FRANK DOMÍNGUEZ, gran pianista y compositor cubano

Written by Alvaro J. Alvarez

9 de mayo de 2023

Francisco Manuel Ramón Dionisio Domínguez Padrón, como fue bautizado luego de haber nacido a las 7 y 45 de la mañana del domingo 9 de octubre de 1927 en la calle Clemente Fernández (hoy calle 94) No. 104 entre Concha y Martí, en Güines. Su padre matancero Nicolás Domínguez Isla y su madre Francisca Padrón Sanz, nacida en Güines, sus hermanos menores, Alfredo y Judith.

El niño Francisco fue bautizado el 10 de junio de 1928 en la parroquia de San Julián de los Güines (fundada en 1735) sus padrinos fueron Rafael M. Curbelo y Dolores Bouza Moreno.

Recordemos que también nacieron en Güines, el cantante Roberto Torres y el escritor Esteban Fernández.

Al poco tiempo su familia se mudó a la calle Cuba #52 entre Compostela y América en la ciudad de Matanzas, por asuntos laborales de su padre, quien era técnico en farmacia. Por eso Frank planteaba: “Yo soy matancero, como el danzón”. Le decían Panchito, pero prefirió ser Frank.

Su madre era una diestra costurera y profesora en alta costura.

Frank solía contar que sus vecinos tenían un piano vertical y su obsesión era visitarlos y abrir aquel instrumento maravilloso y darle con las manos, deleitándose con el ruido que surgía producto de sus manotazos a las teclas. Cuando un día expresó su deseo de estudiar piano, hubo una negativa rotunda y colectiva. Recuerda que sólo su madre se le acercó y con una mirada de ternura le susurró: “Yo te voy a ayudar en tu empeño”.

A los once años, en 1938, comenzó a estudiar música formalmente con la profesora Ida Nery Ortego, cuya escuela estaba incorporada al Conservatorio Benjamín Orbón, allí llegó alcanzar el 6º año de Piano y 2º de Teoría y Solfeo, con notas de Sobresaliente y Menciones Honoríficas. 

No quiso realizar estudios superiores, pues no le interesaba ser concertista, sólo quería conocer los secretos del instrumento.

En 1945, con apenas 17 años, empezó en las aulas escolares a hacer actividades musicales acompañando al cantante Gilberto Aldanás (1926-2021). Al año siguiente ya estaban haciendo presentaciones en casi todas las actividades matanceras y en los pueblos cercanos.

Actuaron en el Teatro Sauto y en el Auditórium del Colegio Irene Toland, fundado en la ciudad de Matanzas, en 1899 por la Iglesia Metodista Episcopal del Sur y sin lugar a dudas uno de los planteles educacionales más importantes de Matanzas.

Así como programas de radio en la CMGH (Radio Rialto luego Radio Matanzas y finalmente Radio 26). Emisora que tuvo como dueño a Manuel García Álvarez luego en 1943 la compró el senador Ricardo Campanería Valdés y en 1944 pasó a Ramón de Zayas López.

En julio de 1947 se graduó de Bachiller en Ciencias en el Instituto de Segunda Enseñanza de Matanzas y en septiembre del mismo año, para satisfacción paterna, matriculó Farmacia en la Universidad de La Habana. Sus padres le alquilaron una habitación en la calle Ronda muy cerca de la Escuela de Farmacia, al ser una calle que se continuaba con la calle L, estaba cercana a 23 y L “una tremenda tentación” por todo lo que podía visitar a pie.

Frank como costumbre siempre llevaba a todas partes su libreta de versos y canciones. Cuando un profesor faltaba a clases se iba con algunos compañeros al llamado Bar de Física. Frank se sentaba en la banqueta de aquel maravilloso piano de cola y daba rienda suelta a su verdadera vocación… la música. 

Estando una tarde allí interpretando “Ya No me Quieres” de la mexicana María Grever (1885-1951) se le acercó el compositor Ángel Díaz (1921-2009) y le dijo: ¿Qué rayos haces tú estudiando Farmacia si tú eres un verdadero artista?

Luego sus compañeros de Farmacia lo embullaron a presentarse en el programa de radio Buscando Estrellas en un estudio de CMQ en 23 y M, el viernes 9 de julio de 1948, ganó el segundo lugar de la semana, pero con gran alegría y sorpresa alcanzó el primer puesto en la Eliminación Final. Fue presentado al público asistente por el animador Germán Pinelli, el cual le permitió ocupar su sitio al piano del maestro Orlando de la Rosa, autor que tanto admiraba.

Del año 1948 al 1951 frecuentaba varias emisoras de radio, aumentando sus relaciones con personalidades del arte y la cultura. Conoció a Rolito Rodríguez, quien le pidió una canción: Refúgiate en Mí, la cual quedó como su primera canción grabada en un disco, aquellos PANART de 45 R.P.M., con el Conjunto Casino.

Luego Imágenes y la versión que más se difundió en Cuba fue la que grabó, Doris de la Torre con Felipe Dulzaides (1917-1991).

A inicios de los años 50 la televisión comenzaba a tomar auge y los patrocinadores buscaban figuras nuevas en un programa llamado Estrellas para la TV, que era maratónico. El 26 de febrero de 1951 se inscribió para participar y ganó un doble premio: el del aplauso del público presente y el de un jurado secreto que determinaba “el más televisable”. Pocos días más tarde recibió una carta de la productora americana Clara Ronay ofreciéndole trabajo en su programa Sábado Musical, de CMBF TV de Gaspar Pumarejo, alternando con Olga Guillot, René Cabell, Minín Bujones, Jorge Félix, Esther Borja, Fernando Albuerne, Marta Pérez y Rita Montaner, entre otros. A Rita le gustaba Refúgiate en mí, pero cuando eso ya no grababa discos. Olga sí lo grabó, en México, con un arreglo precioso de cuerdas y la gran orquesta de Sabre Marroquín. Toda su vida, Olga interpretó sus canciones, eso le hacía sentir uno de los compositores más afortunados del planeta.

Un día de 1952, recibió el giro monetario de sus padres, salió por La Habana a conocer bares y a descargar con un grupo de amigos universitarios. En la tarde llegaron en el Ocean Club, del Ocean Hotel, situado en Malecón # 69 esquina a Genios. Era un lugar pequeño pero acogedor, con un piano Spinet pequeño, varios pullmans, mesitas y detrás del bar había una pecera iluminada con diferentes tipos de peces de 

colores.

Le preguntó al bartender si podía tocar el piano y le respondió que el piano era de Mario Fernández Porta, que era muy majadero (cosa que comprobó después) y tenía prohibido que el público lo tocara. En ese momento, quizás envalentonado por los tragos y sintiéndose mal frente a sus amigos ante la negativa, respondió: ¡Oiga, señor, dígale a Fernández Porta que no le voy a romper su piano porque yo soy pianista también! Entonces un mulato muy elegante que estaba junto a la caja contadora cambió una mirada cómplice con el bartender y le abrieron el piano. Quizás lo hicieron para divertirse, para vacilarlo, ya que ellos eran los únicos clientes.

Habrá sido el orgullo o la dignidad, pero sus manos se deslizaban sobre el teclado como nunca, no recuerda cuanto tiempo estuvo tocando, ni se dio cuenta que el mulato había abandonado la caja contadora y estaba parado junto a él. Cuando levantó la vista hacia él, un poco atemorizado, escuchó estas palabras: ¿Quisiera usted trabajar aquí? Miró a sus amigos que estaban tan sorprendidos como él y le contestó: ¡Por favor, usted está bromeando!, y él le respondió: 

“No soy hombre de bromas, soy el dueño y le ofrezco $90 libres, con desayuno, almuerzo, comida y habitación en el Hotel”. Sin todavía poder hablar logró apenas balbucear “¿Cuándo empiezo?” el hombre le dijo: “Pues si quiere, hoy mismo”.

Al no estar preparado para eso, en la casa de huéspedes no tenía ropa adecuada, así que tuvo que ir a Matanzas a darle la noticia a sus padres, que por supuesto no le creyeron y comprarse ropa elegante.

Minín Bujones, hermosa mujer, gran actriz que había protagonizado novelas como El Derecho de Nacer y ya era una estrella de la televisión, le gustaba cantar y se había hecho su amiga, porque él la acompañaba al piano. Llegó a grabar de él, No te vayas. Gracias a Minín conoció a Ramón Antonio Crusellas, dueño de la famosa marca de productos de limpieza y tocador, que resultó ser un gran amante de la música. Crusellas, empezó a frecuentar el Bar que, poco a poco, se fue llenando de sus amigos y de sus primeros admiradores. Ya en confianza, empezó a cantarles sus canciones, que las tenía guardadas para un momento oportuno.

Llegó una noche estelar de su vida cuando llegaron Minín con Crusellas, el compositor Hugo Cruz Artigas y el actor Eduardo Egea. Pero quedó paralizado cuando Minín le dijo que luego llegaría René Cabel para oír la canción, esa que tanto le gustaba a ella.

Él sabía perfectamente quién era el Tenor de Las Antillas, una voz muy respetada, pero también tenía fama por las barbaridades que decía, sus bromas y sus groserías, se quería morir. 

Cuando vio sentado a Cabel, empezó a susurrar “Tú me Acostumbraste” esperando lo peor, solo escuchaba el piano, claro, que era lo único de lo que estaba seguro. Cabel se le acercó y allí le dio una primera lección: “Mira chico, la música es muy bonita, pero quiero escuchar la letra y cantas por dentro, ponle el apagador al piano y canta sin miedo, porque el mensaje lo lleva la letra y eso es lo que me interesa, ¡arriba!”.

Se llenó de coraje cantó lo mejor que pudo, con la maestría de quien lo posee todo, letra, música e instrumentos. Parece que lo logró porque al final, le dijo: ¡Joder, qué canción tan encorsetada, creo no sabes lo que has hecho al escribirla! ¡Si me la das, en menos de un mes la grabo y se popularizará en toda la Isla! 

Así salió la primera versión de “Porque Tú me Acostumbraste” de René Cabel, con la Orquesta Riverside, para los discos de Puchito.

En el 1953 comenzó en Matanzas un programa radial llamado Dos voces y un Piano, con la poetisa Griseida Vidal.

Además, en la CMGW (Antes CMGH) realizó un programa titulado “Junto tu corazón y mi alma” acompañando a la poetisa matancera Carilda Oliver Labra, con la que además realizó otras actividades en el Liceo de Matanzas.

En 1954, fue contratado por una empresa mexicana para actuar en el Club Los Nápoles, en la ciudad de México donde conoció a Tulio Demicheli (1914-1992) un productor argentino que estaba buscando una pegajosa melodía de jazz para la película “Un extraño en la Escalera”, con Silvia Pinal y Arturo de Córdova. 

En unos días, con papel en la mano y muy nervioso, le cantó a Demicheli, en presencia de Pinal y Arturo, el tema que acababa de componer, al terminar, el beso de Silvia y el abrazo de Demicheli, con su expresión: ¡Eres un genio!, le hizo entender que El Hombre que me gusta a mí, iba a estar en aquella película y de esa forma su música se conoció internacionalmente a través de Columbia Pictures.

La película participó en el Festival de Cannes de 1955. Lo interesante de la película, más que su argumento, es su buena atmósfera habanera, las fuertes escenas de amor de la pareja (un plano muy alejado parece incluso, captar desnudos a los amantes, en el mar), la desenvoltura, la gracia y el sexapil de Silvia Pinal, que deja ver su hermosa silueta tras la cortina del baño cuando se ducha. Hubo tomas en Tropicana. 

Silvia Pinal dijo: “Sí, fue mi gran película, el gran estirón, donde pasé a ser una estrella y entré en el mundo de las chicas sexy”. 

Se filmó en La Habana por casualidad, por un asunto legal, solo así pudo debutar Demicheli en el cine mexicano. Arturo de Córdova era la gran estrella y elegía el reparto. Cuando le propusieron a Silvia Pinal dijo que no. Él quería a Gina Lollobrigida. Entonces la llamaron y le dijeron se pusiera muy sexy para hacerle una prueba. La Pinal se fue a un salón de belleza, le cortaron y aclararon el cabello, unas pestañas postizas y una blusa sensacional con unos aretes grandes hicieron que de Córdoba cambiara de opinión y la aceptara.

Frank Domínguez, durante los años 50, junto a figuras como José Antonio Méndez, Rosendo Ruiz (hijo), Ñico Rojas, Ángel Díaz, César Portillo de la Luz, Aída Diestro y Elena Burke, entre otros, inició el movimiento conocido como Filin.

En noviembre de 1955 llegó a La Habana la bolerista puertorriqueña, Lucy Fabery, con quién Frank trabajó unas semanas en el Bambú Club, 

situado en el km 5½ de la Carretera Rancho Boyeros. Lucy le grabó su canción “Refúgiate en Mí” con el grupo de Julio Gutiérrez y cuando llegó a México fue escogida para ser la vocalista del tema de la película anteriormente citada.

En ese mismo año llegó a La Habana, el actor y cantante mexicano Fernando Fernández (1916-1999) y se reunió con el maestro para grabarle varios temas que se llevó a su patria.

De 1954 a 1956, la Unión de Cronistas Tele-Radiales proclamó a Olga Guillot la “Mejor Voz Cancionera de Cuba”, y en 1957 viajó a México, donde impuso en el primer lugar de las listas de éxito “Tú me acostumbraste”. La canción gustó tanto en México que después, sería versionada por Chavela Vargas, Luis Miguel, Los Tres Ases, Los Panchos, Pedro Vargas y muchos más.

En 1956 la popularidad de sus canciones alcanzaba tal magnitud que decidió firmar un contrato con la compañía disquera PEER Southern Music, quienes comenzaron a publicar sus partituras y distribuirlas por varios países de América y Europa.

Junto a Ernesto Roca siguió trabajando en el famoso cabaret Sans Souci, musicalizando sus producciones bajo la dirección artística de Alberto Alonso y la dirección musical de Rafael Ortega. 

En el Club Nevada Cocktail Lounge (era el Bar de Sans Souci) formó su primer combo. En la guitarra César Portillo de la Luz, Alfredo León en el contrabajo, Gastón La Serie percusionista, Dandy Crawford cantando en inglés y portugués, que armonizaba el piano de Frank.

Además, se presentaban simultáneamente en el Club 21, frente al Hotel Capri.

La Revista Avance y los cronistas de Radio, Cabaret y Televisión lo eligieron “El Compositor del Año 1957”. 

Ese año estrenó nuevas canciones sentimentales, Luis García le grabó “No pidas imposibles” para la RCA Víctor y empezó a escribir números especiales para los Shows de Sans Souci, entre ellos Aloha Kamoa, producción de ambiente hawaiano con Las D’Aida, Sonia Calero y Lorenzo Monreal. A este espectáculo siguieron, entre otros, “Esto es París”, “Noches de Bagdad” y “Endoky”, estrenado por Sonia Calero con montaje y coreografía de Alberto Alonso y dirección musical del maestro Rafael Ortega.

Ya conocía a Josefina Enríquez y un día le dijo fuera a un programa de TV que iba estrenar un tema. El animador lo sabía y cuando cantó “Un Pedacito de Cielo” le susurró: “esta la compuse para ti”. Por supuesto se emocionó mucho. Se casaron en 1957.

Pero todos los récords de popularidad se rompieron a finales de los años cincuenta con la grabación de “Tú me acostumbraste” por el cantante chileno Lucho Gatica, quien se presentó en el Cabaret Parisién, del Hotel Nacional, donde lo acompañó al piano el mismo Frank Domínguez.

Y la popularidad del tema muy pronto trascendió Cuba y México. “Tú me Acostumbraste” es seguramente una de las canciones cubanas más populares en España, y cuenta con memorables versiones de Lola Flores, Sara Montiel, Plácido Domingo, los Gipsy Kings, Los Sabandeños, entre otros.

El éxito trascendió pronto los países de habla hispana y llegó a naciones con otros idiomas, como Italia y Brasil, donde muy raramente se conocen canciones cubanas fuera de El Manisero y La Guantanamera. En Brasil la hicieron famosa Caetano Veloso, Gal Costa y María Bethania, mientras que en Italia forma parte del repertorio de cuatro de los más célebres artistas de ese país: Domenico Modugno, Andrea Bocelli, Nicola di Bari y        Mina.

Hay que incluirla también en el repertorio del Tigre de Liverpool, el británico Tom Jones.

Tú me Acostumbraste según los entendidos, forma parte de los mejores boleros cubanos junto con Dos Gardenias, de Isolina Carrillo, Toda una Vida, de Osvaldo Farrés, Nosotros, de Pedro Junco, Aquellos Ojos Verdes, de Nilo Meléndez, Contigo en la Distancia, de César Portillo de la Luz y Cómo fue, de Ernesto Duarte.

A inicios de 1958, por el volumen de ventas de “Tú me Acostumbraste”, Frank volvió a ser elegido Compositor del Año por la prensa de espectáculos y en mayo comenzó a grabar el LP Frank Domínguez Canta Sus Canciones (como autor e intérprete), para la firma GEMA de los hermanos Álvarez Guedes. Nat Chediak, 40 años después, advirtió que ese LP con Rafael Somavilla en el vibráfono, Papito Hernández en el bajo, Guillermo Barreto en la batería y Frank en el piano “mostraba una influencia de los quintetos “cool” norteamericanos y que su voz quebrada es el instrumento perfecto para contar los desvaríos del amor”.

En este LP están grabadas estas doce: Tú me acostumbraste, Mi Corazón Lloró, Imágenes, El que tú eres Ángel, Si tú quisieras, Refúgiate en mí, Un pedacito de Cielo, ¿Cómo te Atreves? Intimidad, No pidas Imposibles, Dónde Estás y Me Recordarás.

Al finalizar ese disco Frank, como pianista acompañante de René Cabel iniciaron un extenso recorrido por la Isla que comenzó en el Hotel Internacional de Varadero, hasta llegar al recién inaugurado Reno Club, en Ciego de Ávila.

De regreso en La Habana, continuó trabajando en el Club 21 del Vedado, uno de sus “rincones musicales” pero no el único, porque Frank fue uno de los grandes protagonistas de esa época dorada de las discotecas habaneras.

Por esa época lo llamaron para abrir un lugar íntimo y acogedor llamado La Gruta, ubicado en el sótano del Cine La Rampa, donde estuvo muchos años y, según contaba, donde mejor se sintió en toda su vida como artista. Allí conoció un equipo de gastronomía muy hábil y amable. Entre mayo y julio de 1959, tuvo el honor en La Gruta de alternar momentos musicales con la chispeante pianista y cantante Esther Montalván, con el maestro Pepé Delgado, con la dinámica y tremenda Susy Ramos, con su gran amiga Ela O’Farrill y con Elena Burke.

Junto con Elena inauguró El Sherezada, en los bajos del edificio FOCSA en la misma esquina de 19 y M.

Luego juntos también en El Gato Tuerto, el Club fundado el 31 de agosto de 1960 en la casona No. 14 de la calle O entre 17 y 19 en el Vedado, adquirida y reformada para la ocasión.

También hubo muchas “descargas” en el Lobby Bar de Saint John’s.                                       

En octubre inició un trabajo en pareja con Elena Burke, que se prolongó cuatro años, actuando en centros emblemáticos de aquella Habana en ebullición y belleza, como el Club 21, el Hotel St. John, teatros y recitales. Juntos grabaron el LP, “A solas con Elena Burke”, en el que estrenó su canción “La Dulce Razón”, con el sello Cubartimpex.

El viernes 3 de julio de 1959 en el Casino de Capri (Hotel Capri) se estrenó el espectáculo Consumiendo Productos Cubanos, con producción y coreografía de Alberto Alonso y vestuario y escenografía de Anido, cantaron y bailaron la música de Frank Domínguez, consagrando definitivamente al compositor de cuya exquisita música se inspiró toda la música de la magistral revista, con unos arreglos del maestro Somavilla, que parecían sinfónicos.

Las composiciones de Frank Domínguez van regando infinita ternura y cálido romance de amor en el ambiente. Rosita Fornés, la estrella absoluta, se destacó como la primerísima vedette en revistas musicales de Cuba. Sus interpretaciones de Me Recordarás, El hombre que me gusta a mí y Crazy Cha Chá, hizo verla como una estrella sexual indiscutible. En otro cuadro de gran colorido Rosita cantó Mi Corazón Lloró, mientras Armando Bianchi interpretó Pedacito de Cielo. El cuarteto Los Bucaneros interpretó otra de sus composiciones, Imágenes.

En el espectáculo participaron también, Mitsouko y Roberto, Los Riviera, Kary Russi, Tino Rodríguez y Los Tres Pimpollos. 

El brillante vestuario de Anido, aunque llegó tarde, eran de un gusto exquisito dando cabida a su alto costo de $11,185.

En 1960, Frank Domínguez fue elegido por Humberto Bravo, personaje famoso de la televisión, para inaugurar el Canal 13 de Lima-Perú, en donde actuó durante dos meses. 

De regreso a Cuba, el 26 de mayo de 1960, comenzó nuevamente a trabajar con Elena Burke en el Club Sherezada. 

Es ese período fue reconocida una de sus canciones más populares, Imágenes, y él mismo, como El Autor más Destacado, por la Revista Cinema, recibiendo dos Diplomas de manos de Rita Montaner.

Por esa fecha se presentó en el Bar Ali en el programa Noches Románticas junto a René Cabel y Fernando Álvarez, que en ese momento estrenaban Te acordarás de mí y Si tú quieres, más adelante Página en Blanco, orquestadas las dos primeras por de Bebo Valdés y la última por su querido amigo Felipe Dulzaides y que Fernando incluyó en su LP. 

Luego llegaron las noches en el Club Imágenes, de Calzada y C, frente al parque Villalón, muy lujoso y con un buen piano de cola. Por supuesto, su canción le puso nombre a este Club.

Allí trabajó mucho con la excelente Marta Justiniani (1930-2015), quien le estrenó varios temas que nadie más podía interpretar, porque estaban hechos pensando en su voz, en su forma de decir. Juntos hicieron el disco Cócktail, con sus canciones y una gran orquesta de cuerdas y jazz dirigida por los maestros Adolfo Guzmán y Rafael Somavilla. Ese LP tiene un poco de todo: bossanova, charlestón, samba, boleros y hasta el villancico Real Christmas, que grabaron Los Zafiros en su primer disco.

Una noche llegó un personaje y le dijo: Blanquito, ¿no me vas a dar una canción tuya para que yo la cante?, era nada más y nada menos que Benny Moré. Y le compuso Mi corazón Lloró, que el Bárbaro del Ritmo interpretó magistralmente.

Imágenes, tenía un piano sencillo que se le hace cola de madera y se le ponían sillas alrededor, de esas como banquetas para que el público se sentara a verlo tocar desde cerca, eso es lo que más añoraba el maestro, el poder entre canción y canción, hablar con sus admiradores.

Elena Burke montó muchos números de Frank Domínguez. En su primer disco puso El Hombre Que Me Gusta y luego, con Eddy Gaytán, Lo que ha quedado. Frank fue su compañero durante mucho tiempo, eran como familia, o más que eso. Pocos la conocían como él y nadie le conocía como ella. Fue el padrino de su hija Malena, una cantante excepcional, porque de casta viene al galgo.

Musicalmente, en el año 1961 Frank Domínguez y Elena Burke se separaron. Él comenzó a trabajar en El Rincón Bohemio, de Bertha Camejo, situado en los bajos del FOCSA, por la calle M, donde le otorgaron una medalla de honor por sus composiciones e interpretaciones. Ese era un lugar muy acogedor, algo así como un Café Cantante. A la hora que llegaba el artista, era invitado a cantar, a tocar el piano, a decir sus versos, a comentar sus proyectos futuros, se hacían fotos para un álbum y se estampaban las firmas en la pared, con la fecha que visitaba por primera vez este agradable Bar. 

Las canciones cubanas más conocidas en el mundo son El Manisero, de Moisés Simons, Quiéreme Mucho, de Gonzalo Roig y La Guantanamera, de Joseíto Fernández, según el criterio de Cristóbal Díaz Ayala (1930-93 años) musicógrafo cubano radicado en Puerto Rico, que a finales del siglo XX elaboró la lista de las 50 piezas que él consideraba entre las más divulgadas y repetidas. Entre los autores del filin incluidos en la lista está Frank Domínguez con dos canciones: Imágenes y Tú me acostumbraste.

Bola de Nieve lo dejaba de sustituto en el Monseigneur, cuando salía de gira. No quería a otro allí y Frank le dijo: ¿Ay, chico, por qué me haces eso? Pero en el fondo le enorgullecía. 

Se sumó a la onda del ritmo Mozambique y compuso Mozambique en Carnaval para Pello el Afrokán.

Los Modernistas ganaron un premio en el Festival de Varadero, cantando una canción suya que se llama Gira, Gira.

Para la Aragón compuso Lo sé todo, adiós, un ChaChaChá. 

Trabajó también mucho en el Maxim’s y en El Caribe del Habana Hilton.

El guitarrista capitalino José Antonio “Ñico” Rojas (1921-2008) lo consideró entre los mejores pianistas acompañantes seguidores del filin. Le gustaba, amaba y cantaba mucho su canción Luna sobre Matanzas, la cual le llamaba “femenina y coqueta”.

Por otra parte, su talento artístico ha sido comparado al de sus compatriotas Adolfo Guzmán, René Touzet e Ignacio Villa (Bola de Nieve) y al de latinoamericanos como la mexicana María Grever.

Irónicamente la castrista Empresa de Grabaciones y Ediciones Musicales de Cuba (EGREM), no le grabó un solo disco en 30 años, aunque le otorgó, como de premio de consuelo, la Medalla por el 25 Aniversario de la Empresa. 

Su amigo y compañero artístico desde sus comienzos, el cantante y Gilberto Aldanás contaba haber oído decir que, Armando Manzanero al iniciarse en la música comentó, inspirarse en la manera de componer del autor de Cómo te atreves y Refúgiate en mí.

En 1980, Antonia del Carmen Peregrino Álvarez, conocida como la yucateca Toña la Negra (1912-1982) viajó a Cuba por primera vez después de 1959 y al ver las condiciones en las que vivía el gran compositor, prometió no volver más a la Isla, y así lo hizo.

Según comentarios de su hija, Frank Domínguez viviendo ya en Mérida, seguía extrañando su pequeño apartamento en la Calle 23 entre N y O, arriba mismo del club nocturno La Zorra y el Cuervo, en plena Rampa y a pocos pasos de La Gruta, donde tanto disfrutó.

Frank Domínguez participó, en 1989, en el Festival del Bolero realizado en la Ciudad de México, luego fue invitado al programa de televisión, Aquí Está, conducido por Verónica Castro.

En 1993 en pleno Período Especial, aquejado como tantos cubanos por la crisis económica y la falta de horizontes, Frank y Josefina viajaron a Mérida para visitar a sus hijos, quienes vivían ahí desde años atrás. Quedó prendado de la belleza y tranquilidad de esa ciudad y se decidió por la ciudadanía mejicana. 

En esa ciudad, una noche de 1994, cantó y se acompañó en el piano del teatro Peón Contreras. El público lo recibió y despidió de pie. 

En noviembre de 2011, el Maestro Domínguez fue distinguido por la Sociedad de Autores y Compositores de México, con el Reconocimiento Trayectoria 50 y más.

En Cuba, su nombre se fue dejando de mencionar en los medios oficiales y el hombre que ayudó a poner en mayúsculas la música romántica cubana no recibió homenajes de la magnitud que le correspondían.

Una tarde de domingo estando mi esposa y yo sentados en el lobby-bar de un hotel en la Avenida Collins de Miami Beach, nuestros oídos disfrutaban oyendo a la gran Renée Barrios (1933-2017) cantando y acompañándose al piano. De pronto se paró, nos pasó por al lado, caminando apurada, cual sería nuestra sorpresa y alegría cuando regresó de la mano del maestro Frank Domínguez, en short, pullover y chancletas. Nos contó estaba visitando Miami desde Mérida y como se marchaba quería saludar a Renée. Varios asistentes le pedimos nos cantara, se sentó al piano y comenzó su descarga, aquello por supuesto fue un extra que nos tocó disfrutar enormemente. Ese era el verdadero Frank Domínguez una persona humilde y 

natural. 

Falleció el 29 de octubre de 2014 a los 87 años, 79 de ellos sentado en la banqueta del piano.

Sus cenizas fueron depositadas en una cripta de la iglesia María Inmaculada de Mérida. 

Le sobrevivieron su viuda Josefina Enríquez Hernández, sus hijos Frank Domínguez Enríquez y Glennys de Rosado Enríquez, sus hijos políticos Ana Margarita Fortuny de Juan y Jorge Carlos Rosado Hagar, su hermana Judith Domínguez Padrón. Sus nietos Jennifer, Glennys y Jorge Carlos.

Su capacidad melódica iba pareja con sus facultades como armonista, además de poseer cualidades como pianista e intérprete. Sobre su manera de componer expresó:

“Creo en la inspiración. No tengo una probeta para meter hoy una clave de sol y otra mañana, más un tres por cuatro, para batirlo después. A veces me levanto de madrugada, en el piano portátil compongo a esas horas con el volumen bajo. Necesito el piano para sentirme bien componiendo. Por lo general, la idea de la letra viene primero, mientras aflora la música. En ocasiones la canción no surge completa y me está rondando día tras día. Pasa un año y no hago nada nuevo. Tengo que sentirme inspirado. Pienso que la letra es esencial. Leo mis textos, despojados de cualquier adorno, como si fueran un poema, e intento no escribir por escribir, evitando esos finales que parecen pegados, abruptos. Lo que he dicho debe tener una ilación, una progresión, y no golpes efectistas. Me gusta mucho la metáfora, pero una canción no puede estar formada por frases pegadas. Para probarlas, me las canto y si me emociona, la doy a conocer”.

Registró 224 composiciones, pero esta es la Número Uno:

La Letra…

Tú me acostumbraste     

a todas esas cosas,

y tú me enseñaste

que son maravillosas.

Sutil llegaste a mí

como la tentación,

llenando de inquietud

mi corazón.

Yo no concebía

cómo se quería

en tu mundo raro,

y por ti aprendí.

Por eso me pregunto

al ver que me olvidaste,

por qué no me enseñaste

cómo se vive sin ti.

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