Guillermo el Conquistador

Written by Libre Online

24 de agosto de 2022

“Inflexible era para con los hombres que le hacían resistencia; tan duro y cruel que nadie se oponía a su voluntad; todos los hombres estaban obligados a ser obedientes, y a seguir su voluntad si quedan tierras o hasta conservar la vida”.

Así dice la crónica monástica llamada Crónica Anglo-Sajona, refiriéndose a Guillermo el Bastardo. Duque de Normandía, que invadió a Inglaterra y se hizo su rey. «Inflexible era» y esa inflexibilidad. unida a la fuerza, la determinación, y un valor indomable, hicieron de aquel hombre la figura más grande de su época y le permitieron crear una nación en la tierra que conquistó.

Durante siglos se le viene conociendo con el nombre de Guillermo el Conquistador, pero ni él ni sus contemporáneos emplearon ese título en el sentido moderno. Conquistador significaba adquiridor, o comprador; y Guillermo ciertamente no hizo hincapié en el hecho de haber ganado a Inglaterra con la espada, sino en que la había adquirido de manera apropiada después de la muerte de su deudo Eduardo el Confesor.

La historia de Guillermo el Conquistador es la de una larga e intrépida lucha contra barones desleales, enemigos traicioneros, y amigos intrigantes. Nacido en Falais, en Normandía, el año 1027, era hijo ilegítimo de Roberto el Diablo, Duque de Normandía y de Arlette, la hija de un curtidor. Dícese que Roberto se enamoró de Arlette al verle los pequeños y bellos pies mientras lavaba ropa con otras jóvenes campesinas.

Siete años después del nacimiento de su hijo, el duque Roberto decidió hacer una peregrinación y antes de partir quiso que los barones súbditos suyos eligieran a Guillermo como su sucesor y le juraran fidelidad. Antes de doce meses llegó la noticia de la muerte de Roberto y el niño Guillermo fue Duque de Normandíaa y Maine.

La desaparición del padre fue la señal para disturbios y revueltas. A pesar de sus juramentos, casi todos los barones estaban dispuestos a pelear por aumentar su poder; pocos mostráronse prestos a reconocer al hijo ilegítimo de Roberto como su señor. Intentaron apoderarse de la persona del duque niño, pero el hermano de su madre, Walter, lo salvó y lo ocultó en casa de unos pobres campesinos.

Prosiguió la lucha entre las facciones, pero pronto Guillermo dío pruebas de su valor y su sabiduría en aceptar consejos. Cuando contaba no más de quince años sintiese bastante fuerte para insistir en que se observase en Normandia la Tregua de Dios. En 1047 volvió a estallar una contienda desesperada; pero Guillermo, evadiendo una vez más la captura, pidió ayuda a su señor feudal el rey de Francia, Enrique I y aplastó a los rebeldes. Es compensación ayudó al rey francés en la guerra contra Godofredo Martel. conde de Anjou. Demostró tan conspicuo valor en la acción que Enrique le pidió que fuese menos osado. Su respuesta fue la toma de Domfort y Alenzón.

En Domfort retó a Godofredo Martel a singular combate. El desafío fue aceptado, pero el Conde se retiró antes de que pudiera efectuarse el encuentro. En Alenzón los ciudadanos se mofaron de Guillermo zurrando con unos cueros las murallas de la ciudad y gritándole «¡Curtidor!». Para indicar que era hombre con quien no se podía bromear, les hizo cortar manos y pies a treinta y dos de los ofensores.

En 1051 Guilermo visitó la corte inglesa. Fue en esta ocasión, según la tradición, cuando Eduardo el Confesor, que era primo segundo de Guillermo, prometió que el duque normando sería su sucesor en el trono inglés.

Entre tanto, Guillermo estaba negociando un enlace, de gran ventaja política, con Matilde, hija del Conde de Flandes. El papa León IX había prohibido el matrimonio en 1049, pero se celebró en 1053. Malger,  Arzobispo de Rouen, tío de Guillermo, amenazó a su sobrino con la excomunión, pero Guillermo se consiguió la ayuda de Lanfranc. Prior de la Abadía de Bec, que más tarde había de ocupar el arzobispado de Caterbury. Eventualmente, en 1059, el papa Nicolás II concedió una dispensa. El duque, a cambio de ello, construyó la Abadía de San Esteban en Caen. La vida matrimonial de Guillermo fue conspicua, en una, época de vivir laxo, por su castidad y su felicidad. Durante toda su existencia de combates y turbulencias vivió fiel a Matilde, y la lloró sinceramente cuando murió ella en 1083.

El año de su matrimonio Guillermo se vio metido de nuevo en una guerra. Guilermo de Arques, otro tío suyo, hermano de Malger. hizo un resuelto esfuerzo por apoderarse del ducado, asistido esta ver por Enrique I de Francia. Guillermo obtuvo una rápida victoria y un año después hizo frente a otra agresión de igual modo. La paz se produjo en 1055, y Guillermo se aprovechó de la visita de un legado papal para deponer a Malger de su arzobispado. Fue este un indicio de la fuerte política eclesiástica que había de practicar más tarde.

Antes de transcurrir tres años Enrique y Godofredo de Anjou luchaban de nuevo por Normandia, pero siempre Guillermo tuvo la ventaja. En 1066 la muerte le libró de aquellos dos Inveterados enemigos. Felipe I, el nuevo rey de Francia, y el sucesor de Godofredo en Anjou eran de disposición más pacífica que sus inmediatos predecesores, y Guillermo pudo descansar por algún tiempo seguro en la posesión de Normandía y Maine.

Durante una campaña contra Bretaña en 1064, Guillermo obligó a Guy de Ponthieu a entregarle a Haroldo, Conde de Essex, que había naufragado en las costas de Ponthieu. Era aquella una buena oportunidad para exigir una promesa que podía ser útil. Antes de permitirle partir al infortunado barón Inglés, se le hizo jurar sobre unas sagradas reliquias que apoyaría la pretensión de Guillermo al trono inglés a In muerte de Eduardo el Confesor.

Dos años más tarde llegaron nuevas que cambiaron la historia de Europa. Guillermo estaba cazando -su deporte favorito— cuando las recibió. El débil y piadoso Eduardo había expirado y el Witan había elegido rey a Haroldo. Mudo de rabia, Guillermo regresó a su palacio y comenzó los preparativos para la invasión de Inglaterra. Despachó embajadas pidiendo asistencia al rey alemán, Enrique, a Sweyn, rey de Dinamarca, y a Felipe de Francia. Se entrevistó con Tostig. hermano de Haroldo. y lo persuadió a invadir Inglaterra. Además, envió a Gilberto, archidiácono de Usieux, al pontífice Alejandro II para solicitar la bendición papal para su expedición.

El argumento principal esgrimido por Gilberto era que Guillermo pondría la iglesia inglesa de un modo más estrecho y firme bajo la autoridad de Roma. Era esta diplomacia inteligente, y puede que haya sido sincera. Algunos cardenales se opusieron a que se impartiera la bendición, sobre la base de que la Iglesia no tenía derecho a estimular el derramamiento de sangre; pero Hildebrando. que fue más tarde el famoso papa Gregorio VII. hizo uso de su influencia en apoyo de la  causa de Guillermo, y Alejandro envió al duque un estandarte consagrado y lo declaró pretendiente legal al trono inglés.

Entre tanto Guillermo congregaba sus fuerzas y reunía una flota, sentando un precedente para Napoleón más de setecientos años después. De todas partes de Francia y Flandes acudieron aventureros, ávidos de botín y galardones de los despojos de Inglaterra. Los barcos se juntaron en agosto, y tras un mes de dilación zarparon con viento favorable El 28 de septiembre de 1066. Guillermo desembarcó en Pevensey Bay con un ejército de unos 25.000 hombres. Se estableció en un campamento fortificado y asoló la campiña.

Haroldo se hallaba en York. Haroldo Hardrada. rey de Noruega, había invadido Inglaterra Invitado por Tostig. y Haroldo marchó día y noche de Londres a York. Se enfrentó con los invasores en Stamford Bridge el día veinticinco y los derrotó completamente; Hardrada y Tostig figuraban entre los muertos.Y ahora, mientras celebraba la victoria con una gran fiesta en York le  llegó la noticia del desembarco de Guillermo.

Marchando presuroso al sur, vio unírsele en el camino millares de voluntarios. Formó su ejército en esa forma que desde entonces lleva va el nombre de Battle (Batalla).  Cavó una trinchera, levantó terraplenes an torno a su posición y aguardó s que los normandos comenzaran las hostilidades.

En la mañana del 14 de octubre, el duque Guillermo recibió la Comunión y después dispuso sus fuerzas. Tomó el mando del centro, de la cabeza de las tropas normandas. Los franceses y flamencos ocuparon el ala derecha, los de Bretaña y Maine la izquierda. Con gritos de de “Dieu nous aid” (Dios nos ayuda) la infantería pesadamente armada y los caballeros normandos atacaron In posición inglesa. Es la batalla llamada Hasting o Senlac.

Al grito normando respondieron los Ingleses con los de “Dios Todopoderoso” y «Santa Cruz», y los asaltos de los caballeros fueron contenidos por lanzadas de jabalina y golpes de la pesada doble hacha de los soldados ingleses de a pie. Ola tras ola de asaltantes fue rechazada de la empalizada.

Un rumor de que había muerto el Duque recorrió las filas de los normando. Llegó a oídos de Guillermo cuando ya había señales evidentes de pánico. Arrancándose el yelmo rugió: «Vivo, vivo y con la ayuda de Díos ganaré la batalla». Loco de ira, lanzó su caballo directamente hacia la real enseña de Haroldo y se abrió paso Impetuosamente hacia el rey inglés Gyrth, el hermano del rey, mató el corcel de Guillermo; y éste, a píe, dio muerte a Gyrth con su maza de armas. De todos los actos de valor en aquella memorable batalla ninguno excedió a los de Guillermo. Le mataron tres caballos, no obstante lo cual siguió peleando en lo más denso del combate.

La historia de la estratagema que le dio la victoria a Guillermo es harto conocida. Cuando vio que no podía tomar la posición inglesa, ordenó a sus hombres que simularan una fuga, y cuando los ingleses, atraídos de la loma, se lanzaron en persecución del enemigo, los normandos dieron la vuelta y se enzarzaron de nuevo con sus adversarios en sangrienta batalla. Pero ésta no terminó enseguida. Durante tres horas se combatió en torno al estandarte inglés, y una vez más los caballeros de Normandía fueron rechazados. Entonces Guillermo ordenó a sus arqueros que dispararan al aire, «a fin de que las flechas cayesen como rayos desde el cielo». Haroldo sucumbió con un ojo atravesado. Más tarde su esposa Edith halló su cadáver entre los demás muertos. Los ingleses se desconcertaron y se dispersaron y Guillermo ganó la batalla más importante de la historia de Inglaterra.

Pocos días después puso por Caterbury rumbo a Londres, que, después que el Duque hubo asolado las tierras circundantes se sometió y le ofreció la Corona. La coronación tuvo lugar en la Abadía de Wcstminster el día de Navidad. La ceremonia se señaló con un desastre, porque los guardias normandos confundieron los gritos del pueblo con señales de insurrección y prendieron fuego a los edificios que rodeaban la Abadía. Se produjo un pánico inmediato, y Guillermo quedó solo con el clero en la Abadía.

Su primer reto como rey fue recorrer el país. Los poderosos condes ingleses Edwin, Morcar, y Waltheof y terratenientes menores, acudieron a sometérsele. Llevándose consigo a éstos y a los líderes naturales de los ingleses, para evitar travesuras, Guillermo regresó entonces a Normandía, dejando a Inglaterra a cargo de Odo, Obispo de Baycux, y de Guillermo Fitzobern.

Cuando volvió a Inglaterra en 1067, halló al país en un estado desorden y de revuelta contra tiranía de los regentes. En Gales, en Devon, en el país del oeste en el norte, los ingleses se sublevaban; Swey de Dinamarca preparaba una invasión. Durante los días que siguieron, Guillermo combatía salvajemente por su recién ganado reino.

Cuando en 1069 recibió la noticia de que los ingleses habían dado muerte a tres mil normandos de la guarnición de York, juró “por el esplendor y la resurrección de Dios” que tomaría una venganza séxtuple por cada uno de ellos. Sobornó ala flota de Swey para que se retirara, y luego partió con su ejército para habérselas con el norte. Asolo las tierras de Humber y el Tyn dejándolas convertidos en un desierto: el pueblo era pasado por las armas, perecía de hambre o se vendía como esclavo para poder comer. Luego, arrazado y sojuzgado Guillermo tomó Cheater y aplastó las esperanzas de los ingleses del oeste. Solamente Hereward el Despierto se mantuvo en la isla de Ely, pero en 1071, Guillermo acabó con aquel último baluarte de loa rebeldes.

La conquista de Inglaterra era completa. La tierra y el poder estaban en manos del Conquistador. Y este se cuidó muy bien de conservarlos. Hizo que cada barón o terrateniente a quien otorgaba territorio lo tuviera directamente de la Corona, y por este medio consolidó el poder central y salvó a Inglaterra de algunos de los peores abusos del sistema feudal. Al hacer sus concesiones de tierra, cuidó de que los barones favorecidos, tuvieran sus dominios en diferentes condados, a fin de que ningún barón poderoso pudiese construir un pequeño reino dentro del reino de Inglaterra.

En 1809 hizo compilar el famoso libro de Domesday, y el mismo año convocó a todos los terratenientes normandos e ingleses para Salisbury afín de que le rindieran homenaje y cortesía. La administración de la ley se hizo también depender de la Corona, y Guillermo garantizó así un fuerte gobierno central.

Su administración de la Iglesia mostró igual sabiduría. Depuso al Arzobispo de Caterbury, Stigand, y nombró a Lanfrac en su lugar. Su propósito era organizar la Iglesia como un departamento separado del gobierno, bajo el arzobispo como regente suyo, y se negó a permitir que el Papa excomulgara o enviara cartas pontificales al clero sin su consentimiento expreso. Pero trató justa y generosamente a la Iglesia. Guillermo nunca fue culpable de los delitos predominantes de simonía y saqueo de los beneficios eclesiásticos, y a él se debe la construcción de inglesias y abadías.

La fuerza, la sabiduría y la justicia señalaron el comienzo del gobierno de Guillermo. Empero, a medida que envejecía, se hacia codicioso y más inescrupuloso. Su sentido de la justicia fue embotado por la avaricia; empleaba su implacabilidad cada vez más para su gratificación personal. Impuso fuertes tributos al pueblo, y para su propio placer dejó improductivos millares de acres en Hamphire a fin de da formar una densa selva, la Selva Nueva.   “Amaba el alto ciervo como un padre”, y cegaba o mutilaba a cualquier hombre que matara un ciervo. Guillermo era un hombre encallecido y prestaba siempre poca atención a los sufrimientos humanos: castigaba con salvajismo, no obstante lo. cual un solo hombre fue sentenciado a muerte: el Conde de Waltheof.

Su gobierno dio por fin paz a la tierra, paz y unidad. Estimuló el comercio y permitió a los flamencos y judíos establecerse en Inglaterra. Muchas de las raíces de su grandeza están en el reinado de Guillermo el Conquistador.

Durante todo él no tuvo descanso; cuando Inglaterra se hallaba en paz, estallaba la guerra con Normandía. Roberto Curthosa, el hijo mayor de Guillermo, le pidió los ducados de Normandía y Maine, pero Guillermo le respondió: “No creas que voy a quitarme la ropa antes de meterme en la cama”.

Roberto, pues, con ayuda de Francia, y los barones normandos, comenzó la insurrección; una vez más Guillermo tuvo que pelear por su herencia. En la batalla de Gerberoi, en 1079, Roberto hirió a su padre en una mano y luego, reconociéndolo, saltó «de su caballo y le pidió perdón.

Guillermo se quedó con su ropa puesta y mantuvo su dominio en Normandía, y Roberto fue más tarde a Inglaterra donde construyó el Castillo Nuevo sobre el Tyne.

Guillermo había realizado su gran obra; y ahora una broma le ocasionó la muerte. El Conquistador era un hombre de mediana estatura y de gran vigor muscular, pero a medida que envejecía iba engordando hasta llegar a ponerse casi obeso. Estando en Normandía oyó decir que Felipe de Francia lo había comparado con una mujer encinta.

—Por el esplendor y la resurrección de Dios —gritó Guillermo.

—Encenderé mil cirios cuando vaya a Misa.

Y con eso partió a quemar y asolar las tierras fronterizas de su enemigo. Quemó a Mantes hasta dejarla arrasada, y cuando cabalgaba por entre las ruinas su caballo holló una ascua encendida, se encabritó» y arrojó a Guillermo violentamente contra la perilla del arzón. El rey sufrió una lesión interna tan grave que tuvo que ser llevado a Rouen, donde yació agonizante durante varias semanas.

En su lecho de muerte legó Normandía a su primogénito Roberto; Inglaterra a su segundo hijo, Guillermo el Rojo, a quien aconsejó que cruzara rápidamente el canal; al hijo menor, Enrique (más tarde Enrique I de Inglaterra), cinco mil libras de plata. Enrique hizo pesar cuidadosamente la plata antes de apartarse presuroso del lecho del moribundo.

Cuando Guillermo expiró el 9 de septiembre de 1087 no había a su lado un solo pariente o amigo suyo. Ni siquiera su sepelio estuvo libre de reyertas, porque cuando bajaban el féretro a la tumba en Caen, un hombre llamado Asselin Fitzarthur se adelantó y gritó:

—Esta tierra era de mi padre y este duque la tomó por fuerza. ¡En nombre de Dios, prohibo este enterramiento!

Se le prometió pagarle el precio completo de la tierra a Fitzarthur. y la ceremonia continuó.

De este modo, entre amarguras y querellas, inhumaron los restos mortales del Conquistador, que había ganado para sí y sus herederos un país nuevo y echado los cimientos de una poderosa nación.

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