En olor  de lluvia

Written by José A. Albertini

21 de octubre de 2025

Capítulo III

¡Tú, tú serás nuestra voz orientadora! ¡Nuestro guía y pensamiento rector!, gritos incitadores, lanzados por ajenos prendieron en la muchedumbre. \Candelario Candela!, ¡Candelario Candela!… el clamor, sin rostro visible, se hizo contagioso.

***

El monaguillo, seguido por Piedad Piedra y Galatea Galatraba, volvió a la iglesia.

—Padre Castor, ¿qué está pasando…? -la anciana Piedad Piedra, con el rostro alterado, reclamó.

—Tenemos miedo; ¡mucho miedo…! 

-exclamó la temblorosa Galatea Galatraba.

—Sucede lo que todos estamos viendo 

-respondió el sacerdote.

—La situación, por lo que vi en la calle, se pondrá peor -intervino Carmelo Carmenate.

Una interrogante tiñó el rostro de las ancianas.

—Pedí que vinieran porque Candelario Candela, en cualquier momento de su arenga pública, lanzará a la gente contra el templo; contra nosotros -dijo el cura.

—¿Por qué haría una cosa así…? Nada personal le hemos hecho -evaluó Piedad Piedra.

—Nos culpa por el infortunado incidente en que fue abofeteado por el hermano Palomino.

—Pasó hace mucho tiempo. Hubo disgusto general por el proceder del hermano Palomino. Él se arrepintió e hizo penitencias. Si Candelario no hubiese abandonado el pueblo la situación habría sido distinta -especuló Galatea Galatraba.

—Pero se fue con el orgullo herido. Y ahora regresa en busca de venganza -aseguró Casto Castor.

—¿Cerrará las puertas de la iglesia hasta que la ira pase…? -inquirió Piedad Piedra.

—No es suficiente. Las turbas asaltarán el templo -respondió el cura.

Las viejas, en gesto de amparo, se persignaron y al mismo tiempo rogaron.

—¡Dios nos ampare…!

—De eso no cabe duda -aseguró el sacerdote-. El Supremo nos brinda la manera de eludir un martirologio baldío.

—Padre, el termino martirologio, en este momento, es una exageración -Palomino Palomo cuestionó.

—¡Qué equivocado estas! -respondió el Prior, envolviéndolo en una mirada de conmiseración.

Galatea Galatraba, en gesto de súplica, levantó las manos.

—¿Cómo evitar el suplicio…? -clamó Piedad Piedra.

***

Fingiendo modestia Candelario Candela guardó silencio y se relegó a un segundo plano. ¡Tú serás, tú serás…! Entonces, la joven de la barca capitana y el megáfono se adelantó. Ocupó el balcón y el micrófono. Dijo nombrarse Celedonia Celedón y se identificó como diseñadora de futuro. Acto seguido orientó: ¡Qué levanten las manos los que apoyan la elección, directa y democrática del ciudadano Candelario Candela como el Guía en Jefe que nos llevará al futuro anhelado por todos! Un mar de manos se alzó. El fervor del instante dominó y doblegó la individualidad a un poder aglutinador que prometía asumir riesgos, responsabilidades y consecuencias.

—¡El pueblo ha votado libremente! -proclamó Celedonia Celedón.

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