después será el combate de Los Palos, donde quedó muerto, en el campo de batalla el jefe de la columna española, coronel Juan Huertas, Gobernador Militar de Holguín. 

El 24 de octubre participa, peleando a las órdenes del general Calixto García en el ataque a la plaza de Holguín, que lograron sorprender y tomar, ganando cuantioso botín. Pocos días después derrota y da muerte al coronel Sostrada en el combate de “El Zarzal». Antes de concluir el año es ascendido a coronel.    

El 24 de septiembre de 1873, ofrece nuevas pruebas de su valor y de su pericia. Es ya un guerrero forjado en la escuela de Máximo Gómez y los Maceo. En este día prepara una emboscada a los 

guerrilleros que manda el coronel Ángel Gómez Diéguez. Quinientos guerrilleros quedaron fuera, de combate. El propio coronel Diéguez es de los que quedan sin vida en el campo de batalla. 

El 10 de noviembre de ese mismo año participa en el ataque a Manzanillo. Al año siguiente acompaña al general Gómez en la campaña invasora a Camagüey. El 10 de febrero de 1874 el general Gómez libra la batalla de Naranjo. Entre los primeros en atacar y romper el fuego gira Moncada. Al acabarse el combate estaba herido. El general Gómez lo autoriza a que regrese Oriente y en esta provincia se está librando las acciones de Guayabal y el asalto al convoy de Florida.

La guerra se extiende, se prolonga. En 1876 Guillermo Moncada asalta el caserío de «El Purial», logrando sorprender a su guarnición. Unos días más tarde, el 14 de febrero de 1877, asalta la hacienda «Los Caños» haciendo prisionera a toda la guarnición. El 8 de febrero de 1878 participa, a las órdenes del general Antonio Maceo, en la batalla de los montes de San Ulpiano, donde el batallón de San Quintín, al mando del coronel Sanz Pastor, sufre tremenda derrota.

Pero los hechos se precipitan. En Las Villas y Camagüey hay desaliento. Se habla de tregua, de pactos, etc.   Los orientales reunidos junto a los Maceo, a Figueredo, a Flor Crombet y a Guillermo Moncada se aprestan a repudiar lo pactado. En Mangos de Baraguá conferencian los generales Martínez Campos y Maceo. Entre los jefes que apoyan resueltamente la decisión de Maceo de continuar la guerra, figura Moncada. 

Al reanudarse las operaciones el general Maceo reorganiza sus fuerzas. El coronel Guillermo Moncada es ascendido a brigadier y colocado al frente de la Primera Brigada, a la que se concede, como campo de operaciones, toda la región guantanamera. El general Antonio Maceo sale al exterior a buscar recursos y traer una expedición. Moncada, José Maceo y otros jefes se quedan en aquella región sosteniendo la campaña. 

De Jamaica llegan noticias desalentadoras. Por todo, el general Maceo ha logrado reunir cinco chelines. En Cuba las deserciones se suceden a diario. Wenceslao García, Prefecto de Jutinicú, se presenta entregando los únicos siete mil tiros de que podían disponer. Las autoridades españolas dirigidas por el general Polavieja, estrechan el círculo. En Santiago de Cuba toda su familia, inclusive su anciana madre, Dominga Moncada, es arrestada y recluida en la cárcel. José Maceo y Guillermo Moncada son llamados por el Gobierno para 

considerar la situación. 

Los jefes holguineros amenazan con presentarse si no se capitulaba. Lacret escribe más desalentado aún desde Jamaica. El 26 de mayo, el Gobierno surgido de la Protesta de Baraguá, acepta las condiciones del Pacto del Zanjón. El 10 de julio de 1878, en el pueblo de San Luis, los hombres de Guillermo Moncada entregan las armas. De ahí sale para Santiago de Cuba, iniciando inmediatamente una nueva 

conspiración.

En 1879 la inquietud crece. El 28 de agosto de 1879 el general Moncada es llamado a la comandancia general de Santiago de Cuba. Concurre a la entrevista armado con el revólver que le había quitado al coronel Cabezas, muerto en el combate de la Llanada de Juan Mulato. 

De la entrevista regresa con la misma convicción conque fue a ella: la de sublevarse esa misma noche. Y así lo hizo. Al frente de trescientos hombres esa misma noche abandonan la ciudad de Santiago de Cuba los generales Moncada, José Maceo y Quintín Banderas, tomando el camino de San Antonio. La Guerra Chiquita se inicia. El movimiento santiaguero es secundado inmediatamente.

 En Holguín se levanta Belisario Grave de Peralta; en Mayarí son los “voluntarios” de Pancho Viro; en Guantánamo es Periquito Pérez y en Baracoa Limbano Sánchez. El 12 de diciembre, desde Nueva York, el general Calixto García, jefe supremo de aquel movimiento, le envía su nombramiento de mayor general del Ejército Libertador. La campaña es breve. Participa en combates de Sabana Abajo, Guayabo, El Naranjo y el Macío. El 2 de junio de 1880, Moncada y José Maceo aceptan rendirse mediante el convenio del Confluente. 

El gobierno español se compromete a trasladarlo a Jamaica, pero viola su palabra y lo remite, en calidad de deportado, a España.

En 1881 estaba preso en Mahón. Allí recibe una carta de un antiguo soldado del ejército español que no se había olvidado de que le debía la vida. Cinco años pasa en aquella prisión. El 22 de septiembre de 1888 regresa a Santiago de Cuba. 

Nuevamente comienza a preparar una conspiración. Para despistar a las autoridades españolas se dedica a labores agrícolas en un cafetal de su propiedad, al que llama “La Caoba», en Alto Songo. En 1890 llega a Santiago de Cuba el general Antonio Maceo. Su presencia en La Habana ha impresionado lo suficiente para dar nuevas esperanzas a la inquietud cubana. 

El 26 de julio de 1890 Antonio Maceo almuerza con Guillermo Moncada, Quintín Banderas, José Maceo y Tomás Padró. Es un pretexto para reunirse. El 5 de agosto vuelven a reunirse Antonio con los generales Moncada y Crombet en la casa del licenciado Urbano Sánchez Echeverría. Después de varias entrevistas los jefes orientales acuerdan sublevarse el 8 de septiembre. 

El general Salamanca, que había autorizado el viaje del general Maceo murió en La Habana, según algunos historiadores   envenenado por los españoles intransigentes que no le perdonaban al militar liberal aquella actitud hacia los cubanos. La reina regente designa para sustituirlo al general Camilo Polavieja, quien emprende inmediatamente viaje para Cuba, llegando a La Habana el 24 de agosto, a fin de hacerse cargo de la capitanía general. Su primera medida fue expulsar de la isla a Antonio Maceo. El movimiento fracasa. Hay que esperar.

Máximo Gómez que ya estaba en contacto con José Martí se dirige a Moncada pidiéndole su cooperación a la labor preparatoria desarrollada por el delegado del Partido Revolucionario Cubano en Oriente, licenciado Rafael Portuondo Tamayo. Moncada accede. Martí celebra su adhesión.

El 21 de noviembre de 1893 el general Guillermo Moncada es arrestado en su cafetal «La Caoba”, acusado por un traidor apellidado Cardet, de estar preparando un movimiento insurreccional   de acuerdo con Periquito Pérez. 

A Martí le inquieta la situación.  Moncada no puede estar preso indefinidamente. Junto con él están Quintín Banderas, Victoriano Garzón, Periquito Pérez y otros. Desde los Estados Unidos Martí apremia al licenciado Tamayo a lograr la excarcelación de los acosados. El 2 de enero de 1894 la jurisdicción de guerra accede a que sea la jurisdicción ordinaria la que conozca de la causa. Le fijan dos mil pesos de fianza. Martí los envía inmediatamente. El 12 de junio de ese mismo año abandona el cuartel “Reina Mercedes” donde permaneció preso todo el tiempo que duró el arresto.

Martí le envía después a Manuel de la Cruz. Es preciso ganarlo plenamente. El escritor le informa y logra su adhesión definitiva.

Ya es sólo cuestión de esperar. Después del fracaso del Fernandina viene la orden del 

levantamiento. Desde La Habana Juan Gualberto Gómez le envía al estudiante Juan Tranquilino Latapier con instrucciones para que secunde el movimiento.

La fecha está precisada: el Domingo 24 de febrero de 1895. El 19 de febrero el general Moncada abandona la ciudad de Santiago de Cuba. No le importa que la fuerza física le falle. En aquellas prisiones y persecuciones la fortaleza física ha desaparecido. La tuberculosis ha logrado realizar su tarea con más éxito que las balas españolas. Es un vencido por la enfermedad. Pero va a cumplir con su deber. 

Inmediatamente que se halla fuera de la ciudad, gira órdenes a los jefes comprometidos para que se subleven. El 24 de febrero establece su campamento en Charco Tumba, en San Luis. Esa misma tarde lo traslada para La Lombriz, en Jarahueca. La enfermedad lo abate. La fiebre no le permite moverse. Junto a él su ayudante, el licenciado Rafael Portuondo Tamayo, trata de reanimarlo. Pero todo es inútil. En las marchas el héroe sufre de hemoptisis. La campaña esta vez será muy breve. 

El 5 de abril de 1895 muere en su campamento de Joturito, en Alto Songo, el gran adalid de la causa cubana. Fue enterrado con todos los honores de su rango militar en Mucaral. El 9 de octubre de 1902, el Alcalde de Santiago de Cuba, el patriota don Emilio Bacardí, logró trasladar sus restos de Mucaral al Cementerio de Santa Ifigenia, en aquella ciudad, donde en la actualidad se encuentran.

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