Mis padres llegaron a Miami con una maleta totalmente vacía, evocó con profunda nostalgia el miembro de la Junta Escolar, Roberto Alonso, durante la ceremonia de reinauguración de la Torre de la Libertad. Sus palabras no fueron solo un recuerdo familiar, sino también un tributo a la historia compartida de miles de niños cubanos que, como sus progenitores, llegaron a Estados Unidos a través de la Operación Pedro Pan.
Con visible orgullo, Alonso relató que sus padres, Roberto Alonso, de apenas 13 años, e Idania Modesta González, de 11, figuraron en aquella larga lista de menores que arribaron solos a Miami y fueron acogidos por familias estadounidenses.
“Su maleta estaba vacía, pero sus corazones rebosaban la felicidad y la esperanza de llegar a tierras de libertad”, expresó, mientras recordaba las fotografías de sus padres que hoy reposan en el Museo de la Torre de la Libertad, lugar convertido en santuario de la memoria del exilio cubano.
El Miembro de la Junta Escolar subrayó los sacrificios que hicieron sus progenitores: “Eran muy jóvenes. Sufrieron al separarse de sus familias, pero tuvieron la valentía de escapar del infierno en que se había convertido Cuba tras la llegada del comunismo”.
Ese legado, aseguró, marcó su vida. “Heredé de ellos la fortaleza, el honor y la superación. Hoy, gracias a su ejemplo, sirvo a esta comunidad como Miembro de la Junta Escolar de Miami-Dade”, afirmó emocionado.
Alonso recordó que la Operación Pedro Pan, organizada entre 1960 y 1962 por el gobierno de Estados Unidos, y la Iglesia Católica bajo la guía del padre Bryan Walsh, permitió la llegada de más de 14,000 niños cubanos no acompañados, en lo que se convirtió en el mayor éxodo infantil del hemisferio occidental.
“Fue un acto de fe y de sacrificio. Los padres, temiendo el adoctrinamiento comunista de sus hijos, confiaron su destino a un país desconocido, con la esperanza de que pudieran crecer en libertad”, resaltó.
Con la voz entrecortada, Alonso compartió la dureza de ese inicio: “Llegaron antes que mis abuelos. No conocían el idioma, no conocían a alguien. La aduana cubana les quitó todo. Pero dentro de ellos había sueños, y esos sueños se hicieron realidad”.
El homenaje incluyó también el recuerdo de la trayectoria de su padre: “Fue el primer vicealcalde de Miami Lakes y más tarde trabajó en el mundo de los bienes raíces. Yo heredé ese compromiso con la política y con la defensa de la libertad”.
Roberto Alonso concluyó con un mensaje de gratitud: “Nunca debemos olvidar nuestras raíces ni las razones por las que llegamos a este país. Era un sueño: trabajar duro, aprender, aprovechar las oportunidades. Ese mismo espíritu lo llevan hoy mis hermanas, Jessica Alonso y Cristina Banderas, quienes dedican sus vidas a la educación en nuestro sistema escolar”.
El Miembro de la Junta Escolar también dedicó un reconocimiento a su familia: “Mi esposa, Alejandra Alonso, trabaja en el sistema de salud, y juntos hemos construido una vida plena. Estoy agradecido de los sueños cumplidos y de poder servir con dignidad a los niños de Miami”.
La voz de Alonso, entretejida de historia y emoción, quedó como un recordatorio de que, aunque aquellas maletas llegaron vacías, traían consigo el tesoro más grande: la fe en la libertad y el deseo de un futuro mejor.
0 comentarios