El programa del Social Security, ha cumplido sus 88 años. ¡Felicidades! Es uno, acompañado del Medicare, de los grandes logros sociales más importantes alcanzados en el siglo XX. El pueblo americano es más seguro, más protegido y relajado, al contar con esa malla protectora en el horizonte de su vida. El diario vivir de hoy sería inimaginable sin la existencia del Social Security. ¿De dónde vendría el sustento? De él dependen 69 millones de americanos para la tranquilidad de sus últimos años. Es, además, una parte esencial de nuestra estructura económica.
Pero, ¿es esa tranquilidad, plena, incuestionable, con la recurrente amenaza de una posible insolvencia? Creo que, para el ciudadano promedio, en pleno retiro, o para los que se aproximan a sus beneficios, existe una legítima preocupación en cuanto a su sobrevivencia. Es natural. Es la última frontera para los que han dedicado sus mejores años, 30 o 40 de ellos, a una contribución permanente con la promesa de una jubilación, que, aunque no espléndida para estos tiempos, sirve, al menos, para cubrir sus necesidades básicas.
Y la pregunta que asoma con cada generación, siempre tiene el mismo tono de angustiosa duda: ¿estará el Social Security ahí, para mí, cuando llegue mi turno? Y la respuesta es: ¡Sí! Vendrán reformas. Se elevará, ligeramente, la edad de elegibilidad, serán mayores las contribuciones, En fin, el sistema se reformará como sucedió varias décadas en el pasado, pero, lo que debe primar en la mente del pueblo americano, es que el sistema llegó para quedarse. ¡Ya ven, ya cumplió sus primeros 88 años de los muchos 88’s que le esperan!
Por supuesto que habrá baches en el camino. Siempre los hay. Las noticias, ocasionalmente, buenas y malas, vienen y van, pero, las instituciones, dentro de un país serio, como el nuestro, incuestionablemente permanecen.
Analizando el tema de la solvencia del Social Security, debemos hacerlo con un prisma de estable objetividad. Como dice el refrán, ni muy muy, ni tan tan.
En estos días he estado leyendo artículos sobre el tema que van, desde el pesimismo depresivo, hasta el éxtasis efusivo. Uno de ellos, publicado por Social Security Works, un grupo de apoyo que propone expandir los beneficios porque el sistema disfruta de robustas finanzas; y el otro, de la Alianza por los Retirados Americanos, similarmente, expresa que el Social Security y Medicare Trust Fund están tan fuertes y solventes, que pueden ampliar sus beneficios.
Por otro lado, el Comité “for a Responsible Budget” advierte que las últimas proyecciones sobre el Social Security muestran que el programa se inclina rápidamente hacia la insolvencia, y que, por tanto, hay que hallar soluciones ahora, ya, para evitar medidas drásticas como la de cortar beneficios. Nada de lo expuesto, como es de esperar, puede ser cierto. Son hipérboles que confunden. La realidad descansa en el centro de estas aserciones. El sistema no nada en abundancia, ni está a la orilla del precipicio de la insolvencia.
Echando a un lado la hojarasca, y con una mirada fría y cuidadosa, veremos la realidad de un sistema que ha trabajado excepcionalmente bien para el trabajador americano.
El futuro del Social Security es preocupante, si no se produce una reforma substancial en los próximos 10 años. Lo mismo aconteció 40 años atrás, y una comisión nombrada por el presidente Reagan, y presidida por Alan Greenspan, produjo las reformas necesarias que estabilizaron el sistema para los futuros 50 años. ¿Qué nos hace pensar, que, en esta década, o a principios de la próxima, no se van a producir las correcciones pertinentes para estabilizar el programa para el resto del presente siglo? Somos de la opinión de que así será.
Ciertamente el sistema que rige el Social Security, no es Nirvana. Tiene fallos, algunos fundamentales, pero tiene arreglo. La armazón no se derrumba.
Desde el 2010, el programa ha funcionado con un flujo de fondos negativo, es decir, los ingresos, consistentemente, han sido menores que los beneficios pagados a los retirados. Para ajustar el desbalance, el programa comenzó entonces a retirar dinero del “trust-fund”, primero el interés, y luego el principal, para continuar cubriendo sus obligaciones. Una de las razones para este desajuste recae en la creciente desproporción entre la contribución por cada trabajador y lo pagado a cada recipiente del sistema. En el momento actual 2.7 trabajadores contribuyen por cada retirado. Obviamente, de no implementarse una corrección, el funcionamiento del programa, eventualmente, se tornaría insolvente.
No obstante lo dicho, esa posibilidad permanece distante, remota, y, a todas luces, imposible. Ninguno de los dos partidos políticos está listo para el suicidio.
Por el momento los beneficiarios del sistema tendrán que resignarse a la idea de que, en el futuro cercano, no habrá aumento de beneficios; pero, como recompensa, tampoco habrá un recorte de ellos. Seguiremos navegando contra viento y marea, como lo hemos venido haciendo por los pasados 88 años.
El más lógico desenlace para el sosiego del trabajador americano que depende y dependerá del Social Security para una vejez estable, vendrá del Congreso, a través de cambios que no tendrán que ser, necesariamente, draconianos.
Entre ellos se vislumbran, entre otros, un aumento de contribuciones del presente 12.4% al 15%, aumentar el tope de contribución ahora de $132,900, y quizás ajustar el costo de vida del sistema. En fin, existe una amplia gama de recursos para equilibrar el sistema del Social Security que estará a disposición del Congreso.
¿Cuándo vendrán la reforma y los ajustes? Cuando la crisis se agudice. Es parte de nuestro cinismo político dramatizar la espera para extraer la mayor publicidad posible, y luego, reclamar créditos. Es parte del sistema.
Pero, de una forma u otra, el programa de nuestro Social Security seguirá en efecto, por los siglos de los siglos, para la tranquilidad del trabajador americano.
¡Amén!
BALCÓN AL MUNDO Otra vez la tragedia migratoria alza la voz a la conciencia humana, para clamar con dolor de entraña, una solución que ponga fin a este calvario. Un camión rastra, de 50 pies de largo, amontonó en su vientre a más de 50 inmigrantes que pretendían entrar, ilegalmente, a Estados Unidos, vía San Antonio, en Texas. El calor, con 103 grados, los asfixió: 53 muertos, y 13 hospitalizados, entre ellos 4 niños, es el nuevo trágico saldo de la aventura. Los dos grandes partidos políticos de la nación se culpan recíprocamente. Hacen bien. Ambos, por igual, comparten la responsabilidad por su ineptitud en el manejo de esta crisis, que, en vez de abatir, se desborda al extremo absurdo, alimentado por la indiferencia de los que están llamados a encontrarle solución. Invitarles, tácitamente, a venir, con la velada promesa de aceptación, es una complicidad con la tragedia, que muchas veces, como acaba de suceder en San Antonio, termina en un sacrificio humano inaceptable. ***** Vladimir Putin gritó, pataleó, y amenazó a Occidente si se atrevía a aceptar a Suecia y Finlandia como miembros de la OTAN. ¡Qué mal le fue! Precisamente por su estúpida e injustificada invasión a Ucrania, dejando a un lado sus amenazas, ambas naciones, en pocas semanas, serán aceptadas y vivirán bajo la sombrilla protectora de esa poderosa organización, más vigorosa y unida que nunca. A Putin, y a Rusia, les ha ido muy mal con esta insana agresión, y ahora Europa, por si lo había olvidado, sabe que Rusia es tan pérfida y agresiva como en los negros días de la Unión Soviética. ***** Días atrás, visitó Caracas, enviada directamente desde la Oficina Oval, una delegación para tratar “sobre la liberación de algunos presos americanos que aún quedan en Venezuela”. Esa es la cortina de humo para esconder el verdadero origen de la visita. El grupo visitante fue a pedirle a Maduro ayuda petrolera. Biden, a estas alturas, a pesar de su catolicismo, es capaz de pactar con el diablo para obtener petróleo. Éste es el presidente que prometió en campaña eliminar la industria del gas y el petróleo. ¡Let’s go Brandon! ***** En Bogotá, se reunieron a puerta cerrada, por 30 minutos, el ex presidente Álvaro Uribe y el presidente electo, Gustavo Petro. Después charlaron en público con sus respectivos ayudantes. Uribe, será, el jefe de la oposición, y le ofreció cooperación a Petro. La necesita. El ex guerrillero y ahora presidente, gobernará con una minoría notable en el congreso.
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