EL TELÉFONO

Written by Rev. Martin Añorga

23 de mayo de 2023

El 2 de agosto se  cumplirán 101 años del fallecimiento de uno de los hombres más destacados en la historia de la humanidad, Alexander Graham Bell, inventor, pianista, profesor universitario, especialista en problemas del habla y de la sordera, impulsador del tránsito aéreo, escritor y poeta; pero inmortalizado por haber sido el inventor del teléfono.

Nació Graham Bell en Edinburgo, Escocia, el 3 de marzo del año 1847, en un hogar de profesionales. Su padre era un experto en problemas de acústica, autor de tratados sobre el tema del habla y de la voz, que hasta hoy conservan su vigencia.. Su esposa sufrió de sordera progresiva, y tanto él como su hijo se esforzaron en buscarle definitiva solución al problema.

El incansable inventor se casó en el año 1877 con Mabel Hubbard, con quien estuvo unido hasta el día de su muerte. Tuvieron cuatro hijos, los dos varones fallecidos en su infancia y 2 hembras. Aparentemente formaban una pareja feliz, pero Mabel era sorda y para superar ese impedimento Graham Bell   batalló sin descanso.

Hasta hoy dura la polémica entre el inventor escocés y los defensores del lenguaje por señas que utilizan para comunicarse mundialmente las personas con serios problemas auditivos. 

Graham Bell no permitió que su esposa  adoptara tan recurrido método, pues afirmaba que el mismo constituía un medio de expresión huérfano de sonido y lo que él quería era que los sordos recuperaran la facultad de oír. Basándose en la tesis de que los sonidos son ondas eléctricas que se mueven en el espacio trabajó en la creación de instrumentos que amplificaran de tal manera las ondas que hicieran posible la audición de las mismas para las personas inhabilitadas. Es pues, el precursor de la producción actual de minúsculos aditamentos que colocados en el oído de personas sordas les permitan acceso a los sonidos. 

Sin entrar en el campo de la medicina, es oportuno señalar que hay personas sordas de nacimiento, cuya incapacidad es irreversible en un altísimo porcentaje de los casos y otras que por diversas razones van perdiendo paulatinamente el sentido de la audición. Para éstas existen opciones reparadoras.

Alexander G. Bell era un hombre polifacético que en cierta ocasión puso en peligro su vida por quedarse exhausto ante la cantidad de trabajo que acometía. Sin una preparación profesional extensa logró ser un pianista que deleitaba a su auditorio en todo tipo de reuniones, componía versos y era un escritor prolijo y de lenguaje claro y preciso. Uno de sus extraordinarios logros, del cual poco se habla, fue el de convertir en lenguaje escrito el que hablaban los miembros de la tribu Mohawk en regiones campestres de Canadá. Le concedieron la distinción de instalarlo como jefe honorario. Precisamente, en Canadá, adonde se trasladó su familia, disponía Alexander Graham Bell de un espacioso laboratorio en el que trabajó en proyectos lingúisticos y acústicos. Incluso, hizo aportes a la aeronáutica, fabricando rudimentarios aparatos que podían moverse en el aire.

 Bell fue invitado a ofrecer conferencias en varios centros universitarios de Estados Unidos. En el año 1872 fundó en la ciudad de Boston una “Escuela de Fisiología Vocal” de la cual fue alumna Helen Keller, la ilustre estadounidense que naciera ciega, sorda y muda. Entre ambos se estableció un sólido vínculo profesional y de amistad. El 2 de agosto de 1876,  se cumplieron 147 años- de la ocasión en que Bell patentó en este país su más famoso invento, el teléfono, y con  su mentalidad de empresario estableció una corporación que hasta hoy sigue llevando su nombre.

 Alexander Graham Bell murió en Nueva Escocia, Canadá, a los 75 años de edad, el 3 de agosto de 1922, exactamente 16 años después de haber patentado su invento. Lejos estaba el sabio de imaginar la importancia mundial del teléfono, hoy día transformado por técnicas que lo han convertido en un instrumento indispensable. Yo recuerdo, y perdónesenos la cita personal, que en  el año 1951, cuando residía en la ciudad de Placetas, para comunicarme por teléfono tenía que llamar a una operadora central para que me pusiera en línea con el número al que quería llamar. Hoy día los teléfonos disponen de todas las comodidades y aunque para muchos su uso se ha reducido con la introducción en el mercado del teléfono celular, ciertamente el invento de Graham Bell sigue en vigor, cada vez más notable.

Cuando hablamos del teléfono celular debemos recordar a sus predecesores, entre ellos al italiano Guglielmo Marconi, quien en el año 1901 realizó la primera emisión trasatlántica radioeléctrica mediante ondas electromagnéticas, dando lugar a lo que entonces se denominó  telegrafía sin hilos. Conocidas también como ondas herzianas, las ondas de radio son ondas electromagnéticas de menor frecuencia (mayor longitud de onda) y menor energía que las del espectro visible. Se generan alimentando una antena cm una corriente alterna. Otros inventores, como Orsted Faraday, Hertz, Tesla y Edison habían realizado anteriormente estudios y experimentos en este campo, los cuales sirvieron de base a Marconi.

Martin Cooper probablemente  no sea un nombre muy conocido, pero se trata de la persona a la que se debe en alto grado el invento del teléfono celular. Desde niño estaba interesado en la comunicación inalámbrica, pensando que se trataba de un milagro o de un verdadero misterio. En el año 1973,  sirviéndose de un equipo de Motorola creó el primer auricular de telefonía móvil que pesaba un poco más de cuatro libras. Cuando parado en una calle de Nueva York realizó su primera llamada telefónica desde un prototipo de celular no podría haber sido capaz de concebir el éxito que alcanzaría su invento.

 Un problema inicial en relación con los teléfonos móviles o celulares fue el tamaño, el peso y la duración de sus pilas (o baterías, que es el término que se ha acuñado en nuestro lenguaje). Las “baterías” son el accesorio indispensable en los teléfonos celulares porque sin la energía que producen, los mismos serían inútiles. Hoy día son tarjetas de litio con ciertos componentes químicos, sin peso, duraderas y de energía renovable. El teléfono celular es símbolo de nuestra cultura. Todos lo usan. El teléfono público de monedas ha desaparecido y en muchos hogares el único que se usa es el móvil.

Los fabricantes de celulares, inmersos en una competencia que no sabemos hasta dónde llegará, cada día fabrican unidades más sofisticadas. Hay teléfonos que reciben correo electrónico, disponen de una discoteca, tienen acceso al internet, sacan fotografías, reciben y envían mensajes de texto, disponen del sistema de posicionamiento global, conectan con la televisión, indican la temperatura y los resultados de  las competencias deportivas y son ciertamente enciclopedias de bolsillo.

No todo es positivo, sin embargo. El teléfono celular nos impide disfrutar de una cena, nos interrumpe en un acto público, nos compromete la atención cuando conducimos un vehículo, separa a los miembros de la familia, interfiere en la armonía conyugal y atenta en general contra la buena educación cuando perturban la tranquilidad y privacidad de nuestros semejantes.

No pretendemos, por supuesto, regresar a los antiguos modelos de Alexander Graham Bell, aunque nuestra admiradora gratitud para este genial inventor no disminuya su intensidad; pero sí creemos que debe establecerse un sistema de rigurosa ética en el uso público de los teléfonos móviles. Benito Juárez dijo que “el respeto al derecho ajeno es la paz”. A menudo, lamentablemente, nos ha interrumpido una conversación normal en un restaurante, un individuo que a gritos increpa a un interlocutor que quizás esté a millas de distancia de él, por la simple razón de que un celular suele ser la invitación al grito.

Una indiscreción peligrosa que en ciertos casos ha sido penada por la ley es la de usar los celulares para tomar fotografías no solicitadas. En las playas hay individuos que a su antojo fotografían a muchachas en traje de baño y existen enfermos mentales que se trepan sobre cercas y árboles para retratar a mujeres en su privacidad hogareña. Un invento creado para hacernos más fácil y placentera la vida no debe usarse de manera ilegal  ni faltando a las más elementales normas de la moral.

Graham Bell jamás pensó que su invento procrearía otros que convierten un teléfono en una máquina de escribir. Yo detesto los mensajes de texto cuando los que los escriben  ponen en peligro su propia vida  y la de los que no tienen nada que ver con su temeridad.

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