Por Bernardo Viera Trejo
Fotos de J. Oliva (1956)
Hace muchos meses que regresó después de andar más de siete años por casi todos los países de América y Europa, el mejor timbalero cubano. Si les dijéramos a los lectores que su nombre es Lázaro Plá no lo conocerían ni en una década, pero en cuanto digamos su apodo todos, absolutamente todos los que han visitado alguna vez un viejo y descolorido cabaré de Rancho Boyeros lo identificarán. Inmediatamente harán el comentario lógico:
–¡Pero sí es “Manteca”! ¡El del “Wonderful”! Porque a la mayoría de los habaneros lo que más le ha llamado la atención en sus incursiones nocturnas por nuestros night club son los gestos descabellados, los gritos esquizofrénicos y el ritmo enloquecedor de “Manteca”.
Saludos y risas
Los 40 y tantos años de “Manteca”–repitiendo el cliché– “no le han pasado por arriba”. El reportero hace este comentario, y el timbalero comenta delante de una estrepitosa carcajada:
–No me han pasado, se quedaron en mí.
“Manteca” ríe constantemente. Lo más insignificante pone risa en su cara. Risa contagiosa y repetida.
–¡Ja ja ja ja!!! Nadie resiste la alegría de un cubano que tiene todos los poquitos para triunfar en el cine de Hollywood.
–¿Cuándo llegó del extranjero?
–Hace tres meses. Olguita Chaviano me llevó a New Orleans para que la acompañara y causé sensación. Mi grito de “¡Wonderful!” hacía reír a los americanos a más no poder.
–Pero entonces…
–Bueno, antes anduve por todo el mundo, se puede decir… Con los Cuban Boys, de Armando Oréfiche visité toda Europa y casi toda la América.
–¿Ha hecho cine?
–Documentales sin importancia. Tuve una buena oportunidad cuando Gene Krupa… ¿Usted sabe quién es Gene Krupa?
–Sí, el mejor y más pintoresco drumnista del mundo.
–Bueno, Gene Krupa, me vio actuar y me dijo: “Tú haces más muecas que yo, tienes condiciones para triunfar en celuloide”.
Plá hace un paréntesis, suena una carcajada de campeonato y comenta:
–¡Imagínate al viejo “Mante”, en Cinemascope! ¡Se te cae el tabaco mulato!
Reacción extraña
No hay duda de la inteligencia de “Manteca”. El hecho de tocar un instrumento de poca categoría, mejor que nadie, no puede atraer las miradas de todos. Él lo sabe y por eso ha combinado sus condiciones de timbalero con sus excentricidades. Aunque él diga otra cosa.
–Las muecas las hago porque la música me transforma completamente y no puedo controlar mis nervios. Yo las hago de “pantalloso”.
–¿Y cuando el público se ríe?
–No me gusta nada. Nadie se ríe de los gestos extraños que hace Leopoldo Stokowsky, a quien he visto personalmente. ¿Por qué entonces se han de reír de los míos?
Manteca se pone serio, muy serio por primera vez en la entrevista. Al final ha de poner la misma cara cuando hablé de sus amigos fallecidos Carmita Ortiz y Julio Richard, con quien trabajó muchos años.
Trabajo
También he trabajado con los hermanos Castro, pero el mayor tiempo estuve al lado de Oréfiche. De mis giras con los Cuban Boys recuerdo el éxito que tuvo “Mesié Julián” del propio Armando. Yo hacía ¡y hago! una creación de ese número, claro que Bola de Nieve le ha dado un cambio y no me atrevo a repetirlo.
El reportero conocía solamente las condiciones “timbaléricas” de Manteca.
–No, yo también canto y bailo. Soy en buen castellano un “vedette”.
Detrás del chiste la clásica risotada.
–¿Por qué le dicen “Manteca”?
–Porque antes estaba más gordito y porque gritaba mucho esa palabra.
–¿No hay otra historia acerca de lo que los americanos le llaman “Man-teca”?
–Mitd y mitad mulato.
Y vuelve con la risa de 18 kilates.
¿Hasta cuándo?
Lázaro Plá tiene innegables reacciones de loco. A veces grita. Otras se ríe. Las menos abre los ojos hasta tocarse el pelo con las cejas. Dice palabras raras y sin significado.
–Swing de oreja… Levántale el Corchito… Se le cayó el tabaco… Volá de riquimiqui.
Como estas, muchas. Separada una de la otra por su aparatosa risa. Manteca es formidable material para el doctor Valdés Castillo, se lo decimos y comenta.
–Ni estoy tan cuerdo como yo creo, ni tan loco como tú crees.
Final
Alguien se acerca. Le habla al oído y Manteca dice mientras se pone de pie.
–Hay que ir a robar pista… Ya empieza el show…
Los ojos, la nariz y la boca de Manteca cambian de puesto en su carota. Muecas. Más muecas. Mil muecas más. Habla de nuevo:
–Cada vez que lo desees me tienes aquí tras la cortina de hierro.
El artista pone cara de asombro y cambia su frase:
–No: tras la cortina de “Bambú” …
Y arrastra consigo su risa, que llega a cansar más que El Quijote. Minutos más tarde está acompañando con su instrumento a las estrellas del show, mientras las miradas de todos los parroquianos se pegan detenidamente a los seis pies y 215 libras de Manteca que esa noche, en honor al reportero, según sus frases textuales, se movía más y mejor.
Del escenario, un grito final:
–Quiero colarme en la televisión. Yo estoy seguro de mi triunfo, pero he trabajado poco en el video cubano.
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