El Teatro Tacón

Written by Alvaro J. Alvarez

26 de mayo de 2021

En 1834, al tomar posesión del gobierno de la Isla de Cuba el capitán general don Miguel Tacón y Rossique, encontró que no había en La Habana más que un solo coliseo de alguna importancia, el teatro Principal, establecido en la Alameda de Paula, junto a los muelles, el cual por su situación y demás condiciones no correspondía a una población tan numerosa y civilizada como era ya La Habana.

Los pequeños teatros de Villanueva y el Diorama, construídos de madera, no podían tomarse en consideración. Por esta razón, el enérgico y laborioso capitán general, promovió la obra de un teatro más céntrico y adecuado en La Habana, induciendo para llevarlo a cabo al catalán y activo vecino de esta ciudad don Francisco Marty y Torrens, alias Pancho (1786-1866) el cual con gran éxito había ya emprendido la contrata y obra del edificio y viveros de su pescadería.

El inteligente catalán Marty, con peones del presidio y con materiales que le suministraba el gobierno, comenzó la obra en el sitio de 6,176 varas cuadradas (4,315 m²) que compró en 1836 a censo a la real hacienda, inaugurando el teatro con seis grandes bailes de carnaval el domingo 28 de febrero de 1838, estrenándose pocos días después el drama en cinco actos, Don Juan de Austria, con el actor Francisco Covarrubias.

El Tacón fue el teatro más grande y lujoso del continente americano y por sus cualidades técnicas el tercero del mundo, después de la Scala de Milán y el de la Ópera de Viena.

Por el frente tenía 3 puertas, 6 por la calle San Rafael, 3 por Consulado y 2 por San José. El escenario de 43.83 mts. de ancho x 68.41mts. de fondo, permitía el montaje de las más complejas obras líricas o dramáticas. Tenía tres órdenes de palcos, 90 en total y 22 filas de lunetas.

Tertulia (Conjunto de asientos situados en el piso alto de un teatro), Cazuela (Parte del teatro reservado antiguamente a las mujeres) y Parterre (nombre que recibe la parte baja de un teatro).

La capacidad era de 2,287 espectadores sentados y admitía unos 750 más que podían colocarse de pie detrás de los palcos, haciendo un total de 3,000 personas en una función.

Su estructura a la italiana, la típica herradura, lo convertía en la Catedral de la ópera y el drama. Contaba con dos espaciosos y elegantes palcos, para el Capitán General y para la Presidencia.  

El techo era a cuatro aguas. La sala era famosa por su acústica, por su monumental araña (chandelier) de 1,034 bombillas de gas y por su amplio escenario con 751 telones, bastidores y bambalinas.

La sala de armas tenía 605 piezas de diferentes clases, en exhibición. El guardarropa tenía 13,787 unidades de ropero entre uniformes, disfraces y vestuario de época, 782 muebles y útiles de escena. Su archivo contenía más de 1,200 libretos de obras líricas y dramáticas.

El Gran Teatro Tacón fue en su momento uno de los mejores del mundo y a todos impresionaba el contraste entre la austera oscura fachada con el lujo luminoso y la elegancia del interior. Sus ochenta ventanas y sus numerosas puertas ventilaban agradablemente el local.

El gran escritor argentino Juan Bautista Alberdi, después de conocer el Teatro Tacón en 1855, declaró que La Habana era una ciudad superior a Nueva York y Buenos Aires.

El edificio fue construído bajo la dirección de don Antonio Mayo, maestro de albañilería y de don Miguel Nins y Pons, maestro de carpintería, su costo total ascendió a 200,000 pesos fuertes.

El interior de este hermoso edificio estaba sujeto al plan de los mejores coliseos de Europa y con una estructura, capacidad y elegancia muy semejantes a los del Teatro Real de Madrid y del Liceo de Barcelona pero no correspondía más que por la solidez de la arquitectura exterior del edificio a la grandiosidad del salón y del proscenio.

La entrada principal era un pórtico de elegante sencillez, con tres arcos al frente y uno de los costados con columnas de mármol intermedios y tres de relieve sobre otra de piedra en ambos ángulos. A la entrada del teatro existía un café y en el interior había un hermoso patio que aportaba ventilación a la sala. Lo extraordinario del Tacón era sus dimensiones colosales y el derroche de lujo de su interior.

Además gozó el teatro del privilegio de haber acogido al inventor italiano Antonio Meucci (*) quien construyó y probó allí el teletrófono que es considerado el primer teléfono del planeta.

En 1857, don Francisco Marty vendió este coliseo al “Liceo de La Habana“, de literatura y artes, sociedad fundada por el también catalán don Ramón Pintó y López (muerto después en el patíbulo por sus ideas separatistas), en la cantidad de 750,000 pesos fuertes, la cual lo embelleció notablemente con multitud de reformas, entre ellas, en sus condiciones acústicas y en el mejoramiento de sus luces.

En 1906 la Sociedad de Beneficiencia de Naturales de Galicia compró el teatro y la manzana en que se ubicaba, por 525,000 pesos. El edificio actual se construyó entre 1907 y 1915, con un costo de 1,800,000 pesos, para albergar la sede del Centro Gallego de La Habana. El proyecto del belga Paul Belau fue seleccionado entre varios que se presentaron a concurso. Hasta 1960 se llamó Teatro Nacional. Luego ha tenido diferentes nombres por quienes se  lo robaron a sus dueños.

(*) Entre 1835 y 1850, Antonio Meucci un inteligente inventor y científico florentino, se radicó en La Habana junto con su esposa María Ester Mochi. Habían sido contratados por Pancho Marty cuando trabajaban en el teatro de la Pérgola en Florencia. Meucci como Jefe de Tramoya y Ester directora de vestuario del Teatro Tacón.

En 1849 para establecer un contacto entre el foso y el escenario del teatro instaló un invento suyo que permitía hablar a distancia con el fin de dar instrucciones para cambios escenográficos.

(Alexander Graham Bell nació en 1847). Más tarde instaló más aparatos entre los camerinos y la alta parrilla. En resumen la génesis de la invención del teléfono surgió en este grandioso teatro habanero.

El señor Meucci aportó otras soluciones técnicas para guardar rápidamente los decorados y realizar efectos lumínicos. También inventó un sistema de purificación de agua en el Tacón para beber y para un sistema de fuente.

En 1850 el matrimonio se fue para New York y se asentaron en Staten Island con los 26,000 dólares ahorrados. A estas alturas, Ester estaba completamente paralizada por la artritis y confinada al dormitorio de arriba. 

Meucci instaló un pequeño sistema teletrofónico, conectando la habitación de Ester con su pequeña fábrica, para poder hablar con ella durante todo el día. 

Fue aquí en Rosebank, Staten Island donde desarrolló y mejoró su teletrofono inventado en La Habana.

Bell se llevaría el título de inventor, pero en 2002 el Congreso de los EE.UU. pasó la orden HR269 dándole a Mucci el reconocimiento como el verdadero inventor del teléfono.

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