Rafael Soto Paz (1952)
La revolución cubana del 95, además de su raigambre popular, contó con el decidido apoyo de los veteranos del 68. Las discrepancias que surgieron entre los viejos mambises y los pinos nuevos a tiempo quedaron resueltas. Un mismo ideal los animaba a todos, Cuba libre e independiente. “Mayía” Rodríguez, que fuera el primer mayor general que muere nacida ya la República, es un reflejo vivo de ambas epopeyas.
De familia, de abolengo y prestigio social, José María Rodríguez y Rodríguez vio la luz en Santiago de Cuba el 13 de junio de 1849. Asiste a escuelas de la ciudad, pero su afán por la equitación y la vida agreste priman sobre las aulas. Por ello, al comenzar la revolución del 68, el joven se alista como soldado de caballería en la columna del gran Donato Mármol, fundador del Regimiento Santiago. El arrojo de Mayía es tal que, pronto llega a ser su jefe predilecto.
Peleó bravo en las acciones de “Hato de Medio”, “Cayo Rey” y en las llanuras de Guantánamo. Lo mismo en los asaltos de “La Indiana” y “Las Guásimas”, luego en la batalla de “Naranjo”. En marcha hacia las Villas, una bala le atraviesa la pierna izquierda, dejándole inutilizada. El patriota se repone. Ya con el grado de coronel en la batalla de “Mangos de Mejía”, en un acto de bravura, salva la vida al titán Maceo. Y al venir la paz del Zanjón tras 10 años de dura lucha lo encuentra en plena manigua.
De vuelta a la ciudad natal, Rodríguez se pone a conspirar. Sorprendido en junio de 1879, el Gobernador de la Plaza lo deporta a España con Flor Crombet, Pedro Martínez Freyre, Pablo Beola y Antonio Aguilera. Al llegar a Madrid, Martínez Campos, a la sazón presidente del Consejo de Ministros, en su interés de corromper a los patriotas, les ofrece destino. Mayía es el primero en rechazar la dádiva con más energía, por ello a los dos meses siguientes al estallar en Cuba la Guerra Chiquita lo encierran en el castillo de Mahón. El ilustre mambí pasará 3 años encerrado.
Puesto en libertad, el general Rodríguez se traslada a la República Dominicana. Aquí se casa con una dama del país y se pone en contacto con Máximo Gómez para preparar la gloriosa gesta del 95. Su prestigio es tal que Mayía suscribe con Enrique Collazo y el Apóstol Martí la orden de reiniciar la contienda libertadora.
De nuevo pisa tierra cubana, desembarcando en una expedición en julio del 95, en Tayabacoa, Las Villas. Con Rodríguez vienen los generales Carlos Roloff y Serafín Sánchez. Como se ha dicho, este arribo sirvió para dar auge al movimiento rebelde y pertrechar a la columna invasora. Incorporado a ella, poco después, Gómez designa al general Rodríguez Jefe del tercer Cuerpo (Camagüey). Luego a la muerte de Maceo se le confía la jefatura del departamento militar de Occidente y en ese altísimo cargo la paz lo sorprende.
El pulcro patriota se refugia en La Habana, la pobreza lo agobia. Aspira a director de la Casa de Beneficencia y le niegan el cargo. Como alguien ha dicho, “la tisis se hospedó en su pecho y la penuria en su hogar”. No hay que verle más que sus ojos cargados de tristeza. El ciclo de su existencia se iba a cerrar como había vivido en una noche tormentosa. El almanaque daba una fecha, mayo 24 de 1903. El patriota contaba, pues, 54 años.
De ellos, 32 los había dedicado a la libertad de su patria.
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