El Superintendente ALEXIS E. FRYE creador de la escuela cubana

Written by Alvaro J. Alvarez

7 de mayo de 2024

Por Álvaro J. Álvarez. Exclusivo para LIBRE

Alexis Everett Frye, nació el 2 de noviembre de 1859 en la isla de North Haven (ubicada a 12 millas de la costa de Rockland, Maine. Uno de los lugares más bellos del mundo, es una de las quince islas que quedan durante todo el año en Maine, frente a las 300 que había a principios del siglo XX. La gente de North Haven no cierra sus puertas con llave por la noche ni saca las llaves de sus autos. Todo el mundo se saluda y los conductores se saludan cuando pasan sus coches). Hijo de Erastus S. Frye (un capitán de barcos) y de Jane Rey, ambos padres pertenecían a antiguas familias de Nueva Inglaterra que afirmaban ser descendientes directos de los pasajeros del Mayflower. 

Cuando Alexis tenía 8 años, su familia se mudó a Quincy, Massachusetts, donde asistió a la escuela primaria y a la Academia Adams. En 1878 se graduó en la English High School de Boston, Massachusetts.

Alexis se inscribió en un curso docente dirigido por el coronel Francis W. Parker y después de obtener su diploma de maestro en la Escuela Normal Bridgewater en Plymouth, Massachusetts, estuvo enseñando en Quincy durante tres años.

En 1882 fue nombrado asistente de Parker en la supervisión de las Escuelas Públicas de Boston. Luego acompañó a Parker a Chicago, Illinois y enseñó geografía en la Escuela Normal del Condado de Cook, donde Parker fue director, hasta 1886. 

Al año siguiente, Frye se matriculó en la Facultad de Derecho de Harvard y obtuvo su Licenciatura en Derecho en 1890, sin embargo, el gran interés de Frye por la Pedagogía lo llevó a seguir una carrera en educación, no en derecho. Entre 1891 y 1893, se desempeñó como superintendente de las Escuelas Públicas de San Bernardino, California.

Escribió libros de texto de geografía muy populares, que fueron publicados en 127 ediciones por Ginn & Company y vendieron más de dos millones de copias en todo el mundo. Los críticos elogiaron sus elaboradas ilustraciones y su énfasis innovador en la geografía física.

Los mapas de Frye resaltaron a las potencias coloniales rivales y cambiantes de esa época y revelaron las nociones académicas y populares dominantes sobre el racismo científico. Sus libros de texto de geografía exaltaban a los blancos “civilizados” mientras denigraban a los “salvajes negros”.

En 1897, obtuvo una Maestría en Artes en Harvard y forjó una amistad duradera en Cambridge con el legendario presidente de la universidad, Charles W. Eliot. Ambos compartían la visión de renovar la educación pública estadounidense. 

Extremadamente precaria era la situación escolar de Cuba al cesar el régimen colonial español el 1° de enero de 1899. Según testimonio de Enrique José Varona, sólo 34,579 asistían a las escuelas públicas, en un país de millón y medio de habitantes, el promedio de analfabetismo ascendía a las dos terceras partes de la población total de la Isla. Para las atenciones docentes había 800 maestros, distribuidos en 312 escuelas y el presupuesto destinado a instrucción pública era de $182,000.

Al igual que Theodore Roosevelt, Leonard Wood y otros graduados de Harvard, Frye se ofreció como voluntario para servir en el ejército durante la guerra en 1899, pensando inicialmente entrenar a estudiantes voluntarios de Harvard en Boston. Sin embargo, en octubre de 1899, durante la ocupación militar estadounidense de Cuba, Charles Eliot le recomendó al Secretario de Guerra, Elihu Root, nombrara a Alexis Frye (quien desde 15 octubre de 1899 había llegado a Cuba) Superintendente de las Escuelas Públicas de la Isla. El 2 de diciembre de 1899 fue designado en ese importante cargo por el entonces gobernador militar el General Brooke y el Secretario de Justicia e Instrucción Pública, José Antonio González Lanusa. Frye ofreció sus servicios gratis, pero al decírsele que el Gobierno no podía utilizarlo en esta forma, aceptó el sueldo que se le señaló, pero mensualmente lo distribuyó, íntegro, en obras de caridad y asilos en Cuba.

Desde ese mismo momento, Alexis se dio a la tarea de crear la escuela pública cubana, para lo cual tuvo que reclutar un gran contingente de maestros, venciendo las limitaciones culturales que entonces imperaban en nuestro pueblo. Autor de un acreditado Manual, que sirvió para preparar y orientar al magisterio y organizó con notable provecho la gran excursión de profesores cubanos a la Universidad de Harvard, en junio, julio y agosto de 1900.

El General Leonardo Wood que gobernó Cuba desde el 20 de diciembre de 1899 hasta el 20 de mayo de 1902 dejó dos servicios positivos: el de la Escuela Pública y el de la Higiene. 

En materia escolar los más destacados fueron estos tres pedagogos que el país supo estimar porque lo reorganizaron todo: Alexis E. Frye como Superintendente General, el teniente Mathew E. Hanna como Comisionado de Escuelas y Enrique José Varona, que como Secretario de Instrucción Pública del gobierno de Wood, tuvo a su cargo la dirección y máxima responsabilidad de las gestiones docentes, pero como la enseñanza primaria tenía una organización autónoma, a cargo del Comisionado de Escuelas y de las Juntas de Educación, Varona consagró sus principales esfuerzos a la reforma de la instrucción secundaria y superior. 

Su labor en tal sentido, al reorganizar con proyección moderna los estudios universitarios y secundarios, fue extraordinariamente beneficiosa y útil.

Se abrieron más de 3,000 escuelas, con una matrícula de 130,000 estudiantes. Como no había maestros suficientes, hubo necesidad de efectuar exámenes anuales para contar con suficiente número de maestros. Se editaron Manuales escritos por autoridades (como el de Alexis Frye) en las varias materias del Programa. Los ejercicios de los examinados se calificaban de modo que podían obtener primero, segundo y tercer grado. Por supuesto aquello originó en ciudades y poblaciones de todas las provincias buen número de academias privadas que, durante meses, antes de los exámenes oficiales, preparaban a los aspirantes. Este episodio ocupó por años la atención de la Secretaría de Instrucción Pública, como entonces se denominaba. 

Una de las primeras medidas adoptadas por ellos fue la adaptación de los cuarteles españoles en escuelas. Al decir del maestro habanero Ramiro Guerra: “Cuba carecía de escuelas, pero casi todos los pueblos poseían amplios cuarteles, construidos para alojar las tropas utilizadas por España”.

El formidable impulso dado a la educación nacional por estos fundadores de nuestro régimen docente hizo posible que, en un lapso de tres años, la asistencia escolar se elevara a la cifra de 172,273 alumnos, es decir, cinco veces más que durante las postrimerías de la Colonia; los maestros aumentaron de 800 a 9,613, las escuelas de 312 a 3,628. Los gastos educacionales llegaron a alcanzar la cifra de poco menos tres millones de pesos anuales, lo cual significaba una inversión casi veinte veces mayor que la que dedicaba a estos menesteres el gobierno colonial.

A su vez, se compraron más de 100,000 pupitres, se distribuyeron libros de texto en todas las escuelas y abundante material escolar, se creó el cuerpo de inspectores y se pusieron en vigor nuevos métodos de enseñanza, se fundaron instituciones para preparar al magisterio, se prestó atención a las construcciones escolares, readaptando los antiguos cuarteles coloniales, se hizo un censo escolar y otras medidas que sentaron las bases para la firme consolidación de la enseñanza popular en nuestro país.

En febrero de 1900, animado por Ernest Lee Conant (un graduado en Derecho de Harvard que residía en La Habana en ese momento), Frye concibió el proyecto notablemente ambicioso de enviar profesores de las escuelas públicas cubanas a Harvard para un Curso de Verano. El plan contó con la aprobación del gobernador militar, Leonard Wood, así como del rector o presidente de Harvard, Charles Eliot y el secretario de Guerra, Elihu Root. 

Ese Curso en Harvard para profesores cubanos en 1900 fue un éxito sorprendente y uno de los intercambios culturales más productivos en la historia de las relaciones entre Cuba y EE.UU. Increíblemente, más de la mitad de los maestros de las escuelas públicas de la Isla participaron en el Programa de las 8 semanas en Harvard.

En este año se cumplirán 124 años del gran proyecto donde se enviaron 1,273 maestros cubanos a Harvard en julio de 1900, de ellos 617 eran hombres y 656 mujeres, incluyendo un filipino y 10 puertorriqueños. Sus edades fluctuaban entre los 17 y los 70 años. 

El 2 de mayo de 1900 el gobernador militar en Cuba, el general Leonard Wood (1860-1927), otro graduado de Harvard le envió un telegrama a Charles W. Eliot, donde entre otras cosas le decía: “el viaje de los maestros cubanos a los EE.UU. será de gran valor para la educación en Cuba y contribuirá mucho a mejorar los métodos actuales de enseñanza”. La corporación Harvard aprobó el proyecto, que fue apoyado por el general Wood, que en diciembre de 1899 había sustituido al general John W. Brooke, como gobernador de Cuba.

El propio Charles W. Eliot personalmente, supervisó todo lo relacionado al programa de verano para el contingente cubano. Tan importante fue para él este curso, que no pasó ese verano el tiempo que acostumbraba a pasar en su residencia en Asticou, en la costa atlántica de Maine, un lugar que consideraba muy especial. Harvard contrató a 140 personas entre guías, profesores, intérpretes y asistentes, todos ellos bajo la supervisión de Clarence Mann.

En la tarde del 3 de julio de 1900 llegaba a la ciudad de Cambridge, suburbio de Boston, el barco de guerra McClellan que zarpó el 28 de junio del puerto de Nuevitas con 226, de ellos 156 hombres y 70 mujeres, que inició su viaje en Caimanera. 

No trasladaba soldados ni armas, como había sucedido dos años antes, al producirse la intervención de Estados Unidos en el conflicto colonial, esta vez trasladaba a maestros dispuestos a cursar estudios de preparación en la Universidad de Harvard. El buque McPherson, que partió el 25 de junio desde Gibara con 206, 110 hombres y 96 mujeres. El Crook, elevó anclas el 26 de junio desde Matanzas con 295 hombres. El Sedgwick de Matanzas fue a Cárdenas y luego a Sagua desde donde partió el 28 de junio llevando a 428 mujeres y el Burnside que desde Cienfuegos transportó a 118 (51 hombres y 67 mujeres). Según los testimonios, el viaje fue amenizado con bailes, tertulias y lecciones en inglés entre los grupos de señoritas que descubrían, por primera vez, el desborde placentero fuera de los límites del hogar. La comida fue buena y también hubo muchos mareos y vómitos en todos los barcos. La salida de jovencitas, algunas de 15 y 16 años, implicó ciertos requerimientos, a fin de atemperar la experiencia con las costumbres y la moral de la época. Pronto apareció una solución: serían custodiadas por chaperonas vigilantes de la moral e integridad de las maestras.

El Rector Eliot los recibió oficialmente el 5 de julio en el Teatro Sanders.

Los maestros fueron seleccionados por las juntas escolares de distintas partes de Cuba y viajaron en los 5 barcos de Guerra, provistos por las autoridades estadounidenses. Fue estipulado que los maestros participantes recibirían su salario, el que fluctuaba entre $30 y $70 mensuales. 

Cada maleta llevaba el nombre del barco donde viajaría el maestro y con el # del Pin correspondiente a cada uno de los maestros, que sirvió como identificación.

A los maestros cubanos en Massachusetts se les trató como educadores de la República de Cuba y al llegar al lugar donde se hospedarían durante su estadía de 8 semanas en Harvard Summer School for Cuban Teachers, encontraron que, en dichas facilidades, los organizadores del viaje habían colocado la bandera nacional de Cuba. En todos los actos se tocaba el himno de EE.UU. y el de Cuba. Muchas personas vendieron comidas y bebidas cubana con letreros en español. Aquellas 8 semanas fueron de “locura” completa por Cuba y los cubanos en toda aquella área del estado de Massachusetts.

Los maestros fueron organizados en 40 grupos. Las mujeres, en pequeños grupos de 2 a 8, alojadas en casas particulares cercanas a la Universidad. En el tiempo libre solían reunirse los jóvenes estadounidenses y cubanos en las calles y paseos, así como en los teatros, cuyos dueños les ofrecieron gratis sus localidades. Entre las fiestas y diversiones preferidas se encontraban los bailes de zapateo, ofrecidos durante la temporada por las Sociedades Católicas de Boston. Tampoco faltaba el danzón y los estudiantes estadounidenses se esforzaban por aprender su sensual cadencia en compañía de las maestras y los maestros cubanos. Otro de los espacios de intercambio fueron los Estadios.

 A ellos asistieron los cubanos, bien como espectadores o como actores. Los deportes preferidos de la Universidad de Harvard era el béisbol y el futbol, en los que, según los propios excursionistas, habían alcanzado un progreso notable. Del esparcimiento pasaban al estudio. En las espaciosas aulas de Harvard y en las excursiones programadas se estrecharon las relaciones con los maestros universitarios, algunos de los cuales no ocultaban su entusiasmo por la independencia de Cuba. El maestro Ramiro Guerra (1880-1970) (Pin #663) recordaba los aplausos de los cubanos en el Sanders Theatre. Luego convertido en historiador declaró: “no observé ningún tipo de manipulación americana más que la de facilitar el transporte, estos casi 1,300 maestros cubanos fueron los primeros en la forja de la identidad cubana y de los valores cívicos durante el siglo XX”.

Tanto el principal organizador del viaje cubano, Alexis Frye, como el entonces alcalde de Cambridge, Edgar R. Champlin (1899-2001), señalaron públicamente que la independencia de Cuba era inevitable. Según testimonios de los propios maestros, muchos negocios y residencias particulares colocaron banderas cubanas en honor a los visitantes. Contaron también que cuando ellos llegaron al Boston Common, el principal parque público de Boston (de 50 acres y construido en 1634), en ocasión de las festividades del 4 de julio, se encontraron con más de 3,000 pequeñas banderas cubanas que se habían distribuido a los estudiantes de las escuelas públicas de esa ciudad que asistieron a la celebración de la llegada de los maestros cubanos. Al pie del árbol (Olmo) de Washington, en Cambridge Common, muy cerca de la Universidad, el día 3 de julio de 1900, ellos depositaron una corona de flores.

Los hombres comían en el Randall Hall y las mujeres en el Memorial Hall, siempre cuidadas por chaperonas. El Curso comenzó el jueves 5 de julio de 1900.

Las materias que cursaron fueron: Inglés, Geografía, Historia de Cuba y de América Latina así como la Historia de la Revolución Americana, Bibliotecas Públicas, Kindergarten (clases impartidas por Laura Fisher), Desarrollo de los Niños, Psicología y Trabajos Manuales, para que los maestros supieran como se organizó esta República. 

El programa de estudios incluía conferencias en español sobre geografía y aprendizaje infantil, así como charlas sobre el sistema de educación en EE.UU. Las mujeres atendían charlas adicionales sobre los jardines infantiles y los hombres recibían instrucción sobre trabajo manual en talleres. Realizaron hasta tres excursiones semanales, a lugares vecinos.

Regino Eladio Boti Barreiro (1878-1958) (Pin #1339) el importante poeta guantanamero y los maestros de esa zona oriental, junto con el sacerdote y patriota cubano Desiderio Mesnier de Cisneros (1853-1913) (Pin # 1997), habían partido en el barco McPherson el 24 de junio de Caimanera hacia Nuevitas, a recoger más maestros.

Con aquella visita, los norteamericanos vieron que existía un gran parecido entre ellos y los isleños tanto, físicamente como de inteligencia e intelectualidad y hubo mucha tolerancia con los maestros que eran negros y mulatos, teniendo en cuenta el racismo que se vivía en esa época.

Antonia Llorens Ubieta, (1872-1968) (Pin # 221) conocida por Antoñica, de Consolación del Sur fue otra de las maestras que viajaron en el Sedgwick. Otros dos sus coterráneos, Oscar Cabrises Reigada (Pin #847) y Salvador Valdés (Pin #848) iban en el Crook.

Aquella aventura intelectual fue el hecho educativo y cultural más importantes ocurrido en el noreste de Estados Unidos en aquel primer verano del siglo XX. Los círculos de élite de Cambridge y Boston se abrieron, posiblemente por primera vez, a una masa de individuos de origen popular. Los cubanos eran invitados constantemente a recepciones, sobre todo a las casas de individuos que tenían propiedades en Cuba, como era el caso de la familia Atkins.

Finalmente hay que aclarar, al no constituir una cuestión de Estado en ninguno de los dos países, la expedición fue echada al olvido y en la actualidad, pocos son los que saben de ella.

La brillante idea del Superintendente de Educación, Alexis Frye, que el gobierno americano facilitase los transportes y que la Universidad de Harvard donase $70,000 (en total se recolectó $71,145) para gastos mientras el resto se obtuvo por donaciones particulares. Solamente Henry L. Higginson donó $20,000 (Este Sr. apoyó al Batallón de soldados de Harvard que pelearon en Cuba donde murieron 11 de ellos). Muy inteligentemente, en cada municipalidad cubana se escogieron dos grupos de maestros y cada cual seleccionaba los correspondientes al otro. Fue un dato muy interesante que mostró que hubo grandes y desinteresados personajes en aquella experiencia. Mr. Frye nunca quiso aceptar un sueldo, demostrando que había gran calidad humana disponible, a pesar de todas las vicisitudes de la guerra. No tendrían muchos medios económicos, pero todas las maestras estaban vestidas apropiadamente y con elegancia, como para resaltar decencia.                     

Los 5 buques que los transportaron recogieron a los maestros en 14 puertos. El Sedgwick, que solamente transportaba mujeres (438), aunque allí viajó Frey y saludó a cada una de las pasajeras que abordaron el barco. Cuando una jovencita de 22 años, de Cárdenas, con el Pin #363, llamada María Teresa Arruebarrena y Pérez, hija de Carmen y de Francisco iba a subir las escalerillas del Sedgwick fue ayudada por el mismo Frye y este enseguida se viró hacia su asistente Teresa Menocal y le dijo: “con esa mujer me voy a casar”. Y así fue.

Cuando María Teresa y las otras maestras ya se encontraban a bordo, el capitán del barco las dejó mucho tiempo bajo el sol, Alexis le exigió explicaciones. El altercado terminó en una fuerte pelea, en la que Frye lo noqueó de un puñetazo, lo cual propició un escándalo, no solo en el barco, sino en la prensa americana.

Allí iba también María de Jesús Hernández Alfonso, (Pin #244) de 21 años, de Los Palacios en Pinar del Río y recién graduada de la Escuela Nacional de Maestros de La Habana. Era la abuela de la Dra. Eliana Rivero profesora en la Universidad de Arizona en Tucson, a quien le contaba sobre la travesía por mar desde Matanzas en el vapor Sedgwick hasta Carolina del Sur.

A su regreso María de Jesús se dedicó completamente a su profesión y trabajó como maestra rural en la zona de Bayate, muy cerca de Candelaria, en Pinar del Río. Se entregó al magisterio en cuerpo y alma, no se comprometió ni se casó hasta bien entrados sus treinta años, debido a la influencia que la estadía en los EE.UU. había ejercido en ella. 

Diecinueve maestros publicaron el libro La Escuela de Verano para los Maestros Cubanos sobre todo lo relacionado con el Curso. La revista El Renacimiento Escolar, publicó 3 números solamente.

El 13 de agosto en el Teatro Sanders hubo un Concierto de Despedida de parte de las Sociedades Católicas. Al otro día los cubanos ofrecieron el suyo y como agradecimiento al Rector Eliot, le regalaron una copa de plata, que había sido hecha con la plata de 500 monedas regaladas a los maestros que las donaron para ser fundidas. Algo interesante fueron los bailes donde los cubanos enseñaron a los americanos a bailar ritmos típicos cubanos como el danzón. El 16 de agosto partieron los 5 barcos con los maestros hacia Nueva York. El 18 tomaron trenes para viajar hasta Washington donde fueron recibidos en la Casa Blanca por el presidente William McKinley y su esposa Ida. (McKinley que fue tiroteado el día 6 de septiembre de 1901 en Búfalo y falleció el 14, ocho días después). Luego visitaron El Capitolio y la tumba del General Grant. Al partir los barcos desde Nueva York, llegaron a Filadelfia donde visitaron la ciudad y hasta les permitieron tocar la Campana de la Libertad. La visita a Nueva York fue muy impactante debido a sus enormes edificios, un viaje por el East River, visita a la Universidad de Columbia, al Parque Central. Uno de los barcos ancló muy cerca de La Estatua de La Libertad.  En Boston conocieron y viajaron en los tranvías eléctricos, que no existían en Cuba.

En un libro de autógrafos conservado en el Archivo de la Universidad de Harvard estos testimonios dejados por los maestros cubanos a su paso por el recinto norteño son expresiones fieles de esa complejidad de pareceres. Los ejemplos no dejan margen a dudas. Pedro Antonio Aragonés (Pin #1123) maestro de la ciudad de Cienfuegos, deseaba para su querida patria una República Libre, Soberana e Independiente, como lo es la de los EE.UU. Similares aspiraciones las de Enrique Rodríguez Batista (Pin #666) de Punta Brava, quien añoraba cuanto antes ver flotar la bandera de la estrella solitaria en el Morro de la Habana. El maestro de la escuela municipal para varones de Holguín, Antonio Gutiérrez Ávila (Pin #1436) anhelaba la independencia de Cuba soberana. 

El pensamiento del maestro, Rafael Sentmanat (Pin #617) de Rancho Veloz, Las Villas, es revelador: “de paso por esta gran República, imperio indiscutible de grandeza, moralidad y civilización, rindo sincero homenaje a sus tradicionales virtudes y hago votos porque selle de una vez su universal prestigio, realizando sin demora la necesaria Constitución de la República Cubana, absolutamente independiente y soberana”. 

A aquel curso en Harvard, en el verano de 1900, le siguieron otros programas que comprendían el traslado de docentes cubanos a EE.UU. A inicios de 1901 el Comisionado de Escuelas de Cuba, interesado en continuar la obra de Frye, comenzó a gestionar con los directores de las escuelas normales de su país la posibilidad de admitir alumnos cubanos en esos planteles. De ahí surgió el convenio con Myron T. Scudder, director de la Escuela Normal de New Paltz, en el estado de Nueva York, quien se comprometió a recibir a un número de 50 a 75 alumnas. Una vez aprobado éste.

La despedida de los EE.UU. fue el 24 y los 5 barcos salieron el 25 de agosto hacia La Habana donde llegaron el 29. En plena ocupación militar de los Estados Unidos en Cuba, fue vista bajo sospechas de que regresarían reproduciendo la vida y la cultura americanas a la nueva sociedad cubana, de marcado carácter republicano. 

Del dinero sobrante de aquellos $71,145 recaudados para el programa de verano de 1900, hizo posible que otros 80 maestros pudieran regresar a Cambridge al año siguiente a recibir clases en inglés. Los fondos alcanzaron para financiar el programa de verano durante varios años para pequeños grupos de maestros cubanos.  Luego del regreso de los maestros a Cuba, el bibliotecario William Coolidge Lane le pidió a la comunidad documentos y fotografías que fueron guardadas en un cofre de madera, que no se volvió a abrir hasta 1960, aunque todo su contenido vino a ser procesado en 1999. Por tanto, aquellos sucesos estuvieron ocultos por casi un siglo. En 1950 Aureliano Sánchez Arango, el ministro de Educación de Prío, invitó a La Habana a un maestro americano por cada estado de La Unión, como agradecimiento del noble gesto de Harvard acogiendo aquellos 1,273 maestros. Esto fue lo único que se hizo durante todo el siglo XX.

Las ciudades con el mayor número de participantes fueron: La Habana 188, Puerto Príncipe (actual Camagüey) 75, Santiago de Cuba 64, Matanzas 58, Holguín 54, Cárdenas 52, Cienfuegos 51, Pinar del Río 42 y Santa Clara 41.

Frye nunca olvidó a María Teresa y semanas después del regreso le envió este telegrama:

“Yo sé que no eres anexionista, pero a mí me gustaría anexar a una pequeña parte de Cuba. ¿Qué dices?”. La respuesta de ella no se hizo esperar: “No soy anexionista, pero podría aceptar un protectorado”.

En vísperas de la boda, Frye gestionó con la editorial Ginn & Company la impresión de 100,000 copias del “Himno de Bayamo”, que María Teresa distribuyó entre todas las escuelas de la Isla. En el documento exhortaba a los cubanos a “aprender la más alta lección del patriotismo que escudaría a Cuba de todo peligro”.

Alexis E. Frye y la joven y bella maestra de Cárdenas, María Teresa Arruabarrena (1878-1973) se casaron el 1° de enero de 1901, el sitio escogido fue la Quinta Durañona, en la avenida 51 y la calle 118 en Marianao, que funcionaba en ese momento como cuartel general del Ejército norteamericano y residencia del general Lee. Esto fue posible, también, gracias a Leonard Wood.

En la ceremonia hubo más de 2,000 invitados. La feliz pareja partió en breve a su luna de miel, a Nueva York y Boston.

Fue el único funcionario estadounidense del gobierno de ocupación que se casó con una cubana. 

La Orden Militar #368 de 1900, redactada por el teniente Mathew E. Hanna, dispuso que habría un Jefe Administrativo (que era él mismo) de las escuelas públicas de la Isla, el cual sería designado por el Gobernador General. Este Comisionado, dentro del régimen administrativo establecido por la citada Orden, sería el Jefe Supremo de la Enseñanza Elemental. 

Su designación, con amplísimos poderes, relegó a Frye a un lugar secundario, circunstancia que llevó posteriormente a éste a presentar su renuncia de Superintendente General de Escuelas el 9 de enero de 1901.

Sobre los hombros de Hanna recayó entonces, en gran medida, la labor de estructurar la nueva organización escolar, para lo cual resultó un magnífico instrumento la Orden #368 por el redactada.

Además, la popularidad y la influencia de Frye no podían ser mayores de lo que eran, las orientaciones que él daba a la enseñanza, en el sentimiento de la más rápida preparación para la organización de la República, llegaron a estar en pugna con los puntos de vista del gobernador Wood, hombres de férrea voluntad los dos, el choque fue memorable y produjo una profunda enemistad, ya que ambos veían de distinta manera la solución de los problemas cubanos y la fundación de la República. Wood llegó acusarlo de hombre peligroso y de tendencias radicales, con notable injusticia porque el gran educador era, simplemente, un apóstol de la educación democrática y liberal y un ciudadano ejemplar, que mantenía sus convicciones con firmeza invencible, como su apoyo a la autonomía educativa cubana que también provocó fricciones con las autoridades militares estadounidenses. 

Muy atento a las necesidades de los educadores cubanos, Frye se ganó su respeto por donar su salario a orfanatos cubanos. 

Después que Frye renunciara a su cargo. Vivieron en Highland, Ca. Luego en 1902 en Boston y Cambridge, Ma. Pero en 1905 los fuertes inviernos comenzaron a afectar la salud de ella y tuvieron que regresar al hogar de los padres de Alexis, en Highland. Finalmente, en 1911 construyeron su casa, Villa Cuba, en la avenida West Crescent en Redlands, Ca. Alexis se dedicó a escribir libros de texto y a cultivar naranjas.

En cartas al presidente de Harvard, Dr. Eliot, Alexis contaba cómo se encerraba en su despacho en Highland, Ca. y lloraba sin que María Teresa lo viera, debido a las injusticias que había sufrido en Cuba, su trabajo como Superintendente de Escuelas era cuestionado por Wood y por el secretario de Guerra, Elihu Root.

De sus 5 hijos, dos murieron muy pequeños: Perla Eliot (1901-1903), Frank B. (1904-1969); Charles (1907-1907), Carmen (1910-1989) y la segunda Perla (1917-1997).

El padre de María Teresa fue Francisco Arruabarrena y Alberdi, nació en el pueblo vasco de San Sebastián. En Cárdenas fue presidente del Casino Español y Alcalde de 1876 a 1878, era propietario de varios almacenes para mieles de azúcar y presidía la Sociedad Arruebarrena y Paz, registrada en 1874.

Su madre Carmen Isidora Pérez y Seijas, nació en Jaruco. 

María Teresa nació el 27 de enero de 1878 en el #54 de la calle Ayllón, detrás de la Iglesia Parroquial de Cárdenas. Allí vivió hasta los 14 años, junto a sus hermanos Francisco y Josefa, porque en 1892, se mudaron para Cienfuegos y en el 1895 regresaron a Cárdenas a la casa # 54 de la calle Laborde, aunque cuando la conoció Frye, vivían en Laborde #137.

María Teresa era una mujer hermosa y de alta estatura, el 1 de julio de 1900 ocupó el séptimo lugar en el concurso “Belleza de Cárdenas”.

Ella era maestra de una escuela pública de Cárdenas, integrada mayormente por alumnos negros, según reseñó el periódico New York Tribune, el 31 de diciembre de 1900.

María Teresa y Alexis viajaron varias veces a Cuba para visitar la familia.

María Teresa falleció el 26 de abril de 1973, a los 95 años, le sobrevivieron sus dos hijas, Carmen y Perla, 8 nietos y 11 bisnietos.

Alexis, recibió un título honorario en derecho de la Universidad de Redlands, una membresía vitalicia en la Sociedad Geográfica Estadounidense y medalla de la Legión de Honor Cubanoamericana. En 1907 fue elegido Presidente Honorario de la Asociación de Maestros Cubanos (el único no cubano en lograr ese honor). 

Alexis murió el 1° de julio de 1936 a los 76 años, pero sus contribuciones a la educación cubana y estadounidense fueron reconocidas y celebradas por el gobierno del presidente Prío en 1950 al cumplirse el 50 aniversario de aquella visita educacional a la Universidad de Harvard.

Sus restos descansan en la tumba # 29831394 del Bloque “B” en Hillside Memorial Park en Redlands, Ca.

En muchas escuelas de la Isla, durante muchos años estuvo colgado en las paredes la foto de este gran educador y corría el año 1944 cuando un alumno de una de esas aulas escolares le preguntó a su maestra: “Señorita, ¿quién es ese hombre? La anciana maestra miró a su alumno, paseó la mirada por la clase en que se apiñaban medio centenar de niños cubanos, la fijó luego sobre la foto del creador de la escuela cubana y le contestó: “Es el retrato del hombre que más cabalmente realizó en nuestro país las prédicas de nuestro Apóstol Martí sobre que la enseñanza obligatoria es un artículo de fe del nuevo dogma. Era norteamericano y se llamaba Alexis Everett Frye y los viejos maestros nunca lo olvidaremos por lo que hizo por Cuba”.

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