EL ULTRANACIONALISMO TURCO Y SUS REDES

31 de enero de 2023

Si por una parte vivimos focalizados en lo que ocurre en Ucrania por otra resulta que, desde los últimos días de diciembre, la actualidad ha estado plagado de sucesos trágicos en Francia y en sus países vecinos. Además de los que han tenido como teatro este país y su capital vuelve a concurrir, como fue el caso en España la semana pasada en un pueblo costero no lejos de Cádiz, la importación a nuestros países de cuestiones que por religión o por política vienen desde el exterior, pretendidamente emparentados a lejanas culpas cuyo origen serían los colonialismos que fueron. Lo más desesperante por reiterativo, es que, si los capturan, nuestras autoridades comienzan por aludir a sus autores como a desquiciados, versión que inmediatamente toma como dinero contante y sonante la prensa dominante, la «mainstream media» dicho en inglés, paso previo a neutralizarla para siempre. Así acaba de ocurrir con un enésimo «trastornado» que irrumpió en un tren que rodaba por el norte de Alemania matando a dos infelices; y con otro «loco» que regó nafta y prendió candela antes de ayer en la entrada de tres iglesias parisinas. Hechos de esa naturaleza se materializan para la opinión pública, en despachos de rutina como los tres asesinatos múltiples en California durante el mismo período. Resignados esperamos el próximo.

Lo cierto es que nuestras calles hace mucho tiempo que dejaron de ser los remansos de paz que conocí llegando a Francia hace cuarenta años. Además de que a cualquiera le puede tocar y los acontecimientos a veces nos pican cerca. En esta espiral de hechos tan inesperados como trágicos coloco el triple asesinato perpetrado en la calle d’Enghein del Distrito 10 de la capital, lugar por el que había caminado 48 horas antes. Sin que se sepa cómo, un individuo, salido de prisión con libertad condicional dos semanas antes después de haber sido condenado por un delito racista en 2021, portando una pistola automática y casi cien balas encima, entró disparando a mansalva en el local de una asociación de kurdos asentados aquí, pasó a un cafetín colindante y a una barbería enfrente, matando en total tres personas e hiriendo cinco más. Afortunadamente se le encasquilló el arma, sin lo cual no es posible imaginar cuantas muertes habría consumado.

Horas más tarde la radio trasmitió que el autor, francés de pura cepa, no estaba mentalmente perturbado, sino que era un racista estúpido cuyo propósito era solamente exterminar inmigrantes. Si aquí no concurre al menos a priori un odio anti musulmán no hay dudas de que lo que hizo era algo totalmente protervo. Si no tuvo en Estambul y en Ankara instigadores, lo cierto es que los aplausos deben haberse escuchado en los círculos del poder de esas dos ciudades que con mano de hierro comanda el autócrata Erdogan. Las víctimas proceden de una comunidad, mucho menos numerosa en Francia que en Alemania, pero que cuenta comoquiera 300 mil expatriados discretos, pero no por ello menos activos políticamente.  No proceden solo de Turquía sino también de Siria, de Irak y de Irán. Es uno de esos pueblos que de un pasado unitario y tribal pasaron a ver sus territorios originales repartidos entre naciones creadas por Occidente entre el Siglo XIX y el comienzo del XX resumidos en los cambios que impuso el final de la Gran Guerra.

Y desde luego que Turquía está emboscada desde hace un siglo tratando de regresar a fronteras y a zonas de influencias anteriores a todo eso, de una manera similar a lo que está tratando de hacer por otras razones y mediante otra metodología Putin desde Moscú. Cuando estudié bachillerato, en el curso de historia general usábamos el libro de texto que habían escrito dos eminentes historiadores cubanos oriundos de Matanzas: Elio Leiva y Edilberto Marbán. Fue la primera vez que desde la altura de mis 13 años supe de la Toma de Constantinopla por los turcos en 1453, uno de los hitos que marcan la arbitraria frontera entre las edades Media y Moderna. Hoy en día hay quienes, en el país otomano, más ahora que hay guerra y penurias en los abastecimientos de hidrocarburos, sueñan con revanchas y en reconquistas. Y de paso en la exterminación de quienes se opongan a ellas.

Lo cual nos trae a los kurdos han venido a parar a Occidente y que a distancia son objetivos de los servicios de contrainteligencia de Turquía. Pacíficos y no violentos a los kurdos de Francia y de Alemania los vienen golpeando desde hace decenios. Sin olvidar que los que no se marcharon de sus tierras en Siria ayudaron decisivamente en la guerra que americanos y europeos mantuvieron contra el Estado Islámico no hace mucho. En cuanto a los expatriados no porque sean respetuosos de las leyes dejan de estar organizados en asociaciones y a distancia tratan de hacer algo por su pueblo, atenazado secularmente por los turcos igual tanto como los armenios. Es en una reunión que tenían aquella mañana que hizo irrupción el asesino armado que pretende no haber pensado en matar kurdos sino en matar extranjeros. Una declaración inadmisible sin entrar mucho en materia pero que presenta la ventaja para la administración francesa de no dar la investigación de los hechos a la corte antiterrorista sino a la de instrucción común.

No era necesario más para encolerizar a los dirigentes kurdos del patio que ya en enero de 2013 habían sido atacados por Turquía con otros tres asesinatos de militantes, afrijolados también en París por un infiltrado de la policía política turca cuya culpabilidad no dejaba margen a otra interpretación. Detrás de todas esas acciones hay un cuerpo de terroristas juramentados, obedeciendo ciegamente a una estructura piramidal que golpea donde les ordenan hacerlo. Ya el atentado fallido de 1981 del que escapó milagrosamente Juan Pablo II en la Plaza San Pedro, lo ejecutó uno de sus agentes. Y ya en aquella ocasión se las arreglaron para exonerar al gobierno turco. Los archivos americanos permanecen mudos al respecto sin perjuicio de lo que en su momento aportara como elementos probatorios al dossier Oriana Fallaci.

Detrás de este entramado se encuentran los Lobos Grises, estructura paramilitar racista y xenófoba que algunos califican de extremista de derecha, pero que en la práctica es el brazo armado de un partido grupuscular, minoritario en el paisaje político turco, pero hoy en día guarismo en votos a considerar cada vez que se aproxima una elección. Incidentalmente será el caso a mediados de este año. Coqueteando con Rusia, pero sin atraerse la hostilidad de un gobierno pusilánime como lo es el que actualmente gobierna en Washington, Erdogan es un factor irremplazable en la geopolítica guerrera de una actualidad tan complicada. Todo pasa por Turquía y no es casualidad que un gobernante marginal como Miguel Díaz Canel haya hecho escala en Ankara durante su periplo euroasiático de hace pocas semanas.

Y tampoco es casual que haya asesinatos en una calle de París ni que ante la indiferencia general los 120 mil armenios que viven en el enclave de Artsakh sigan estando totalmente bloqueados, y ese sí que es un verdadero bloqueo, por sus hostiles vecinos azeríes, aliados incondicionales de los turcos por panturquismo y por musulmanes. Mientras todas estas tenebrosas monstruosidades ocurren los dirigentes de nuestros países, que bueno es reconocer que no la tienen fácil, miran para otro lado. Mantener como ciudadanos libres un mínimo de atención y de compasión para con esas víctimas es parte de lo poco que nos queda por hacer, esperando desenlaces positivos que para pueblos acogotados como el cubano se hacen esperar.

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