Por René Molina (1949)
Aunque numerosos astros de las Grandes Ligas han pasado incólumes por sobre la prueba de fuego del segundo año, la teoría del “jinx” que pesa sobra los novatos consagrados, ha cobrado arraigo obligando a dejar un margen de duda junto al nombre del principiante a la hora de vaticinar las posibilidades de los equipos.
La temporada de entrenamientos de los equipos de Grandes Ligas acaba de iniciarse, y los novatos que alcanzaron un lugar prominente en 1948, sienten sobre sus hombros la responsabilidad del segundo año.
A través del tiempo, ha ganado fuerza la leyenda del «Jinx» que persigue en su segundas campaña a los hombres que triunfaron en el debut. La historia del base ball registra múltiples casos que contribuyen a ratificar la teoría, y aunque de los archivos se han extraído datos que muestran el reverso de la medalla, la superstición innata en el ser humano ha dado calor a la creencia de que todos los jugadores que escalan el estrellato en su primera presentación, invariablemente ven mermar su rendimiento en el siguiente campeonato. Alrededor del tema se ha polemizado mucho, porque quienes insisten en barrer el prejuicio que tanto afecta a los atletas noveles, hallan respaldo en pruebas irrefutables. Hank Greenberg, Tony Lazzeri, Lou Gehrig, Roger Hornsby, Pie Traynor, Tris Speaker, Ty Cobb, George Sialer y muchos otros que han sido súper-astros lucieron mejor en sus segundas temporadas, después de haberse impuesto en su debut.
Cinco de las grandes figuras del momento, también pasaron incólumes por sobre la prueba de fuego. A pesar de eso, la tesis de la “jettura” para los que salen a su segunda temporada ha ganado arraigo, aprovechando algunos casos aislados de viejas glorias a las que se adiciona la cosecha anual de rigor, justificable y lógica en eventos donde el empleo de material humano alcanza cifras extraordinarias.
En realidad, han sido los críticos especializados en la materia quienes han mantenido latente el terror supersticioso. Rico y fácil manjar publicitario, puede renovarse cada año con firmas agregadas a la caravana. En la tendencia opuesta se citan casos, apélese a hechos concretos, se mencionan nombres, pero todo ello resulta insuficiente para impedir que gane terreno el espectro del “jinx”, que surge cada primavera para amenaza de los muchachos triunfadores en sus primeros pasos como big leaguers.
Ya han ganado categoría de tradición, y en los planes de los equipos es imprescindible dejar un margen de duda junto al nombre del principiante que tuvo “buen año” en la contienda anterior.
Ahora mismo, con motivo de las recientes declaraciones de Lou Boudresa en un banquete ofrecido en su honor, varios cronistas norteamericanos han colgado otra sábana blanca sobre el fantasma del “segundo año” paseándole sobre los atemorizados Indios del Cleveland. En ese acto el joven y brillante piloto del Cleveland destacó la importante influencia ejercida por dos de sus novatos en el pasado campeonato. El pitching de Gene Bearden y el batting de Larry Doby.
Bearden, que aún lleva planchas de aluminio en el cráneo y en la pierna izquierda como recuerdo de las heridas recibidas en el torpedeamiento del crucero Helena, en campaña con un récord de veinte victorias y sólo siete derrotas y resultando después héroe de la Serie Mundial. El abánico Larry Doby supo sobreponerse a los complejos mentales creados por el problema étnico y terminó la campaña con un promedio de 301, que tuvo sobre el césped un rendimiento notable, ya que entre sus conexiones se incluyeron catorce cuadrangulares y 23 dobletes. Boundrea mencionó también el jardinero Allie Clark, y al catcher Joe Tipton, otros debutantes en Grandes Ligas, y deslizó la risueña observación de que con el apoyo de ese elemento joven, Cleveland estaría en condiciones de repetir en 1949 y mantener un equipo championable en el lustro venidero.
Sus palabras sirvieron de tema a crónicas repletas de erudicción, en las cuales se desenterraron recuerdos justificadores del “jinx” omitido por el mentor de los Campeones en su optimista vaticinio.
Un veterano comentarista neoyorquino recordó que en esta misma campaña de 1948, los equipos que obtuvieron el pennant el año anterior, fracasaron de retenerlo por el descenso en barrena de novatos que habían alcanzado la consagración mientras servían de guía inspiradora al conjunto. En 1947, los Yankees del New York conquistaron el gallardete por la actuación de un fenomenal jovenzuelo nombrado Frank Shos, que ganó catoce desafíos y perdió solamente cinco.
A casi todo el mundo se le suben a la cabeza las primeras glorias. A Frank Shos le llegaron solamente al estómago. Con un sobrepeso funesto, el muchacho no pudo mantener el ritmo de 1948, liquidando con un pobre balance de nueve ganados y diez perdidos que costó a los Yankees el título por el cual estuvieron peleando hasta el penúltimo día de la temporada. En la Liga Nacional la historia se repitió con Brooklyn. Los Dodgers alcanzaron el cetro con la ayuda del maravilloso novato Harry Taylor, que ganó casi todos los encuentros cruciales del team y también por la contribución efectiva de “Araña” Jorgensen que cubrió a tono brillante la esquina caliente, manteniendo una ofensiva consistente. Los dos muchachos confrontaron problemas con el brazo. Taylor que había debutado con un récord de 10 y 5, terminó esta campaña pasada con una marca de 2 y 7 en cuanto a Jorgensen, resultó una pérdida definitiva al contraer una bursitis que temporalmente ha destruído su carrera.
En el recuento también se incluyen las experiencias vividas por los Yankees en 1940 y por los Cardenales años anteriores.
El “jinx” también ha elegido sus víctimas entre inmortales del deporte. Cuatro nombres que aparecen en el Hall de la Fama, lo padecieron en su segundo año. Babe Ruth debutó con un promedio de 315 y en el siguiente bajó a 272. Mickey Cehrane, descendió de 381 a 273 y Hughie Jennings de 300 a 232. en cuanto a Christy Mathewson, para muchos el más grande pitcher de todos los tiempos, desconcertó momentáneamente a los expertos al terminar su segunda campaña con trece ganados y dieciocho perdidos, después de haber debutado con un impresionante récord de veinte y 17.
Como podrá apreciarse, la relación obliga a mirar con respeto la vieja teoría: pero si revisamos la lista de los que superaron su situación inicial, concluiremos por saturarnos de excepticismo. Sin necesidad de apelar a épocas remotas, puede citarse un quinteto de astros que centralizan la atención de los aficionados.
Joe Di Maggio debutó en 1936 con los Yankees del New York y respondió a la publicidad logrando un promedio de 323. su faena cooperó a la victoria de su equipo en la Liga Americana. Al siguiente año el “Clipper” mejoró su marca a 346, y los Yankees ganaro otra vez. Ted Williams, el as de ases de los Red Sox de Boston, cubrió su primera campaña en 1940 con un batting de 327, aumentándolo a 344 en el año del “jinx”, y llevándolo luego a 406 en su tercera temporada.
Johnny Mize, el fornido inicialista de los Gigantes del New York ingresó en los Cardenales el mismo año que DiMaggio en los Yankees. Su batting fue de 329, y después lo amplió a 364. Enos Blaughter, otra figura estelar, debutó con un discreto promedio de 279 en el año 1939, y en la siguiente campaña lo elevó a 320. El otro integrante del grupo estelar es Stan Musial, también del St. Louis, que debutó en 1942 con una marca de 315, contribuyendo a que su team conquistase el penant de la Liga Nacional, y luego ganó el champion bat en el próximo año con un promedio de 357.
Como refuerzo a la tesis, pueden citarse otros muchos hombres populares. El pitcher Ewell Blackwell era un novato en 1946, cuando ganó nueve y perdió trece con los Rojos de Cincinnati. Un año después fue el primer serpentinero de ambas ligas, con 22 triunfos y ocho reveses, incluyendo entre sus laureles una racha de 16 victorias consecutivas. Ralph Branca, otro serpentinero debutante en 1946, se contentó con tres victorias, y luego alcanzó 21 éxitos con los Dodgers de Brooklyn.
Del pasado remoto también es posible traer datos contundentes. Ty Cobb bateó 320 en su primer año y en el siguiente logró treinta puntos más. Tris Speaker comenzó con 309 de promedio y en el próximo torneo logró 340.
Ante ellos está la interrogación de cada primavera…¿Caerán víctimas del “jinx” del segundo año?.
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