EMIGRACIÓN DE CUBANOS

Written by Libre Online

23 de abril de 2024

Por Herminio Portell Vilá (1956)

El hecho de que Cuba se haya convertido en país de emigración en estos últimos años es un síntoma de grave crisis económica frente a todas las estadísticas tendenciosas que tratan de probar lo contrario. En sociología y en economía la conclusión de que el país de emigración es país que no puede garantizar el bienestar de su pueblo viene a ser axiomático. Con la excepción de las personas llevadas por el afán de aventuras, la inmensa mayoría y hasta, la casi totalidad de los emigrantes son los que no encuentran trabajo bien retribuido, los que están descontentos con las condiciones de vida imperantes en la tierra en la que nacieron y los que buscan escapar de una situación política o económica marcada por la inseguridad o por las privaciones.

Cuba fue país de emigración en el siglo pasado y volvió a serlo en la era republicana; pero siempre que se repitieron total o parcialmente las circunstancias que en la época colonial impulsaron a los cubanos a ir en busca de fortuna, de libertad y de ambas cosas, a la vez. Cuando en Cuba ha habido normalidad económica, aunque fuese muy elemental, o cuando el pueblo no se ha considerado despojado de sus derechos, la emigración ha sido mínima.

Quizás si el primero en el tiempo de todos los emigrantes cubanos importante fue aquel Diego Bengoa, también llamado Diego “Grillo” que allá por el siglo XVII, huyó de La Habana, inconforme con la miseria, con el trabajo forzado y con los malos tratos que recibía y que se unió a los corsarios holandeses de Bahía Honda, o de Campeche en México, para luego llegar a ser gran capitán corsario él mismo, radicarse en Holanda y alcanzar fama y fortuna. No había muchos lugares en los que refugiarse, por entonces ya que España dominaba las tierras cercanas a Cuba y otras estaban en poder de Francia, Gran Bretaña y de Holanda que eran enemigas de España y no se mostraban muy bien dispuestas a recibir cordialmente a los emigrantes cubanos, a menos de que pudieran ser utilizados en las expediciones contra las posesiones españolas.

La independencia de los Estados Unidos y la adquisición de Luisiana por ese país convirtieron a Nueva Orleans, antes que ninguna otra ciudad norteamericana, en lugar de refugio para los emigrantes cubanos, inconformes con la dominación española. No podían ir a la Florida, a pesar de estar más cerca, porque hasta 1820 la Florida fue una dependencia administrativa de la Capitanía General de Cuba, tan pobre y tan poco desarrollada que nadie pensaba en ir allá a vivir. 

Los conspiradores y los descontentos, en general, que huyeron de Cuba cuando las tentativas revolucionarias de tiempos del Marqués de Someruelos y en los años inmediatamente siguientes, fueron a establecerse en Nueva Orleans, además, había una incipiente industria azucarera y se establecieron las primeres fábricas de tabacos de los Estados Unidos, dos tipos de empleos lucrativos que los cubanos podían desempeñar, aparte de la enseñanza del español.

Con las conspiraciones de los Soles y Rayos de Bolívar y del Águila Negra, la emigración cubana se distribuyó entre Nueva Orleans, Mobile, Pensacola y también San Agustín, porque España había cedido la Florida a los Estados Unidos; pero hubo emigrados del tipo del poeta Heredia que fueron a parar a Boston, Nueva York, Filadelfia, Baltimore y Annapolis. En cada una de esas ciudades norteamericanas hubo colonias más o menos numerosas, de cubanos emigrados. México, la América Central y la Gran Colombia, una vez libertados de España, también atrajeron a los que no podían vivir en Cuba y que encontraban la libertad y el bienestar, y en muchas ocasiones la gloria y la tumba, en tierras extranjeras.

Cuba perdía a muchos de sus mejores hijos, en la flor de su vida, cuando estaban llenos de energía, de salud y de posibilidades creadoras, a beneficio de otros países.

Hubo otra emigración en la época de las persecuciones del implacable Tacón, cuando la Conspiración de la Cadena Triangular y Soles de la Libertad, y aunque los que permanecieron en Cuba circulaban el pasquín clandestino contra Tacón, “la fiera marina”, en el que le decían:

“Permita Dios te trague una ballena

 En esos mares de olas infinitas

 Y te vaya a lanzar, hecho bolitas, En la Plaza Mayor de Cartagena”.

numerosos cubanos tuvieron que emigrar. El éxodo fue todavía mayor con las conspiraciones de la época de Narciso López, de 1848 a 1851, y no se terminó cuando el bravo caudillo revolucionario dio su vida por Cuba Libre y no por la anexión, como continúan afirmando los historiadores insuficientemente informados y que siguen la campaña de descrédito contra López que hicieron los españoles y los cubanos esclavistas. Ya para entonces había otras colonias de emigrados cubanos en los Estados Unidos, establecidos en Charleston, en Savannah, en Cayo Hueso y en la propia capital federal, en Washington.

La Conspiración de Vuelta Abajo y la Conspiración de Pintó, poco después, también hicieron que muchos cubanos tomasen el camino del destierro. A los motivos políticos se agregaron los económicos cuando Cuba pasó por un periodo de quiebras, de inflación, de carestía de la vida y de falta de mercados para sus productos, de 1862 a 1865. Arruinados cafetales e ingenios, cerrados comercios y negocios bancarios, en decadencia las vegas de tabaco y las fábricas de tabaco, no sólo los trabajadores, sino muchos cubanos de medianos recursos y hasta ricos, se trasladaron a los Estados Unidos. Los informes y despachos de los cónsules norteamericanos en La Habana, Matanzas, Cárdenas, Cienfuegos, Nuevitas y Santiago de Cuba, que se encuentran en el Archivo Nacional, de Washington, correspondientes a esa época, contienen cifras demostrativas de la emigración cubana de entonces.

Cuando vino la Guerra de los Diez Años esa situación llegó a terribles extremos. Cierto que las autoridades españolas oponían toda clase de restricciones a los viajes de los cubanos considerados sospechosos: pero por medio del soborno a funcionarios venales, o clandestinamente, los “laborantes” que no fueron a la manigua pudieron escapar y refugiarse en los Estados Unidos, en gran número. El gobierno colonial deportó a otros muchos, enviándolos a los presidios españoles o, como los doscientos cincuenta infelices del “Francisco de Borja”, a Fernando Póo y a los otros islotes del Golfo de Guinea. Por otra parte, los que emigraron sin vulnerar las disposiciones legales, fueron los más numerosos. En su mayoría iban a los Estados Unidos, pero se constituyeron importantes colonias de emigrados cubanos en México, las repúblicas centroamericanas, Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú, Argentina y Uruguay, y también Jamaica, la República Dominicana, Haití y hasta la pequeña isla de Nassau.

Don Leopoldo Cancio, en un estudio sobre los problemas económicos y sociales de Cuba, publicado a fines del siglo pasado, llegó a afirmar que unos treinta mil cubanos emigraron en los años de la Guerra Grande y de la Guerra Chiquita. Si se tiene en cuenta que el esfuerzo por la independencia, que fue cruento y costosísimo, como el de ningún otro pueblo de América, costó unas cien mil vidas en los campos de batalla, en los cadalsos, en  las enfermedades y los sufrimientos de la manigua, y en las matanzas de los guerrilleros, cuando Cuba apenas si tenía millón y medio de habitantes, las cifras que daba don Leopoldo Cancio hacia 1888  serían el equivalente de que ciento veinte mil cubanos de hoy emigrasen, con una población cuatro veces mayor que la de entonces.

Nada tipifica mejor, sin embargo, lo ocurrido con la sangría o la población cubana representada por la emigración, que la estadística de los tabaqueros cubanos que se fueron para los estados Unidos, después del triunfo del proteccionismo arancelario norteamericano con las leyes McKinley, Wilson y Dingley de los Estados Unidos. En la crisis económica cubana de 1890 y años subsiguientes, anterior a la Revolución de Martí; pero que fue factor determinante de su potencia y consolidación, las fábricas de tabacos de Cuba redujeron personal, rebajaron y disminuyeron la producción. En los Estados Unidos, notablemente en Cayo Hueso, Tampa, Jacksonville, Filadelfia, Trenton y Nueva York, se establecieron fábricas de tabacos, de norteamericanos o de cubanos que elaboraban sus productos por lo menos en parte, con la materia prima importada de Cuba. 

Se necesitaban por otra parte, los obreros especializados para el torcido y hubo gran demanda de ellos. En 1893 la emigración de tabaqueros cubanos hacia los Estados unidos fue de 1411 hombres; en 1894 llegó a 1846; en 1895, se redujo a 1075; en 1896, descendió a 1041; en 1897, todavía bajó a 378 y en 1898, el año en que terminó la dominación española en Cuba, aún se fueron para los Estados Unidos 116 tabaqueros cubanos. ¡Fíjese el lector en esas cifras y advierta que en total, representan 5897 obreros especializados con el más alto nivel de ingresos que por entonces había entre los trabajadores cubanos, que se iban del país llevándose sus técnicas y popularizándolas en una nación con muchos más habitantes que Cuba, mayores recursos económicos e industriales y protegida por una muralla arancelaria! Pudo ser mayor esa emigración y hasta lo fue por un momento cuando la fábrica Seidenberg, de Cayo Hueso para derrotar a los tabaqueros huelguistas cubanos, se puso de acuerdo con las autoridades coloniales españolas de La Habana para llevar tabaqueros españoles, rompehuelgas a los Estados Unidos.

Muchos emigrados cubanos volvieron a la Patria con la independencia de Cuba; pero también los hubo que para siempre quedaron desvinculados de Cuba, fundaron nuevas familias en los países en los cuales se habían establecido.

Cuba no volvió a ser país de emigración hasta la época del machadato. Por el contrario, durante veinticinco años atrajo a más de un 

millar de inmigrantes, no todos de la mejor conveniencia para su progreso, porque junto a más de novecientos o más españoles, hubo muchos familiares de haitianos, jamaiquinos, etc. La crisis económica de los campos de Machado, cuando el azúcar llegó a valer menos de un centavo la libra y ni así se vendía. Los cubanos de nuevo tomaron el camino del exilio y en gran número fueron a radicarse a los Estados Unidos.

En agosto de 1933, buques venían llenos de cubanos que regresaban y se reintegraban a la patria. Pudiera haberse creído que la lección había sido bien aprendida y que nunca más los cubanos se verían obligados a apelar a la emigración por su bienestar y por su seguridad personal. Pero no fue así. A partir de 1935, hubo más emigrados aún. Los Estados Unidos, México, Guatemala, Panamá y otros países tuvieron nuevas colonias de exiliados cubanos.

En 1940 la situación cambió. Parecía haber más garantías para las libertades ciudadanas y la II Guerra Mundial había traído una cierta prosperidad. Los ingresos nacionales aumentaron a saltos gigantescos. Se hicieron enormes fortunas, pero no se tuvo en cuenta el crecimiento de la población.

En Cuba continúa la emigración.  (Después de 1959 los números se han multiplicado exponencialmente, más de un millón de cubanos se ha visto forzado a salir de la Isla debido a las precarias condiciones y la falta de libertad que ha impuesto el régimen comunista).

En Cuba no existe seguridad económica pues los gobernantes y usurpadores no han sabido crear, o no han querido crear en una tierra privilegiada, que no tiene desiertos ni cordilleras inaccesibles, que por todas partes está cerca del mar, que tiene la más envidiable posición geográfica, que cuenta con formidables reservas de minerales y materias primas, que logra de sus suelos todas las cosechas, que fácilmente podía sostener en la abundancia a doce o quince millones de habitantes; pero que no tiene gobernantes capacitados, enérgicos, perseverantes y austeros, que se consagren a servir a la nación sin servirse de ella para sus particulares intereses.

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