El MITO y la REALIDAD DE ANTONIO MACEO

Written by Libre Online

1 de diciembre de 2021

¿Mito o realidad? El hombre. Estampa dramática. Vida y destino

Por Alberto Baeza Flores  (1950)

¿Mito o realidad?

¿Hasta dónde llega el mito en la vida de Antonio Maceo? ¿ Dónde empieza la realidad ?

Hay vidas de extraordinaria acción, hay existencias donde los hechos se precipitan en  forma avasalladora, confundiendo los límites entre la realidad y la fantasía. Hay años, circunstancias, acontecimientos que le dan al quehacer humano una dimensión insospechada. Antonio Maceo vivió una época difícil y agitada; un entrecruzarse de caminos heroicos y de mucho riesgo; se movió en un escenario que hacía posible la epopeya. Apareció en el momento en que un pueblo luchaba por su libertad. La empresa parecía casi imposible: era una lucha de hombres mal armados, mal nutridos y casi abandonados por la solidaridad de los pueblos hermanos de América. Frente a ellos se movía una potencia de todavía poderosos recursos. Esos hombres luchaban contra estrategas de fama europea, como el general Martínez Campos; no tenían  barcos; disponían  de  limitados  recursos económicos y, sin  embargo, pusieron de píe a la Historia. Antonio Maceo apareció en el momento en que la lucha exigía el mayor riesgo y buscaba a un caudillo valeroso. Cruzó los mil peligros de la guerra larga: padeció las cien pruebas del exilio y reapareció, de los primeros, cuando Martí conjuntó las voluntades, después de casi veinte años de padecer, organizar y sufrir. Varias veces se le dio por muerto en acciones peligrosísimas. Maceo volvió al escenario del combate. Más de una vez se dijo que no era posible que sobreviviera a sus heridas, pero Maceo derrotó a la muerte. Estuvo en  los sitios de la gran aventura.

Burló la estrategia de los generales españoles; se comparó su técnica y su táctica con los más inteligentes de la Guerra de Secesión y jamás estuvo en una academia militar. Los generales de profesión lo miraron como a un peligroso fantasma, porque su genialidad en el campo de batalla creó un sentido propio del batallar. Cien veces tentó a la muerte en acciones importantes y fue a morir en una acción secundaria, después de haber presentido a la muerte en la única pesadilla que le contó a su médico. Era un ser de carne y hueso y llego a parecer mitológico. Se hizo seguir y obedecer como por una fuerza superior y extraña que emanaba de él. Cuando murió en una escaramuza, en San Pedro, Hoyo Colorado, el enemigo pensó que había ganado la guerra; en la Metrópoli el público resistió horas bajo la lluvia para averiguar nuevas noticias sobre la caída de ese hombre que tenía mucho de mito y de fantasma. Su muerte fue celebrada por el enemigo, como si se tratara de un triunfo definitivo, y, sin embargo, el enemigo no logró adueñarse de su cadáver. Para que el mito cobrara alas, el sitio de su entierro solamente fue conocido por unos pocos leales. Esta vida necesita permanente iluminación y esclarecimiento. Se ha hecho símbolo de la vida de millares de combatientes caídos en la manigua, acaso porque en muy pocos héroes de la independencia americana se reúnen, mejor que en Maceo, la realidad y la leyenda, lo imaginado y lo acontecido.

El hombre

En la vida de Antonio Maceo hay una confluencia de sangres que le dan a su vida raíz hacia los pueblos hermanos. Su padre. Marcos, ha nacido en Venezuela; su madre. Mariana, es hija de dominicanos. Antonio nace en el corazón de la tierra oriental cubana: en Majaguabo.

Su padre lucha y muere por la libertad de Cuba. Su madre entrega a todos sus hijos a la causa de la liberación de la tierra cubana; sufre los exilios y Ias penurias de dificilísimos años, pero se mantiene en pie y cuando scae uno de sus hijos, le pide al otro que lo reemplace en la lucha. El hogar de los Maceo llega a convertirse en la cantera de la libertad.

Un día llegan los soldados enemigos a la casa de los Maceo. Todos están luchando. Sólo encuentran a un adolescente. Lo apresan como a un símbolo. Pero cuando Marcos se entera, se presenta al Cuartel de San Luis:

—Quiero sufrir la prisión que le han impuesto a Rafael.

Consigue que dejen en libertad al muchacho y más tarde. Marcos se incorpora a las fuerzas cubanas. Así es de heroico, el tronco.

Hay una cerrada hermandad entre los Maceo.

En 1871 se efectuó la invasión de Guantánamo. Los españoles se habían fortificado en el cafetal La Indiana. El general Gómez mandó a dos pelotones al asalto. La construcción estaba defendida por tiradores expertos. El asalto de los cubanos fue barrido por el fuego enemigo.

Gómez envió a José Maceo para que avanzara con su gente. Los adversarios estaban tan bien atrincherados que el segundo asalto fracasó. José Maceo no pudo regresar.

El general Gómez advirtió que era  imposible reanudar el ataque.

— ¡Que toquen retirada! —ordenó al fin.

Fue entonces que apareció Antonio Maceo. Acababa de saber que José había caído cerca de la casa del cafetal. El asalto a la posición era ya imposible. Sin embargo, avanzó hacia el general Gómez.

Dijo Antonio Maceo:

General, tengo allí a mi hermano José, muerto o herido grave, y no lo abandono en poder del enemigo.

El general Gómez lo contempló. Había tanta resolución en la mirada relampagueante de Antonio, que «el Chino Viejo» no pudo oponerse. Antonio miró a su gente. Dio unas órdenes. Los hombres se sintieron como impulsados por un fuego secreto, como empujados por un huracán. Antonio se colocó al frente de sus soldados y dió la orden de avanzar contra todo riesgo. Cortaron las alambradas, saltaron los fosos, destruyeron los reductos y los parapetos. La casa empezó a arder. Un soldado saltó con el rifle levantado. Antonio Maceo clavó la bandera de la libertad en las ruinas humeantes.

El mismo, recordaba los detalles de la acción poco después. Y sintetizaba asi la escena final:

—Pepe Cortés estaba muerto; José gravemente herido: si lo dejo lo rematan. Lo retiré, lo curé y salvé a uno de los hombres mas valientes que ha dado la Revolución cubana.

Estampa dramática

¿ De dónde emanaba ese dominio sobre los hombres, ese insuflarles una llamarada nueva, para afrontar el peligro?

Antonio Maceo vió la vida de frente, con su rudeza y sus injusticias, pero la vio a edad en que las injusticias parecen más rudas y los atropellos despiertan un vendaval indignado.

Era un joven atado al trabajo de la tierra, laboraba junto a los esclavos. Los veía sufrir y morir. Era en el ingenio Yabucito_ según alguno ha contado. El amo era un hombre cruel de Manzanillo. Sus antepasados habían sido esclavos él, ahora, hacia azotar a los esclavos. Su mayoral era un hombre nacido en  Islas Canaria.  Para conquistar la voluntad del amo se hizo más feroz que él. El azote a los esclavos era faena habitual en “Yabucito”.

El escenario era imponente, impresionante. Antonio Maceo sufría el dolor de aquella gente humilde, azotada con crueldad por el mayoral despótico. Un día el terrible mayoral, el temido Lemus enfermó. El médico dijo que el mal era mortal. Entonces llamaron a Margarita una curandera,    negra y buena. Tampoco pudo hacer nada, pero fue ella, la más desvalidad, la que cargó con la ira del amo. El mayoral murió. Y el amo cruel, como no tenía contra quien descargar su furia, mandó que la ataran a las estacas, desnudaran su carne y la azotaran. Ordenó:

_Dénle “veinticinco” a esta bruja.

Margarita, acosada por el brutal castigo, se desmayó. Cada azote sonaba en el corazón de Antonio Maceo, que  contemplaba la escena junto a los esclavos atónitos. Nadie se atrevía a moverse. Entonces Antonio Maceo avanzó hacia donde estaba el amo. Pidió piedad y perdón para Margarita El amo se levantó con un látigo, tan feroz como el que azotaba a Margarita.

— Insolente ¿ Cómo  te atreves a molestame ? ¡Largo de aquí, miserable, antes de que te cruce la cara con el cuero.

En  el  velorio de  la infortunada Margarita. Antonio Maceo reunió a la gente, a los hombres dispuestos. Todos juraron un día limpiar aquella afrenta.

Una noche, más tarde, el amo despótico se despertó de pronto. Llamaban a su puerta.

_¿Qué buscas?

_Soy Antonio Maceo.

El amo apuntó con el revolver, Maceo empujó la puerta. Tenía un machete. El amo disparó. El sombrero de Maceo cayó al suelo. El segundo disparo le alcanzó en un hombro, pero antes de que el déspota del ingenio Yabucito pudiera volver a disparar, el machete de Maceo alcanzó el brazo que sostenía el revólver.

Fue como si un rayo cayera sobre el antiguo amo. Quedó el cruel temblando. Ahora él pedia perdón.

— ¡Amarren a ese! —ordenó Antonio.

Los hombres obedecieron. Antonio Maceo había penetrado sin hacer ruido. Había dado a sus hombres un santo y seña en memoria de la negra asesinada a latigazos: «Margarita, ya es hora».

Así entraron sus hombres en el ingenio y así dio su merecido al amo cruel.

Vida y destino

Maceo aprendió a conocer a la gente de su tierra tratándola en los caminos, en las paradas, en los recodos, en las lomas del Oriente bravio, en los ingenios, en las plantaciones. Se alzó carretero, laboró en las zafras y conoció, en sus viajes, una a una a las poblaciones. Esos contactos y esas experiencias iban a serle fundamentales en el futuro campo de operaciones cuando la lucha por la libertad cubana.

A la orilla del Cautillo, en la finca Santa Teresa, se unió a las fuerzas de Donato Mármol. Era el 12 de octubre de 1868, a los dos días de la campanada de Yara. Ingresó en el Ejército Libertador cuatro días antes que Máximo Gómez.

Dos años antes, Antonio había contraído matrimonio con María Cabrales. El hogar no fue atadura a la hora de ponerse en pie y caminar hacia el sitio del combate por la libertad.

Su valor lo  distinguió desde las primeras acciones. En diciembre de 1868 era capitán abanderado, un mes más tarde, había alcanzado el grado de comandante, diez dias después era ya teniente coronel. Habia alcanzado altos, honores y su combatividad era inmensa, pero ese mismo año murió su padre en la toma de San Agustín y los dos hijos de Antonio murieron. Los quería con infinito amor y los lloró con callado desconsuelo. Las privaciones eran muchas y la libertad lo exigía todo.

A los dos años de la lucha el gobierno colonial condenó a muerte en consejo de guerra, a Antonio Maceo y sus hermanos. Ya uno de ellos, Julio, habia muerto peleando por la libertad en la acción de Nuevo Mundo, en Oriente. Antonio empezó a servir bajo las órdenes de Máximo Gómez. Un año más tarde, Antonio Maceo tiene que reemplazarlo. Poco después junto a Calixto García y con Máximo Gómez, participa en el asalto a Holguín. Yo había derrotado al coronel Huertas en Rejondón de Báguanos.

Pero este mismo Antonio Maceo que se mueve con su gente como un alud, y a quien se piensa confiar la invasión de Las Villas, entra un día por Manzanillo y desafia las balas avanzando hasta el centro de la ciudad.

Varios estrategas españoles se ven frente a Maceo y sus tropas. Son los coroneles Espondas, Armiñán y el brigadier Báscones. Combate Maceo en Melones, Naranjo. Las Guásimas. Su hermano Miguel muere en Cascorro, peleando como bravo indomable. En 1876, Antonio no da tregua a su machete. Ataca en Yabazón. Abajo, actúa en Sagúa de Tánamo. Al año siguiente ataca a Baracoa. Recibe heridas terribles en Mangos de Mejía, en Mayarí, Oriente adentro. Al otro año ya es mayor general. Cae en sus manos un rico convoy enemigo. Combate en Llanada de Juan Mulato; durante setenta y dos horas se bate en San Ulpiano; desbarata el Batallón de San Quintín. La guerra se hunde entre discordias intestinas. Surgen las conversaciones de tregua. Se busca la paz. Martínez Campos va hasta Baraguá para hablar con Maceo, pero Antonio es un hombre que no se rinde, ni se vende por nada. Su machete es un símbolo de libertad y vuelve a iluminar el decoro de Cuba. No acepta capitulación alguna y continúa combatiendo, hasta que se queda casi solo. Entonces sale hacia Kingston. Habla para la continuación de la lucha. Cuando estalla la Guerra Chiquita y va Antonio hacia los campos de la lucha es rodeado en Haití. Escapa y organiza una expedición desde tierras dominicanas.

Pero la Guerra Chiquita naufraga entre expediciones tardías y luchadores dispersos. Calixto García cae prisionero. Entonces se inicia para Antonio Maceo la aventura del exilio. En Honduras es nombrado comandante  del   Ejército. Cuando hay una nueva posibilidad de guerra, abandona su cargo y va hacia Nueva York. Allí habla con Martí y Máximo Gómez. El nuevo intento de coordinación revolucionaria fracasa. Maceo se va a Panamá y en Colón se convierte en constructor de casas. Conoce allí al gran Eloy Alfaro. Su peregrinar lo lleva hasta Lima, pero en 1890 regresa a Cuba para preparar un golpe revolucionario.  No tiene éxito, pero no desmaya. Es expulsado de Cuba por las autoridades. Pero Maceo no se da por vencido. Vuelve a comenzar. En Costa Rica se hace colono. En junio   de   1893   abraza   a Martí. Cuando la guerra vuelve a estallar dos años más tarde, Maceo parte desde Puerto Limón en el «Adirondack». La meta de Antonio Maceo es  Cuba.   Trasborda   a   la goleta «Honor» y en ella llega a Duaba. en Baracoa. Toca tierra cubana diez días antes que Gómez y Marti desembarquen en Playitas. El 5 de mayo en La Mejorana, queda encargado de organizar la Invasión. Cuatro dias más tarde está cerca de la capital oriental. En El Jobito pierde el enemigo a uno de sus más importantes jefes: el teniente coronel Joaquín  Bosch.  Es Maceo el vencedor.

Doce días más tarde ataca el tren de Caimanera a Guantánamo. Y antes, de dos meses derrota a Martínez Campos en Peralejo. En la acción muere un general de mucho prestigio en España: el general Santocildes.

En agosto derrota al coronel Candías. Combate más de tres días.

En Jimaguayú recibe el nombramiento de Lugarteniente General. Pelea en San Fernando. El 22 de octubre levanta su machete en Baraguá y la Invasión comienza. Es la epopeya, la empresa gigante, la marcha combativa grandiosa. Antonio Maceo va al frente y se convierte en símbolo. Lo increíble, lo riesgoso, lo imposible, se hacen acciones reales.

Muere el 7 de diciembre de 1896 en una escaramuza, en una sorpresa, en una acción que parecía sin importancia. Pocas horas antes había tenido un sueño trágico. Había dícho un día: «Yo voy camino de mi patria, a servirla, libre del contagio de ambiciones personales.» Convertido en estrella de la libertad continúa vivo y activo, como el hombre-símbolo de la libertad de un pueblo, como el estratega genial que puso un dia en marcha la epopeya.

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