ES IMPERATIVO ROMPER LA ALIANZA CHINA-RUSIA

Written by Adalberto Sardiñas

28 de marzo de 2023

Esta es la segunda vez que las circunstancias lo reclaman. El mismo drama, con los mismos actores, pero con ligeras variantes. En la segunda mitad del pasado siglo confrontaba esta nación a los mismos enemigos, pero en términos invertidos. Era entonces la Unión Soviética la amenaza más seria, y China, el aliado más débil en la alianza. 

   Una estrategia formulada entre el presidente Richard Nixon y su asesor para la Seguridad Nacional, Henry Kissinger, perforó la alianza, y dividió a esas dos naciones, creando las condiciones para el eventual colapso de nuestra primera amenaza, con el desplome de la URSS. Aunque ese triunfo nos trajo un breve lapso de relativa paz, fortaleció, de manera exponencial, las capacidades de nuestro segundo enemigo, China, con las mismas ambiciones, o tal vez mayores, que las del adversario derrotado. 

  Si, por una parte, la estrategia “política de división” del presidente Nixon, que comenzó en 1973, y que coadyuvó a la conclusión de la Guerra Fría, fue exitosa, por la otra, alimentó, tremendamente, a un enemigo que ambiciona, primeramente, establecer su hegemonía en Asia, para extenderla, gradualmente, al resto del mundo. Irónicamente aquella hábil maniobra diplomática, que frenó el espasmo imperial de los soviéticos, en el pasado siglo, está hoy de vuelta, ahora teniendo a China como protagonista principal, y a Rusia, como su aliado-vasallo, en sus planes de conquista. El resultado final, no deja de ser paradójico, después de todo.

  Y Estados Unidos, como líder natural, e indiscutible, del mundo libre, tiene la obligación moral de romper esa alianza perversa, chino-rusa, que pretende establecer un nuevo orden mundial basado en sus propios dogmas político-sociales.

  Pocas semanas atrás, el 24 de febrero, se cumplió un año de la invasión rusa a Ucrania. Para el mundo civilizado, libre y democrático, Rusia ha caído en el abyecto plano de paria. Pero no para China, que la tiene como uno de sus más importantes aliados.

  A varias décadas de aquel divorcio entre los dos poderes comunistas, Rusia y China, compartiendo el mismo empeño de redistribución de poder, se han reconciliado bajo el ardiente propósito de desplazar a Estados Unidos como el líder del orden mundial prevaleciente. 

  Esta alianza autocrática la constituyen Vladimir Putin y Xi Jinping bajo la mutua convicción de que la hegemonía occidental, y en particular, la de Estados Unidos, está en declive; y que, por tanto, como grandes poderes, sus respectivos países tienen derecho a determinar sus propias esferas de influencia, usando cualquier método a su disposición, incluyendo la agresión violenta si fuese necesario.

  Sin embargo, los tiempos de nuestros días, no son como aquellos de 1948, cuando los rusos establecieron el bloqueo de Berlín tratando de apoderarse de la capital alemana, dando paso a la “política de contención” instaurada por el presidente Truman. La situación de hoy reclama más. La agresión del momento, de Rusia a Ucrania, con la complicidad china, requiere una estrategia conducente al debilitamiento de ambos partícipes en la contienda. La cuestión fundamental en la nueva crisis que confronta la libertad y la democracia, en todos sus términos existenciales, no radica en la “contención”, sino en el rechazo definitivo a la amenaza en su proporción necesaria.

  Recientemente, agencias de la inteligencia americana, divulgaron reportes sobre el abastecimiento de armas de China a Rusia, como ayuda en su guerra contra Ucrania. Esto evidencia, no sólo una peligrosa escalada en el conflicto, sino una prueba de la duplicidad china, cuando, por un lado, se muestra al mundo como una nación “neutral” en la guerra, y por el otro, envía armas para la prolongación de la misma.

  En este momento crucial, cuando el mundo está en presencia de una nueva guerra fría, y del mayor ataque bélico después de la Segunda Guerra, Vladimir Putin y Xi Jinping se reúnen en Moscú para ratificar, fortalecer y celebrar, su “ilimitada alianza”, que es, más que una declaración de principios, una amenaza abierta contra esta nación y las naciones democráticas y libres del planeta.

  Y es contra este universo malicioso de nuestros dos más importantes enemigos, que la presente administración en la Casa Blanca debe, imperiosamente, que hacerle ver a China, de forma inequívoca, que el envío de armas a Rusia provocaría sanciones que afectarían seriamente su economía, al margen del daño a sus relaciones con Occidente.

  Por otra parte, debe entenderse, que no es por caridad que Xi Jinping aporta ayuda económica a su aliado. Él sabe que Rusia terminará la guerra en pésimas condiciones económicas, y, prácticamente, a su merced.

 Vladimir Putin está en sus manos y la pobreza y debilidad rusa le resolverá el problema energético por muchos años.

  Pero, si Xi Jinping excede la ayuda, y materializa la entrega de armas letales a Rusia, terminaría en el mismo predicamento que ella, envuelta en sanciones que frenarían su avance económico.

  Mientras tanto, EE.UU, y sus aliados,  tienen que formular una estrategia para desatar el lazo que une a estos dos autócratas, empeñados en desmantelar nuestro orden mundial.

BALCÓN AL MUNDO

El expresidente Donald Trump anunció, no sin cierto dramatismo, que sería detenido el pasado martes por el asunto pendiente sobre el supuesto pago de 130,000 dólares a una actriz porno con la que tuvo supuestas relaciones hace unos diez años. Pero nada sucedió ese martes, ni en los días siguientes, ni hasta el momento en que redacto esta columna. En realidad, hubiera sido muy negativo. Un desastroso precedente histórico en la detención de un expresidente en un caso que, jurídicamente, en su análisis final, no pasa de ser un “misdemeanor”, o delito menor. 

  En el capítulo de daños y beneficios, tampoco esa detención tenía sentido práctico. Hubiéramos tenido, probablemente, innecesarios disturbios sin beneficio alguno. Como tampoco tiene beneficio ese intento inicuo de politizar nuestro sistema judicial. Ciertamente los colores de la Justicia son blanco y negro, pero no deja de tener sus áreas grises.

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  Mientras en el Kremlin se reunían Putin y Jinping reforzando su alianza contra la libertad y la democracia, en Kiev, capital de Ucrania, se entrevistaban el visitante Primer Ministro de Japón, Fumio Kishida, y el presidente de esa nación Volodimir Zelenski. De Japón recibió Ucrania apoyo y ayuda. De China, todo lo contrario.

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  En Venezuela renuncia el ministro de Energía, y presidente de PDVSA, Tareck El Aissami, un prominente funcionario desde los días de Hugo Chávez, quien era el contacto de Venezuela con Irán, Siria, y todos los elementos terroristas del Medio Oriente. Al parecer cayó en desgracia. 

  Como resultado de esta purga, 19 individuos, de considerable jerarquía en la jauría de Maduro, están siendo investigados, según se dice. Los acusan de corrupción. Pero, en esto debe haber alguna confusión, o error, porque, si fuera ése el delito real, no serían 19, sino 19,000, los investigados.

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  Los problemas de Hunter Biden con la justicia, y sus turbios negocios con los chinos y ucranianos, durante la vicepresidencia de su padre, Joe, están, debido a influencias poderosas, en una pausa automática. Pero, cuando esas influencias se vayan disipando, con el paso del tiempo, Hunter, eventualmente, tendrá que rendir cuentas. Y entonces sabremos por dónde le entra el agua al coco.

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