Por C. B. Colby (1951)
La ingeniosidad en el diseño de las armas no es del talento exclusivo del hombre. Lejos de ello, la naturaleza por medio de la evolución lenta ha perfeccionado algunos de los más ingeniosos medios de defensa y ofensa para sus criaturas. Casi todas las clasificaciones de la vida animal, cuadrúpedos, aves, insectos, reptiles y moradores del mar han sido equipadas con alguna arma extraída del arsenal de la evolución.
En algunos casos estas maravillosas armas naturales parecen contradecir el plan mismo de la evolución ordenada. Tales contradicciones como aves con cuernos en las alas, ciervos que tienen largos caninos, hormigas que usan como armas gases venenosos y arañas que lanzan pegajosas bolas a su presa, indican que no hay término a la capacidad de la naturaleza para confeccionar lo grotesco y raro cuando el arma requerida justifica el tomarse libertades con la rutina.
Cuernos, picos, dientes o garras son las armas rutinarias para sus dueños normales. Aunque ocasionalmente aún este equipo normal se desarrolle hasta un punto en que haya habido que desarrollar nuevas técnicas para hacer a esas armas eficaces como tales. Tomemos, por ejemplo, los cuernos del antílope sable de África. Estas largas armas, semejantes a guadañas, se curvan hacia atrás completamente, por lo cual parece que tienen poco o ningún valor para el animal. Ese aspecto de desamparo ha resultado un engaño fatal para muchos presuntos agresores.
El antílope sable ha desarrollado un sistema inteligente y mortal de defensa. Simplemente se echa, vuelve de lado su cabeza y aguarda a que su agresor haga otro movimiento, por lo regular el último. Cuando viene el ataque, por regla general dirigido a su lomo desprotegido, el antílope sable practica un movimiento semejante al de una guadaña, con su poderosa cabeza, haciendo oscilar sus largos cuernos por sobre su propio lomo y empalando en ellos a cualquier cosa que se adhiera allí. En su caso al menos su técnica fue desarrollada para cuadrar a su arma y fue un ajuste muy espléndido, por cierto. Otras bestias cornúpetas o astadas emplean tácticas similares
Los animales cornúpetos y los que no lo son con frecuencia recurren a sus patas en una lucha o ataque. Los caballos, ciervos y muchas aves, cortan, sajan, pegan y pisan con sus patas o cascos con mortal precisión y efecto. Los canguros y aves tan grandes como el avestruz, el emú y el casuar tienen análoga técnica de combate. Todos usan sus patas o dedos con uñas o garras para patear hacia adelante, hacia atrás o de lado con feroces golpes. Muchas aves, además de los dedos usuales con garras, tienen largas y aguzadas espuelas que les salen de las patas como armas adicionales.
El ave chilladora de la América del Sur, la palamadea, mayor que un ganso tiene algo más que esta serie de armas aguzadas que le salen de las patas. Esta ave grande y potente posee agudas espuelas córneas en los bordes frontales de sus poderosas alas. Cualquiera que se haya criado en el campo de pequeño y haya sido aporreado con las alas por un malhumorado ganso viejo puede imaginarse con facilidad qué terrible combatiente ha de ser la palamadea, con agudos cuernos adheridos a esas potentes alas.
Los dientes y colmillos han sido armas desde el alba de la vida y los miembros de las familias del perro y el gato están bien equipados con largos caninos para desgarrar, sajar y apresar. Estos dientes caninos o colmillos son ideales para la defensa y la ofensa. El colmillo suele crecer hasta el mismo largo, más o menos en la mandíbula superior y la inferior. Pero en algunas especies la naturaleza permite el crecimiento solamente en una de las series, arriba o abajo, solo para desequilibrar la regla. A veces se les encuentra en animales muy alejados de las familias del perro y el gato, tales como la de los ciervos. Por difícil que sea de creer una especie de ciervo asiático enteramente herbívoro, se permite el lujo de largos caninos que se proyectan de su mandíbula superior hasta alcanzar una longitud de dos pulgadas o más.
A veces los colmillos crecen mucho más del largo normal de la dentadura sobresaliendo mucho de la boca y como tales son mortíferos cual instrumentos de combate. El jabalí salvaje es un ejemplo muy poco fotogénico. Los colmillos son su ruina, porque la serie superior crece hacia atrás, penetrando a través de la piel del hocico y luego continúa creciendo en línea curva de suerte que las inútiles puntas con frecuencia tocan la piel de la propia frente del animal. Sus colmillos inferiores, aunque agudos y más rectos, crecen fuera que a menudo también sufren en su efectividad.
Los largos colmillos curvos del elefante son armas familiares, tal como instrumentos de cultivo. Pero los colmillos de la morsa son igualmente efectivos como armas, convirtiéndola en un combatiente formidable que puede moverse con asombrosa velocidad en el combate.
Otro animal de colmillos o lanza es el macho de la familia de los narvales que nadan en los mares árticos. Este miembro de la tribu de las ballenas, extrañamente equipado, tiene un solo colmillo atirabuzanado que le sobresale de la nariz y quijada superior hasta alcanzar un largo de curva de 10 pies, aunque existe cierta duda respecto a si la utiliza como arma. Dos de esos machos suelen cruzar sus colmillos en una especie de juegos de esgrima.
Esta arma del narval semejante a una lanza tiene su contrapartida en las espadas del pez espada o marlín y otros armados de largos lanzones que usan como armas.
Un arma similar es la “sierra” del pez-sierra tropical. Este bruto marino ha alcanzado una longitud de 20 pies o más con una sierra de más de 6 pulgadas de largo. Esta arma asombrosa es bastante roma en la punta, pero se extiende hasta alcanzar cerca de un pie de ancho, donde se une al cráneo de la bestia. Los bordes de esta arma están equipados con una hilera estrechamente espaciada de agudos dientes de una pulgada de longitud cada una. El poderoso monstruo la usa blandiéndola de un lado para otro en movimiento, acuchillándote, cortando todo lo que se le interpone con sus centenares de libras de músculo vivo, impulsando los golpes. Es fácil creer las muchas noticias sobre infelices bañistas indígenas cortados en dos por el terrible pez.
Muchos otros peces y animales marinos se hallan equipados con lanzas más pequeñas, pero no menos desagradables. El pez puercoespín y el erizo de mar son destacados ejemplos. El primero, muy bien designado con el nombre de su tocayo cuadrúpedo. Está armado de centenares de espinas semejantes a agujas que pueden levantarse contra cualquier ataque cuando el pez se infla con aire o tragando agua. La faneca común y el Espino. Están armados también de espinas venenosas. Muchas variedades de estas criaturas armadas de lanzas y espinas añaden veneno a la agudeza de sus armas para un efecto más mortífero.
La familia de los reptiles, algunos de cuyos miembros pueden expeler veneno de sus colmillos a una distancia de varios pies, como en el caso de la cobra escupidora es aceptada como el número uno de los que usan veneno como arma, pero no están solas en esto, hay que contar con peces, insectos y sapos que elaboran y usan veneno.
El sapo común de los jardines es capaz de segregar veneno de su piel por medio de unos sáculos situados detrás de los ojos y a lo largo del cuello. Recuerdo bien que mi viejo perro cuando era cachorrito apresó con los dientes a un sapo común con su entusiasmo. Un momento después lo dejó caer y cayó rápidamente, aunque con menos entusiasmo enfermo debido a los efectos del veneno blancuzco que brotaba de los poros del sapo. Según los expertos, este veneno del sapo puede ser violentamente peligroso si llega al tubo digestivo o al sistema circulatorio, aunque es prácticamente inocuo a la piel.
El veneno de los reptiles y los insectos que pican, tales como las abejas, arañas, escorpiones, etc., actúa rápidamente y a veces con resultados mortales. Ha habido muchos casos de muerte por una sola
picada de abeja. Si no en realidad fatal, el veneno de algunos insectos puede ser verdaderamente torturante y a veces se le encuentra donde menos se piensa. Recuerdo que de muchacho en un picnic advertí una oruga pequeña y bastante bonita de un color pardo que se arrastraba por el borde del cuello de mi padre. Le llamé la atención a éste y él se la sacudió de un manotazo. Poco después era presa de intensa tortura. El cuello y la mano se le pusieron muy rojos y casi se vuelve loco de la ardentía, la sensación de escozor causada por aquel contacto con los vellos huecos, llenos de veneno de la pequeña oruga parduzca, la larva de la mariposa nocturna de cola parda.
Esos pelos producían el mismo efecto que las diminutas espinas de tantas variedades de ortiga que hay en el mundo entero, algunas de ellas violentas y peligrosamente venenosas al contacto. Una de estas es un árbol grande que se halla en Australia, cuyo contacto resulta tan mortífero que hasta animales de gran tamaño han muerto por rozarse en un descuido con sus espinas cargadas de veneno.
No todas las plantas matan por medio de espinas o púas venenosas. Una, la trampa de moscas de Venus está equipada con secciones semejantes a manos abiertas con dedos a lo largo de sus bordes exteriores. Cuando un insecto penetra en esas secciones y toca unos órganos como pelos muy finos situados en la superficie interior de las “manos” hace las veces de un resorte que cierra la “mano” sobre el insecto y lo atrapa entre las “palmas” de la planta para devorarlos con jugos segregados con tal fin.
Las mandíbulas de esta trampa de moscas son semejantes a las patas anteriores de la mantis religiosa, que de igual modo están equipadas con púas como dientes de sierra. Cuando la mantis advierte un insecto al alcance de sus patas anteriores, las proyecta juntas y atrapa al insecto entre las púas, como entre las mandíbulas de una trampa.
Otra oruga, además de la larva de la mariposa de cola parda, cubierta de pelambre venenosa, porta un arma única, la enorme larva de la bella mariposa de cola de golondrina usa un olor pestífero como arma. Detrás de la cabeza de esta oruga hay dos cuernos muy especiales que normalmente están metidos en unos sacos dentro del cuerpo. Cuando la provocan, esos cuernos se extienden desde esos sacos y emiten un hedor tan insoportable que, por lo regular hasta el más fuerte agresor prefiere irse en busca de otra presa. Comparado con el olor de esta criatura, la rociadura de la mofeta es casi un perfume agradable.
Otras criaturas que usan olores como arma son la conocida chinche apestosa, la tijereta de seis patas, la cucaracha y la chinche común, cuyo mal olor es casi peor que su picada, que es terrible.
Aunque no pertenezcan a la misma clase de los animales de garras, astas, colmillos, mal olor o picada, hay otras cuyas armas son tan mortíferas para su presa como fantásticas. El pico del loro y la saliva venenosa del pulpo común, la medusa punzadora o los tentáculos de otros animales marinos de ese tipo son armas subacuáticas que deben esquivarse con horror. La descarga eléctrica de dos mil watts que lanza una anguila eléctrica saludable puede ser mortal para un animal o un hombre igualmente mortal. En pequeña escala es la gota de agua lanzada con precisión por el pez arquero que puede abatir a un insecto desde una distancia de doce pies.
Inclusive la nube de tinta expelida por el pulpo gigante es un arma que ciega o confunde a su presa o agresor, usada de un modo parecido al veneno de ácido fórmico expelido por ciertos tipos de hormigas tropicales. Esta rociada es tan abundante que gran número de las tales hormigas han extinguido pequeñas llamas combinando su rociada en un bien colocado chorro de líquido.
Otras criaturas usan chorros de líquido como armas, además de esas hormigas y de la más conocida mofeta. El sapo cornudo, cuando lo provocan, lanza chorreadas de sangre de los ojos, acaso para confundir al atacante. Otros lagartos y algunas especies de ranas hacen uso como armas de sus lenguas rápidas y pegajosas. La diminuta araña boleadora usa una bola pegajosa en la punta de un hilo para atrapar su presa, lanzando esa pequeña bola en el extremo del hilo para pegarle y retener a un insecto que pasa. ¡La naturaleza es una diseñadora de armas de habilidad, nada mediocre!
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