El Médico de José Martí

14 de julio de 2021

“A un médico que cura siempre, Su amigo, José Martí”

Recuerda el Dr. Ramón Luis Miranda Torres de como conoció a José Martí cuando el Delegado del Partido  Revolucionario Cubano estaba muy enfermo, ganándose esta frase de admiración del Apóstol cubano: «El doctor Miranda es mérito tranquilo, que cura y se reconoce.”

Y he aquí a continuación como el médico describe su amistad con José Martí:

“… Grato me es consagrarle hoy un merecido recuerdo a mi inmortal amigo José Martí, a quien más de una vez tuve el honor de prestarle mis servicios profesionales y desde el principio, cuando se ha-cían los preparativos para libertar a Cuba y cuando todo estaba en estado embrionario y nadie creía pudiera germinar la revolución, por no estar preparada, según de- cían, … Martí, iluminado, vio claro y presintió su triunfo”.

“En esa época, me mandó a buscar por estar enfermo y me dirigí a su casa al oeste de la calle 61, cerca de la Avenida de Columbus; lo encontré en su modesto y estrecho cuarto, postrado en cama, febril, nervioso; examinado, diagnostiqué bronquitis y que en breve se curaría; él se había alarmado creyendo que su enfermedad pudiera agravarse y me dijo: “Doctor, cúreme pronto, tengo una misión sagrada que cumplir con mi patria; poco me importa morir después de realizarla; la muerte para mí no es más que la cariñosa hermana de la vida.”

“Esa fue la primera vez que conocí personalmente a Martí, y desde entonces sentí por él respeto, admiración y comprendí su grandeza e inmenso amor por Cuba”.

“Con frecuencia nos veíamos después, habiendo tenido el placer de que pasase sus últimos días en New York, en nuestra casa, a donde llegó desesperado de Jacksonville, en una noche de enero de 1895, acompañado de Gonzalo de Quesada, por haber fracasado la expedición que tantos desvelos y dinero había costado y que tan bien organizada estaba para llevar gran cantidad de pertrechos de guerra de Fernandina a Cuba, en los vapores Lagonda, Amadís y Baracoa; pero la fatalidad hizo que fuera traicionada y se perdiese tan valiosa expedición. Imposible me es poder bosquejar el estado de excitación nerviosa en que se encontraba Martí; se paseaba incesantemente de un lado a otro de la sala, intranquilo, lamentando lo que acababa de suceder, meditando en lo que debía hacerse, no desmayando en su empresa”.

“…Apenas concilió el sueño esa noche ; pero al día siguiente y los sucesivos, ya elaborado su plan, con su fácil concepción, con asombrosa actividad lo desenvolvió, conferenciando con los generales Enrique Collazo y José María Rodríguez, escribiendo numerosas cartas para los jefes en Cuba, con el fin de fijar el día del levantamiento, suscritas por él y por los generales Collazo y Rodríguez, orden que llevó Gonzalo de Quesada a Cayo Hueso el mismo día de la partida de Martí para Santo Domingo. Martí escribió sus cartas en la mesa regalada a Gonzalo de Quesada por el doctor Manuel Quintana, mesa histórica donde escribió ese ilustre argentino el primer proyecto de arbitraje internacional”.

“…Como Martí ansiaba comunicar a Cuba lo acontecido en Fernandina, para que lo supiesen los que estaban allá de acuerdo, él redactó un cablegrama que llevé a Enrique Trujillo, quien gustoso lo cableó enseguida a La Lucha de La Habana, tal cual lo había escrito Martí. Falto de recursos Martí para continuar su empresa y sin poder salir a la calle por temor de que lo detuviesen, pues los reporteros se sucedían para informarse donde podrían encontrarlo (lo suponían en uno de los Estados del sur de esta nación), tan pronto como algunos amigos supieron lo que necesitaba con urgencia, contribuyeron en seguida; las señoras Rita de Portuondo, mi esposa Luciana Govín de Miranda, Emilio Núñez, Gonzalo de Quesada y el -que suscribe estas líneas, reunimos dinero suficiente para que pudiese realizar sus deseos”.

Dos semanas estuvo José Martí en la casa del Dr. Miranda Torres.

“…Durante el tiempo que pasó Martí en nuestra casa  proporcionó a toda la familia deliciosos ratos, con su amena, variada y elocuente conversación, que jamás olvidamos, como tampoco el 28 de enero de 1895, día de su cumpleaños (42) que lo pasó agradablemente en compañía de varios de sus amigos, los cuales compartieron con nosotros nuestra mesa. Dos días después, entusiasmado, lleno de fe y esperanza en que Cuba sería libre, se despidió cariñosamente de nosotros para Santo Domingo, acompañándolo durante su viaje el decidido joven Manuel Mantilla. Allí se reunió con el valiente general Máximo Gómez, saliendo ambos para Cuba, el primero de abril de 1895, y sellando Martí con su sangre, en 19 de mayo del mismo año, su inmortalidad en Dos Ríos”.

«¡Honor y gloria a su memoria!”

 Copia fiel del  Artículo del Dr. Miranda redactado el 1º de mayo de 1903 en Nueva York. -Publicado en el periódico Excelsior, La Habana, Cuba,  el 6 de agosto de 1928 y en la Revista Cubana, 1952, Ministerio de Educación, La Habana, Cuba.

 PADECIMIENTOS FÍSICOS

Días después del intento de envenenamiento a José Martí en una de sus visitas al suroeste de la Florida, confiesa él por carta al General Serafín Sánchez: …mi estómago no soporta aún alimento, después de un mes”. Sucedió en Tampa mientras se acomodaba en una habitación del hotel y recibía la visita de dos hombres supuestos hablar de la «futura revolución»….pero eran dos agentes al servicio de las autoridades españolas.

Los que  hemos estudiado la vida del Apóstol sabemos que fue una persona que estuvo siempre padeciendo de muy poca salud; que desde muy joven  se vio afectado por distintos problemas físicos.

Citemos cuando en 1890 estuvo reposando en las montañas de  Castkill y confiesa a Juan Bonilla.

«…tuve que escapar porque ya no me quedaba nervio quieto, ni fuerza para cumplir con mis deberes, que es para lo que vivo, porque todo lo demás, fuera de la amistad de los buenos corazones, resulta vano y feo.  Ya yo me voy muriendo, mi querido Juan. Los pulmones se me quejan y el corazón salta más de lo que debe…»

En su obra médica el Dr. Dagoberto Alvarez Aldana -quien en 1994 inició sus indagaciones médicas martianas- ha señalado la ausencia de una hoja clínica de Martí. Pero resume diciéndonos:  

«… Al salir del presidio, José Martí padecía de afecciones oculares y de una úlcera en el tobillo por la presión de los grilletes. En abril de 1871,  en España,  se le diagnosticó sarcoidosis, una enfermedad con síntomas parecidos a los de la tuberculosis.  Fue operado en noviembre. Sin embargo, su estado se mantuvo crítico; por lo que en julio de 1872 era conducido de nuevo a la sala de operaciones. La convalecencia lo obligó a posponer los exámenes en la Universidad, espera que se hizo eterna. A finales de 1875, ya en México, sufrió otra recaída”. 

“Entre otros males, la sarcoidosis lo atormentaba con infartos ganglionares. En 1876, se le practicó otra intervención quirúrgica, y al año siguiente padecía de conjuntivitis crónica en ambos ojos. Paradójicamente, la década de los 80 del siglo XIX constituyó un pe-ríodo de aparente calma clínica…»  

Se ha sabido que en los ’90 empezó Martí a padecer de bronco-laringitis, quizás debido a la oratoria sin tomar en cuentas las recomendaciones médicas: reposo absoluto de su voz de tiempo en tiempo lastimando así su garganta y cuerdas vocales las cuales se resentían muy a menudo.

Pero no olvidemos lo tan importante que fue para José Martí la oratoria en aquellos tiempos.

EL MÉDICO RINDE HONORES

Testimonios de la época dieron fe de que esta es la efigie del Apóstol mejor lograda, ya que el Dr. Miranda Torres puso todo su empeño en que así se realizara.  El Apóstol aparece con un rollo de papel en la mano con la expresión Cuba Libre.

Además, aparece la estatua de una mujer con las cadenas rotas en sus manos lanzando el grito de libertad.

En una tarja el verso martiano:

Yo quiero cuando me muera

Sin patria, pero sin amo

Tener en mi losa un ramo,

De flores y una bandera.

Así fue como  en 1905  el Dr. Ramón Luis Miranda  concibió  rendir homenaje al Apóstol cubano con ese conjunto escultórico ubicado en el Parque La Libertad, actual centro histórico de Matanzas, -ciudad natal del galeno-. Inaugurado el 24 de febrero de 1909, en acto solemne efectuado en la antes Plaza de Armas con la presencia del vicepresidente de la República de Cuba Alfredo Zayas,  el alcalde municipal Alfredo Carnot, el ingeniero Conrado E. Martínez y Laura Carnot, quien descorrió el velo que cubría el monumento el que estuvo a cargo de Salvatore Buemi, escultor italiano.

La estatua de 2,5 metros de alto confeccionada en bronce está colocada sobre un pedestal de granito de Ravena de Lombardía.

Según consta en la oficina del Historiador de la Ciudad de Matanzas, unos días antes de la apertura enterrados fueron en el pedestal escultórico  las obras de Martí Ismaelillo y los Versos Sencillos así como varios números de los periódicos El Correo de Matanzas, La Nueva Aurora, El Moderador, y una colección de monedas.

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