ENRIQUE PRADO, un Pedro Pan que fue Jefe en la CIA

Written by Libre Online

28 de febrero de 2023

Por Álvaro J. Álvarez. Exclusivo para LIBRE

Enrique Prado nació el jueves 3 de mayo de 1951. Su padre Enrique y su madre Zoila, su hogar hasta 1962, estaba en la calle Juan Bruno Zayas del pueblo de Manicaragua, situado a 35 km. al Sur de Santa Clara y a 60 km al Norte de Trinidad. El Salto del Hanabanilla está a 22 km al Suroeste y Topes de Collantes a 47 km al Sur.

Manicaragua se encuentra en la vertiente norte de la Sierra del Escambray, zona de historias de luchas y alzamientos tanto en el gobierno de Batista como luego de la traición de Fidel Castro, muchos de aquellos alzados, volvieron a tomar las armas contra los comunistas.

En 1958, Enrique tenía 7 años cuando sus padres lo dejaron al cuidado de Crucita, una muchacha de 16 años que hacía como de niñera. Ellos se fueron para Santa Clara en el Pontiac 1957 de dos puertas, que su padre había comprado, nuevo de paquete, por $2,500.

Cuando ellos estaban disfrutando un show en su TV de 13” de pantalla blanca y negra, oyeron ruidos en el portal de su casa. Enrique abrió la ventana y vio debajo de ella un guerrillero con un sucio traje de camuflaje verde que acostado en el suelo empezó a disparar su rifle hacia un bar cercano, siempre frecuentado por policías y soldados.

El niño Prado vivió momentos de terror aquella noche, en la lucha entre cubanos cuando guerrilleros del Directorio se enfrentaron, en las mismas calles de Manicaragua al Ejército en 1958. Aquel ruido de los disparos lo tiene aún después de 65 años, grabado en sus recuerdos. Luego la noche se transformó en un silencio total, la guerrilla había regresado a sus escondites en El Escambray.

Enrique estaba estudiando en una escuela en Santa Clara, su madrina lo cuidaba y los fines de semana regresaba a su casa en Manicaragua.

Los rebeldes del Directorio Revolucionario 13 de Marzo tomaron Manicaragua el 23 de diciembre de 1958.

Cuando Fidel Castro tomó el poder, los cambios fueron bruscos y casi instantáneos. La primera ley interventora se publicó el 17 de mayo de 1959.

Su padre Enrique Teófilo Prado era dueño de un tostadero de café, llamado El Cañón y tenía 10 empleados. El 13 de octubre de 1960 se lo robaron y después de seis meses lo cerraron porque no había quien operara las máquinas. Por eso, su padre no lo pensó dos veces y decidió que debían marcharse del país. Enriquito era  hijo único y él no quería que viviera en esa esclavitud, que es el comunismo.

SALIR DE CUBA

Sus padres decidieron irse para La Habana para así buscar la forma de salida. Con un poco de ropa en la maleta se fueron para el Hotel Bristol, en Amistad y San Rafael, donde conocieron a varias familias que estaban en lo mismo. 

La suerte lo ayudó y pudo conectarse con las personas que estaban sacando a los niños entre 6 y 16 años para Miami (aunque llegaron realmente niños menores de 6 y mayores de 16, pero fueron los menos).

El gobierno de Eisenhower le llamó Programa de Niños Cubanos No Acompañados. Fue el  reportero de The Miami Herald, Gene Miller, quien en un artículo en 1962 sobre aquellos niños cubanos, le dio un giro tropical al llamarlos Pedro Pan.

A principios de 1962, Enrique pudo viajar solo a Miami, con la promesa de su padre que, pronto se volverían a reunirse.

Al llegar al Aeropuerto de Miami debe haber sido recibido por George (Jorge Guarch) quien lo envió a su próximo destino en un Van blanco y en el camino se comió su primera comida americana, una hamburguesa con papas fritas. Llegó a Florida City, uno de los sitios donde estaban acomodándolos, los otros eran: Kendall, Matacumbe y Opalocka. 

Se supone que allí las casas eran atendidas por matrimonios cubanos para cuidar a los niños menores. Le dijeron estaría unos pocos días allí y luego enviado a un orfanato. Pero fueron semanas de pesadilla porque un brote de sarampión asoló a los niños. Su primera semana en Florida City estuvo enfermo y en cuarentena. Su cuerpo le dolía por la fiebre y su espalda se cubrió de llagas. Lo llevaron a la enfermería de la base y lo acostaron en otro catre, donde una vez al día una enfermera le raspaba las costras de la espalda y limpiaba las heridas abiertas con alcohol. 

Finalmente lo montaron en un avión hacia Denver, Colorado y luego hasta Pueblo a 114 millas al Sur (184 km) donde estaba el Orfanato Sagrado Corazón, un edificio de 4 pisos. En el primer piso estaba la Capilla y las Oficinas. Una monja lo llevó hasta el segundo piso, donde estaba su dormitorio junto a niños de varias edades. 

Las monjas ocupaban el tercer piso y en el cuarto estaba el dormitorio de las niñas.

En la parte posterior de la iglesia habían colocado una serie de estructuras temporales que servían como aulas.

Enrique hizo una buena relación con un par de niños mexicanos que como hablaban español fueron las únicas personas con las que podían comunicarse al principio. Uno de ellos era Christopher, un niño mayor que estaba orgulloso de su herencia mexicana y se hizo amigo de él.

EL REENCUENTRO FAMILIAR

Debe de haber sido en el otoño de 1962, estábamos jugando baloncesto y llegó una monja a buscarme para ir a la rectoría. Era que tenía llamada por teléfono. 

“Hola dije tentativamente en español. Hijo, era la voz tranquilizadora de mi padre, estamos en Miami. Te llevaremos a casa pronto”. Nunca dudé de que lo haría.

Estuvo allí durante ocho meses, «una experiencia educativa», según recuerda. La separación de su familia, la disciplina tan rigurosa y la mezcla de culturas fueron difíciles. Sin embargo, «nunca perdió la fe en que sus padres iban a llegar pronto como se lo habían prometido».

Humberto, el primo de su madre, les consiguió un destartalado apartamento cerca de Biscayne y la 22 calle del NE, de una sola habitación y diseñado para dos personas.

Una furgoneta de la iglesia lo dejó frente al lugar que en ese entonces era prácticamente un gueto. Allí tenían que vivir, además de ellos tres, su tía Teresa madre de sus primos, Manny y Margarita. 

Unos meses después, su tío, un ingeniero eléctrico en Santa Clara, al quedarse solo decidió tirarse al mar y después de 6 días en el mar fue recogido por los Guardacostas de EE.UU. 

Con la llegada del tío, pudieron mudarse todos al otro lado de la ciudad, a un barrio de clase media baja en el N.O. de Miami, cerca de lo que ahora es Liberty City. Otro gueto, pero un apartamento más cómodo que el primero. 

Su padre consiguió un trabajo en un pequeño astillero en el Río Miami, con su primer cheque compró herramientas de mano, para así poder hacer trabajos como handyman y todos los sábados se iba con él para ayudarlo. Su madre trabajaba (mal pagada) en una factoría de camisas.  

Debido a su ética de trabajo como carpintero, su padre consiguió empleo en la prestigiosa compañía Chris-Craft, fabricando yates de lujo, pues todos esos yates eran de madera.

Eso le permitió, en 1965, poder comprar una pequeña casa en Hialeah y Ric comenzó en la escuela Palm Springs Junior High en la 12 Ave. West y 56 Place. El recuerda con mucho agrado a su maestro Robert Lee Krenz.

Luego su padre conoció al excéntrico millonario Edgar Gabor, dueño de Cadillac Steel Works, como había estado en la II Guerra en una PT en el Pacífico, pudo comprarse una como excedente de guerra, siendo de madera contrató a su padre para que se la convirtiera en su yate. 

Jay el piloto privado de Mr. Gabor lo introdujo en sus primeras lecciones de judo.

LA ADOLESCENCIA EN 

SU NUEVO HOGAR

Por esa época, Ric comenzó a experimentar cierta ansiedad porque veía el fabuloso rumbo que había tomado su vida al venir a EE.UU y el precio que sus padres habían pagado por esa bendición, entonces empezó a sentir la necesidad de pagarle a este país.

Hasta ese momento Prado había sido un buen estudiante, pero pronto su necesidad de emoción (era un gran admirador de las novelas de James Bond de Ian Fleming) lo llevó al gimnasio donde conoció a Alberto San Pedro (Big Al) y a su grupo. La vida en las calles con los Miami Crowns era más emocionante para él que en el salón de clases.

Sus notas bajas y amistades cuestionables alarmaron a sus padres. Al final de su primer año, decidieron sacarlo de Hialeah y enviarlo a la cercana Miami Springs High School.

Sin que ellos lo supieran, Albert y el resto de su equipo de gimnasio, el Chinito, Rubio, la Mona, Milton, Popeye, el Richard y muchos más, iban también al Miami Springs. El movimiento para alejarme de los problemas en realidad solidificó sus conexiones con ellos. De aquellos muchachos con los que se rodeaba en ese entonces, Rubio se convirtió en su única amistad duradera, inteligentemente se alejó del área, construyó una buena vida personal y familiar.

Aun así, Prado se matriculó en Miami-Dade Junior College y abandonó aquella vida callejera junto a otros compañeros del Miami Springs.

Después de ese terrible primer año en Hialeah High, se convirtió en un buen estudiante, a pesar de las peleas y los problemas que tenían en la ciudad. La escuela fue interesante para él, le gustaba aprender y cuando se aplicaba, le iba muy bien.

Luego de graduarse, comenzó en el Miami Dade Junior College en el programa de Técnico en Ciencias Marinas, era un plan de estudios exigente impartido por un ex instructor de buceo de la Marina de los EE.UU. que esperaba que captaran conceptos biológicos complejos, rápidamente.  Luchó por mantener el ritmo y trabajó duro, sin embargo, hubo momentos en los que todavía rodaba con los Crowns y Big Al, después de clases.

En 1971, Enrique Prado era un alborotador con la pandilla callejera Miami Crowns. Pero el refugiado cubano también amaba mucho a EE.UU., así que cuando los manifestantes contra la guerra comenzaron a quemar banderas estadounidenses en el Miami-Dade Junior College, donde él estudiaba, Prado reclutó a su equipo para luchar contra los manifestantes.

Después de que los Crowns asaltaron el Campus y los atacaron físicamente, los hippies se dispersaron y el suelo quedó lleno de carteles de protesta rotos. El periódico del Campus publicó un artículo sobre los cubanos defendiendo la bandera estadounidense, lo que enorgulleció a Prado.

“Ese fue un momento decisivo”, dice Prado en sus memorias, Black Ops: The Life of a CIA Shadow Warrior. “Defender nuestro país de gente que quería derribarlo, eso movió algo en mi”. “Cuando vio la bandera intacta, por primera vez, tuvo la certeza de haber hecho algo por esta gran nación».

INICIOS EN TÁCTICAS ESPECIALES

Glenn Richardson era su compañero en la clase de Oceanografía y fue quien le habló de la vida de un PJ y le presentó a Alan (Al) Stanek un verdadero especialista en la materia.

Los PJ fueron creados en 1946. Los paracaidistas de tácticas especiales de la Fuerza Aérea, también conocidos como PJ, es la única especialidad del Departamento de Defensa específicamente capacitada y equipada para realizar operaciones de rescate convencionales o no convencionales. Un pequeño número de PJ están asignados al Comando de Operaciones Especiales de la Fuerza Aérea. La función principal de un PJ es como especialista en recuperación de personal, con capacidades médicas de emergencia en entornos humanitarios y de combate. Los PJ se despliegan de cualquier manera disponible, para incluir tácticas aire-tierra-mar, en entornos restringidos para extraer, tratar, estabilizar y evacuar al personal herido mientras actúan en un papel de recuperación de evasión del enemigo. 

Para poder pertenecer a PJ tienen que pasar una prueba física como esta: 8 planchas en menos de 2 minutos, 50 abdominales en menos de 2 minutos, correr 1.5 millas en menos de 10 minutos y 20 segundos y nadar 500 metros en 12 ½ minutos. 

De las 143 medallas Estrella de Plata concedidas a los miembros de la Fuerza Aérea de los EE.UU. durante la Guerra de Vietnam, 98 eran Pararescue de la Fuerza Aérea (PJs).

LA DESPEDIDA Y EL COMIENZO

El 26 de diciembre de 1971, Enrique se fue de su casa para comenzar su entrenamiento. La despedida se puso fea porque su padre estaba furioso y su madre se echó a llorar. 

Se alistó en la Reserva de la Fuerza Aérea de los EE.UU. y completó el entrenamiento básico en Lackland AFB, Texas, en febrero de 1972. Allí tuvo de compañero de clase a Steve Hutchinson un campeón estatal de natación. Su entrenador fue el legendario Jon K. Hoberg (1946-2008) uno de esos 98 PJs galardonados en Vietnam.

Como parte de su entrenamiento de Pararescate le tocó estar en la Escuela Aerotransportada del Ejército en Fort Benning, Georgia y en la Escuela Naval de Nadadores Subacuáticos en Key West, Florida.

Allí fue donde aprendió a lanzarse en paracaídas, bucear, pero más que nada, se convirtió en un paramédico con la misión de sacar a pilotos o agentes que se encuentran atrapados en territorio enemigo en medio de operaciones especiales.

Luego, el sargento Prado fue enviado al 301 Escuadrón Aéreo de Rescate en la Base de Homestead, al sur de Miami, desde 1972 hasta el 31 de mayo de 1976, seguido de servicio como médico especialista en la Compañía C, 3er Batallón del 20º Grupo de Fuerzas Especiales de la Guardia Nacional del Ejército de Florida estacionado en Fort Lauderdale, Florida.

En 1974 Prado envió solicitudes escritas a mano tanto a la CIA como al Servicio Secreto, pero ninguna fue aceptada.

Desde el 1 de junio de 1976, trabajó para el Metro Dade Fire Rescue y se unió a la Guardia Nacional para convertirse en Boina Verde, hasta que recibió una baja honorable.

El 18 de febrero de 1976 el entonces presidente Gerald R. Ford firmó la Orden Ejecutiva 11905 que era un esfuerzo por reformar la Comunidad de Inteligencia, mejorando la supervisión de las actividades de inteligencia extranjera y prohibir el asesinato político. Posteriormente esa OE fue modificada o fortalecida por la Orden Ejecutiva 12036 de Jimmy Carter en 1978.

Por esa época Enrique estaba divorciado y en una fiesta en casa de su primo conoció a Carmen, ella trabajaba en un Banco en Miami y desde un principio ella le había tocado el corazón.

En la primavera de 1980 la Agencia estaba buscando un médico para trabajar un contrato corto con la División de Actividades Especiales (SAD) responsable de todas las coberturas de operaciones paramilitares. SAD era la parte élite de la CIA, era donde estaba la acción y le encantó ser parte de ella.

Todd Farley, del New York Post escribió el 26 de febrero de 2022: “Su solicitud para la CIA había sido rechazada, pero la agencia lo llamó en 1981, cuando necesitaban un oficial de habla hispana con habilidades de supervivencia y coj… Inicialmente, trabajó en las oficinas médicas en Langley,Va. (donde están las oficinas centrales de la CIA). 

Construyó botiquines e hizo un poco de trabajo de laboratorio. En junio de 1980 voló a Arizona para apoyar un curso de supervivencia en el desierto de dos semanas donde trabajó con operadores y oficiales reales. Era la oportunidad de su vida.

El viernes 4 de julio de 1980, al finalizar las dos semanas salió del desierto y llamó a su casa. Cuando su mamá contestó estaba sollozando, era que su querido abuelo Emilin acababa de morir en Cuba.

PRADO EN NICARAGUA

El martes 17 de julio de 1979, Anastasio Somoza salió huyendo de Nicaragua, abandonando el poder y logrando el triunfo de los sandinistas. Cuando habían pasado 428 días, el miércoles 17 de septiembre de 1980, Somoza fue asesinado en plena calle de Asunción en Paraguay por un comando comunista entrenado y dirigido por el coronel castrista Andrés Barahona López (1930-2009) alias Renán Montero Corrales, alias Moleón, alias Iván (1966-1967, estando en La Paz, Bolivia para ayudar al Che). Fundó el aparato de Seguridad del Estado en Nicaragua.

El presidente Reagan tomó posesión el 20 de enero de 1981 y enseguida la CIA recibió su apoyo para tratar de cambiar el curso del gobierno sandinista, que estaba apoyado por Cuba. Pero como no tenían oficiales paramilitares nativos de habla hispana allí, determinaron que él era la persona indicada para comenzar a entrenar a la incipiente guerrilla, lo mismo como médico, que como militar. Le asignaron su primer alias, Alex. Le reservaron un vuelo a Tegucigalpa. Su trabajo consistía en ir a los diez campamentos que se encontraban dispersos a lo largo de la frontera entre Honduras y Nicaragua y ayudar a capacitarlos y organizarlos mientras generaba confianza.

Esos campamentos estaban en lugares remotos y difíciles de poder llegar hasta ellos a no ser por malísimos caminos o en helicópteros. Los Contras, como se denominaban aquellos guerrilleros estaban divididos internamente en facciones y líderes rivales. Los Miskitos de la costa este estaban dispuestos a pelear contra Ortega, pero los otros grupos de Contras, desconfiaban de ellos por sus sueños de autonomía.

Las fuerzas armadas hondureñas les proveían algún apoyo, pero los Contras carecían de armas, comida, ropa y zapatos.

Entre las cosas más difíciles que tuvo que hacer en su primer mes allí, fue enfrentarse a los argentinos, un grupo del ejército argentino enviado para entrenar y equipar a los Contras. Eran ocho entre sargentos y oficiales que rara vez se molestaban en visitar el campamento.

Ric tuvo sus diferencias con uno de ellos, un alto oficial argentino que superaba en rango a Prado que no podía creer que un humilde “capitán estadounidense” se atreviera a hablarle de esa manera, pero Prado sonrió y le explicó que “la parte importante es EE.UU”.

Cuando ese oficial se quejó con los altos mandos estadounidenses sobre la insubordinación de Prado, le dijeron: “Ric es nuestro hombre”. Traducido del lenguaje militar, escribe Prado, eso significaba “F… you” y después de eso, los argentinos hicieron lo que se les dijo.

Los miskitos necesitaban armas, dinero y suministros. Si podíamos hacer fluir los suministros, sabía que podía ganarme la confianza de todos los Contras, no solo de los Miskitos.

La Agencia envió al coronel Ray para sustituir al comandante Joel, que regresó a casa. Con su cámara de 35 mm Prado tomó fotos de todos los campamentos.

William “Bill” Casey fue nombrado por Reagan el 28 de enero de 1981 como director de la CIA y cuando Prado regresó a Langley, el coronel Ray le presentó a Bill Casey diciendo: “Sr. Director este es Alex nuestro hombre en los campamentos”. Casey mirándolo le dijo: “Yo adoro tus fotos, sigue enviándolas”.

ÉXITO EN LAS MISIONES

Durante los próximos meses, Casey regresó a Honduras un par de veces para entrevistarse con los jefes de los Contras, así como con los argentinos. Siempre el traductor fue Ric.

Enrique Prado tomó un grupo de buzos de langosta y los convirtió en hombres rana (los llamó Barracudas) que efectuaron varios sabotajes en puertos de Nicaragua. 

Ric muy contento por el éxito de sus misiones dijo: “Aquí estoy yo, el cubanito y ahora le acabo de cortar algunos de esos tentáculos a ese maldito pulpo”.

Un tanque con 2,000 toneladas de gasóleo había sido incendiado también en el puerto Benjamín Zeledón, situado entre Puerto Cabezas y Blueffields, en la costa del Mar Caribe.

Lo otro que aprendió Ric, es que en la Agencia, si no tomas riesgos, no estás trabajando. El trabajo de la CIA es hacer lo que las otras agencias no pueden, por legalidad o por la forma en que están estructuradas. Eso fue reforzado en esas operaciones. Sí fueron riesgosas, pero también tuvieron un impacto muy grande. El más grande fue cuando unos buzos Miskitos que entrenó y él explotaron el muelle de Puerto Cabezas, que era el ombligo de toda la ayuda que venía de Rusia a Cuba, de Cuba a ellos y de ellos a El Salvador u otros lugares.

En uno de sus viajes a casa, en 1982, Enrique formalizó su relación con Carmen. Poco tiempo después vino a casarse y se fueron juntos para Tegucigalpa, viviendo cerca de otros miembros del team de Ray. Poco tiempo después salió embarazada de su primer hijo. 

RETORNO A AMÉRICA E INSTRUCCIÓN ACADÉMICA

Al terminar su labor con los Contras, en marzo de 1984 había llegado la hora de pasar de ser un entrenador paramilitar para convertirse en un verdadero espía. Regresó a los EE.UU. y por supuesto esperaba vivir una vida normal, rentaron una pequeña casa en Virginia y empezó un acelerado programa en la Universidad George Mason. En los primeros 2 años obtuvo créditos suficientes para una licenciatura. Luego en los próximos 9 meses, estudiando fuerte en clases de religión, geografía, historia y geopolítica se pudo graduar después de escribir su tesis sobre contraterrorismo.

Llegó en el verano de 1986 a su nuevo trabajo en la estación de El Salvador cuyo jefe era Joseph F. Fernández (Joe-1937) policía en el Sur de Florida antes de la CIA, que estuvo acusado en el caso Irán-Contra y representó la primera vez que un jefe de estación fue acusado de delitos cometidos en el ejercicio de sus funciones como oficial de la CIA. Luego que el caso fue desestimado y se retiraron los cargos, fundó Guardian Technologies International con Oliver North.

Uno de los acontecimientos de mayor repercusión pública durante el período de Casey al frente de la CIA fue el caso Irán-Contra. En el caso estuvieron implicados altos cargos del equipo de Reagan así como miembros de la CIA. El asunto fue destapado por una comisión de investigación del Senado de EE.UU. en 1986. Casey fue llamado a declarar, pero horas antes del interrogatorio, fue declarado inhabilitado para testificar y posteriormente hospitalizado. Murió de 74 años el 6 de mayo de 1987, debido a un tumor cerebral. 

Todo salió a la luz cuando un avión de la CIA fue derribado sobre Nicaragua y uno de sus tripulantes, un ex marine llamado Eugene Hasenfus, fue capturado. Los sandinistas rápidamente mostraron al mundo, fotos y filmaciones de la inteligencia extraída del bolsillo de Hasenfus, números de teléfono de contacto, tarjetas de presentación, notas, recibos. Fue una 

revelación catastrófica de nuestro esfuerzo por apoyar de forma encubierta a los Contras.

Prado dijo: «Lo primero que te enseñan cuando sales, es sacudirte, asegurarte de no tener nada que te comprometa. Él tenía todo tipo de cosas. Entonces, eso hizo estallar todo el programa».

Sobre este trabajo contra los sandinistas, Enrique dijo: “Empecé en la CIA, trabajando encubierto con rebeldes anticomunistas en campamentos en la jungla de Honduras, siendo el único oficial de la CIA que operaba en aquellos campos, toda la capacitación que recibieron, era yo quien la dirigía para ellos. Fue el mejor trabajo que he tenido».

“La mayoría de los contras con los que trabajé durante esos 36 meses, eran simples, amantes de Dios y muy religiosos, que se arriesgaban solo para recuperar su país».

MISIONES: FILIPINAS, COREA DEL NORTE…

En el verano de 1990, fue enviado a Manila, Filipinas, para dirigir operaciones de contraterrorismo e insurgencia contra los maoístas del Nuevo Ejército del Pueblo (NPA), el brazo armado del Partido Comunista de Filipinas. En ese momento la presidente era María Corazón Aquino y la NPA se encargaba de realizar atentados contra funcionarios del gobierno filipino y de la embajada estadounidense en ese país. Carmen estaba con él.

Le siguió irse más al Este y entonces Prado llegó a trabajar en Corea del Norte con el famoso jefe de la estación CIA a quien se le conocía como King Ralph y era uno de sus amigos. King Ralph era como un niño travieso, fuerte, un genio en nuestro giro, pero con una personalidad problemática. Estuvo cuatro años en Corea del Norte. En los primeros dos años, trabajó con nuestros aliados y tuvieron grandes éxitos operacionales.

En 1998, cuando King Ralph se convirtió en el jefe de la División de Asia le dijo: “Debes regresar a la lucha contra el terrorismo” y le asignó ambas Coreas. Esa fue la oportunidad que tuvo no sólo para correr el programa norcoreano, sino para ser su representante de la CIA ante el Nacional Security Council.

«Resultó ser una expansión de mi experiencia, salí de mi zona de confort y fue la primera vez que hablé en teleconferencia secreta con los líderes de cada agencia”.

Aunque Prado había vivido hasta entonces experiencias extremas, una de las misiones más importantes de su carrera llegó cuando formó parte del equipo que comenzó a rastrear el paradero de Osama Bin Laden.

El jefe de operaciones del CTC lo llamó y le dijo: “Queremos que seas el # 2 de una estación nueva que se va a crear para seguir a una persona”. Esa persona resultó ser Bin Laden.

Muchos conocedores de la CIA culpan directamente a Bill Clinton de las acciones de Bin Laden.

Ric Prado se desempeñó como Jefe de Operaciones en el Centro Antiterrorista (CTC) de la CIA durante los ataques del 11 de septiembre, 2001 donde ayudó a coordinar las actividades de operaciones especiales de la CIA/CTC con el Consejo de Seguridad Nacional y el FBI, así como con representantes militares estadounidenses élite de Delta Force y Grupo de Desarrollo de Guerra Especial Naval. 

Condecorado con la Medalla de Inteligencia Distinguida, el galardón más alto concedido a un oficial retirado. Y el premio George H.W. Bush a la Excelencia en Contraterrorismo. Además, otros 6 elogios de la Agencia Central de Inteligencia que todavía están clasificados.

En 2004 Enrique Ric Prado se retiró de la CIA como Senior Intel Service-2 (Rango de la CIA equivalente a un Mayor General, o sea de 2 Estrellas).

TESTIMONIOS

«Ric Prado como legendario oficial de operaciones de la CIA brindó casi tres décadas de servicio excepcional a su país en las asignaciones extranjeras más desafiantes, incluido el riesgo potencial de peligro físico inmediato. Ric y yo servimos juntos en CTC y él fue mi Jefe de Operaciones. No fue un burócrata que se quedaba en casa, Ric siempre buscó y sirvió en situaciones de peligro con una dedicación y coraje excepcionales».

Joseph Cofer Black (1950) Director, Centro Antiterrorista de la CIA- 2002-2004.

“Enrique Prado es un héroe estadounidense que sirvió lealmente a su país durante décadas en lugares difíciles, espiando y luchando contra enemigos duros, desde subversivos norcoreanos hasta terroristas de Al Qaeda. Desde un principio, reclutó y dirigió espías en todo el mundo. Diseñó y dirigió algunas de las operaciones más creativas y exitosas de la Agencia contra los más duros objetivos. Cuando dejé el Centro Antiterrorista de la CIA, responsable de todas las operaciones mundiales, busqué a Ric como el único candidato para reemplazarme. El liderazgo de la CIA respaldó con entusiasmo mi recomendación. Ric no me defraudó, su historia es una aventura operativa, pero más, un ejemplo de un joven inmigrante que abraza a Estados Unidos y dedica su vida a hacer que su nuevo país sea aún mejor. Un hombre de gran integridad y con un perdurable amor por Estados Unidos».                                                                                    Henry A. Crumpton. (1957) Exdirector de Operaciones, Centro Antiterrorista de la CIA. Desde 2003-2005 fue el jefe de la División de Recursos Nacionales de la CIA, responsable de todas las operaciones del Servicio Clandestino en los EE.UU.

«Además de ser un colega y amigo leal, confiable y muy estimado, Ric es uno de los mejores oficiales de inteligencia con los que trabajé en mis 30 años de carrera en la CIA. Ya sea en las selvas de América del Sur y Central o en los peligrosos y desafiantes entornos operativos del norte de África o en las capitales modernas de Asia o Europa. Sus hazañas operativas son legendarias, especialmente al atacar a insurgentes y terroristas en todo el mundo. El espionaje lo hizo excepcionalmente calificado para abordar algunos de los requisitos operativos más desafíantes de la era moderna. Ric es uno de los mejores oficiales de operaciones de su generación. Sus hazañas ayudaron a proteger la Patria y salvaron vidas estadounidenses en la era posterior al 11 de septiembre, 2001».

José A. Rodríguez (P. Rico-1948) Director, Servicio Nacional Clandestino, CIA. 2004-2007).

SUS MEMORIAS Y EL RECONOCIMIENTO

Enrique escribió su libro Black Ops, porque sentía tener una deuda de honor con sus colegas, 137 personas (actualmente son 139 estrellas en la pared en Langley) que donaron sus vidas por este país anónimamente, en su mayoría. Un tercio de ellos murieron después del 9-11-2001 y a varios los conocía muy bien. El libro está diseñado para hacer una interpretación correcta de su Agencia y lo más importante, lo que es la dedicación, el patriotismo y el sacrificio de sus colegas. Además, siempre le molestó ver cómo Hollywood muestra a la CIA con la peor reputación entre todas las Agencias del Gobierno. Está seguro que se merecen una mejor apreciación pública y no la despreciable que Hollywood les da. La realidad es que los secretos que guardan son éxitos, que no los pueden divulgar. 

“Cuando tienes pitbulls listos y dispuestos a perseguir a nuestros enemigos, pero están encadenados en el patio por gerentes obsesionados con su carrera, no puedes ganar una guerra. Solamente la estás prolongando”, escribió en sus memorias.

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