El relato histórico por entrega: El Clandestinaje en Cuba

Written by Enrique Ros*

27 de octubre de 2021

Un estudio minucioso de la  lucha clandestina cubana, a cargo del historiador Enrique Ros (†)

Una obra que reconoce la valentía, entrega y sacrificio del pueblo cubano en la batalla por su libertad

Acciones comandos. Éxitos y fracasos. Otras acciones dentro de Cuba (II de IV)

CONSPIRACIONES INFILTRADAS

El 28 de agosto son detenidos dos jóvenes de Arroyo Arenas. Era, en apariencia, tan sólo uno de los tantos arrestos que a diario realiza Seguridad del Estado. Cuando Alberto Grau, en su pequeña finca, conoce de estas detenciones comprende que ha sido detectada la red que planeaba un atentado a Fidel Castro que habría de realizarse el 7 de septiembre.

La idea del tiranicidio la había concebido Osvaldo Figueroa Gálvez (Maqueca), uno de los jóvenes detenidos. Sabía Osvaldo que Castro asistía con regularidad al Estadio Latinoamericano (el antiguo Stadium del Cerro), sentándose siempre detrás del receptor, rodeado de sus guardaespaldas. Ese sería el sitio en el que, en el momento oportuno, sería ajusticiado por los complotados.

Participaban en el planeamiento un grupo de jóvenes de la zona de Arroyo Arenas, Wajay, Punta Brava y Santa Fé; casi todos amigos desde la infancia. Entre ellos se encontraba Fernando Quijano (Mimo), uno de los dos jóvenes detenidos aquel 28 de agosto; Felipe Alonso, Alberto y Frank Grau, Reynaldo Figueroa, Giraldo Cribeiro, Ángel Pardo, José Manuel Rodríguez Cruz (Lolo) y otros. Pero varios de los que participan en el plan del atentado están realizando, también, otras actividades clandestinas. Es, esta conspiración, un mosaico complicado.

Al conocer del arresto, Alberto Grau trata de evitar su propia detención y cambia con frecuencia de paradero. Felipito Alonso y Reynaldo Figueroa, profundamente complicados en el atentado, también se alejan de sus sitios habituales. El 5 de septiembre Alberto es detenido, cerca de la Quinta Balear, y conducido a las oficinas del  G2, precisamente en los momentos en que carros patrulleros, en busca de Alberto y Frank, rodeaban la finca de ellos disparando sobre un joven campesino, Juanelo, que había llegado allí en busca de refugio por sus actividades clandestinas.

Ángel Pardo, más envuelto en labores de recolección de inteligencia y comunicación, logra mantenerse libre hasta la madrugada del 5 de noviembre cuando carros de la Seguridad del Estado rodean su casa y es arrestado. Su destino inmediato: Villa Marista, donde se encuentra el Departamento de Seguridad.

Felipe Alonso se mantendrá libre, pasando por casas amigas en Santa Cruz del Norte y en Ampliación de Almendares, hasta el 16 de Julio de 1965.

¿Por qué han sido detectados todos y cada uno de los jóvenes conspiradores?. La razón es la más sencilla y la más común: El grupo ha sido infiltrado, y lo había sido casi desde el inicio de la conspiración.

MANOLO VIERA. AGENTE DOBLE

Manolo Viera («El Gordo»), acompañado de José Luis y Emilio habían llegado de los Estados Unidos pocos meses antes y entrado, clandestinamente, por Caibarién, zona con la que el Gordo Viera estaba bien familiarizado. El primer contacto lo hace con Juanito Besú que lo conocía a través de Rescate Libre (no relacionado con Rescate Revolucionario) y Unidad Revolucionaria. Venía con plantas para transmitir al exterior la información de inteligencia que recogiese sobre las bases soviéticas en la Isla.

Viera, que años atrás había militado en el «26 de Julio», se va introduciendo, haciéndose útil, en las células clandestinas. A través de Besú conoce a Ángel Pardo; por Pardo establece contacto con Alberto Grau a quien sugiere colocar en la finca de éste la planta transmisora que opera Joao (José Luis).

La labor que se realiza en las primeras semanas es de recolección de información sobre las bases soviéticas que se encuentran en distintos puntos de la Provincia de La Habana. Pardo le da a Viera la información recogida que será transmitida al exterior a través de la planta operada por José Luis. El círculo de actividades se va ampliando y aumenta, también, el número de personas que en ellas participan.

En las labores de recolección de inteligencia que se hacía llegar al exterior por embajadas amigas y, aparentemente, por la planta transmisora situada en la finca de Alberto y Frank Grau, participan con Ángel Pardo, Antonio (Tony) Leza Rivero, Noel Guillermo Goodrich Rodríguez, Evelio Fernández Fernández, Andrés Isasi Hernández, José René Martínez Carratalá, Alfredo Sardiñas Piedra, Vicente Díaz Álvarez, Eduardo Briñiz Garcés, Adolfo Giol Brayon. En los pasos preparatorios del atentado intervienen, junto a Osvaldo Figueroa (Maqueca), Fernando Quijano (Mimo), Felipito Alonso, Alberto y Frank Grau, Giraldo Cribeiro y José Manuel Rodríguez Cruz (Lolo). Este último abandonará a sus compañeros y se quedará colaborando con el régimen.

En este complicado cuadro conspirativo existe un tercer círculo que, aunque actuando separadamente con contactos y medios propios, mantiene, también, relaciones con las dos redes antes mencionadas. Éste lo componen, básicamente, otros dos hermanos: Polita y Mongo Grau. Junto con Mongo y Pola están trabajando Alberto Belt, hermano del antiguo Ministro de Relaciones Exteriores y Embajador, Guillermo Belt; José Luis Pelleyá; Alberto Cruz, antiguo Ministro de  Comunicaciones durante el gobierno de Ramón Grau San Martín, y que en ese momento era el Coordinador Nacional de Rescate Revolucionario; Carlos Guerrero; Esteban Pola; Iván Ledo; Manolo Companioni, y otros.

Eran tres redes que funcionaban como círculos tangentes, separados uno del otro pero que, en algún momento, se cruzaban. Una peligrosa y frágil estructura.

Fue lo que, al conocer Alberto el 5 de septiembre la detención de sus dos compañeros, comprendió de inmediato el joven militante. Lo supo también, el propio día, Ángel Pardo.

Pardito, visiblemente menos comprometido en los planes del atentado, alertó a varios de los que componían la célula clandestina. Entre ellos, a quien creía un valioso y confiable compañero: Joao (José Luis). Felipe Alonso había estado trabajando estrechamente con el Coordinador de Liberación Nacional, Gustavo Acubas Sánchez, Segundo Jefe de Farmacias del antiguo Hospital Reina Mercedes. Sánchez se había comprometido a suministrarle materiales necesarios para el atentado; ignoraba Felipito que Acubas Sánchez trabajaba ya para Seguridad del Estado.

Pola Grau está realizando, en aquellos días de intenso trabajo conspirativo, distintas gestiones para sacar del país a Borico Padilla, antiguo funcionario del gobierno de Grau San Martín. Pola había tratado, sin éxito, de lograr su asilo en alguna de las pocas embajadas aún abiertas en La Habana. En una de las frecuentes visitas de Ángel Pardo a la finca de Alberto Grau comentan ambos amigos y conspiradores, en presencia de El Gordo Viera, la apremiante situación en que se encontraba Pola. El Gordo Viera ofrece, «a través de sus conexiones», trasladar a los Estados Unidos a Padilla en una lancha que le facilitarían «los amigos». Comunican a Pola la oportuna oferta, recuerda Ángel Pardo, ella acepta y, días después, Viera recibe a Padilla para «trasladarlo a los Estados Unidos».

Había caído en manos de la Seguridad del Estado. A los dos o tres días Pola quiere conocer si ya Padilla ha salido del país porque Uruguay va a romper relaciones con Cuba en los próximos días y ella, si Padilla aún no ha salido, quisiera intentar asilarlo allí antes del rom-pimiento. Preguntado Viera, éste informa que ya está en los Estados Unidos. Los miembros de las tres grandes redes descritas han ido cayendo. Confirma Pardo, ya muy tarde, lo que algunos de sus compañeros desde la cárcel (Carlos Vidal y Osvaldo), le habían informado: Manolo Viera, «El Gordo”, era un doble agente.

Semanas atrás Viera y José Luis habían pretendido salir de la Isla por Caibarién, la misma zona por donde habían entrado. Detectados –al menos esta es una de las varias versiones– no les es posible exfiltrarse. Para varias de las personas entrevistadas extensamente para esta obra, que eran integrantes de alguna o de varias de estas tres grandes redes clandestinas, es éste el momento en que José Luis (a quien antes habíamos conocido como Juan Carlos, el Portugués) se convierte también, como desde antes el Gordo Viera, en un doble agente. Los que fueron sus compañeros consideran que puso como condición para colaborar con los agentes de Castro, que se le respetase la vida a aquéllos que en él habían confiado.

Empieza la redada. Caen Osvaldo Figueroa y Fernando Quijano; luego, Alberto y Frank Grau; muere, baleado en la finca, Juanelo. Pronto estarán, unos en la Galera Siete y otros, Tony Leza, Carlos Vidal, y Juanito Besú en la Galera Ocho. Allá está, detenido el 5 de noviembre, Ángel Pardo. Aquella misma madrugada habían sido apresados otros complotados: Giraldo Cribeiro, Israel Crespo, Rafael García.

Envuelven en la Causa 614 de 1964, por un «delito contra los poderes del estado y contra la estabilidad e integridad de la nación». a muchos a quienes Ángel Pardo ni siquiera conoce. Le imponen severas penas «sin la concurrencia de circunstancias modificativas de la responsabilidad criminal, todos con trabajo obligatorio».

Poco después se inicia un nuevo proceso: La Causa 38 de enero de 1965. Serán condenados en ella hombres y mujeres ya mencionados: Alberto Cruz, Ramón (Mongo) Grau Alsina; su hermana, Polita Grau; Alberto Belt; José Luis Pelleyá, Carlos Guerrero, Esteban Pola, Iván Ledo, Manolo Companioni y otros, arrestados todos la mañana de enero 21 de 1965. ¿La acusación? Haber participado en planes para asesinar a Fidel Castro, haber tomado parte en la salida ilegal de menores (Operación Peter Pan) y estar en contacto con embajadas extranjeras ofreciéndoles información sobre la situación del país.

A Alberto Grau lo procesan bajo la Causa 479 de 1964, junto con Osvaldo y Reynaldo Figueroa Gálvez, Rafael Armendi de la Portilla, Fernando Quijano González y otros compañeros. Son serios los cargos: Confabulación para atentar contra la vida del Comandante en Jefe y Primer Ministro, Fidel Castro.

(Continuará la semana próxima)

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