En un cabaret madrileño.— La nueva pareja y la frase que da título a este reportaje.— Alegría de Dick que quiere saber todo de Cuba.—España y Cuba.— «No podía sentirme bien trabajando allá».— Su nuevo compañero.— «Hace 11 años que me llamo Nopy»— Deseos de conocer Cuba. Diálogo con Dick.— «No quiero que el habanero vea a Dick sin Biondi”.— Recuerdos de antes__23 años unidos.— «¡De las malas y de las buenas!».— El carácter de Biondi.
—»Lo hicieron odiarme»
BERNARDO VIERA TREJO (1957)
Cabaret Pasapoga: “Pasaipaga” para los españoles, de la señorial Gran Vía. Por el amplio escenario van desfilando las atracciones del show. Ya se han alterado los nervios con el cubanísimo gracejo de Maño López. Ya se ha acelerado el ritmo normal del corazón con el emocionante voz de Charles Trenet. Se impone el chispazo humorístico y el locutor anuncia:
–Con ustedes, la sensacional pareja de cómicos del teatro, la radio y la televisión: ¡Dick y Nopi!
Para casi todos los presentes, aquel número era uno más en el extenso desfile de valores. Para la única mesa de cubanos, los cómicos tenían el interés de que uno de ellos había sido bien querido del público habanero durante más de cinco años. Y en todo el salón se escuchó la voz criolla de un senador cubiche, tan adentrado en los tristes trajines de la Patria lejana como en el “inside” farandulero.
–¡Eh! ¡Ya Dick tiene otro Biondi!
–¡Qué alegría viejo! ¿Cómo anda Cuba? ¿Qué me cuentas del buen amigo Agustín Tamargo? ¿Es verdad que cerró el Canal 4? ¿Es cierto que Humberto Bravo sustituyó a Vaillant en CMQ? ¡Cómo extraño Cuba y a los cubanos! Ahora en casa, verás que tengo recuerdos de ustedes por todas partes. ¡Sin contar la bandera cubana que se encuentra en el centro del comedor!
Dick quiere preguntarme todo, y recibir respuesta!— en un minuto. Le pongo tristeza en la cara amplia y cariñosa cuando le informo que son más de cuatro los meses que llevo en el otro mundo. En Europa.
Ya su esposa, Trini, ha puesto el café cubano —»hemos logrado que los pilotos de Cubana nos lo traigan»—comienza el diálogo con el cómico.
—¿Cómo se siente en España?
—¡Fenómeno!
—¿Extraña a Cuba?
–¡Muchísimo, viejo! El cariño que se siente por esa islita y la gran cantidad de amigos que dejé en ella, me hacen extrañarla cada día, cada hora y cada minuto.
—¿Por qué la dejó?
Dick baja las puntas de la boca y las cejas se le caen hasta media cara. Se pinta de triste y con él, la respuesta:
—Tu sabes… Vino la ruptura con Biondi y no podía sentirme bien trabajando allá, viendo todos los días a Biondi y sabiéndonos tan distantes.
Se acerca Nopy, su nuevo compañero, y la conversación aborda otros temas después de la presentación. Pequeño y parlanchín. De ojos grandes y expresivos que acompañan a los gestos exagerados de las manos. De boca amplia y dientes grandes. Su superávit de chistes en la conversación suponen que quiere impresionarme. O convencerme. Lo logra a ratos y, por fin me decido a preguntarle:
—¿Desde cuándo se llama Nopy?
—Desde que comencé a trabajar en el teatro.
—¿Y desde cuándo trabaja en el teatro?
—Desde 1946. Hace once años.
— ¡Qué bien suma! ¿Cuál es su nombre de verdad? —Ángel Oyarzabal Navarro.
-Cuarenta y seis años. -¿Conoce a América? -La única América que conozco es una chica que vive al doblar de casa.
—Me refiero al continente. ¿Le gustaría visitarla?
—¡Rápidamente! Pienso conocerla pronto, con Dick, y eternizarme por allá
—¿Qué tiempo llevan de compañeros?
—Desde noviembre del año pasado. No llega a cuatro meses.
-¿Se lleva bien con Dick?
–¡De maravilla!
–¿Ha aprendido algo de él?
–¡Muchísimo! Dick tiene mucha
escuela y avanzo a pasos agigantados junto a él.
Simpático, modesto y agradecido, Nopy me gana con bastante rapidez. Esto, desde luego, no le sirve para nada, porque yo no soy empresario ni productor.
—¿Para usted es nuevo el estilo de humor que hace actualmente?
—Totalmente nuevo. Yo hacía
otra cosa.
—¿Dick le habla mucho de
Cuba?
— ¡Todos los días! ¿No se ha fijado usted como yo digo frases de ustedes? ¡Pues las he aprendido con Dick!
—¿Qué le dice Dick de La Habana?
—Que es muy bonita. Que los cubanos son muy cariñosos con los artistas extranjeros y que uno, allí, se siente cubano.
—¿Usted quiere conocer La Habana?
—¡Ya lo creo, viejo!
Un cubanísimo café es traído por la esposa de Dick. Sobre el saboreo, continúa la entrevista:
—¿Usted vio trabajar juntos a Dick y Biondi?
—No. Los conocí en Madrid, cuando ellos vinieron acá, pero no los vi.
—Entonces, no puede opinar de Biondi.
—No. Aunque sé que es formidable cómico. Yo no aspiro a sustituirle. Desde luego, me alegro de no haberlo visto, porque quizás esto me hubiera influenciado.
—¿Dick tiene mal genio? ¿Lo trata mal cuando algo no sale bien?
—No. Cuando algo no sale bien, volvemos a hacerlo hasta que nos sentimos satisfechos.
—¿Siempre trabajó con compañero?
—Sí. Antes trabajaba con mi señora.
-¿Le gusta trabajar solo?
—No. Prefiero tener a alguien al lado. Así estoy seguro que siempre habrá alguien dispuesto a reírse.
—¿Gana buen dinero ahora?
—Más que nunca en mi vida.
—¿Le gustaría ganar dólares?
—¡Más que libras esterlinas!
—¿Para qué quiere dólares?
—Para asegurarme el futuro. Las pesetas son un poco debiluchas y uno nunca sabe cuándo van a dar un nuevo resbaloncito. ¡Siempre, bajando! ¡Siempre bajando!
Agradezco al cómico sus respuestas y hago un discreto silencio para que se aleje. Cuando estoy solo con Dick, continúo el diálogo interrumpido:
—¿Por qué vino a vivir a España?
—Porque es bonita, acogedora y barata. Además, es la tierra de Trini.
—¿Le aplauden más, o menos que en Cuba?
—¡Tú lo comprobaste la noche que fuiste a vernos! El público reacciona igual que el cubano con nuestro humorismo. No tengo quejas.
—¿Tiene tanto trabajo como cuando era compañero de Biondi?
—Proporcionalmente sí. En Madrid la televisión está en pañales y, a pesar de eso, hemos trabajado en muchos programas. Por radio, que sigue siendo el entretenimiento favorito de los españoles, hemos triunfado plenamente.
—¿Para qué planta trabajan?
-Para Radio Madrid. En el programa del arroz «Gallina Blanca” que es el más costoso y escuchado.
—¿Cuándo se les vence el contrato?
–Cuando queramos. Estamos firmados por tiempo indefinido y el patrocinador quisiera amarrarnos por un año por lo menos.
—¿Hacen teatro?’
—Hemos trabajado en muchos de Madrid y en giras por las provincias. También hemos hecho cabaret y, posiblemente hagamos cine a fines de año.
—¿Qué tal Nopy?
—¡Encantador! Es muy ligerito y lo manejo con soltura en la escena. Tiene deseos de aprender y eso es muy importante.
—¿El nombre Nopy se debe a la idea de utilizar la asonancia con Dick y Biondi?
—No, como él te dijo hace un rato, se llama asi desde que comenzó a trabajar ¿La verdad? Me alegro, porque se hace más familiar al público.
—Utilizan el mismo repertorio que tenían montado usted y Biondi?
—El mismo repertorio, no. El mismo estilo, sí. Tú sabes que el humorismo tiene que hacerse a base de cosas nuevas dentro de un mismo marco.
— Si recibieran contrato de Cuba ¿irían?
—No sé… El profesional tiene que ir a donde le paguen pero me sería muy triste, que el habanero viera a Dick sin Biondi.
—Y ahora, ¿no está Biondi sin Dick?
-Sí, pero es distinto.
—¿Por qué?
-Porque él trabaja solo, sin compañero… ¡Y estoy seguro que a él también le dolería!
—¿A Nopy?
—No, a Biondi…
Dick, solito, cayó en la trampa. La conversación ha caído en el secreto de la separación. La llevo lentamente.
—¿Extraña a su ex-compañero?
— ¡Mucho! Date cuente que estuvimos juntos 23 años… Para mi, Biondi es mucho más que un hermano. ¡Es el compañeno de toda la vida! De las malas y de las buenas. De cuando había que compartir un peso argentino y de cuando había que repartirse miles de dólares.
—¿Por qué se separaron?
Dick baja el rostro. Le duele cada palabra, cada pregunta sobre la ruptura. Lo preciso.
—Quisiera no hablar de eso. Nunca he hablado de la separación y él tampoco. ¡Ni un solo cubano sabe por qué nos separamos!
—Pero en Cuba se publicaron palabras suyas.
—Mal intencionadas. Yo nunca me expresé de este penoso asunto.
-¿Y ahora?
—Ahora, ya pasó. Mejor no hablar de eso.
—¿Usted tuvo la culpa?
—No.
—Entonces la tuvo Biondi…
— ¡Tampoco! En estas cosas, median terceras personas. Estoy seguro de que, si Biondi no hubiera escuchado a nadie, todavía seríamos compañeros.
—¿Usted quiere insinuar que hubo chismes o intrigas?
—Quizá… Ya él no era el Biondi de antes, que me oía y respetaba. La situación en los últimos meses fue caótica entre ambos. No nos hablábamos en ningún lugar. Siempre fríos. Siempre distantes.
—¿Por qué?
—Por las gentes. Tú lo has dicho: ¡Por los chimes y por las intrigas! Y por el carácter de Biondi. El es muy impresionable y lo hicieron odiarme.
—¿Lo extraña artísticamente?
—Más lo extraño familiarmente… Quisiera verlo y saber cómo está de salud y discutir la separación. ¡y hasta fajarme con él! Y después, como antes, darnos un fuerte abrazo y salir contentos a comer algo, como en la época mala.
—¿Hay posibilidades de arreglo entre ustedes?
—Es muy difícil…Estamos muy lejos uno del otro y los compromisos contraídos por ambos nos impiden la unión.
–¿Y si se salvaran esos compromisos?
– No sé Biondi ha cambiado tanto…
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