Falta un mes para el primer golpe

Written by Libre Online

5 de octubre de 2022

Por Roberto Luque Escalona

Creo que es hora de ocuparme de este país, que es donde vivo y donde voy a morir, que al otro no pienso volver con 85 años a cuestas.

Dentro de un mes son las elecciones parciales en las que debemos ganar la mayoría del Congreso y, quizás, del Senado, primer paso para quitarnos de encima a la más inepta camarilla que jamás gobernó América. Tan inepta como la que yo padecí en Cuba; sólo le falta estar encabezada por un monstruo, que aquí no hay nadie que a monstruo llegué. Pues, gracias a Dios, únicamente tenemos politicastros y camajanes.

Biden, los Obama, los Clinton -más bien Hillary, que Vil está muy apagadito-, la Kamalísima, la Pelosi -que al menos se le nota lo mala persona que es-, el viejito ñángara de Vermont, la rubia que dice ser india, el trío de chusmitas que forman la boricua, la palestina y la somalí, y, por último, Tracy Abrams, la Madre del Racismo Negro, si es que el racismo madre tiene. En fin, calcañal de indígena. Y arena de callejón. Ni una sola personalidad de sólida relevancia, gente que sólo destaca en lo negativo. Nadie que pueda compararse a Reagan ni a Trump.

Vil Clinton, lo mejor que ha tenido el Partido del Burro en mucho tiempo, a pesar de su chulería y de su siniestra consorte, ganó su primera elección presidencial gracias a la payasada de Ross Perot, un millonario que dividió el voto conservador. En cuanto a Obama, se enfrentó a los dos candidatos más ineptos que pudieron encontrar los republicanos, John McCain y Mitt Romney.  Joe Biden, que en su vida ha ganado un dólar que no sea proveniente del erario público, un politicastro de los muchos que proliferan en Washington ganó las elecciones sin hacer campaña contra el más exitoso Presidente de las últimas décadas, en el mayor fraude electoral de la historia americana.  Si Trump tendrá que disputarle a Reagan el título del Mejor Presidente, Biden no tiene rival si se quiere escoger al peor.

Hay algo que me preocupa con Joe Biden, y es que vayan a querer someterlo a un proceso de impeachment por su evidente incompetencia y sus constantes metidas de pata, que tal proceso prospere y que sea destituido. Lo sustituiría Kamala Harris, por ser la vicepresidente. Hell, no! 

Menciono a Kamala y me viene a la mente una de las mayores diferencias entre el Partido Demócrata y el Republicano, que son sus miembros femeninos. Comparen esas que mencioné más arriba con Sarah Palin, Sarah Hukabee-Sanders, la Gobernadora de South Dakota Kristi Noem, Margorie Taylor-Greene -que pronto dejará de ser Greene porque está en un proceso de divorcio- y una con la que debo disculparme; hablo de Nikki Haley, que provocó mi irritación cuando, siendo Gobernadora de Carolina del Sur, aceptó eliminar de los edificios públicos la bandera confederada. Me sacó de quicio y la emprendí con ella. Averigüé que pertenecía a una familia de emigrantes Siks, gente del norte de la India, que su verdadero nombre era Nimrata Randhawa y, agregué, lo de “Nikki” era un intento de parecer más americana. Pues bien, sucedió que Whoppy Goldberg, alguien con quien no me hace ninguna gracia coincidir, la acusó de lo mismo en su programa “The View”. La ex gobernadora y ex embajadora ante la ONU ripostó diciendo que “Nikki” es su middle name, que así consta en su certificado de nacimiento y que ese nombre es usual en la región de la India de donde proviene su familia. Entonces recordé lo que antes debí recordar. Recordé un poema de Ruyard Kipling que narraba el enfrentamiento entre una mangosta y una cobra. Kipling les asignaba nombres a sus animales-personajes y la mangosta se llamaba … Rikki-Tikki-Tavi. “La jiñé”-me dije- “Que de Rikki-Tikki a Nikki no va nada”. Menos mal que Nikki Haley seguramente no lee mis artículos.

Lo de contar con elementos femeninos de calidad es cada vez más importante en los tiempos que corren. Ahí tienen a las nuevas ocupantes en el cargo de Primer Ministro en Gran Bretaña e Italia, las que, por cierto, no deben su encumbramiento a la condición femenina, sino a sus capacidades políticas.

*Antes de que se me acabe el espacio quiero referirme a la fugaz presencia de Raúl Castro en la votación de un nuevo código de familia para un país en el que la institución familiar es casi un recuerdo.

Raúl llegó, depositó su voto y se fue. Apenas fueron unos segundos en cámara, pero resultaron suficientes para poder apreciar lo flaquito que está. El uniforme le bailaba en su cuerpecito desmedrado. En fin, que me temo que a la China de los Ojos Tristes le queda poco por vivir.

Lo de “la China…” no es porque yo me haya afiliado al bando de los que creen que Raúl es homosexual. A mi… plin. Las preferencias sexuales de un asesino como Raúl Castro me parecen irrelevantes. Lo que importa son sus asesinatos.

Lo de “La China de los Ojos Tristes” fue una burla de Otto Meruelo, comentarista de la televisión partidario de Batista. La burla le costó 18 años de cárcel, a tres años por palabra, y todavía me pregunto cómo fue que Raúl no lo mandó a fusilar.

Sea como fuere, parece que, al menor de los Castro, si Castro es, que dicen las malas lenguas, y la mía, que no es de las mejores, que su verdadero apellido debería ser Mirabal, por un teniente de la Guardia Rural que tuvo con Lina Ruz eso que ahora llaman “una relación sentimental”. Pensándolo bien -o mal, según se mire-, “sentimental” rima con “matorral”.

En suma, que al menor de la más excepcional pareja de hermanos de nuestra historia parece que lo está llamando la tierra, o más bien el mausoleo de Mayarí Arriba donde lo espera Vilma Espín. Algunos se preguntarán por qué califico de excepcional a Raúl. No se discute la excepcionalidad de Fidel, que no hay nadie tan excepcional como un monstruo. Pero Raúl no es un monstruo; es sólo un hombre malo. Pues bien, creo que su excepcionalidad reside en que ningún personaje de nuestra complicada historia ha sido importante sin tener la más mínima cualidad y estar sobrado de defectos, que Raúl es malo, feo, pesao, bruto e ignorante. Busquen otro igual y, si lo encuentran, por favor, no dejen de avisarme.

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