El museo Guggenheim, ese «buque» de titanio

Written by Libre Online

25 de octubre de 2022

Por Amalia González Manjavacas

El Guggenheim de Bilbao se ha consolidado como uno de los motores económicos más potentes del País Vasco. Y lo es desde su construcción, hace ahora 25 años, cuando se convirtió en el mayor proyecto público abordado en esta comunidad autónoma. Pero a estas alturas nadie duda de que el Guggenheim es mucho más que un museo «al uso», sino que ha sido, desde su origen, y sigue siendo, todo un elemento acelerador de cambios estructurales, económicos y sociales que han transformado su ciudad y hasta su región.

Según informa el propio museo, en 2021, un año todavía con restricciones de aforo y movilidad por la pandemia de la covid-19, recibió 531.000 visitas (en 2019 fueron 1,1 millones de visitantes) y su actividad económica tuvo un impacto de 197 millones de euros en el PIB vasco. En 2021, el museo aportó unos ingresos adicionales para las haciendas vascas de 26,8 millones, además de suponer un acelerador de otros proyectos para la ciudad, un estímulo para la recuperación económica.

Desde su construcción, el Guggenheim ha transformado la capital vizcaína no solo artística y culturalmente sino por cuanto ha supuesto para la modernización y regeneración urbanística y económica de la ciudad. Su icónica imagen no solo perfila, sino que preside, la silueta de la capital vizcaína mientras que el magnetismo que transmite desde todos sus ángulos ha traspasado fronteras. 

«Con su entrada en escena, llegó un nuevo concepto de museo del siglo XXI. El resultado fue un espacio abierto donde su contenido, las obras expuestas, comparte protagonismo, con la espectacularidad del conjunto arquitectónico», resaltan desde el museo. 

En efecto, la obra de Frank Ghery, arquitectónica y escultórica a la vez, constituye en sí misma la primera obra de arte que se encuentra cuando se realiza su visita por lo que no resulta exagerado verla como una “gran escultura habitable” ya que supera los límites de lo propiamente arquitectónico, un espectacular conjunto de vibrantes formas y volúmenes ondulantes se yergue orgulloso ante el espectador consciente de su incuestionable protagonismo. 

Su diseño suscita todo tipo de interpretaciones que van desde verlo como un majestuoso buque surcando los márgenes de la ría del Nervión a un gran cetáceo varado… o la más poética de las alusiones que hace referencia al pasado industrial de la ciudad, y como si de un conglomerado de esos antiguos restos siderúrgicos se tratara, resurgiera cual ave Fénix renovados y transformados, símbolo del progreso, del Bilbao moderno, representado en este imponente coloso de titanio y cristal. Nada queda de aquella ciudad ennegrecida por el humo de las fábricas. 

En lo que todas las voces coinciden es en considerar que la obra no pudo tener mejor emplazamiento que el muelle de Abandoibarra, antiguo entorno industrial y deprimido que Gehry transformó radicalmente y con tanta interconexión que ya no se concibe Bilbao sin su presencia. 

25 ANIVERSARIO 

Bajo el lema “El arte inspira futuro”, el Guggenheim celebra sus bodas de plata y como asegura su director, Juan Ignacio Vidarte, esto quiere decir que “el museo del mañana tiene que seguir manteniendo la esencia que le ha llevado hasta aquí. Debe conservar el espíritu de reinvención permanente, porque el buen hacer del pasado no garantiza el éxito del futuro”. 

Y en cuanto a lo tantas veces repetido: “museo único e irrepetible”, Vidarte especifica que no hay otra opción porque “un proyecto que propicia el cambio tiene que ser necesariamente único. Lo importante es que el museo siga manteniendo su espíritu inconformista y esa ambición de poder presentar aquí lo que en otros sitios no se puede hacer”.  

Por este aniversario, todos los vascos podrán acceder de forma gratuita al museo, del 19 de octubre al 30 de noviembre, y al igual que se hizo en su 20 aniversario, este año también tendrá lugar el espectáculo de música, luz y sonido denominado ‘Reflections’, por el cual la fachada de titanio del edificio se convertirá en un lienzo. Pero será una versión renovada, con nuevas animaciones y proyecciones, una nueva cobertura musical en la que colaborarán creadores locales.

 Una vez dentro del museo se descubre su externa complejidad de formas, un nuevo mundo ordenado en el que orientarse. Dividido en tres niveles de galerías, el Museo se organiza alrededor de un atrio central coronado por un lucernario cenital en forma de flor metálica, que además de ser el auténtico corazón del museo, es el punto de partida y referencia para el visitante, mientras que las galerías se conectan mediante un sistema de pasarelas curvilíneas y torres de escaleras. 

La colección permanente refleja la trayectoria de la institución, y sus fondos abarcan todas las corrientes artísticas de los siglos XX y XXI. Hasta el momento, reúne un fondo de unas 300 obras representativas de grandes artistas contemporáneos como Brancusi, Braque, Dalí, de Chirico, Duchamp, Ernst, Giacometti, Kandinsky, Léger, Magritte, Mondrian, Picasso, o Pollock.

Es curioso como Gehry salvó el desnivel de la ría con el Museo, gracias al juego de rampas e integrando en el conjunto una especie de estanque que parece una prolongación de la ría. 

Ya dentro las estrellas son dos creaciones de Richard Serra: La Serpiente y La Materia del Tiempo, encargadas por el Guggenheim para la inauguración del Museo, obras por las que podemos pasear libremente, en la primera, desde una elipse doble aparentemente sencilla, hasta una espiral bastante compleja; todas ellas con la magia de ir transformarse según se recorren por su interior.

El Guggenheim tiene varios accesos desde distintos puntos de Bilbao, en la entrada principal se encuentra la famosa escultura gigante de Puppy, obra de Jeff Koons, que representa a un perro terrier-jardín, con riego interior, íntegramente de flores naturales durante el verano y completamente verde en el invierno, que comenzó con carácter temporal, pero que se ha convertido en otro símbolo de la ciudad como lo es sin duda, en la fachada posterior, la araña gigante ‘Mamá’, (1999) de la artista Louise Bourgeois.

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