Por Álvaro J. Álvarez. Exclusivo para LIBRE
Hace 60 años se produjo en Dallas un hecho sin precedente, el asesinato del presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy, quien viajaba a bordo de su Lincoln Continental de 1961, cuando al pasar por Dealey Plaza, tras girar en Elm Street frente al Texas School Book Depository, a las 12:30, fue abatido por varios disparos. John B. Connally el gobernador de Texas también fue herido, pero sobrevivió. Luego de los disparos, el agente del Servicio Secreto Clinton J. Hill subió a la parte trasera del Lincoln para con su cuerpo proteger al presidente que estaba herido de muerte. Ni Jackie Kennedy ni Nellie la esposa de Connally sufrieron daños.
La limusina fue llevada enseguida hacia el cercano Hospital Parkland donde el presidente fue declarado muerto.
Según nos han querido hacer creer el único culpable fue Lee Harvey Oswald, pero la lógica indica ¿por qué todavía hay informaciones bien guardadas que nunca han sido presentadas?
Jack Ruby asesinó a Oswald apenas dos días después de la muerte de Kennedy, mientras el responsable del asesinato del presidente estaba bajo custodia. Ruby fue detenido en el acto, arrestado y condenado por el crimen. Murió por un embolismo pulmonar causado por complicaciones de cáncer en 1967 en un hospital de Dallas, aun cuando permanecía bajo custodia policial.
Los Archivos Nacionales de Estados Unidos desclasificaron el jueves 15 de diciembre de 2022 13,173 documentos relacionados con el asesinato de John F. Kennedy, después de las declaraciones del presidente estadounidense, Joe Biden, según The Washington Post.
Se dice que, ya han sido publicados el 97 % de los archivos sobre el magnicidio del expresidente.
“Las agencias han emprendido un esfuerzo exhaustivo para revisar el conjunto completo de casi 16,000
registros que anteriormente se habían publicado en forma redactada. Determinaron que más del 70% (de ellos) ahora pueden publicarse en su totalidad”, ha explicado la Casa Blanca en un comunicado.
Cuando hablamos de Trinidad y Hermanos estamos hablando de una importante fábrica de productos del tabaco en Ranchuelo, en Las Villas.
Los hermanos Trinidad-Velasco eran cuatro: Ramón, Diego, Amado y José.
Amado fue muy conocido por su vinculación con la radiodifusión cubana.
Diego Trinidad Velasco es el padre de Diego C. J. Trinidad Valdés (1899-1980) y por tanto el abuelo de Diego Jesús Trinidad, que nació en Cuba y en Miami es un conocido ensayista, conferencista e investigador académico, con un Doctorado en Historia de Rice University.
A continuación, seguiremos describiendo lo que me envió el Dr. Diego Trinidad sobre los acontecimientos relacionados con el asesinato de Kennedy (JFK) y que escribió el 2 de octubre de 2013:
En casi 45 años investigando y escribiendo historia, nunca me había interesado el asesinato del presidente Kennedy. Sin embargo, después de leerme tres libros, he cambiado completamente mi opinión y ahora estoy convencido de que el presidente Kennedy fue efectivamente asesinado por Lee Harvey Oswald, pero con la complicidad de tres agentes de la DGI de Cuba.
Dos de estos agentes, Miguel Casas y Gilberto Policarpo López, probablemente le dispararon a Kennedy desde la celebrada “lomita de yerba” (Grassy Knoll) situada de frente a la procesión de carros que desfilaba por la calle Elm, esa fatídica mañana. Oswald disparó desde arriba y atrás, desde el edificio del Depósito de Libros Estatales, como bien se conoce, los otros dos tiradores lo hicieron de frente. Los tres libros que me han convencido son:
(1).- Disinformation, del ex General rumano Ion Mihai Pacepa (el desertor militar de más alto rango de ningún país comunista hasta 1979) y el historiador Ronald J. Rychlak, libro publicado en 2013.
(2).- Castro’s Secrets: The CIA and Cuba’s Intelligence Machine, de Brian Latell, publicado en 2012. Brian S. Latell ha sido especialista en América Latina desde los años 1960. Durante sus 35 años de servicio como analista de la CIA y el Consejo Nacional de Inteligencia asesoró a la Casa Blanca.
(3).-The Secret History of the CIA, escrito por el periodista investigador Joseph J. Trento en el 2001.
Pero hay más, mucho más para respaldar esta teoría, incluyendo evidencia documental contenida en los dos archivos soviéticos principales que se han publicado.
Se conoce muy bien la gran conspiración que hubo para eximir a los servicios de inteligencia de la antigua Unión Soviética y de Cuba desde el mismo día 22 de noviembre de 1963. Coincidentemente, conocida como Operación Dragón, la KBG y la DGI comenzaron la campaña de desinformación más exitosa en la historia para culpar a la CIA del asesinato del presidente y desviar cualquier responsabilidad de la URSS en el asunto.
Esta campaña logró que todavía millones de personas, entre los que estuve yo hasta hace poco, creyeran fervientemente que una conspiración organizada por agentes renegados de la CIA, millonarios petroleros de Texas, un pequeño grupo de fanáticos cubanoamericanos que participaron en la fracasada invasión de Bahía de Cochinos y algunos elementos de la Mafia, o combinaciones de estos grupos, fueron los responsables por el asesinato del Presidente Kennedy. Es más, para mí, por largos años, la mejor explicación de lo sucedido se encuentra en la novela Libra, escrita por Don DeLillo en 1988.
Antes de proceder a relatar esta teoría del asesinato (la cual no es mía; yo simplemente he reconstruido los hechos que están basados en distintas fuentes), debo aclarar que nada de esto se puede probar, como tampoco se puede probar las incontables teorías de conspiraciones que existen desde 1963, ni mucho menos el increíble reporte de la Comisión Warren publicado muy apresuradamente por órdenes del nuevo presidente Lyndon Johnson a solo semanas del asesinato.
El Reporte Warren famosamente concluyó que Oswald había sido el único asesino y que no hubo ninguna conspiración para matar al presidente. Johnson murió convencido de que Fidel Castro había dado la orden de asesinar a Kennedy en venganza por los múltiples atentados contra él preparados por la CIA. Johnson desde el principio sospechaba también que la Unión Soviética estaba involucrada y tanto la CIA como el FBI tenían suficiente evidencia desde el mismo mes de noviembre de 1963 que apuntaba a una conspiración soviético-cubana para asesinar a Kennedy.
Pero Johnson temía que, de conocerse esta evidencia, el peligro de una guerra nuclear era grave y además, pensaba en la posibilidad que Castro y sus agentes atentaran contra su vida si toda la conspiración no se encubría. Por otro lado, Johnson nunca conoció los planes secretos de asesinar a Castro, al contrario de Dulles en la CIA y Hoover en el FBI que sí los conocían. Por todo esto, el reporte Warren fue apresurado y casi toda la evidencia encontrada por la CIA y el FBI fue suprimida. El ex Director de la CIA, Allen Dulles y el Director del FBI, J. Edgard Hoover influenciaron igualmente en el encubrimiento pues las dos grandes organizaciones de inteligencia americanas tenían una enorme responsabilidad por lo sucedido al no detectarlo a tiempo. Pero a pesar de que lo que sigue es una teoría, tal teoría está basada en evidencia suficientemente sólida en mi opinión para ser muy creíble. Definitivamente para mí esta teoría tiene tantas o más probabilidades de ser cierta como cualquier otra que existe.
Tenemos que remontarnos al año 1957, cuando el joven marine Lee Harvey Oswald se encontraba estacionado en la Base Naval de Estados Unidos en Atsugi, Japón. Desde esta base (y otra en Turquía) salían los aviones espía U-2s a volar sobre Rusia y China en los años 1950s. Esos U-2s y las fotografías que tomaban sobre las dos grandes naciones comunistas revelaron la información sobre la verdadera situación del armamento nuclear y cohetería intercontinental de la URSS en 1960. Los líderes de la URSS sabían sobre los vuelos de los U-2s sobre su territorio, pero nada podían hacer por evitarlos. Los aviones espías volaban a una altura (hasta de 90,000 pies = 27,500 m) que los hacía inmunes a los cohetes y aviones Mig, que malamente podían alcanzar los 60,000 pies = 18,300 metros de altura. Es más, los militares soviéticos no sabían a qué altura volaban los U-2s y ese secreto era lo más importante que los servicios de inteligencia comunistas desesperadamente, intentaban conseguir.
Aquí entró Oswald en escena con 18 años con poca experiencia y muchos problemas emocionales, pero con una gran inteligencia nata y mucha habilidad matemática, lo que le facilitó una buena posición en las operaciones de radar de los U-2s en la base de Atsugi, a 36 km al Suroeste de Tokio. Oswald desde los 12 años al parecer había leído libros y panfletos comunistas y estudiado ruso por sí mismo. En sus días de permiso, Oswald visitaba el bar Queen Bee (Abeja Reina) que estaba más allá de sus medios económicos y que era además un centro de prostitutas conectadas con la KGB. Oswald aparentemente entró en una relación amorosa con una de ellas y por lo que sucedió después, se convirtió en un informante de la KGB debido a esa relación.
Gracias a información proporcionada por Oswald, la KGB probablemente llegó a conocer el gran secreto de la altura que podían alcanzar los U-2s y adicionales informaciones sobre sus radares y como evadían la detección sobre territorio soviético. Eventualmente, esa información llevó a la construcción de aviones interceptores conocidos como Sukhoi Su-9, uno de los cuales derribó por accidente al U-2 piloteado por Francis Gary Powers el 1 de mayo de 1960. El U-2 de Powers, contrario a lo que todavía se cree, no fue impactado por un cohete SAM (superficie-aire), sino por la corriente de aire causada por el Su-9, la cual le quebró un ala al U-2 provocando su caída.
El mismo Francis Gary Powers escribió en sus memorias Operation Overflight (1970) que Oswald le proporcionó a la KGB en Tokio información sobre los U-2s la cual les permitió a los militares soviéticos desarrollar la tecnología que eventualmente
derribó su U-2 en mayo, 1960.
Poco antes de ese episodio, Oswald se presentó en la embajada americana en Moscú para entregar su pasaporte americano y renunciar a su ciudadanía.
Oswald vivió casi tres años en Rusia (Minsk y Moscú) y durante ese tiempo, al parecer fue bien entrenado por la KGB en todo tipo de espionaje y también como francotirador, para lo que tenía buenas aptitudes. Después del humillante resultado de la Crisis de los Cohetes en octubre 1962, Khrushchev probablemente contempló la posibilidad de asesinar a Kennedy en venganza por el retiro forzoso de los cohetes soviéticos de Cuba.
La KGB ofreció los servicios de Oswald, pero Khrushchev reconsideró y la KGB decidió que Oswald era demasiado inestable para tal misión, sobre todo después de un intento de suicidio por parte de Oswald. Khrushchev y la KBG abandonaron la idea de utilizar a Oswald como asesino, pero no Oswald ni tampoco Fidel Castro y su DGI. Castro nunca perdonó a Khrushchev por lo que consideró fue una traición al retirar los cohetes de Cuba en 1962 y se sabe bien que instó al líder soviético a lanzar los cohetes y provocar una guerra nuclear. Su odio hacia Kennedy por los numerosos atentados contra su vida es muy conocido. Como Castro nunca olvida ni perdona, le tomó más de 20 años, pero al final logró “ajusticiar” a su viejo enemigo Rolando Masferrer en las calles de Miami.
Por eso no es difícil suponer que trató de vengarse de Kennedy. La KGB además hizo creer a Castro que la operación para asesinar a Kennedy sería compartida entre los dos servicios, aunque Oswald estaba preparado para ser el chivo expiatorio de cualquier manera. El problema fue que Oswald se enfrascó en proceder con sus planes de asesinar al presidente él solo, y así lo hizo. Excepto que uno, o los dos agentes de la DGI, Policarpo y Casas, le dispararon a Kennedy desde la “lomita de yerba” y todos los disparos impactaron al presidente y lograron matarlo. Muchos continúan insistiendo, o más bien creyendo como un acto de fe, que solo dos (¿o fueron tres?) disparos impactaron a Kennedy y los dos (o tres) provinieron del rifle de Oswald.
Citan evidencia balística de “expertos”. Mi respuesta es que toda evidencia puede ser fabricada o falsificada, incluyendo la de “expertos”.
La trayectoria de Oswald desde que se fue de Rusia y regresó a EE.UU. es muy conocida y sus actividades en New Orleans y en Dallas también lo son, de manera que no vale la pena repetirlas aquí. Supuestamente, mientras estuvo en Dallas, tuvo un “controlador” de la KGB, el empresario nacido en Rusia, George de Mohrenschildt. Es muy posible que de Mohrenschildt, quien se suicidó misteriosamente en West Palm Beach media hora después de ser entrevistado por el autor de Legend, Edward Jay Epstein y a pocos días de testificar ante el Comité Investigativo de la Cámara en 1977, haya financiado a Oswald por un tiempo a su regreso de Rusia y durante su estadía en New Orleans y luego Dallas.
Oswald no tenía medios ni para comer, pero mantenía a su esposa Marina Pausakova y a su pequeña hija. Además, hay que mencionar que fue a la embajada de Cuba en la Ciudad de México en octubre de 1963, visitó la embajada de la URSS y conversó con el agente residente de la KGB, Valery Kostilov y a gritos anunció su intención de matar a Kennedy.
A los pocos días, Cuba le otorgó una visa para visitar la Isla. Regresó a Dallas y procedió con su plan de dispararle a Kennedy desde el quinto piso del Depósito de Libros el 22 de noviembre. Tanto la KGB como el DGI conocían el recorrido y el itinerario de la caravana que conduciría a Kennedy al lugar de su muerte, al igual que Oswald, por supuesto. Tres agentes del DGI (el nombre del tercero no es conocido) llegaron a Dallas por separado el día anterior y Gilberto Policarpo López y Miguel Casas tomaron sus posiciones detrás de la “lomita” esa mañana.
Todos dispararon casi a la vez y el presidente fue herido mortalmente. Casas viajó a Laredo, Texas, esa misma tarde y de ahí voló en un avión privado a la Ciudad de México, donde otro avión de Cubana de Aviación esperó cinco horas en la pista hasta que Casas llegara para trasladarlo a La Habana. Policarpo López permaneció en Dallas hasta que Jack Ruby, otro agente del DGI (de acuerdo con el General Pacepa, quien debido a su posición de Jefe de Inteligencia de Rumania, compartía mucha información sobre agentes secretos en EE.UU. con otras agencias de inteligencia comunistas, incluyendo la KGB y la DGI), cumplió con su misión de matar a Oswald para silenciarlo. Policarpo López regresó a Cuba eventualmente volando en un avión comercial desde Tampa.
Así se cumplió la misión, de acuerdo con el legendario Jefe de Contra Inteligencia de la CIA, James Angleton, quien nunca lo reveló públicamente, pero murió convencido de que así sucedió. Pero la teoría de Angleton no era el capricho de un fanático paranoico, como fue descrito cuando el Director Colby lo forzó a renunciar en 1973, ni tampoco producto de su férvida imaginación. Nada de eso. Estaba basada en información que Angleton, y solo él, conocía. Información que ya no existe; fue destruida o “perdida”, no necesariamente por Angleton, aunque él también ocultó y destruyó evidencia que no consideraba prudente revelar o conservar. Y también estaba basada en el análisis único de quien mejor situado estaba para decidir cuán importante era tal información.
De todas maneras, era solo una teoría, entonces y ahora. Angleton nunca la pudo probar y probablemente ni siquiera la quiso probar, mucho menos revelar. Consideraba que no estaba en el interés nacional hacerlo. Pero Angleton no era quien para tomar esa decisión y por eso tiene que ser y debe ser criticado.
Todos los hechos descritos antes y toda la información al respecto están contenidos en los archivos de la CIA que nunca fueron revelados, ni a la Comisión Warren en 1963, ni tampoco después cuando tanto la CIA como el FBI decidieron ocultar y encubrir toda la información que tenían sobre la conspiración de la KGB/DGI para asesinar a Kennedy. Toda esta evidencia es posible que todavía exista, pero lo más probable es que fue destruida para siempre.
Aun así, el autor del libro citado al principio, Joseph Trento, un reportero investigativo desde 1968 con enorme experiencia en asuntos de inteligencia, entrevistó no solo a James Angleton por largas horas, sino también a los altos funcionarios de la CIA, John Sherwood y Robert Crowley y al Dr. William Corson, quien trabajó de asistente extraoficial para cuatro presidentes, comenzando con Kennedy. Trento además entrevistó a cientos de oficiales y agentes de la CIA y del FBI. Es decir, aunque la evidencia documental haya sido destruida en gran parte, quedan los testimonios de todos estos hombres y mujeres que arriesgaron sus carreras y a veces hasta sus vidas por tratar de revelar la verdad o al menos sus experiencias y también la información que Trento había recolectado durante muchos años. De esa manera también se escribe la historia.
Otro detalle que Brian Latell cita en su libro, está basado en información proporcionada por el agente de contra inteligencia radial cubano Florentino Aspillaga Lombard, quien desertó en Viena en junio de 1987 y vivía en EE.UU., bajo una identidad secreta, ya que fue condenado a muerte por Fidel Castro. Según Aspillaga, quien desde una caseta en el pueblo costero de Jaimanitas, al oeste de La Habana, espiaba las comunicaciones radiales de la CIA. El viernes 22 de noviembre de 1963, temprano en la mañana recibió órdenes de monitorear todas las comunicaciones radiales de onda corta procedentes de Texas, especialmente las originadas en Dallas. Así pudo enterarse Aspillaga del atentado y luego de la muerte de Kennedy para luego comunicárselo a sus jefes en La Habana.
Lyndon Johnson desde el principio sospechaba, como he mencionado, del involucramiento de la KGB y sobre todo de Castro. Esto es bien conocido. Se lo confesó a varios de sus más íntimos colaboradores como su Jefe de Despacho, Joseph Califano y el poderoso Senador Demócrata de Georgia, Richard Russell, quien también compartía esas sospechas.
Todo lo relacionado con la convicción de Johnson de que Castro estaba involucrado en la conspiración está bien documentado en el libro publicado en 2003, “An Unfinished Life”, una excelente biografía de Kennedy, del historiador Robert Dallek.
Robert Kennedy también estaba convencido de la siniestra mano de Castro en el asesinato de su hermano y tan convencido estaba de la conexión de Castro en el asesinato de su hermano que fue él quien sugirió una investigación independiente (la Comisión Warren) con el propósito específico de encubrir todo lo sucedido. Aunque Johnson al principio rechazó tal investigación, tanto Allen W. Dulles como J. Edgar Hoover lo convencieron qué, si esas sospechas se hacían públicas, según Richard Helms, el Sub-director de la CIA en aquel momento, “las implicaciones hubieran sido cataclísmicas”.
Richard Helms hizo esas declaraciones ante el Comité Investigativo de la Cámara en 1975. Pero en noviembre de 1963, esa era la opinión general de casi todos los asesores de Johnson, incluyendo el embajador de Estados Unidos en México, Thomas Mann, quien así se lo comunicó a Johnson, después de admitirle que él también sospechaba que Castro estaba detrás del asesinato, pero había que ocultar esas sospechas de todas maneras.
Puedo seguir mencionando libros y fuentes que he consultado durante mis 45 años investigando las dos grandes crisis de Kennedy en Cuba, la invasión de Bahía de Cochinos en 1961 y la Crisis de los Cohetes de 1962. En sí, desde que escribí mi disertación doctoral en la Universidad de Rice en 1970, conozco bien los posibles planes de Kennedy de un acercamiento con Khrushchev, inclusive menciono al final de la disertación la investigación del Fiscal Estatal de New Orleans Jim Garrison sobre el asesinato y lo que Garrison supuestamente “descubrió” (nada descubrió, pero eso no evitó que el izquierdista radical Oliver Stone filmara la película-propaganda JFK, que “demuestra” que la CIA mató al presidente).
Simplemente nunca me interesó investigar el tema a mayor profundidad por las razones ya mencionas. Ahora, después de varios meses, si me he dedicado a investigarlo y lo que ofrezco es mi teoría o, mejor dicho, mi reconstrucción de la teoría de Angleton reforzada por la información que he encontrado en los recientes libros ya citados. Nadie, que yo sepa, ha expresado esta teoría que aquí propongo, al menos no públicamente. Como dije antes, no lo puedo probar, pero estoy convencido que los hechos ocurrieron como los describo. La historia se conocerá algún día. Quizás.
Hasta aquí la información aportada por el Dr. Diego Trinidad el 2 de octubre de 2013.
Estas son otras informaciones relacionadas con lo sucedido aquel viernes 22 de noviembre.
Existen publicaciones que relacionan al oficial de la Seguridad del Estado castrista, Fabián Escalante Font en el asesinato de Kennedy.
La misma tarde de la muerte de Kennedy, la policía detuvo a Lee Harvey Oswald a quien acusó, ya al caer el día, de asesinar a Kennedy. Según la policía, Oswald había disparado tres balazos desde la ventana del sexto piso del Depósito de Libros, tres únicos balazos, con un rifle Mannlicher Carcano, 6.5 milímetros, accionado por cerrojo. Huyó, llegó a su casa, asesinó al policía, J. D. Tippit que pasó a verlo nadie sabe con cuáles intenciones y luego se metió en un cine, donde fue detenido.
Oswald negó siempre haber hecho los disparos y el 24 de noviembre fue asesinado de un balazo en el estómago por el hampón Jack Ruby, en los sótanos del cuartel de la policía de Dallas, a la vista de medio centenar de detectives, agentes y periodistas, cuando era trasladado, esposado y custodiado por dos hombres, a la cárcel de la ciudad.
El 27 de septiembre de 1964, diez meses después del magnicidio, Warren entregó a Johnson las conclusiones de su investigación: eran 26 volúmenes y un informe final, que decretaron lo que acaso haya sido el primer caso documentado de “historia oficial”. Tanto, que muchos detractores de la Comisión la acusan de haber encubierto el asesinato del presidente, más que esclarecerlo.
Entre los miembros de la Comisión Warren estaba Allen Dulles, ex jefe de la CIA, el congresista republicano Gerald Ford, el congresista demócrata Hale Boggs, el senador demócrata Richard Russell Jr., el presidente del Tribunal de Justicia Earl Warren, el senador republicano John S. Cooper, el expresidente del Banco Mundial John J. McCloy y el senador demócrata Arlen Specter.
La mujer del gobernador Connally, Nellie, creyó siempre que existió un “fuego cruzado”, que su marido fue herido por un balazo distinto al que hirió a Kennedy y salió por su garganta. Dijo sentir cómo rozaban su humanidad, calculó siempre que fueron más de tres y que llegaron de diferentes direcciones.
Decenas de testigos juraron que el disparo que destrozó la cabeza de Kennedy llegó de frente, desde un parapeto conocido como “grassy knoll” (loma de hierba) en la Plaza Dealey.
Existe también una evidencia temporal que atenta contra las conclusiones de la Comisión: los tres disparos que le adjudican a Oswald fueron hechos en un lapso de poco entre 6 y 8 segundos. No hay casi tiempo material para que el más hábil tirador haya accionado el cerrojo tres veces, haya apuntado otras tres y haya acertado dos en la cabeza y en un auto en movimiento.
Y son los tres disparos, los que hacen tambalear a los 26 volúmenes de la Comisión Warren.
Desde el momento de conocida la muerte del presidente, se fijó la cantidad de disparos en tres: dos habían acertado a Kennedy y una tercera bala había herido al gobernador Connally. Eso fue para la Comisión Warren: tres balazos y dos heridos.
Pero los heridos no fueron dos, sino tres. El tercer herido, de modo indirecto, se llamaba James Tague y estaba parado a 158 metros del coche de Kennedy. En el momento de los disparos contra Kennedy, Tague sintió un dolor en la mandíbula, lo había golpeado un pedazo de concreto que había levantado una bala perdida. El afirmó que el disparo vino desde detrás del muro que cercaba la famosa “loma de césped” (grassy knoll) de la Plaza Dealey.
Numerosos testigos afirmaron que hubo un inicial disparo perdido que fue a dar en la calle Elm, por detrás de la limusina presidencial. Si así fue, se dispararon más de tres balazos y más de tres disparos colocaban en el escenario a más de un tirador y la Comisión no parecía muy dispuesta a aceptar ese argumento, pese a sus cuidadas “diferencias de opinión” de las que habla su informe final.
La Comisión Warren llegó a doce principales conclusiones
1) Los disparos fueron hechos desde una ventana del sexto piso del Depósito de Libros de Dallas
(Texas School Book Depository).
2) Se hicieron sólo tres disparos contra Kennedy.
3) La misma bala que hirió al presidente en el cuello hirió al gobernador Connally, que viajaba en el asiento delantero del Lincoln presidencial.
4) Los disparos fueron hechos por Lee Harvey Oswald.
5) Oswald asesinó a un policía 45 minutos después del ataque al presidente.
6) Oswald se resistió al arresto y quiso disparar contra otro policía.
7) El trato dado a Oswald por la policía fue correcto, excepto en la permisividad que mostró en el acceso de la prensa al acusado y que fue contraproducente.
8) El asesinato de Oswald por parte de Jack Ruby fue realizado sin apoyo de nadie de la policía y se critica a este cuerpo por la decisión de trasladar al acusado a la cárcel a la vista del público.
9) No hubo conspiración ni de Oswald ni de Ruby en los hechos que se investigaron.
10) Ningún agente del gobierno ha estado involucrado en conspiración alguna respecto a los hechos.
11) Oswald actuó solo, sin apoyo alguno para asesinar al presidente y su única motivación eran sus propias situaciones personales.
12) El Servicio Secreto, encargado de la protección del presidente, no ha actualizado sus procedimientos de acuerdo con las nuevas necesidades de movimiento del presidente de los Estados Unidos y recomienda reestudiarlos.
En 2017, el expresidente Donald Trump prometió desclasificar toda la información secreta sobre el caso. Lo hizo con 2,800 documentos, sin embargo, Trump mantuvo en secreto una cantidad no determinada de documentación a pedido del FBI y de la CIA.
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