EL NAGORNO-KARABAJ ARMENIO, UN BLOQUEO GENOCIDA

28 de marzo de 2023

Cuando llegué a Francia en 1982 encontré en la villa donde establecí residencia a muchas familias de origen armenio cuyos antepasados habían venido huyendo del genocidio perpetrado por los otomanos contra su etnia a partir de 1915, en plena Primera Guerra Mundial. 

Aquella gran matanza que se extendió durante diez años provocó la dispersión de cientos de miles de expatriados. Una parte significativa de ellos entró en Francia por vía marítima en barcos que llegaron al puerto de Marsella. Entre muchos otros los padres del cantante y compositor Charles Aznavour -Aznavourian es su verdadero apellido- nacido en 1924 en la capital francesa. 

Siendo cristianos y de un país que estuvo sometido al comunismo mientras existió la Unión Soviética me sobraban razones para ser sensible a sus planteamientos, a su historia y a sus reclamos de justicia. Han sido mis vecinos en la barriada, muchos son mis amigos y siempre he estado al tanto de sus desventuras como pueblo mártir.

En estos momentos, aprovechando la coyuntura geopolítica que la agresión de Rusia a Ucrania ha creado en el mundo – y que implica en términos de abastecimiento de hidrocarburos a Europa Occidental una preeminencia cierta de Azerbaiyán – se vive una situación horrible en una parte del territorio nacional armenio. Es la cuña que, enclavada entre tres países y bajo el atisbo de Turquía constituye parte del Karabaj ancestral. 

En efecto, desde el 12 de diciembre y pretextando una imaginaria afectación medioambiental invocada por el régimen de Bakú, dos mil personas han quedado atrapadas en varios pequeños pueblos del Nagaro-Karabaj. Están incluidos doscientos habitantes del pueblo de Tegh, situado antes de las barreras azeríes que cortan la carretera. Solo han estado pasando los camiones de la Cruz Roja con alimentos, medicinas y ayuda humanitaria.

Hace más de treinta años que el conflicto entre los dos países se ha recrudecido. Desde las Naciones Unidas han emanado declaraciones periódicas que poco expresan y menos hacen. La lenificación sigue siendo de rigor en la materia, a partir del escenario prefigurado al día siguiente del desmantelamiento de la Unión Soviética.  

Los tres países implicados eran repúblicas soviéticas, con Stalin prestándoles mucha atención que no por gusto era georgiano. El Cáucaso posee una tradición secular guerreadora que viene creando mártires y rencores insalvables hace siglos. Una carnicería que no para.

Francia es uno de los países que ha oficializado el término de genocidio para aludir lo que infligieron los turcos a los armenios a principios del siglo pasado. Turquía, que históricamente ha sido manejada con guantes de seda por todos los gobiernos americanos lo mismo republicanos que demócratas, sobrelleva la situación actual puesto que en un final Armenia es un paisito insignificante con un pasado más bien filo-ruso. 

Ahora mismo, ante la invasión de las fuerzas de Putin a Ucrania y sin mucho alarde han estado firmes del lado de los agresores. De manera que la tienen más que difícil en cuanto a tratar de mantener su soberanía y su integridad territorial.

En Bakú gobierna desde hace mucho tiempo el inflexible Ilham Aliyev que dispone de muchos recursos financieros gracias al gas y al petróleo que produce su país. Además de eso tienen una situación geográfica: puerta rusa hacia el Mar Caspio en estos tiempos de sanciones occidentales; y servidumbre de paso china en cuanto a la Ruta de la Seda que va a Ankara y más allá a nuestra Europa. 

Recomiendo mirar en un mapa lo que acabo de describir. Puesto, así como hecho inapelable de una realidad que no va a cambiar en un futuro inmediato, la delimitación y la demarcación de fronteras va a seguir contribuyendo a que los pobres armenios bloqueados hace cuatro meses, tengan un futuro color de hormiga. La ceguera voluntaria de medio mundo no tiene por lo tanto nada ni de excepcional ni de inesperado. Es la lógica cruel de la «raison d’état»

No es necesario extenderse más acerca del contexto histórico y cultural que contribuye a invisibilizar el calvario de los armenios en la escenografía que nos presentan políticos y medios como plato cotidiano en nuestros países. 

En Francia mientras tanto, una docena de personalidades acaba de comparecer delante de una comisión del Senado para solicitar que se haga algo que permita salvar a los 120 mil armenios que están afectados por lo que está ocurriendo. Han expresado lo que calificaron de «grito de indignación» ante lo que para mis amigos armenios del barrio es un silencio cómplice. 

Lo que los azeríes están logrando es provocar, por motivos racistas, un desplazamiento soslayado de un sector poblacional del área. Obsérvese de paso que Armenia está rodeada por países donde las mayorías son musulmanas. Antes, y es interesante, tenían excelentes relaciones con Israel por razones históricas pero los vientos han cambiado de dirección y últimamente Jerusalén calla y torna en otra dirección la mirada.

Queda el aspecto moral en cuanto a que los valores democráticos, mal traídos en prácticamente tres cuartas partes del planeta, no van a conducir a las instancias internacionales a intervenir diplomáticamente. 

En Estados Unidos la situación en el Nagor-Karabaj es desconocida por la opinión pública. Todo parece indicar que el llamado Corredor de Latchine, nombre del sector de carreteras actualmente bloqueado, va a convertirse en un pasadizo de muerte y de dolor, que se añadirá al contencioso que ha comprometido secularmente a una nación en la cual el cristianismo se implantó hace diecisiete siglos. 

Es el momento de clamar no ya en el desierto, sino frente a un mundo cada día más indiferente, con un reclamo de libertad para hombres y mujeres libres que no merecen ser aplastados.

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