GALIANO y SAN RAFAEL La Esquina del Pecado

Written by Libre Online

23 de junio de 2021

Por: Álvaro J. Álvarez. Exclusivo para LIBRE

Se dice que por las numerosas mujeres que se daban cita en la zona para hacer sus compras o ver las vidrieras y también para que las vieran, más el grupo se reforzaba con la entrada y salida de las empleadas de las tiendas, es que ese sitio recibió el nombre de Esquina del Pecado.

Algunos cronistas aseguraban el tal calificativo fue una idea del periodista Manuel Lozano Casado pero a la esquina de Galiano y Neptuno (en sus publicaciones de la época como El Fígaro, Diario de la Marina y Bohemia, usaba el seudónimo de Bravonel), sitio al que acudía Lozano para que le limpiaran sus botas, aunque evidentemente la práctica popular la reorientó hacia otro punto de la popular calle.

Eso poco importa hoy. Lo que resulta importante es que Galiano y San Rafael se convirtió en el punto comercial por excelencia de la capital.

Su peculiar nombre obedecía a la enorme afluencia de mujeres bonitas y elegantes que iban allí, atraídas por las vidrieras de tiendas y otros establecimientos que estaban asentados en sus cuatro puntos de confluencia.

En el año 1920, ya se medía en esta esquina el pulso comercial de La Habana. Y ese prestigio como patrón de movimiento económico y de atracción pública se mantuvo en creciente hasta los inicios de la década de los 60.

La belleza en los decorados de las vidrieras, la muy cuidadosa presentación de cada mercancía y el eficiente y esmerado servicio de los empleados de sus comercios, fueron algunas de las constantes que hicieron proverbial la Esquina del Pecado, según el ilustre escritor y profesor Jorge Mañach, quien además calificó el lugar como encantador, lujoso y perfumado.

Los hombres jóvenes y otros de más edad, se embazaban en la esquina de Galiano y San Rafael para piropear, galantear o adular de lo lindo, a cuanta dama mereciera el elogio.

El piropo, ese patrimonio que no es exclusivo de los hombres, es un recurso ingenioso a la hora del cortejo que se lanza a una persona para resaltar sus valores estéticos con el propósito de propiciar su entrega y ganar su voluntad. Aunque a veces, el cortejo se confunde con una agresión verbal cargada de insinuaciones sexuales, principalmente, hacia las mujeres. ¡Quién sabe! Tal vez La Esquina del Pecado, también era La Esquina del Piropo, [palabra del griego pyr (fuego) y de ops (ojos)].

En Roma es Via Condotti con Piazza di Spagna. En Londres es Regent’s St. y Oxford St. En Madrid es la calle Preciados o la calle Serrano.En París es La Rue Rivoli                        En Milán es via Montenapoleone y San’t. Andrea.

Vamos a darle una orientación geográfica a la esquina, ya que Galiano corre de Norte a Sur, San Rafael está orientada de Este a Oeste. Por lo tanto tendremos en la esquina, cuatro locales, uno en la parte N.O. y otro en el N.E. Del otro lado un local en el S.O y otro en el S.E.

Esquina N.O.- El primer establecimiento que se conoce en esta esquina fue El Boulevard, en Galiano #80, del catalán, Laureano Cifuentes. Más adelante y con la asociación de Faustino Angones transformaron el local en la gran tienda La Casa Grande, inaugurada el 3 de marzo de 1887.

Angones, asturiano, nacido en Gijón en 1868 y llegado a Cuba en 1883. Pero en 1937 se instaló allí el muy conocido y famoso TEN CENTS (que desde 1924 funcionaba en San Rafael y Amistad) comercio minorista de artículos varios, en su mayoría importados y de propiedad de la compañía norteamericana F.W. Woolworth. Wilbur C. Andrews era el superintendente y Ernest A. Stewrad, el administardor general. Sus inversiones se valoraban alrededor de los 20,000,000.

Esquina S.O.- Se encontraba el Café La Isla, el más popular del país, famoso por su bien condimentada comida y sus exquisitos helados. Su dueño, el gallego Francisco García Naveiro, conocido popularmente por Pancho nacido en 1865 en el seno de una familia de labriegos. Sin embargo, su destino no será el previsto por sus padres.

A los 8 años, el mocoso, tuvo noticias sobre un continente de ensueño donde el oro abundaba y las mujeres eran de una belleza insolente. Solicitó permiso, a fin de marchar a las Américas y después de varios años de negativa, logró irse de la aldea con poquísimo dinero y los zapatos rotos.

 Arribó, afectado por los males del estómago y todo mareado a La Habana de febrero de 1881, siendo un adolescente de 16 años. Consiguió trabajo en el edificio de una dama cubana de cierta alcurnia, doña Ventura Lautener, la viuda de Suazo.

La dama vivía en el piso superior y le había arrendado el primero a Manuel Suárez que puso su lechería La Isla y aquí fue donde comenzó el recién llegado Francisco. Como al galleguito no le afectaba el exceso de horas de trabajo, era normal que trabajara hasta 18 horas diarias, haciendo unos batidos que al muy poco tiempo, se hicieron famosos en toda la zona. 

Tiempo después se le venció el contrato a Suárez con la dama de los altos, sorpresivamente la viuda de Suazo llamó al jóven Francisco y le planteó si quería quedarse con el negocio. Por supuesto al carecer aún de dinero, él no aceptó pero le dió las gracias por el gesto. La viuda entonces le sugirió que aceptaría el poco capital que le diera y el resto se lo pagara poco a poco.

Así fue como comenzó Don Pancho como el nuevo dueño de La Isla. 

Aquí pasó más de medio siglo, sin moverse a otro sitio, le crecía su fortuna y sus mostachos que llegaron a ser enormes. Pudo comprarle a la viuda su piso y hasta fue tan generoso que le dio $10,000 más de lo convenido.

La Isla era dueña de selecta y abundante clientela, siempre llenas sus mesas y hasta de jugadores de dominó, alternando con los sabrosos helados y sus variados lunchs. Sus cocteles La Sevillana y La Marsellesa eran célebres. Hasta las boyantes vidrieras de dulces y de tabaco de Florentino, siempre estaban repletas de clientes, sobre todo turistas. 

Don Pancho nunca se casó ni nunca hipotecó su negocio, ni se sintió extranjero en su café La Isla.  “A quien Dios no le da hijos, el Diablo le da sobrinos”, reza un refrán popular y que conste, los suyos eran numerosos.

Llegan de su tierra  y van ascendiendo en la medida que se adiestra-ban en el servicio. Cuando pasan al restaurante, separado del café por una frontera de arecas, ya son jefes y socios. Su propiedad fue la primera en la capital en disponer de luz eléctrica y de una fuente de soda.

En los años cincuenta, le vendió a Florentino García Martínez y a su esposa Josefina Lillo (propietarios de Inmobiliaria Ligar) quien demolió el edificio y construyó la tienda por departamentos Flogar.

Esquina S.E.- Estaba LA PELETERIA  LA MODA, Galiano #87, existía ya en 1877, fue una de las casas más antiguas de la zona, propiedad de Andrés Canoura Palmeiro, también preferida por las familias más acaudaladas de la ciudad que gustaban adquirir allí su calzado por la alta calidad de sus artículos, como la marca Florsheim. 

En los comienzos del siglo XX hacía también las delicias de los niños, pues en el portal del establecimiento se hallaba una gallina de juguete a la cual se le echaba por el pico una moneda de dos centavos y la gallina ponía un huevo que contenía caramelos, pastillas de menta y otros dulces por el estilo.  Aquel juguete estuvo allí muchos años hasta que un día desapareció, pero la tienda se mantuvo siempre con un alto prestigio y perduró hasta la década del 60.

No obstante, su presencia en aquel lugar, como una de las más afamadas peleterías de la ciudad, ha hecho que en la actualidad se mantenga allí, bajo una nueva administración, otra tienda dedicada exclusivamente, como “La Moda”, al giro de peletería.

Andrés Canoura Palmeiro, nació en 1852 en Santa Cruz de O Valadouro, en Lugo, Galicia era un hombre emprendedor y con visión de futuro. Emigrante de primera hornada, había regentado en La Habana la zapatería La Moda y fue uno de los fundadores y primeros directivos del Centro Gallego. Cuando regresó, fue Alcalde en 1912 y acometió diversos proyectos empresariales. En una de sus visitas a Galicia desde Cuba, conoció y se casó con Ramona Fernández Mel en 1891. Tuvieron 6 hijos: María de los Angeles, Asunción, Carmen, Aurora, Andrés y Ramón.

Esquina N.E.- Estaba la más importante tienda por departamento de La Habana, de Cuba y de medio mundo, El Encanto, que era además sastrería, tienda de ropa hecha, sedería, quincalla, juguetería, peletería, almacén de tejidos, así como fábrica de colchones y de ropa interior de señoras, distribudores de perfumes y mercancías en tres almacenes.

En total más de 1,000 empleados, de los cuales 300 se ocupaban de la tienda central en Galiano #351. Eran dueños de dos subsidiarias, la Perfumería Mayran SA y de Confecciones Exclusivas SA, (1955), en Rosa #410 esq. Clavel, donde estaban los talleres para fabricar colchones y otros productos con 200 máquinas y 400 operarios.

La Familia Solís García, naturales de la Villa de Coro, Villaviciosa, Asturias (a 49 kms. al NE de Oviedo). Hijos de Manuel Solís Busto (1833) y de Manuela García Fresno (1831). El hermano mayor Casimiro (1858) fue el primero en llegar a Cuba (Guanabacoa), al estar ya bien encaminado le escribió a sus dos hermanos menores y llegaron José y Bernardo.

Aparentemente Ángel (1864) quedó en Coro. En 1888 José (Pepe) y Bernardo Solís García fundaron en la Villa de Guanabacoa El Encanto. De allí pasó después a Compostela y Sol hasta que se mudaron a un pequeño espacio en Galiano. Para poder ampliarse empezaron a comprarle a los vecinos. A Raimundo, escritor y padre de Lydia Cabrera, le compraron su casa (que no los valía) en $500,000. La sastrería La Imperial que estaba en San Rafael, también pudieron adquirirla. El dueño del pequeño local de la misma esquina, se negó y se negó, hasta que $700,000 lo convencieron. La superficie inicial de El Encanto fue de 300 m² y en su inicio, según la escritura, con $11,812 pero en el cierre de facturación de 1889

 ya estaba por $16,000.

Cuba en el último tercio del siglo XIX, era la colonia más poderosa de España y La Habana tenía una renta per cápita superior a la española. Como las cosas les van bien  decidieron ampliar el negocio con el también asturiano y empleado de su tienda, Aquilino Entrialgo Álvarez. Crearon en 1900, la mercantil Solís, Entrialgo y Cía. S.A. (Aquilino, sería su vicepresidente hasta su fallecimiento en 1948). Ese mismo año contrataron al jóven moscón César Rodríguez González (1884-1966) que en 1896 llegó de su pueblo Grado (situado a 20  kms. al oeste de Oviedo, Asturias).

A los 6 años de trabajar con ellos, cuando tenía 24 años, lo nombraron gerente y socio industrial. En 1918 César se casó con la asturiana María Antonia Muñiz Dávila, de buen nivel económico y clienta habitual de El Encanto.

César, conocido como Don Cesáreo, después de estar allí durante 29 años, en 1929 abrió en La Habana los Almacenes Ultra. Se comentaba que su capital en ese entonces era de un millón y medio. Regresó a España en 1934 y en 1935 financió la instalación y expansión de El Corte Inglés, de cuya gestión se encargó su sobrino Ramón Areces Rodríguez, con quien había estado de gira por los EEUU, visitando sus mejores tiendas de la época.

El Encanto, la primera tienda por departamentos en Cuba en 1949 tenía 65 departamentos en 6 plantas, ocupando casi toda la manzana, hasta San Miguel, por su frente de Galiano y hcia atrás hasta Águila. Con sucursales en Santa Clara, Camagüey (1936), Holguín, Santiago de Cuba (1948), Cienfuegos(1952) y Varadero. Pero en 1958 ya había sucursales en Guantánamo, Bayamo, Manzanillo, Victoria de las Tunas, Puerto Padre, Ciego de Ávila, Sancti Spiritus, Caibarién, Sagua la Grande, Matanzas y Güines.

Ramón Areces Rodríguez (1904-1989) un moscón (gentilicio de los habitantes de Grado), llegó en 1920 a Cuba junto con sus hermanos Manuel y Luis y como sobrinos de César Rodríguez González comenzaron a trabajar en la tienda El Encanto, donde llegó a ser el gerente. Ramón en 1935 regresó a España, fue el fundador y creador de la gran cadena de tiendas El Corte Inglés.

José Fernández Rodríguez, el famoso Pepín (1891-1982) de Grado, Asturias, otro moscón empleado de la tienda El Encanto, encargado primero de la contabilidad y luego del departamento de publicidad hasta el año 1931 que marchó a España, casado en 1920 con la dama cubana Carmen Menéndez Tuya y sus 3 hijos.

Primero en 1934 fundó Sederias Carretas, en Madrid y después en 1943, Galerías Preciados que llegó a ser una de las principales cadenas de grandes almacenes de España. Creó en Cuba el premio periodístico Justo de Lara, auspiciado por El Encanto. Era primo de César Rodríguez que también tuvo allí una pequeña participación económica.

El Encanto fue el primero en introducir en sus tiendas escaleras mecánicas. Ponían perfume en el aire acondicionado, para que toda la tienda oliera excelentemente. Recuerdan estos lemas: “Ya es verano en El Encanto…..Ya es invierno en El Encanto”.

El Encanto tenía oficinas en NYC y París. Agencias de compras en Nueva York, Barcelona, París, Madrid, Londres y Nápoles. Una valla-anuncio en la calle 36 y la 32 Ave. en Miami . Eran comunes los anuncios en inglés en  los años 30 en las páginas principales de Vogue, Harper’s Bazzar y Vanity Fair.

El Encanto se hizo tan conocida por su elegancia que en 1950 Christian Dior firmó en Nueva York un acuerdo de licencia exclusiva para vender sus productos en Cuba.

El Encanto abrió su Salón Francés. El 26 de octubre de 1953, Dior viajó a La Habana y el día 27 se realizó un desfile de modas en el Country Club. A este evento, organizado por la tienda y la embajada de Francia en Cuba asistieron 1,500 personas.

Dior impulsó con esta actividad el nombre El Encanto propiciando la visita de importantes personalidades como, Frank Sinatra, Ernest Hemingway, Nat King Cole, Maurice Chevalier, Lana Tuner, Lucho Gatica, Pedro Vargas, Tito Guizar, Pier Angelli, Errol Flynn, Robert Taylor, Debbie Reynolds. Una caprichosa Miroslava exigía en sus contratos, en el momento de rodar un filme, que sus vestidos fueran adquiridos en El Encanto.

La diva María Félix solía recrearse en el Salón Francés del inmueble. En diciembre de 1930, Albert Einstein fue obsequiado con un Jipijapa para protegerse del sol caribeño (Solís le dijo que el sombrero no estaba hecho ni en Cuba, ni en Panamá, sino en Ecuador, en una región llamada Jipijapa donde abunda una palma del mismo nombre cuyas hojas tienen unas características muy especiales). Tyrone Power protagonizó un comercial de la tienda; Ava Gardner se maravillaba de sus escaparates y el cowboy John Wayne mandaba a confeccionar sus camisas a la medida en las sastrerías del negocio. Cada vez que vendían una prenda, el empleado cortaba la mitad de la etiqueta, se la daba a otro empleado y en unos minutos esa prenda tenía que estar en el mostrador de cara al cliente. En los años 40 los clientes ya tenían tarjetas de crédito para comprar en El Encanto y también cheques regalo. 

Confeccionaban la ropa en sus propios talleres. Y tenían un servicio de entrega a domicilio que garantizaba entregas en apenas una hora  en cualquier rincón de La Habana, después de recibir el encargo En 1925, El Encanto tenía cerca de 600 empleados. En los salones de los pisos altos se celebraban exposiciones de artistas, se daban conferencias y se organizaban reuniones. Los empleados que querían recibían clases de inglés. En 1949 se inauguró el nuevo Encanto con 6 pisos y 65 departamentos y una extensión de más de 15,000 m².

Bernardo Solís García, vivía en su mansión de Calzada 551 y calle D. se casó con María Rita Alió Poch y tuvieron 5 hijos: Guillermo, Serafín, Carmelina, Jorge y Humberto Solís Alió. Humberto que nació en 1907 se casó con Margot Hidalgo Gato y tuvieron 4 hijas: Beatriz, María Rita, María Cristina y Margarita Solís Hidalgo Gato.                                                                                      

José Antonio Solís es nieto de José Solís Garcia (no he encontrado otra relación) José Díaz Villar en un etapa fue presidente y José Blanco Cabrera , casado con Carmelina Entrialgo Bolado, la hija de Aquilino, fue tesorero. Manuel Solís Mendieta, sobrino de los fundadores, también tesorero hasta fallecer en 1942.

El Encanto gozaba de una muy buena situación finaciera con altas ventas y utilidades (más de 70 de sus empleados participaban de ellas). Su activo total superaba los $14,000,000, con un capital líquido de $9,000,000 y ventas por más de $12,000,000. Una línea de créditos de Un Millón.

El jueves 13 de octubre de 1960, El Encanto fue robado (confiscado) por los bandidos Castro Ruz, bajo la Ley 890. El jueves 13 de abril de 1961 fue destruído por un supuesto sabotaje. El empleado de la tienda Carlos González Vidal de 23 años y natural de Cabezas provincia de Matanzas, detenido el día 17 y acusado del acto,  fue fusilado el 20 de septiembre de 1961. El Encanto nunca fue reconstruído porque el sistema comunista implantado en Cuba solamente sirve para hacer ruinas.

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