EL MANTO DEL REY SOL Y LOS PROINMIGRACIÓN EN FRANCIA

27 de junio de 2023

Hace mucho tiempo que poseemos los elementos de juicio necesario para haberlo comprendido: uno de los factores mayores de conflictividad que enfrentan las sociedades de hoy son el inefable cóctel en el cual se mezclan demografía con emigración. Ya durante la década 1970 los sesudos del Club de Roma sonaron el clarín, cosa que les valió ser acusados de neomaltusianismo. Para bien o para mal, según el color del cristal con el que se mire retrospectivamente, aquellas predicciones no sirvieron para encontrar soluciones. No es una sorpresa si Francia, antiguo imperio colonial está entre las naciones que viven hoy contradicciones explosivas en el ámbito social.

El ciudadano francés contemporáneo no sabe cómo reaccionar y los políticos gesticulan exhibiendo contorsiones cada vez más osadas que son el resultado de más y más socialmente correcto transformado en preparación artillera de los medios y del sector de la educación escolar y universitario. Las consecuencias pueden en la práctica manifestarse en cualquier aspecto de lo cotidiano.

En París, ciudad capital pródiga en materia de oferta museística existe uno dedicado a la Historia de la Inmigración. Aunque no estaba totalmente cerrado y presentaba exposiciones temporales ha sido reabierto hace pocos días a bombo y platillo, después de 7 años de obras. Importantes inversiones fueron realizadas en todas las salas que sirven al despliegue de la colección permanente. El edificio es monumental, data de 1931 cuando con el nombre de Museo de las Colonias fue abierto simultáneamente con una exposición universal.  Rápidamente sin embargo todo cambió como consecuencia del estallido de la Segunda Guerra Mundial y sus consecuencias que hicieron redistribuir las cartas geopolíticas sobre el tapete mundial.

Detrás de la organización gubernamental que sustenta este gran museo hay mucha gente que de conformidad con los tiempos que corren, son propugnadores intransigentes de abrir las fronteras a todo aquél que ilegalmente las atraviese. Naturalmente que los candidatos a la inmigración llegados no necesitan de ese tipo de espaldarazo para seguir entrando. Francia es un imán.  Para aquí tanto como para Inglaterra aspiran a venir todos. En ningún otro lugar obtienen ventajas materiales similares en ayudas materiales y en estructuras de acogida. Que opten por Francia y por Inglaterra es por lo tanto normal.

Pero hay al menos en Francia un porcentaje muy elevado de ciudadanos que estando hartos y más, pueden estar pensando en tratar de elegir a un presidente de extrema derecha, único susceptible según esa corriente de “hacer algo”. Naturalmente del dicho al hecho hay un trecho y se está viendo en Italia donde la actual jefa de gobierno Giorgia Meloni tiene dificultades para cumplir promesas que hizo en la materia cuando era candidata.

Pero volviendo a nuestro Museo no encontraron nada mejor sus dirigentes y tutores del gobierno Macron que presentar una exposición titulada “es demencial la cantidad de extranjeros que han hecho la historia de Francia”. El cartel anunciador, que puede verse en esta página, presenta el conocido cuadro del Rey Sol, de pie, con peluca y capa de gala pintado por Rigaud en 1701, que sería un descendiente de inmigrantes. Detrás de esa provocación visual y verbal concebida por historiadores y comunicadores militantes está el propósito de, metiéndole gato por liebre al público, trasmitir la idea de que toda la masa de ilegales que están estableciéndose dentro del Hexágono constituyen potencialmente la riqueza del mañana luminoso que aguardar las gracias a ellos, a nuestros nietos y biznietos.

Asociado a esos historiadores se encuentra el actual ministro de educación del gobierno Macron, un afrodescendiente formado en universidades francesas y reformateado durante sus posgrados en Estados Unidos en el bendito medio woke de la educación superior americana. No es solo el afiche: la exposición, que fuimos a visitar para recorrerla sin apriorismo y con el mayor eclecticismo posible, contiene en todas las salas un mensaje claro: Francia ha sido siempre tierra propicia a los inmigrantes y estos han sabido integrarse a ella. Como es natural allí han hecho un ajiaco mezclando referencias como la que califica a Luis XIV como «inmigrante» a pesar de que nació aquí de padre francés. El alibi abyecto se basa en que su madre fue española y su abuela austriaca. 

Al final aparece el mensaje más mentiroso: los que han llegado a Francia han sabido integrarse paso a paso, sin hacer ruido a pesar de haber sufrido discriminaciones iniciales, rechazos e incomprensión tocante a costumbres, a religión y a color de piel. Como punto culminante han escrito en las paredes mensajes que remiten a un multiculturalismo casi obligatorio, cosa que los actuales programas de estudio están sembrando en el subconsciente de los jóvenes. “Extranjeros por dondequiera”, otro leitmotiv presentado en paralelo, una ideología que los autores defienden sin sonrojo a pesar del gran rechazo que están creando. Un escándalo. La politización de la inmigración y del racismo sigue teniendo el viento en popa que soplan las minorías extremistas activas, y poco les importa que la barca en la que navega se asemeje cada vez más a la de Caronte.

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