EL FLORIDITA, la cuna del mejor daiquirí, es un producto de la Cuba anterior al comunismo implantado en 1959

Written by Alvaro J. Alvarez

14 de abril de 2022

Los comunistas lo único que han hecho allí, como siempre, es “robárselo” a sus legítimos propietarios

Por Álvaro J. Álvarez. Exclusivo para LIBRE

Si usted sale de Barcelona a recorrer la costa mediterránea con rumbo Noreste a los 75 kms. llegará a un pueblo llamado Lloret de Mar. La historia describe que hubo una época en la que tuvo astilleros donde se construían barcos que viajaban hasta América. Y era en esas naves que zarpaban hacia América jóvenes con ganas de aventura, nada que perder y mucho por ganar, se enrolaban como marineros o cocineros para pagarse el pasaje, en busca de un porvenir aportando sus ideas de una vieja Europa a una joven América, en las postrimerías del siglo XVIII, durante todo el XIX y en los albores del XX.

 De ese movimiento de personas de un lado al otro se ha concluído que los 

indianos (así llamaban a los que se iban a vivir a América) solo fueron mensajeros de un patrimonio gastronómico de un continente al otro, con mercaderías que viajaban para allí y otras que venían. Gracias a ello tenemos el chocolate, la patata, el pimiento o el imprescindible tomate.

Y del viaje de ida ha quedado para la posteridad el Daiquirí del coctelero Constantino Ribalaigua “El Constante” en su famoso local, El Floridita.

La emigración catalana a América tuvo un gran auge a mediados del siglo XIX, especialmente hacia Cuba, Méjico y Argentina.

UN MURO DIVISOR

En 1817 La Habana era una ciudad de poco más de 84,000 habitantes, protegidos por un sistema de fortalezas y murallas por el constante asedio de corsarios y piratas. Un muro dividía en dos la ciudad. Uno de los puntos principales de acceso a la ciudad amurallada fue la puerta de Monserrate, con su entrada en la calle Obispo y su salida a O’Reilly.

Al igual que las otras puertas, se abría a una hora de la mañana y cerraba a una hora determinada de la noche, señalado por cañonazos en la Fortaleza San Carlos de la Cabaña, el conocido cañonazo de las 9.

Alrededor de ese tiempo, el hielo hizo su aparición en La Habana. A pesar de que habían sido desembarcados por sus beneficios medicinales, se puso a su mayor uso en esta ciudad para bebidas frías y alejar el clima sofocante tropical.

UNA BODEGA DE COCHEROS

El lugar donde hoy se encuentra El Floridita fue en sus comienzos, hace más de dos siglos, una bodega muy visitada por los cocheros de punto que adquirían allí la harina que mezclada con agua daban a sus caballos.

La bodega como tal estaba poco surtida, pero entre aquella agua, que las bestias bebían en el mismo sitio y la cantina, sus propietarios hicieron una fortuna que les permitió retirarse ricos. Terminaron vendiendo y entonces se convertiría en La Piña de Plata.

El 6 de julio de 1817, en la esquina de Obispo y Monserrate, había una casona de ventanales, a la que acudían personas elegantes, músicos, militares, faranduleros y hombres de todo tipo gustosos de saborear la sabrosa ginebra compuesta, el vaso de agua con anís y panales, el típico vermú, el licor de piña o el sabroso aguardiente de guindas, mientras las señoras, en sus quitrines, bajo el quitasol de seda, saboreaban frutas, sorbetes y vasos de refrescos elaborados a partir de las frutas del país.

Allí, se podía calmar la sed con zumos, batidos de leche, una bebida con sabor a almendras llamado horchata y refrescos a base de frutas. También disponible las bebidas alcohólicas y para el final del siglo XIX, las primeras combinaciones: mezclas simples de ron, ginebra, vermut o coñac, que fueron los antepasados de los clásicos cócteles internacionales.

LA PIÑA DE PLATA

El bodegón La Piña de Plata se transformó durante la intervención militar de EE.UU en el cuartel general de los buenos catadores norteamericanos y sus cantineros fueron poniendo una nota de modernidad en las simples bebidas primitivas.

En 1888, en el # 32 de la calle Carmen, en Lloret de Mar, nació Constantí Ribalaigua Vert, de una familia de pescadores. Era el hijo más pequeño de Salvador Ribalaigua y Cristina Vert. Su padre emigró a La Habana como tantos otros lloretenses en busca de fortuna y en 1901 le pidió a su hijo Constantí (Constantino) que viniera para Cuba. Cuando llegó tenía 13 años, pero inmediatamente se puso a trabajar de mesero en un bar propiedad de otros lloretenses llamado Café Central, donde también trabajaba su padre Salvador.

En 1898, La Piña de Plata cambió su nombre por La Florida, con el objetivo de atraer a los visitantes cada vez más numerosas de los EE.UU, que pasaban por la península de La Florida. En ese momento era un bar abierto desde el que se podía observar a los transeúntes.

LA PLAYA DAIQUIRÍ

A unos 30 kms. al Este de Santiago de Cuba está la playa Daiquirí y a 4 km. había una mina de hierro. El Director de la mina era el ingeniero estadounidense Jennings Cox, cuando en 1898 lo visitó un colega, el italiano Giacomo Pagliuchi, ingeniero de minas, Cox quiso preparar un trago que fuera refrescante, se le había acabado la ginebra y tuvo que utilizar ron, le añadió zumo de limón y un poco de azúcar.

Aquello resultó muy agradable y Giacomo le preguntó como se llamaba el trago, pero como Cox no supo qué responder entonces Giacomo dijo: “pues le llamaremos Daiquirí” (el nombre de la mina de hierro). Una noche estaban ambos ingenieros en el Bar Americano del Hotel Venus (cercano al parque Céspedes y demolido en 1932) de Santiago de Cuba y pidieron un Daiquirí, por supuesto el cantinero no sabía nada de eso, entonces Cox le escribió la receta en un papel. 

La bebida realmente no se extendió hasta 1909, cuando el almirante Lucius W. Johnson, un médico de la Marina de los Estados Unidos, probó la bebida y la introdujo en el Club del Ejército y de la Marina, de Washington, DC. Ya en 1913, en el Bar del Hotel Plaza de La Habana, el cantinero español Emilio González (falleció en 1940) conocido como Maragato, le ofrecía a sus clientes Daiquirí y también compartió su receta con su amigo, el cantinero de Lloret de Mar.

LA FLORIDA

Años después, El Café, como se le llamaba en la familia Sala al negocio, pasó a denominarse Café Restaurante La Florida.  Entre sus empleados se encontraba un joven de Lloret de Mar (ciudad natal de la familia Sala) llamado Constante Ribalaigua Vert. En 1914, el catalán Costantino comenzó a trabajar como mesero y en 1918 se convertiría en dueño del local al adquirirlo a la familia Sala Parera, ya bajo su nombre definitivo.

El período de 1920 a 1933 conocido vulgarmente como La Ley Seca en los EE.UU produjeron una enrevesada intersección entre el licor y la legalidad, el auge del cóctel en EE.UU fue tanto una necesidad como una preferencia. Durante la Prohibición, los bares clandestinos en la nación del Norte, tenían acceso limitado a bebidas alcohólicas de calidad, lo que podían obtener era fuerte, con frecuencia casero y, a menudo, áspero al gusto.

Los camareros de la trastienda de todo el país tenían que ser creativos y agregar frutas frescas o guarniciones sabrosas para hacer que la ginebra (y el whisky y el ron) de la bañera fueran más agradables al paladar.

Aquellos que podían darse el lujo de escapar de las restricciones de la prohibición viajaron al extranjero, pero Cuba, a solo 90 millas de la costa de Florida, fue un respiro cercano y bienvenido para los estadounidenses sedientos. Según cálculos, el turismo estadounidense a Cuba se duplicó entre 1916 y 1926, de unos 45,000 a 90,000 turistas al año. 

El Floridita, pronto fue conocido como La Catedral del Daiquirí y Constantino Ribalaigua y Vert, su propietario, como el mejor cantinero del mundo. Constante para los Cubanos, creador de brebajes mágicos y en especial uno: El Daiquirí Frappé. Por El Floridita pasaba gente de los cinco continentes y se hizo popular internacionalmente.

APARECE LA BARRA

En la década del 20, Constantino mejoró la apariencia de su local y contrató a un ebanista de su pueblo llamado Esteban Pi para construir una barra de caoba de unos 30 pies de largo.

En 1924, nació el primer Club de Cantineros de Cuba convirtiéndose así en la asociación más antigua del gremio de los cantineros de un país del que se tenga registros oficiales en el mundo.

 El objetivo era reunir en La Habana a cantineros de todo el país, compartir conocimiento, capacitación y elaboración de nuevos cócteles, en su esfuerzo por contribuir al desarrollo de la coctelería nacional y su imagen a nivel internacional.

El origen del 7 de octubre como Día del Cantinero Cubano tiene varias versiones, sin embargo, un viejo cartel señala al día 7 como fecha, donde además aparece el emblemático cantinero español, radicado en Cuba y artífice del trago Daiquirí, Constantino Ribalaigua (Constante), que era una persona divertida que podía escuchar bien, algo muy importante para cada barra y los invitados lo adoraron por eso.

Y SURGE EL FAMOSÍSIMO DAIQUIRÍ

Constantino Ribalaigua era sagaz, sabía que necesitaba algo especial, algo que lo distinguiera de otro lugar, él llamó estilo propio para «tomar el día». Conocedor de todos los secretos de la barra, por lo tanto la respuesta está allí y no tardó en encontrarla. 

Con ayuda de su máquina de moler hielo marca Flak Mak, recién traída de los EE.UU, picaba el hielo, lo conservaba en una caja con aislante y huecos en el fondo para mantener seca la nieve. Lo juntaba en una batidora con una onza y media de ron blanco, una cucharadita de azúcar, 5 gotas de marasquino, el jugo de medio limón y lo sirve en una especial copa de boca ancha previamente helada.

Ha puesto su sello al famosísimo Daiquirí Floridita, que dará la vuelta al mundo de la mano de famosos de todos los sectores. Con los años la bebida adquirió fama y el nombre se asoció al local.

Muchos de los clientes asiduos que acudían al Floridita solicitaban frecuentemente que Constante o Miguel les prepararan un Daiquirí, dándole nombre propio a ese cóctel que tuvo cada vez más aceptación y prestigio. 

HEMINGWAY

Hemingway, en cambio, era un visitante tan asiduo que recibió una receta personalizada, servida con doble dosis de ron, el famoso Papa Doble,

 se describe en el libro Cócteles Floridita. Como era diabético y tenía un gusto muy amargo por las bebidas, el escritor era adepto a cuanto menos dulce, mejor. Por eso le sugirió al cantinero que preparara un Daiquirí sin azúcar. Años más tarde, se agregó a la receta jugo de toronja y marasquino. La idea era hacerlo más dulce y complacer a una mayor parte de la clientela. Así nació el Ernest Hemingway Special.

El Daiquirí #1 es: 2 oz. de Ron Bacardí, 1 cdta. de azúcar, el jugo de ½ limón, Hielo Menudito, batir y colar bien. El Daiquirí #2: 2 oz. Ron Bacardí, unas gotas de Curacao, 1 cdta. jugo de naranja fresco, 1 cdta. de azúcar, el jugo de ½ limón, hielo menudito, batir y colar.

El Daiquirí # 3 se conoce como Estilo Maidique (me imagino sea por el Senador Modesto Maidique (1890-1941): 2 oz. Ron Bacardí, 1 cda. Azúcar, 1 cdta. jugo de de toronja, 1 cdta. de marasquino, jugo de ½ limón verde, hielo frappe, batido y servir frappe.

Luego vino el Daiquirí # 4 o Estilo Floridita: 2 oz. Ron Bacardí, 1 cdta.de azúcar, 1 cdta. de Marasquino, el jugo de ½ limón, batirlo en licuadora con hielo y servirlo frappe.

El Daiquirí Floridita Especial: 1/3 oz. Whiskey, ½ oz Vermouth Martini Rossi, 1 cdta. Amer Picón, ½ cdta. Curacao, ½ cdta. de azúcar, 1 gota de Angostura, 1 cáscara pequeña de limón, hielo menudo, batir y colar bien.

Por su saber hacer y creatividad, Ribalaigua también era conocido como El Rey de la Coctelería, posiblemente creó unas 145 fórmulas.

EL PRESIDENTE

Otro cóctel típico del Floridita es el  “Presidente” y fue idea del mayor

general Mario García Menocal, siendo el tercer Presidente de Cuba Republicana (1913-1921) llegó una tarde al Floridita y pidió a Constante un trago. Entonces Constantino creó esto: ½ oz de Vermouth Chambery, ½ oz de Ron Bacardí Oro, ½ cdta. De Curacao, Hielo Picado, batir y colar bien, guindas o cherries y una corteza de naranja de adorno. Extendió su brazo y le dijo: “General, aquí tiene su Presidente”.

De su ingenio nacieron mezclas tan famosas como la Mary Pickford, para esa actriz canadiense-estadounidense (1892-1979): ½ onza jugo de piña, ½ onza Ron Bacardí, ½ cucharadita Granadina, Hielo Picado, Batir y servir en una copa. El Havana Special, que respondía al nombre de una línea de viajes marítimos a Cuba desde Key West: 2 onzas Ron Bacardí, ¾ onzas jugo de piña fresco, ½ onza jugo de limón fresco, ¼ onza de sirope, 1 cda. licor marasquino, hielo picado y una

cherry, cereza o guinda.

El Pepín Rivero Special: 1/3 oz. Leche Fresca, 1/3 oz. Crema de Cacao, 1/3 oz de Ginebra, ¼ oz. de Cointreau, ½ cdta. de azúcar, hielo abundante, batir bien y colar. El Josephine Baker: ½ de Brandy Pedro Domecq Soberano, ½ oz. de Vino Oporto, 1/3 oz. Brandy Apricot, 1 cdta. azúcar, la cáscara de un limón, la yema de un huevo, hielo picado, batir y colar bien, canela por arriba.

Al Floridita se le conoce como La Cuna del Daiquirí, por ser el lugar donde se hizo famoso, combinando en una receta específica los ingredientes primitivos, entre los que se encontraba siempre el ron Bacardí, elaborado en la destilería ubicada en Santiago de Cuba fundada en 1862 por el catalán Facundo Bacardí Massó (1814-1886), cuyos herederos eran amigos de la familia Sala.

Fue Constantino quien llevó por primera vez a la batidora el Daiquirí, creando así el Daiquirí frapeado.

El escritor Ernest Hemingway (1899-1961) arribó por primera vez a Cuba el 1 de abril de 1928, a las 22:50 hora local, acompañado de su segunda esposa Pauline Pfaiffer en el vapor Orita, haciendo escala de un viaje desde Francia hasta Key West. (Se casó cuatro veces)

Aunque hay otra versión que afirma que llegó a La Habana atraído por Jane Mason, la esposa del millonario George Grant Mason (representante en Cuba de la Pan American Airways).

En 1929 volvió a acercarse a las aguas cubanas con su barco Anita para pescar agujas, y es aquí cuando Cuba lo enamora perdidamente, tanto que en lo adelante vivió en La Habana hasta 1960.

“No te molestes en descubrir iglesias, edificios o plazas de una ciudad. Si quieres conocer su cultura, pasa una noche en sus bares”. La frase pertenece a Ernest Hemingway. Lo primero que hizo cuando llegó a La Habana fue bebérsela entera.

MÁS DE HEMINGWAY

A Ernest Hemingway le gustaba levantarse temprano. Era el año 1938, escribía mejor por la mañana, de pie frente a su máquina de escribir, pulsando las teclas tan rápido como le llegaban las palabras. Fue una suerte, porque a las 11 am, el calor de La Habana comenzó a colarse en su habitación #511 en el Hotel Ambos Mundos en Obispo y Mercaderes. No podía pensar y mucho menos escribir, bajó desde el 5to. piso en el elevador Otis del Hotel y salió caminando por la calle Obispo, una de las calles más concurridas de La Habana, cuando había recorrido unas 8 cuadras necesitó ir al baño, entró en un bar, en la esquina Monserrate (Ave. de Bélgica), estaba reseco y no pudiendo resistir el encanto del Floridita, como se llamaba ese sitio, se sentó en la primera banqueta junto a la preciosa barra de caoba y pidió un trago refrescante. Por suerte, el cantinero Constantino Ribalaigua Vert siempre estaba esperando con su delantal blanco, la coctelera en la mano y las copas de cóctel alineadas en la barra de madera oscura. Un buen cantinero sabe la forma correcta de saludar a un cliente sediento, aunque un gran cantinero sabe que Ernest Hemingway no era el típico cliente sediento.

Probó uno y dijo: “Eso es bueno, pero lo prefiero sin azúcar y ron doble”.  Así, Constante lo preparó a su gusto y le sirvió a él diciendo. “Ahí está papá”. Así es como nació el Papa Doble o el Papa Hemingway. Luego le añadió zumo de toronja y se convirtió en el Hemingway Especial.

Martha Gellhorn, una excorresponsal de guerra de la Revista Time, su tercera esposa. Cansada de vivir en Ambos Mundos y del estilo de vida de Hemingway, llena de bares en La Habana Vieja, leyó un anuncio alquilando en $100 la finca de 15 acres El Vigía, en San Francisco de Paula, un barrio tranquilo, a 13 kms al Sureste del Floridita, (allí vivió hasta el 25 de julio de 1960 que se fue para Idaho y a los 342 días se suicidó con su escopeta de caza).

Hemingway más tarde la compró en $12,500, con los ingresos de la venta a Hollywood de los derechos de “Por quién doblan las campanas”, su novela sobre la Guerra Civil española, que se convirtió en una película clásica protagonizada por Gary Cooper e Ingrid Bergman. Cooper, un amigo de Hemingway, estaba entre la larga lista de celebridades que viajaron a la finca en los años posteriores.

Habitualmente viajaba hasta El Floridita, para beber su daiquirí favorito en el que él llamaba «el mejor bar del mundo». Sentado en su misma banqueta, la primera en la barra.

Fue un cliente habitual del Floridita durante 22 años y así dejó constancia en su novela póstuma Islas en el Golfo (1986). Se llevaba su termo lleno de Daiquirís, para la finca o para su barco.

Hemingway llevaba a todos los que lo visitaban a ver a Constantino. Todos iban al Floridita a tomar copas.

Según cuenta su sobrina Hilary Hemingway (que nació en 1961 se crió en Miami Beach y desde hace 6 años vive en Cape Coral) Ava Gardner y John Wayne se dejaron caer por los cócteles elaborados por Constante. Con una botella de Gordon’s Gin en El Floridita, Spencer Tracy convenció a Hemingway de que Tracy debía interpretar el papel de Santiago, en la película El viejo y el Mar.

En una ocasión, Hemingway susurró a un compañero sentado en la barra de caoba que había agentes del FBI estadounidense sentados a pocas mesas de distancia, investigando cada uno de sus movimientos. Algo que con el tiempo se supo era verdad.

Phillip Greene, autor de un libro sobre él, dice que Hemingway se jactó con orgullo de haber bebido 17 de los daiquirís de Constante en el transcurso de una tarde en 1942 ¡eso es muchísimo Daiquirí!

MUERE EL MAESTRO DE LOS CANTINEROS

Constantino Ribalaigua Vert, murió el martes 2 de diciembre de 1952 a los 64 años y cuando lo supo, Hemingway escribió: “Ha Muerto el maestro de los cantineros. Inventó El Floridita”.

En su edición del miércoles 3 de diciembre, el periódico Alerta reseñaba así su deceso: “Ayer pulcro como era, quiso afeitarse en las primeras horas de la mañana, como era su costumbre. Pero tan pronto comenzó el barbero su tarea, un colapso abatió al primer

barman del mundo, a Constante I, emperador de los cócteles. El desfile incesante por la funeraria y la cantidad de coronas que se amontonan junto a su féretro, demuestran la firmeza de los afectos que sembró”.

Su viuda Amparo Meilán estuvo administrando el negocio hasta el final, en 1963.

He tenido una referencia que fue un cantinero apodado Pedrín quien a partir de ese momento siguió atendiendo en sus visitas al Floridita al escritor Premio Nobel de Literatura de 1954 por su libro El Viejo y El Mar. En ese mismo año sus amigos colocaron su busto en el Bar.

Como Hemingway dependía mucho de la comida del Floridita para ofrecerla en sus fiestas en El Vigía, quien se encargaba de aquel servicio a domicilio era el hijo mayor Constantino que había nacido en 1937.

La familia Ribalaigua-Meilán vivió primeramente en La Habana Vieja y luego en el Reparto Almendares. Su otro hijo Jorge estudió en el Colegio jesuíta de Belén.

Constante creaba un cóctel para un cliente y jamás lo cataba antes de servírselo ni después.

Fernando G. Campoamor (1914-2001) periodista que nació en Artemisa, cuyos libros y artículos tratan del Floridita. Era posiblemente uno de los mejores amigos de Hemingway y ambos visitantes diarios al bar de Constantino. Fue la persona a la que Ernest Hemingway le entregó la medalla de su Premio Nobel con la misión de que la colocara en el Santuario de la Virgen del Cobre en Santiago de Cuba, donde permanece desde entonces.

Según Campoamor la receta del Daiquirí Especial de Hemingway: 4 onzas de ron Bacardí,

 2 cucharaditas de juego de toronja, 1 cucharadita de marasquino, 1 limón verde y hielo frappé. Batir bien y servir en una copa de champán. Fíjense que las 4 onzas son 120 ml de ron, una cantidad considerable que indica que a Hemingway le gustaban cargados.

El Coctel Greta Garbo, 10 gotas de curacao rojo, 10 gotas de marasquino, ½ onza de jugo de piña, una onza de ron oro y hielo frappé. Batir y servir en una copa de champán.

Durante 34 años, Ribalaigua atendió a turistas, artistas, actores y expatriados, creando cócteles artesanales en un momento en que trabajar con licor apenas se consideraba un arte. Eventualmente, su oficio haría mundialmente famoso a El Floridita.

Los clientes habituales lo llamaban, simplemente, Constante. El periodista deportivo estadounidense Jack Cuddy, llegó a La Habana a principios de la década de 1930 para observar a los Gigantes de Nueva York en el entrenamiento de primavera, una vez le preguntó al hombre detrás de la barra del Hotel Nacional quien era el mejor cantinero de Cuba. Constante, dijo el hombre, sin dudarlo. Cuddy narró lo que sucedió a continuación: «Enviamos un comité de uno para hacer una llamada telefónica al Sloppy Joes, al Plaza, al Sevilla y al Prado 86. Volvió y dijo que el cantinero tenía razón. La votación fue unánimemente a favor de Constantino Ribalaigua”.

El repertorio de Ribalaigua, comprendía los tres cocteles más populares de Cuba: el Daiquirí # 4, el Presidente y el Pepín Rivero. Constante fue el creador de los tres.

En 1953, El Floridita fue reconocido por la revista Esquire como uno de los 7 bares más famosos del mundo.

En los folletos del Floridita viene esta nota del científico H. W. Graham: Conozco el Bar de hombres del Waldorf Astoria de Nueva York, el Bar Savoy en Londres, y el Bar Americano en París. He tomado Whiskey en Shepheards; Ginebra y Angosturas en el Gran Oriental, en Calcuta. Conozco los Pisco Sours del Hotel Carrera de Santiago de Chile y los Planters Punches de Curazao. He visitado el Adlon en Berlín, el Bristol en Viena, la casa Chianling en Chungking, el Plaza en Buenos Aires. Pero dentro de mi

experiencia LA FLORIDA ES EL MAXIMO BAR EN LA TIERRA.

Ribalaigua fue un maestro de su oficio en una época en la que no había ilusiones sobre el lugar del cóctel en la tradición de los licores. Inventó decenas de bebidas y adaptó decenas de otras. Sus brebajes y recetas finalmente regresaron a algunos de los mejores bares de los EE. UU.

El Daiquirí en sí no lo inventó Ribalaigua, pero sí lo perfeccionó. Fue el primero en agregar hielo picado.

En la actualidad en Lloret de Mar, existe una calle con su nombre, situado al lado del hotel donde Constante trabajó.

SUS INVITADOS

Ernest Hemingway invitaba al Floridita a todos sus amigos, políticos, intelectuales, actores de Hollywood como: Katharine Hepburn, Ava Gardner, Errol Flynn, Spencer Tracy, el duque y la duquesa de Windsor, Gene Tunney, Jean-Paul Sartre, Gary Cooper, Luis Miguel Dominguín, Tennessee Williams, Charles Scribner, Rocky Marciano, Samuel Eliot Morison, Lanham Buck, Herber Matthews, Graham Greene, Marlene Dietrich, Joaquín Sabina, Giorgio Armani, Pierce Brosnan, entre otros.

Incluso cuando Ernest Hemingway vivía en la Finca Vigía y ya no en el Hotel Ambos Mundos, manejaba desde su casa hasta el bar solo para tomar su amado Daiquirí. Según la leyenda, después de 2, 3, 4 daiquirís se le

ocurrió la idea de su libro «Por quién doblan las campanas».

?Pero su Daiquirí no solo era bueno para la creatividad, también lo necesitaba para soportar la vida difícil. Otro dicho de Hemingway: «Un hombre inteligente a veces tiene que estar borracho para pasar tiempo con idiotas».

Sus dos hijos Constantino y Jorge pudieron abandonar la Isla comunista, con rumbo a los Estados Unidos mucho antes de ser robado El Floridita por Fidel Castro en 1963.

Su viuda María Amparo Meilán, pudo salir en 1976, aunque su sobrino Antonio Meilán Rodríguez, se quedó trabajando en el bar, hasta que llegaron los saqueadores y allí siguió un tiempo más.

Actualmente la familia Ribalaigua-Meilán ha aumentado con 4 nietos y 8 bisnietos.

María Amparo, fallecida en el año 2000 descansa junto a su esposo Constantino en el Cementerio de Colón.

Mi Daiquirí en El Floridita y mi Mojito en La Bodeguita, escribió Hemingway.

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